Ariel Salleh**
El feminismo ecológico es una amplia corriente global de pensamiento y acción que postula una vinculación entre las ideas feministas y la ecología política. Aunque comparte planteamientos de movimientos sociales particulares relacionados con el agua, el medio ambiente y los derechos colectivos, propone una política post-colonial, post-patriarcal y ecocéntrica. Al impulsar el comunitarismo y el decrecimiento, fomenta la autonomía cultural, el empoderamiento, la conciencia sexo-genérico y la renovación espiritual.
El trabajo reproductivo es la base de toda sociedad. En la experiencia práctica de tal trabajo, las madres aprenden cómo sostener los ciclos biológicos en los cuerpos que cuidan. Del mismo modo, los campesinos y recolectores se sintonizan y regeneran los ciclos de la tierra. Estos trabajadores no monetizados, son en gran medida invisibles en la economía global y no están adecuadamente reconocidos en la teoría socialista. Pero juntos, las tres agrupaciones laborales forman “una clase”, cuyo tiempo ha llegado, en razón de sus habilidades materiales para permitir la Vida en la Tierra (1). Este reclamo ecológico feminista, articula el llamado del crítico del desarrollo Wolfgang Sachs, en tanto reconoce sociedades que viven amigablemente dentro de sus posibilidades; así como para cambios sociales que se inspiran en las ideas indígenas de una vida buena y apropiada. De ahí que, la tarea de la ecología global, puede ser entendida de dos maneras: como un esfuerzo tecnocrático para mantener el desarrollo a ote contra la corriente del saqueo y la contaminación; o es un esfuerzo cultural para sacudirse de la hegemonía del envejecimiento de los valo- res occidentales y retirarse gradualmente de la carrera por el desarrollo (2).
Movimientos por la vida
La palabra feminismo ecológico, se usa ampliamente para describir, una política que trata la ecología y el feminismo como una sola lucha. Y surge cuando las condiciones de vida están amenazadas se ponen en riesgo los barrios urbanos y las comunidades. Las mujeres o los hombres pueden participar en labores que arman la vida; pero, dado que son principalmente las mujeres de todo el mundo las que están socialmente posicionadas como cuidadoras y cultivadoras de alimentos, generalmente son las mujeres, de una comunidad, las que primero toman medidas ambientales. Las intervenciones de este tipo son universales, independientemente de la región, clase o etnia; es decir, son singularmente interseccionales. En todos los continentes desde la década de 1970, las mujeres que respondieron al daño colateral del consumismo capitalista posterior a la Segunda Guerra Mundial y a los modelos de desarrollo, comenzaron a realizar lo que ellas llamaron ecofeminismo. Ya sea que se opongan a los tóxicos contaminantes, a la deforestación, a la energía nuclear o a la agroindustria, siempre conectaron con lo “local y lo global”. Las ecofeministas alemanas construyeron su trabajo de manera bastante explícita sobre los fundamentos teóricos planteados por Rosa Luxemburgo (3).
La década de 1970 también vio una implosión de los “nuevos movimientos sociales,” antinucleares, luchas por la negritud, por la liberación de las mujeres, por los derechos de los indígenas sobre las tierras. Eventualmente, la ecología radical sería cooptada por los partidos verdes y los profesionales tecnócratas. El feminismo fue desviado por el individualismo liberal y se convirtió en una lucha de un solo tema: por la igualdad de derechos. La siguiente fase del ecofeminismo prosiguió en la Cumbre de la Tierra de 1992, que intensificó las políticas neocoloniales del Norte global, en nombre de la protección de la naturaleza. Ahora, un plan maestro mundial de acuerdos regionales, abrió el camino para la minería corporativa en suelos indígenas y el patentamiento corporativo de la biodiversidad indígena. Ecofeministas, como Vandana Shiva y otros, estuvieron presentes en la Cumbre de la Tierra de Río e hicieron lo que pudieron para oponerse a estas medidas (4). Pronto, el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, forzaría nuevas concesiones a las personas socialmente vulnerables (5). El siglo XX cerró con la Batalla por Seattle, donde una insurgencia de base internacional, se enfrentó a la Organización Mundial del Comercio. Este amplio movimiento, de movimientos por las alternativas de los pueblos a la globalización, celebró su primer Foro Social Mundial en el 2001.
Si la expansión del neoliberalismo desmoralizó a los trabajadores manufactureros, en los estados metropolitanos, trasladando sus trabajos a zonas de procesamiento de exportación de bajo salario en el Sur global, mucha gente en la periferia geopolítica tuvo una agenda diferente para activarse. En Brasil, un vibrante Movimiento de gente Sin Tierra, hablaba de ecoaldeas y soberanía alimentaria. En Ecuador, las mujeres de Acción Ecológica, se apropiaron del concepto de “deuda ecológica”, para describir el robo colonial de 500 años, de los recursos naturales; el atraco moderno, por parte de los intereses que cobra el Banco Mundial por los préstamos que otorga para el desarrollo; y, la degradación continua de los medios de vida, derivados del extractivismo económico. La justicia con la sostenibilidad también se presentó en la Cumbre del Clima de los Pueblos, en Cochabamba 2010, que presentó las formas andinas de aprovisionamiento, como una alternativa al desgaste de la vida bajo la influencia de la industria.
Luego del colapso nanciero de 2008, un grupo de jóvenes globalmente conocidos como Ocupa Wall Street, establecieron un campamento cerca de la bolsa de valores de Wall Street en los Estados Unidos, para protestar contra la clase capitalista; en Alemania bloquearon los bancos de Frankfurt. Otra acción política, guiada por valores que arman la vida, surgió en los estados mediterráneos que se resisten a los programas de austeridad de la Unión Europea. Los Indignados de España en 2011, impulsaron una variedad de economías autosuficientes.
A la par, en Río+20 en 2012, las empresas, los políticos y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, intensificaron su propuesta de Nuevo Tratado Verde: un ejercicio de relaciones públicas para la bioeconomía nanotecnológica. De nuevo las ecofeministas les confrontaron (6).
Más tarde, los académicos reunidos en Leipzig en 2014 y Budapest en 2016, discutieron sobre el decrecimiento, aunque el trabajo sobre el postdesarrollo de las pensadoras ecofeministas de subsistencia, como Veronika Bennhold-Thomsen, aún no estaba reconocido (7). Hoy, el esfuerzo en el proyecto sobre la Transformación Socio Ecológica, de la Fundación Rosa Luxemburgo o cina Bruselas, está examinan- do la convergencia de la política ecofeminista con el Buen Vivir de América del Sur; Ubuntu de Sudáfrica; y Swaraj de India.
Las ecofeministas observan que, bajo la cultura patriarcal capitalista, el encierro y la mercantilización de la naturaleza se muestran en el encierro y la mercantilización de los cuerpos trabajadores de las mujeres. Las alusiones clásicas a la Madre Naturaleza, son mucho más que metáforas. Esta es la razón por la cual, una ética protectora del veganismo, circula entre las redes ecofeministas y, se llevan a cabo reuniones internacionales sobre la preocupación por la aprehensión animal (8). Las mujeres de toda África, cuyas vidas y medios de vida se ven amenazados por la minería cer- ca de sus aldeas, han establecido la red de Mujeres Africanas Unidas contra la Extracción Destructiva de Recursos, “WoMin”, una red continental antiextractivista, con su propio mani esto ecofeminista sobre el cambio climático. En los Apalaches de los Estados Unidos de Norteamérica, las madres se organizan para tomar medi- das directas contra la eliminación de las montañas por parte de la industria del carbón (9). La escuela Navdanya de la India, para la eco su ciencia, guarda semillas tradicionales en un “banco” de semillas, para salvarlas de las patentes farmacéuticas. En Sichuan, China, las campesinas restablecen la fertilidad del suelo, reviviendo tec- nologías orgánicas con siglos de antigüedad; y en Londres, las amas de casa ofrecen voluntariamente su tiempo para reparar los siglos de abuso perpetrados contra la cuenca del río Támesis (10).
El Agua: la auténtica cuestión de fondo
Cuando los activistas no ven cómo la lógica de la reproducción interconecta la ecología, trabajadores, mujeres y movimientos indígenas, se da una “política de identidad” monotemática que es destructivamente competitiva, donde los derechos de un grupo se enfrentan a los derechos de otro. Pero; cuando las personas trabajan juntas para proteger las condiciones de la vida sobre la tierra, las diferencias culturales retroceden. Si nutrir, es una capacidad humana universal, el sustento de fondo de esta cuestión radica en otro ujo universal: el agua.
– La estabilidad climática global depende de un ciclo regular del agua.
– La reducción del carbono atmosférico efectuado por las plantas depende del agua.
– La salud del suelo, las plantas y los animales depende del agua.
– Los cuerpos humanos están compuestos principalmente de agua.
Los gobiernos y las agencias multilaterales que manejan el modelo de desarrollo orientado al crecimiento, niegan que la economía global ya esté enfrentando una crisis de sobreproducción. Más aun, niegan que el pico petrolero esté a punto de ser superado por el pico de agua. El Banco Mundial, e incluso los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, promueven la privatización del suministro de agua. Sin embargo, la protección del agua, promovida por parte de los mercados neoliberales, es una contradicción en sus términos, ya que solo puede aumentar el valor de una mercancía, haciéndola escasa. Hoy en día, diez compañías privadas controlan las ventas de agua en 100 países, y son conocidas por el incremento sistemático en las tarifas que cobran por el suministro, por la reducción de los servicios a los pobres y porque rechazan el mantenimiento de la infraestructura desde la que se provee el recurso (11).
Desde la lucha emblemática de los ciudadanos de Cochabamba-Bolivia contra Bechtel en 2001, las comunidades sudamericanas lideran la resistencia política por el agua en el mundo. En Venezuela y México existen fuertes movimientos por la propiedad municipal de los servicios. En Europa, España está especialmente avanzada en esta materia (12). Incluso en Alemania se dan pasos concretos para recomunalizar el agua, como sucedió en Berlín, por ejemplo. Los activistas, necesitan prever el acaparamiento corporativo del agua y los futuros confictos de gran potencia que este desate, como una cuestión de urgencia (13).
Sin embargo, una estrategia socialista como la propiedad pública del agua es solo la mitad de la historia, porque al igual que el liberalismo, el socialismo sigue siendo una política antropocéntrica. Las comunidades postdesarrollo serán “ecocéntricas”, utilizando proactivamente el paradigma del agua para restaurar la vida en la Tierra. En esto, el Norte global puede aprender mucho de las cosmovisiones y análisis indígenas, basadas en las habilidades del cuidado de las mujeres. Los aportes ecológicos feministas, son útiles en varios momentos de este proceso de transformación, y no menos en la deconstrucción del antropocentrismo. Las ecofeministas señalan que, las instituciones occidentales tradicionales, desde la religión y el derecho, hasta la economía y la ciencia, fueron diseñadas para servir al “primer orden político” del mundo: la dominación patriarcal. Desafortunadamente, la “titularidad masculinista”, se ha convertido en la posición internacional predeterminada, tanto para los liberales como para los socialistas (14). Las ruedas de la globalización, aún están engrasadas por la jerarquía de la “Gran Cadena del Ser” de Aristóteles; una antigua lógica discursiva que coloca a dioses, reyes y hombres en el ápice de la vida social, teniendo el poder sobre sus subordinados como lo son “mujeres, nativos y la Madre Naturaleza”.
El código convencional de Humanidad sobre Naturaleza, masculino sobre femenino, blanco sobre negro, define y limita las oportunidades de vida de las personas, por lo que tiene sentido el que activistas feministas, decoloniales y ecológicas lo expongan. Sin embargo, el antropocentrismo de este dualismo no es fácil de modificar, porque está sembrado, una y otra vez, en cada mente individual, a través de la socialización en cada nueva generación. El “orden del sentido común”, subconsciente de la vida cotidiana, se percibe así, y la mayoría de la gente lo acepta como una ley de la naturaleza.
– Humanidad sobre Naturaleza
– Hombre sobre Mujer
– Producción sobre Reproducción
– Economía sobre Ecología
– Capital sobre Trabajo
– Mental sobre Manual
– Sujeto sobre Objeto
– Mente sobre Manual
– Limpio sobre Sucio
– Blanco sobre Negro
– Norte sobre Sur
– Tierra sobre Agua
Los efectos estructurales del viejo mantra, han moldeado la dirección de la historia. Las mujeres y los esclavos conquistados, se convertirían en meros objetos; y bajo la razón de la Ilustración, la naturaleza y los cuerpos, se conceptualizan incluso como máquinas, cuyas partes pueden controlarse mediante fórmulas matemáticas (15). Esta cultura alienada de la vida, es indispensable para el funcionamiento del capitalismo. Según la predeterminación patriarcal, la tierra se valora como sólida, mientras que los flujos de agua que dan vida, son tan problemáticos como la fertilidad incorporada de las mujeres, cuando no está controlada por el cónyuge o el Estado. La titularidad social, está simbolizada en el título de la tierra; protegida del descontrol, el agua por presas, canales y desagües hechos por el hombre.
Algunos defensores del paradigma del agua describen el impulso masculino para dominar el agua a través de la ley y la ingeniería como la “misión hidráulica” (16). Otro efecto desastroso del dualismo psicológico, reaparece en el desajuste entre las métricas reduccionistas de los economistas y los flujos ecológicos vivos que intentan medir. La gente puede rechazar el neoliberalismo, pero dar todavía por sentada la industrialización mecánica de la naturaleza, como “la forma de hacer una economía”. No entienden por qué este método de aprovisionamiento, no puede racionalizarse globalmente, regularse o repararse. Las afirmaciones de ingeniería, de los modernistas ecológicos europeos y norteamericanos, son engañosamente optimistas; y el aura de la innovación de alta tecnología, demasiado a menudo desconcierta y apacigua críticas potenciales del status-quo político. Un futuro digitalizado y automatizado no se “desmaterializará” fácilmente en justicia y sostenibilidad. Mientras tanto, gestos como la economía circular, o la transvaloración del trabajo del cuidado, trabajadas por economistas feministas, son inmediatamente reabsorbidas por la lógica del capital.
Otra forma de conocer
Las ecofeministas han creado una extensa literatura, a menudo enseñada en universidades, exponiendo las raíces de la crisis ecológica global en las instituciones, y las prácticas eurocéntricas y sexo genéricas de privilegio. Estos trabajos critican las premisas de los sistemas de conocimiento, las disciplinas académicas, incluso el marxismo y la ecología social. Las ecofeministas ofrecen una epistemología alternativa, una forma de saber bastante distinta de la manipulación racional instrumental de las personas y la naturaleza. Pero; no tiene sentido decir que atribuyen las ideas políticas de las mujeres a una “esencia femenina” innata. La fuente de las percepciones ecofeministas no es ni la encarnación biológica, ni las estructuras económicas, ni las costumbres culturales, aunque todas estas cosas influyen en la acción humana. Más bien, el foco de una epistemología ecofeminista es el trabajo; cómo las personas crean y vuelven a recrear sus entendimientos y rehacer sus habilidades, a través de la interacción con el mundo material, incluidos los cuerpos humanos. Las personas que trabajan de forma autónoma, fuera de la entumecedora rutina industrial (cuidadoras, agricultoras, recolectoras), están en contacto con todas sus capacidades sensoriales, y son capaces de construir modelos más precisos y resonantes de cómo una cosa se une a otra.
El marco temporal de esta clase de trabajo “metaindustrial” es intergeneracional y, por lo tanto, intrínsecamente precautorio. La escala es íntima, maximizando la capacidad de respuesta de quienes trabajan, a las transferencias de materia-energía en la naturaleza, o en los cuerpos humanos como naturaleza. El juicio se basa en una experiencia acumulada por prueba y error, utilizando una evaluación de ecosistema o salud corporal desde la cuna hasta la tumba. Las necesidades diversas de especies o grupos de edad están equilibradas y reconciliadas. Cuando las economías domésticas y de medios de subsistencia practican la resolución sinérgica de problemas, la toma de decisiones multicriterio es una cuestión de sentido común. Cuando no hay división entre las habilidades mentales y manuales, entonces la responsabilidad es transparente; el producto del trabajo no se aleja de las y los trabajadores como en el capitalismo, sino que se disfruta en el intercambio compartido con los demás. Aquí la lógica lineal de producción da paso a una lógica circular de reproducción. De hecho, de esta manera, la provisión social es simultáneamente una ciencia vernácula y una acción política directa.
Un ejemplo de la epistemología en acción, es el de la activista anti represas del sur de Asia, Medha Patkar, líder mundial en lograr que las personas conserven sus fuentes de agua para ganarse la vida, en lugar de cultivos comerciales irrigados. Pero, pasaron décadas antes de que en 2017, el poderoso río Ganges de la India, adquiriera algunos derechos de ciudadanía. También en ese año, al río Whanganui de Nueva Zelanda, formado en las tierras Iwi del pueblo Maorí, se le otorgó reconocimiento legal. Por otro lado, Australia está muy rezagada en el cuidado de los ríos, a pesar del hecho de que sus pueblos indígenas honran la tierra y el agua como uno solo, así como también, su noción de “país” combina la ecología con la identidad y la pertenencia, el respeto y una forma relacional de conocimiento. Entre los quechuas de los Andes, las palabras Sumak Kawsay, a menudo adaptadas como Buen Vivir, tienen una combinación similar de significados que a rman la vida. En 2008, los desafíos de los indígenas sudamericanos frente al extractivismo neocolonial, inspiraron la noción constitucional de Pachamama en Ecuador, dándole derechos a la Madre Naturaleza (17). Desde Sudáfrica hasta Gran Bretaña y más allá, un nuevo campo académico llamado Jurisprudencia de la Tierra, también conocido como Ley Salvaje, está ayudando a resolver las tensiones entre la sabiduría de ese ecocentrismo y el lenguaje occidental liberal de “derechos”.
Dicho eso: la jurisprudencia y la ley permanecen en el mundo de las ideas, mientras que el paradigma del agua es la política en acción. Potencialmente, las nuevas visiones de base de una Democracia de la Tierra pueden desestabilizar la hegemonía transatlántica con sus grandes esquemas tecnocráticos para la Gobernabilidad del Sistema Terrestre. Pero hay un camino por recorrer, sobre todo porque los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas dependen de la gestión transnacional del agua (18). Los ODS se describen como un plan de acción universal para que “las personas, el planeta y la prosperidad” que entrará en vigencia durante los próximos quince años. De hecho, se espera que los objetivos se cumplan con el extractivismo continuado, el crecimiento del PIB a través de la innovación y la transferencia de tecnología, la desregulación del mercado y más poder para la Organización Mundial del Comercio (OMC). Teniendo en cuenta las proporciones existentes entre el crecimiento del PIB y el crecimiento de los ingresos de los pobres, tomará 207 años para eliminar la pobreza con la estrategia planteada por los ODS. Esto se debe a que la economía mundial tendrá que crecer 175 veces su tamaño actual, incluso cuando ya está excediendo la capacidad material del planeta en un 50 por ciento cada año (19).
El Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6.a, exige la cooperación internacional y la creación de capacidades para el saneamiento, la captación de agua, la desalinización, la e ciencia del agua, el tratamiento de aguas residuales y el reciclaje. Para el clima, un “enfoque de energía limpia”, paralelo que cuelga del mantra de las 3 D: “descentralización, descarbonización, digitalización”, descrito como “incubado”. ¡Nada menos que en el útero de empresarios y contadores! Los impactos completos de la cuna a la tumba, de la resolución de problemas de alta tecnología: minería intensiva en energía, fundición, fabricación, transporte y mantenimiento; raramente se tienen en cuenta desde este enfoque, incluso por parte de los exponentes de la Economía Verde. Los costos metabólicos de ese extractivismo (la erosión del suelo, la toxicidad, el desperdicio de agua y las emisiones de gases de efecto invernadero), son claramente incompatibles con cualquier idea de desarrollo sostenible, y mucho menos con el postdesarrollo. Lo que se sustenta aquí es una política superficial, protegida por antiguos hábitos patriarcales de división psicológica, dualismo y negación.
El paradigma del agua por el clima
En todos los continentes hay signos emblemáticos de esta postura, ya que las estrategias hídricas prácticas desafían los modelos de desarrollo basados en la separación de la tierra y el agua. La lluvia que cae directamente en la tierra desnuda, sin árboles que rompan su caída, o sin humus para absorberla, erosiona las laderas y lava el suelo fértil hasta el mar. El paradigma del agua versa sobre trabajar con la biodiversidad y los suelos para contener la lluvia allí donde cae, rehidratando los acuíferos subterráneos, los territorios y, de hecho, la atmósfera. El dinero es irrelevante, el trabajo es comunal y práctico, utilizando piedra local, madera y plantas. En India, Rajindra Singh revivió la tradición local de la construcción de johads o cenagales que atraviesan las laderas, para recoger las escorrentías producidas por el monzón, al mismo tiempo que Dhrubajyoti Ghosh, ecologista de India, ha luchado para mantener el rico metabolismo de los humedales de Kolkata a salvo de los desarrollistas (20). En la Eslovaquia postcomunista, Michal Kravcik ha alentado a los aldeanos rurales, desempleados y marginales, a recapacitar y regenerar las tierras para el cultivo de alimentos, mediante la creación de diseños de recolección de agua a pequeña escala a partir de abundantes materiales en su entorno. Las condiciones geográficas, históricas y culturales difieren, pero existe una emocionante convergencia transnacional entre estos movimientos postdesarrollo. Experimentos similares se pueden encontrar en China y Francia.
El paradigma del agua ya ha sido demostrado en Ecuador por las madres y abuelas de las colinas de Nabón, una vez devastadas por el desarrollo. Con previsión e innovación, estas mujeres han logrado el control de la erosión, la recolección de agua, la fertilidad del suelo y la soberanía alimentaria, mediante la forestación para restaurar las antiguas cuencas de agua y arroyos. Y con esto, también han contribuido a enfrentar la crisis climática global (21). Mediante el razonamiento ecofeminista, los campesinos en economías de medios de subsistencia, como muchas madres en hogares del Norte global, aplican principios relacionales de su trabajo para sostener los ciclos metabólicos humanos que son, después de todo, la naturaleza en forma incorporada. La premisa eurocéntrica divisionista de humanidad sobre naturaleza, ha impedido que muchos en la izquierda, incluso algunas feministas, tomen en serio, como actores políticos, a esta fuerza de trabajo marginalizada. Más allá de ese reconocimiento, el agua también tiene una agencia histórica, tal como se expresa en la capacidad de autocreatividad de la vida para organizarse, reproducirse, sostenerse, adaptarse y evolucionar.
En Portugal, la gente de Tamera está diseñando su comunidad rural precisamente en torno a este paradigma regenerativo, con todos sus bene cios ecológicos, económicos, políticos y sociopsicológicos. Su postdesarrollo biorregional comunitario, integra la salud ambiental con un enfoque de salud postcognitiva y encarnada, la reflexividad sexo genérica con bienestar espiritual (22). En Australia, el agricultor Peter Andrews, ha reacomodado los ciclos de carbono y agua en su tierra, plantando para permitir la infiltración del agua subterránea, detener la erosión y aumentar la fertilidad al mantener el carbono en el suelo, que en sí mismo es un organismo vivo (23). Esto también sirve para mitigar el calentamiento global, porque los ecosistemas bien regados no solo previenen la pérdida de acuíferos, la salinidad del suelo, la sequía y las inundaciones, sino que ayudan a restablecer el equilibrio global de la energía térmica. Los practicantes del paradigma del agua señalan que este año, 50.000 millas cuadradas de bosque serán talados, y, el suelo urbano, será sellado mediante pavimentación, lo que equivale a 20.000 millas cuadradas más de tierra muerta. La desertificación del suelo y su efecto sobre el aire, da como resultado un potencial calor de 25 millones de teravatios por hora anualmente, 1.600 veces más calor que el generado por todas las centrales eléctricas combinadas del mundo (24).
Como cualquier campesina sabe, un árbol es un sistema de aire acondicionado impulsado por energía solar natural, basado en la evapo transpiración del agua atmosférica. Es un sistema de enfriamiento gratuito que no requiere generación de electricidad contaminante. En la evaporación, un galón de agua absorbe 2.5 kilovatios/hora de energía solar; por lo tanto, las áreas urbanas sin árboles producen placas de calor disfuncionales en el aire. Esto perturba el pequeño ciclo del agua que trae la lluvia local, y en la atmósfera en general, el calentamiento aleatorio establece los patrones caóticos del clima conocidos como calentamiento global. Recolectar la lluvia para restaurar los ciclos del agua, locales y globales, es básico para el paradigma del agua. Permitir que la naturaleza retenga el agua donde cae, también ayuda a estabilizar el aumento del nivel del mar, que amenaza a los pequeños estados insulares en el Océano Pacífico. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible 14 y 15 de la ONU, reconocen que el clima es un sistema complejo no lineal, estrechamente relacionado con el funcionamiento de los cuerpos de agua. Pero; “el Panel” Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU, favorece a la ciencia reduccionista, al pensamiento silo, administrado por tecnócratas, y no a las soluciones que las personas pueden usar por ellas mismas (25). De esta manera, la política climática global se mantiene jerarquizada de arriba hacia abajo, alejada de las propias capacidades que las personas tienen, sosteniendo únicamente aquellas que les hacen actuar como ciudadanos consumidores.
En las charlas climáticas de París 2015, los y las activistas de la alterglobalización, acordaron unirse a las luchas por la tierra y el agua. Como lo expresa la organización internacional Vía Campesina: nuestra provisión en pequeña escala es en realidad “enfriar la Tierra” (26). Enfoques populares de modelos basados en la soberanía y la autosuficiencia, como la ética ecofeminista de subsistencia, la autosuficiencia, el buen vivir, swaraj, ubuntu, el comunitarismo y decrecimiento; son visiones políticas que fomentan los medios de subsistencia, los empleos calificados, la solidaridad, la autonomía cultural, la conciencia sexo genérica, el aprendizaje, el empoderamiento y la renovación espiritual. Sin embargo, hacer cambios sociales en la vida cotidiana requerirá un esfuerzo decidido para exponer y erradicar los viejos hábitos del antropocentrismo masculinista. Una estrategia posterior al desarrollo será multifacética y sinérgica, ya que revierte el antiguo código dualista.
– Reemplazará la dominación ecológica humana de la naturaleza con reciproci- dad en lugar de control.
– Reemplazará la jerarquía de clases de trabajo intelectual sobre trabajo manual, con comunitarismo horizontal.
– Reemplazará la discriminación por sexo genérica, al revalorar las habilidades regenerativas marginadas.
– ReemplazarálosesquemasdescendentesdegobernabilidaddelaTierra,conun biorregionalismo de base.
Esta es una política de paz: postcapitalista, postcolonial, postpatriarcal y ecocéntrica. A medida que las personas recuperen su humanidad compartida en la naturaleza, crecerá la comprensión intercultural.
PostDesarrollo
Las economías ecosu cientes no externalizan los costos explotando a otros o externalizando los desechos como contaminación. Esta habilidad laboral, es indispensable para un futuro común, y es ya practicada por una clase mayoritaria global de trabajadores regenerativos. La preocupación socialista tradicional, con las relaciones de producción explotadoras, de importancia crítica, ha dejado de lado la preocupación por las “relaciones de reproducción” opresivas. Dicho esto: hay pasajes en Marx que podrían haber descrito el trabajo metaindustrial, si su enfoque humanista hubiera sido menos estrecho, eurocéntrico y patriarcal.
Se debe formar una clase social que tenga cadenas radicales, una clase en la sociedad civil que no sea cualquier clase de sociedad civil, una clase que sea la disolución de todas las clases, una esfera de la sociedad que tenga un carácter universal porque sus sufrimientos son universales, y que no reclama una reparación particular porque el mal que se le hace no es un error particular, sino erróneo en general. Una esfera que, finalmente, no puede emanciparse sin, emancipar todas esas otras esferas (27).
El trabajo reproductivo crea “formas de saber” relacionales que contrarrestan la violencia mecanicista de la razón instrumental eurocéntrica. A menos que, la política radical esté guiada por la experiencia de la mayoría global –cuidadoras mujeres, campesinos y recolectores indígenas–, esta se tornará fácilmente en un tipo de Ilustración que trata a la Tierra y a sus pueblos como un recurso infinito. Mientras que la razón lineal de la industria moderna, corta el metabolismo de la naturaleza, dejando detrás desorden y entropía, quienes son metaindustriales, que nutren los procesos vivos, desarrollan epistemologías tácitas que expresan una forma alternativa de creatividad humana. Tal trabajo, libremente apropiado por el capital desde sus periferias domésticas y geográficas, es un requisito previo para su propio modo de producción. Es decir, esta clase única de trabajadores existe “dentro del capitalismo” cuando su actividad subsidia la plusvalía; y es por eso que tiene un gran poder estratégico en la arena internacional, sin embargo, el aprovisionamiento reproductivo también existe “fuera del capitalismo”, su ciente para sí mismo.
Al momento, los pueblos campesinos e indígenas en el Sur global, son una fracción altamente activa de la política internacional. De hecho, el siglo XXI parece estar viviendo un desenlace postcolonial, aunque continuamente entre en retroceso por el oportunismo transatlántico y de los clones coloniales, como los estados BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). Todos los proyectos de base, como los de la Universidad Global para la Sostenibilidad, el grupo de expertos de Alternativas Sistémicas, la Red de Democracia Ecológica Radical, dan testimonio positivo de los movimientos postdesarrollo. Las voces ecofeministas también exigen un cambio de civilización a gran escala, pero la emancipación de las mujeres sigue siendo problemática en este momento. El neoliberalismo promueve una nueva división y control en el lugar de trabajo y las universidades, ya que las mujeres son alentadas a competir entre sí por las categorías de privilegio masculino. Al igual que lo ocurrido en el movimiento obrero, el feminismo es fácilmente reabsorbido por las estrategias patriarcales capitalistas de tolerancia represiva, del mismo modo que los movimientos indígenas pueden ser subvertidos por las promesas vacías de los gobiernos. Por ahora, las ecofeministas trabajan pacientemente a través de los movimientos políticos, uniéndose en los puntos a los que pueden articularse.
Notas:
* Traducción del original en inglés al castellano por María Fernanda Auz.
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