La reinvención de la izquierda

 Por: Juan Cuvi

La izquierda necesita repensarse. Entre los vertiginosos cambios de la posmodernidad y los inocultables límites a sus propuestas históricas, no puede mantener una inercia que la aleja cada vez más de la realidad. Anclarse a ciertos principios, amparada en un difuso concepto de consecuencia, constituye una anacronía antes que un mérito. Es, en esencia, una opción por el anquilosamiento.

Si muchas de las agendas sociales posicionadas en las últimas décadas sacudieron las estrategias y las teorías de la izquierda (léase feminismo, ambientalismo, plurinacionalidad, diversidad cultural y sexual), hay otros cambios que todavía no han sido asumidos en su real dimensión. Por ejemplo, la función del partido, el rol del Estado, el proletariado como sujeto de la revolución, la construcción del Estado-nación, la noción de democracia, la superación de la modernidad como condición civilizatoría. No es posible diseñar una estrategia de transformación de la sociedad sin desentrañar estos aspectos, que han sido fuertemente influenciados por la globalización capitalista.

A la luz de los fracasos y limitaciones de los autodenominados gobiernos progresistas de la región, la izquierda no puede definirse por omisión, y mucho menos por complicidad refleja. Obviar la autocrítica no nos ubica necesariamente en el campo de la revolución. Al contrario, nos convierte en encubridores de un desatino. Una verborrea anti yanqui no es suficiente para disimular las taras de proyectos populistas autoritarios y corruptos, y mucho menos para maquillar políticas solapadamente neo liberales.

El debate, entonces, debe volver al plano de la definición de aquellos objetivos que cuestionan la esencia de un sistema que sacraliza la desigualdad, la exclusión y el colapso ambiental del planeta, y que buena parte de la izquierda ha omitido analizar por comodidad. El pragmatismo de los últimos tiempos, que justifica aberraciones como el orteguismo nicaragüense a título de una supuesta estrategia internacional, solo ha contribuido a un mayor extravió político.

En ese sentido, administrar el capitalismo no puede ser una opción para la izquierda, por más que pretenda hacerlo desde parámetros menos brutales e inhumanos. Perder de vista el horizonte puede significar extraviar el camino. Renunciar a una mirada de largo aliento puede derivar en un coyunturalismo suicida.

Lamentablemente, la izquierda latinoamericana alineada con el progresismo se despistó entre los meandros del pragmatismo político, de la resignación ideológica y del utilitarismo tecnocrático. Confundió el arroyo con el río. Creyó domesticar al liberalismo, cuando el liberalismo la sedujo y la poseyó como una sensual hiedra. Y las consecuencias son devastadoras.

El reflujo conservador de nuestras sociedades no tiene que ver con méritos de la derecha sino con la impostura del progresismo. En el Ecuador, la retrógrada combinación de consumismo y moralidad pública durante una década no podía desembocar sino en una cultura reaccionaria. Hoy, el mayor obstáculo para una transformación profunda de la sociedad son esa casta de correístas apoltronados cuyo único objetivo es la preservación de sus privilegios.

Original de: Revista Lluqui Left

 

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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