Trabajo en las líneas

Giuseppe Cocco e Bruno Cava, UniNômade, para Revista Multitudes n.º 70 (p. 195-200)

Trad. (portugués-español) Santiago de Arcos-Halyburton

Lineas de mundialización

Este artículo traza algunas lineas de reflexión sobre la mundialización y, al mismo tiempo, esboza un proyecto más ambicioso de pesquisa sobre el trabajo de las lineas [1]. En su antropología comparada de la lineas, Tim Ingold nos recuerda: “Que es lo que hay de común entre caminar, costurear, cantar, contar una historia, diseñar y escribir? La respuesta es que todas esas acciones se desarrollan según diferentes tipos de lineas” [2]. Las lineas están por todas partes, mas difieren unas de otras.

Para Delanda, las civilizaciones se distinguen una de otras por el hecho de ser o no lineales [3]. Ingold sugiere otro camino, otra lineas de diferenciación. La cuestion no es la linealidad o no linealidad, sino quien impone esas lineas: “El colonialismo no consiste exactamente en la imposición de una linealidad sobre una sociedad de otra forma no lineal, sino en imponer su línea en detrimento de otro tipo de línea” [4]. De este modo, no solamente es preciso diferenciar los tipos de lineas y los produjo, sino que también como las lineas fueron producidas y reproducidas. Esto significa que las lineas tienen el poder de fabricar el mundo como también de cambiarlo. Esa es la cuestion que nos interesa: el trabajo de las lineas.

Carl Schmitt nos legó las teorizaciones más robustas sobre el trabajo de las lineas [5]. En el libros Tierra y mar [6], un pequeño ensayo publicado en 1942, Schmitt describe la dominación de la tierra por una Inglaterra tan bien adaptada al mar que llega a ser equiparada a un pez monstruoso, un Leviathan. Hasta mediados del siglo XV, en la construcción del poder soberano, la toma de la tierra por la propia tierra prevalecía. Las civilizaciones o eran telúricas o potámicas. Así como la dominación de los mares interiores continuaba de cualquier modo subordinada a la patria madre, de carácter terrestre. El mar cuando era dominado, se volvía mare nostrum. La desterritorialización solamente ocurría esporádicamente, en ocasiones bastante específicas. Hasta que los balleneros se lanzaron a alta mar, atravesándose en el camino de los mayores monstruos marinos del planeta. El surco dejado por la fuga de las ballenas trazo las primeras lineas de desterritorialización, sobre las que se deslizaran y deliraran aventureros y cazadores, en dirección a aguas desconocidas, mucho más allá de los mares interiores de navegación de cabotaje. A partir de la década de 1440, con los lusos de Sagres, el mar abierto por primera vez comienza a ser estriado por una combinación de lineas celestes (el astrolabio, el sextante) y marinas (paralelos y meridianos), desentonando de la formación de un mar patrio. El Atlántico es el primer mar verdaderamente abierto, que necesita ser ocupado en su propia apertura y exterioridad, lo que se tornara objeto de la ciencia regia de los ibéricos. El Atlántico fue un vacío mental que revolvió la cabeza de los geógrafos y geopolíticos, el punto de partida hacia una tecnología de poder que serviría para la toma de los demás océanos. Fue sobre este nuevo modo de especialización, no más terrotorializado, que se constituyó la economia-mundo en los albores del capitalismo. El capitalismo es, por génesis, atlántico. Entre la tierra firme y el mar libre (o ultramar), un campo de interacciones y combinaciones mutuas establecerá un juego complejo de tensiones y expansiones territoriales y económicas.

Es en este punto de viraje, alrededor de la vuelta al siglo XVI, que Schmitt apunta el surgimiento del primer nomos de la Tierra. O sea, de un nomos global, de la Tierra como un todo, y ya no más de una única patria o civilización con su propia ordenación-localización. Con eso, la soberanía deja de circunscribirse en un dentro a ser protegido en relacion a un afuera, extranjero y amenazador. Ahora, el mar a ser tomado es constitutivamente exterior, no puede ser interiorizado, y es ese afuera el que debe ser un tema para un nuevo modo de control. En otras palabras, el afuera se torna inmanente, y se convierte en el punto clave para el arte de gobernar, con profundas repercusiones en la organización local y global de los poderes. No es posible explicar la formación de la economia política clásica y del liberalismo político, sin partir de las lineas de poder implicadas en la conquista del Nuevo Mundo.

Lineas de demarcación

Para comprender el nomos que las lineas producen, dice Schmitt, es preciso recuperar la potencia de la propia palabra. Nomos, él dice, viene del griego nemein, que significa pastoreo, la actividad de conducir los rebaños. Esta es su significación originaria: no una norma abstracta que debiese ser respetada, sino que la acción concreta de delimitar y distribuir el espacio. Para Schmitt, el nomos es la medida de todas las medidas, el vínculo original entre el acto concreto de ordenar (Ordnung) y de localizar (Ortung), es decir, la conjunción decisiva que articula espacio y ley. El nomos es la ordo ordinans, el poder constituyente, el acontecimiento fundamental del cual emanan los títulos jurídicos, la posesión y la propiedad. Las armas de la crítica de Schmitt son dirigidas contra las tentativas de desligamiento de las lineas en relacion al gesto concreto del poder y de la decisión, lo que desligaría el derecho y la violencia de la toma, dejando a la norma flotar abstracta, impotente [7]. De hecho, para Schmitt, los juristas positivistas y normativistas de Weimar acaban rindiéndose “a las pretensiones hegemónicas de las ciencias naturales, a la reivindicación del progreso del desarrollo técnico-industrial” [8], borrando el elemento constituyente y decisionista en la base del fenómeno jurídico. Antes y durante la guerra, este será el justificativo de Schmitt para adherir al nazismo, como un régimen que habría restaurado el sentido fuerte de la palabra nomos, contra las pretensiones normativistas de un derecho que se habría “judaicidizado”.

Después de la guerra y de un periodo de confinamiento en un campo de prisioneros, Schmitt proseguirá la pesquisa sobre el nomos, pero desplazará la investigación del derecho constitucional de los estados hacia el derecho internacional de la globalización. El foco del jurista será la comprensión de un mundo en el cual “son trazadas nuevas lineas de fronteras, nuevos alineamientos, además del que desprenden las bombas atómicas y de hidrogeno” [9]. En el nomos de la Tierra, Schmitt define tres tipos de lineas de mundialización: las Rayas ibéricas, las Amity lines anglo-francesas y las lineas globales norteamericanas. Las Rayas estaban destinadas a dirimir los conflictos entre España y Portugal, bajo el paraguas de la autoridad común y estable del Papa. En resumen, en esas lineas la cuestion es ponerse de acuerdo en la adquisición de territorios de los otros, en el más allá del mar. Las Amity lines, a su vez, fueron establecidas durante las guerra de religión del siglo XVII, entre las potencias católicas y protestantes. El principio, en este tipo de líneas, es que la paz (la amistad) no valga tan sólo en la Vieja Europa, sino también en las colonias del Nuevo Mundo, por primera vez rigiendo lo que antes era considerado en estado de naturaleza, de guerra perpetua. Pero esas eran las lineas que abrían un terreno libre para las incursiones depredadoras de los corsarios ingleses, a costa de las demás potencias europeas. Se mantiene de toda suerte la libertad de acceso a los nuevos espacios que empiezan más allá de la línea. «Libertad significa, escribe Schmitt, que la línea defina un campo, o afirme el uso inimputable e implacable de la violencia» [10]. El tercer tipo de línea es la línea global diseñada por los Estados Unidos, desarrollada a partir de la talasocracia inglesa, cuyo free trade por primera vez pretendió abrir todos los puertos e incluir la entereza del globo bajo el imperio del comercio. La nueva línea estadounidense no se agota en una mirada territorial, aplicándose sobre todo del globo. Entre la ausencia formal y la presencia de hecho, los estadounidenses prefieren instituir la línea del imperialismo, que no asume más fronteras fijas [11].

Pero las líneas no son sólo aquellas trazadas por el poder soberano. El propio jurista alemán-para tratar de describir de manera negativa el paradigma anglo-americano- acaba siendo obligado a reconocer una dimensión otra : esta vez horizontal y constituyente, lo que en principio no admitía. Y lo hace comentando que el pensamiento de Thomas Hobbes no sería inglés: «El decisionismo, marcadamente jurídico, que corresponde tan bien al espíritu del legislador francés, está completamente ausente (en Inglaterra)».

Pero nada va a cambiar el hecho de que el mayor de todos los decisionistas, Thomas Hobbes, sea inglés. Inglaterra realizó el gran salto a pesar de su estructura estatal: pues fueron los piratas los primeros en constituir la libertad no estatal de los mares, contra los galeones españoles en sus rutas fijas entre puertos del Viejo y del Nuevo Mundo. La movilidad y ligereza de los piratas y privateers propiciaron la victoria de Inglaterra en la batalla del dominio del Atlántico, empezando por la victoria contra la Armada Invencible (1588). Es emblemático que Schmitt los defina como «los guerrilleros del mar» [12]. Es entonces la escena para la tragedia de la globalización, según Schmitt: la libertad de los mares y la libertad de los comercios marítimos nacen de líneas no estatales y, de esta manera, ya anuncian el próximo salto. La pérdida total de conexión con el territorio de la tecnología moderna «[13].

Lineas móviles

A partir de la obra del helenista E. Larouche, Gilles Deleuze atribuyo el concepto de nomos a la actividad de pastoreo de los campos sin cercar, generalmente en las laderas fuera de los límites de la ciudad, típicos de la trashumancia [14]. El nomos es aquí producido por líneas desviadas y móviles y no más por aquellas fijas de propiedad y de demarcación. No más medir el espacio para dividirlo en lotes y luego ocuparlos; ahora los animales se distribuyen en él en función de las condiciones locales, resolviendo problemas contingentes, ocupando para medir, una medida inmanente al propio impulso vital. Los rebaños se desparraman por los pastizales abiertos según acciones locales, sin norma exterior al propio movimiento, procediendo por una acumulación de vecindades. Tal como una mancha de aceite aprovecha de las mejores condiciones en la medida en que las va encontrando. El movimiento es renovado perpetuamente, recreándose mientras avanza, conforme el impulso interno se enfrenta a diferentes problemas. Se trata, para Deleuze, de una «distribución de arrancias» en un espacio liso, sin medida fija, y no de territorios cercados y subdivididos de un espacio estriado, cuya medición se da cuantitativamente.

En Milleaux Plateaux, espacios estriados y lisos no forman una simple oposición o una dicotomía normativa, o uno u otro, sino que una relacion más intrincada que no cesa de generar suposiciones, correlaciones dinámicas, interpretaciones y diferentes coeficientes de metamorfosis de uno en el otro (errancias que se sedentarizan, como también viajes inmóviles, “a grandes pasos”). Es así, que, en la misma lógica de larga duración en la cual la marina inglesa escudriño el Atlántico, podemos identificar las lineas de fuga pulsando por dentro de las propias líneas de poder. A partir de diferentes vectores de desterritorialización internos a la empresa de la conquista del Nuevo Mundo, fermentaran espacios de resistencia y éxodo.

Desde el impulso inicial, los nómades, la resistencia, la libertad ya estaban instalados en las fisuras de los nomos de la Tierra: sea como la potencia revolucionaria de la hidra de mil cabezas (Peter Linebaugh e Marcus Reddiker), la resistencia creativa díaspórica del Atlántico negro (Paul Gilroy), los archipiélagos de la piraterías de las Zonas Autónomas Temporarias (Hakim Bey), las potencias biopolíticas entrecruzadas de lineas de fuga y mestizaje (Édouard Glissant). Existe algo así como un nomos oscuro que perforara toda suerte de muros o rigideces, un desierto que se propaga en el seno del nomos predominante, desestabilizándolo desde sus entrañas.

En su trabajo sobre la economia-mundo en larga duración, Giovanni Arrighi afirma que tanto el inicio como el final de un periodo de hegemonía mundial está marcado por las ocurrencia de una gran crisis financiera. Las lineas de los nomos de la Tierra son al mismo tiempo lineas fluctuantes de confianza monetaria. Esta es la doble frontera móvil que constituyo la dinámica de lo que los historiadores de la Escuela de los Anales llamaran “economia-mundo”. Para Arrighi, la hegemonía británica, que prepara la americana del siglo XX, es indisociable de un concierto de estrategias militares y monetarias, las dos fases articuladas de la soberanía: la fuerza y el signo. Existe entonces una línea continua de governance que asocia las operaciones de la marina inglesa con las del banco central. Los mares se articulan con los del dinero, diluyendo toda posibilidad de un núcleo centralizador. Pero Arrighi se detiene ahí y, así como hizo Schmitt, adopta por horizonte teorico la recomposición de un nomos siempre pensado como poder soberano (nomos basileus), aunque sea un poder soberano capaz de actuar mediante lineas desterritorializadas. La preocupación de ambos los coloca del lado de la recomposición de un nuevo poder, delante de las disoluciones de la globalización capitalista. Sería preciso controlar los flujos para evitar la disolución final de la soberanía. La sociedad enteramente subsumida es la misma cuya subjetividades se diseminan, por todos lados y en todas partes, simultáneamente transbordante e inestable. Esto nos lleva a conocer el otro lado de la moneda, o mejor dicho, el reverso sombrío del poder soberano: la substancia biopolítica que, en primer lugar, el aníma [15].

Los economistas políticos clásicos calcaron el valor de los bienes en el tiempo mecánico cuantificable y en la materialidad física de la producción. Las lineas rígidas de la teoría del valor de David Ricardo son características de las teorías económicas que depositan su fe sobre la tierra firme de los valores del trabajo y del buen patrón, de la producción de la economia real o del dinero como medida de la riqueza mensurable. En los formidables años 1870, después del devenir-loco de Marx en el Fragmento sobre las máquinas, la escuela de los economistas marginalistas captó el momento de mutación del capitalismo en el que el valor ya no es localizable. No es posible medir el valor por el quantum de tiempo de trabajo, pues el trabajo se difunde socialmente, al mismo tiempo que el punto de apropiación del plus-valor ya no puede ser fijado en la cadena productiva. El valor y el plus-valor se diseminan, se confunden (valor = plus-valor) y se propagan por la esfera de la circulación y de la movilidad, como el mercurio [NT. ver-argent, en francés] al vaciar un termómetro. Es como si, en la economía integralmente monetarizada del capitalismo, un espacio liso se destacase de las estrías de los circuitos de valorización y de explotación, para restablecer un nuevo modelo de ordenación-localización (Ordnung-Ortung, el nomos de Schmitt) que sobrepasa los puntos fijos y las líneas rígidas. Al moverse en múltiples direcciones y profundidades, ese modelo económico inmanente inscribe a los antiguos estados-nacionales como instancias locales de su propia realización. Entre las líneas flexibles y rígidas, entre una nueva tierra y un nuevo mar, el nomos se reorganiza sobre la capacidad de los bancos para crear dinero. Toda medida es superada, todo cercado destituido de sus pretensiones territorializantes.

En la actualidad, los high frequency traders son la otra cara de las nubes de drones. El poder de las finanzas hoy funciona como el fleet in being (flota de disuasión estática en el puerto), que propicia el ejercicio del poder en cualquier lugar, desde cualquier punto en cualquier punto, sin lastre en la tierra firme del valor-sustancia. El espacio liso de la moneda-crédito emerge dentro del espacio estriado del capitalismo industrial y termina por devorarlo de cabo a rabo. No sólo lo vuelve al revés, sino que también hace del revés el propio funcionamiento de la producción. En ese giro, se engendró el metabolismo de la globalización bajo la regla post-fordista, es decir, un nuevo nomos para la Tierra Desterritorializada. El nombre del metabolismo es neoliberalismo: la extinción de la ley del valor, la subsunción real de la sociedad por la desmedida de las finanzas. Lo que gobierna, en adelante, son los océanos de dinero apátrida. ¿Cuáles serían entonces las líneas de este novísimo nomos?

La posibilidad de nuevas lineas

Entre las numerosas líneas posibles, podemos esbozar por lo menos dos: la línea de China y la de los algoritmos. La ascensión ineludible de China constituye una de las grandes mutaciones. Niall Ferguson, el teórico de la simbiosis estratégica entre Estados Unidos y China (la «Chimerica»), cita a Samuel Huntington: «la línea de la fractura que separa las civilizaciones puede convertirse en la línea de frente de las batallas del futuro. Sin embargo, esa guerra no será más un clash de civilizaciones, sino el crash de la civilización «[16]. La guerra en la ciberna ya ha comenzado y es una guerra entre redes. Para evitar esto, él dice, sería necesario un nuevo congreso de Viena contra las élites del Valle del Silicio y la anarquía coronada de las redes [17].

Esto nos trae a la segunda línea de reflexión. En la economía política de las redes, las nuevas líneas de la globalización se desarrollan a través de la entropía organizada de los algoritmos. El trabajo de las líneas no deja de ser el trabajo de los algoritmos y son ellos quienes van a dibujar la segunda navegación de la conquista digital. De nuevo, la valorización de los mares (de información: los big data) se coloca en relación de polinización entrecruzada con el trabajo computacional de autenticación de las transacciones y de creación de nuevas monedas. Para navegarlas, los algoritmos mapean y escudriñan continuamente los océanos de información, según múltiples métodos de autorregulación de bits. Vivimos y trabajamos dentro de los océanos con sus algoritmos, sus matrices energéticas, su atmósfera y sus olas. Pero la ingeniería de las redes nos escapa cada vez más, pues están deliberadamente cerradas: «La mayor parte de la maquinaria computacional permanece cerrada a nosotros» y se nos presenta como un «terreno de creencia colectiva, un espacio de fe». Es decir, el algoritmo es un pequeño dios [18].

Las líneas, nos dice Ed Finn, son aquellas diseñadas por el surfista que toma las olas, en una lógica afectiva e incluso primaria. Un yo siento visceral con el propio movimiento virtual del océano que nos agarra, como una danza en la que somos succionados [19]. Por eso, caminamos sobre el estrecho pasadizo entre lo visible (los mares de dinero vivo y de las criptomedas) y el invisible (las montañas de servidores dedicados a ajustar los digitales activos a través del blockchain). Entre astro y muestra, entre lo sideral y lo visceral, podemos así reencontrar el nomos de Atlas, el estibador de la bóveda. Pero Atlas no es ningún titán (el Dios-algoritmo en el altar de la tecnofilia). Porque quien acaba teniendo que soportar el peso del mundo en los hombros es el refugiado, el inmigrante, el precario, el paria, el pobre [20]. Los trabajadores del norte se vuelven precarios y pobres y, en contrapartida, los pobres del sur se vuelven trabajadores precarios y… nuevamente pobres.

¿Cómo la línea china y la de los pobres pueden mezclarse en un gran éxodo? Por el momento, las líneas china y americana se estrían entre sí, una doble articulación de neoliberalismo y neodesarrollismo: el dispositivo final de proletarización de los pobres, la cara neo-extractivista del capitalismo hoy. Pero hay otro tipo de línea china, que comenzó en la Plaza de la Paz Celestial (Tian’anmen), en 1989. La primera acampada que, en los últimos años hemos visto propagarse y multiplicarse en la Plaza Tahrir, en la Puerta del Sol, en Occupy Wall, en el Parque Gezi y en las ciudades brasileñas, durante 2013. Esa comunidad que viene sobrevolando los océanos, huida del movimiento del mundo, en las olas de refugiados e inmigrantes, en los pulsos de información reprocesada. No es por casualidad que debemos a Ai Weiwei, artista y disidente chino, las obras más impregnadas de líneas de fuga y sus chalecos salvavidas. Las luchas en Irán y Túnez, a comienzos de 2018, nos muestran a la vista que esta línea de fuerza está abierta.
Rio de Janeiro, febrero de 2018.

Giuseppe Cocco e Bruno Cava son autores de The new neoliberalism and the other; anthropophagy, biopower and living money. Lexington Books, 2018.

NOTAS
[1] – Este año, los autores publicaran “The new neoliberalism: anthropophagy, biopower and living money”, Londres: Lexington, 2018. “O trabalho das linhas” será el segundo libro de la planeada trilogía del Equizoceno, se espera su publicación para 2019.
[2] – Tim Ingold. “A brief history”, Routledge, 2007.
[3] – Manuel DeLanda. “A thousand years of nonlinear history”, Sherwe, 1997.
[4] – Ibíd. Itálica nuestra.
[5] – Carl Schmitt, “Der Nomos der Erde. Im Völkerrecht des Jus Publicum Aeropaeum” (1950). Edición brasileira: “O nomos da Terra no direito das gentes do jus publicum europaeum”, Contraponto, 2016. Las citas a lo largo del artículo se refieren a la edición italiana en la traducción de Emanuele Castrucci: “Il nomos della terra”, Milano, 1991, utilizada por los autores.
[6] – “Land und Meer. Eine welteschichtliche Betrachtung”, 1942.
[7] – Ingold, op. cit. p. 100.
[8] – Op. cit.., p. 67.
[9] – Op. cit. p. 15.
[10] – Ibid. p. 93
[11] – Ibid., p. 387.
[12] – Ibid., p. 210.
[13] – Ibid., p. 215.
[14] – “Différence et Répétition”, PUF, Paris, 1968.
[15] – Es tal la tarea que nos colocamos, como primer intento, en New neoliberalism and the other, op. en el que se movilizó la obra de los marginalistas, de Klossowski, del Anti-Edipo (Deleuze & Guattari) y del economista francés Jean-Joseph Goux.
[16] – “Civilization”, Penguin, 2011, p. 313.
[17] – Niall Ferguson, “The square and the tower”, Allan Lane, 2017, p. 424.
[18] – Ed Finn, What Algorithm Wants, MIT, 2007, p. 7.
[19] – Op. cit., p. 189.
[20] – Georges Didi-Huberman, Atlas ou le gai savoir inquiet, L´oeil de l´histoire, 3, Minuit, Paris, 2011. p. 168.

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