(…) Thymos, el órgano de la emoción o generador de la agitación o movimiento, y noos, el órgano de la percepción o productor de imágenes e ideas. El thymos persuade ─y esto me gusta a mí, en calidad de escritor─ para que comas o cortes en pedazos a tu enemigo, mientras que el noos hace posible ver y entender.
Por: Esteban Poblete
Los conceptos de «organismo» y «unidad orgánica» que los modernos y contemporáneos manejan y comprenden con normalidad y seguridad, durante los últimos siglos, especialmente en Occidente, suelen inclinarse hacia una especie de crisis semántica cuando se trata de iniciales escaramuzas en el estudio de filólogos de la literatura clásica, justo en el organismo de la razón del profano.
Los filólogos de la literatura clásica especializados en Homero de nuestro tiempo ──siglo acaso, por tratarse del XX── reciben tanto elogios como críticas, positivas y negativas, como que Snell y su escuela han hecho más difícil la lectura de la Ilíada y de Homero en general o que también la haya vuelto más ingenua… o que debilite, en cierto modo, a Homero, y también una serie de epítetos, amistosos y burlescos, por ejemplo, el de «antropólogos homéricos», como se refiere Martin Mueller a las eminencias de este estudio, como Frankel, Snell y E. R. Dodds… El mismo crítico se ha referido acerca de «el instinto territorial de los eruditos», para significar cierto celo o mezquindad que se otorga a la clasificación y a los límites que estos imponen a sus trazados espacios del estudio, algo muy propio de la arqueología. Lo esencial es que el considerable esfuerzo y astucia intelectual de estos filólogos y sus múltiples perspectivas y postulados, ha enriquecido la noción estética de su tema de análisis y técnica, así como una singular percepción de la mente clásica, mediante conceptos como los de psique, thymos y phatos… a los que en adelante dedicaremos una breves palabras.
Al entender los órganos y el cuerpo como una unidad, nos enfrentamos al entendimiento de un sistema relacionado en que cada aspecto, necesidad, movimiento, crisis o afectación, compromete a todas sus partes, aunque no por eso se distinga un tratamiento específico, o si puede ser, especializado, para cada una. Este entendimiento, por lo general, refleja nociones de lo estructural, casi de lo mecánico, que son unas de las formas más comunes de interpretar las funciones del cuerpo y la interacción de los órganos. Pero, en el caso de estos filólogos y sus pesquisas halladas en la Ilíada, la Odisea o en los Himnos homéricos (no siempre atribuidos al casi legendario bardo ciego), el uso atribuido a los órganos tizna, de manera más o menos considerable, del modo que cualquiera de nosotros le damos, sin una previa familiarización, claro, con estos textos, autores y conceptos.
Para una mejor comprensión de estas nociones, potencias u órganos, considero que hay que partir por explicar la representación de las funciones de la mente. Para este efecto, los estudiosos acuden al concepto de psique, para Homero, la fuerza vitalista que nos hace seguir hacia adelante, continuar; es el órgano de la vida, como lo expresa Harold Bloom.
Y Homero, para expresar la mente, utiliza dos palabras además de psique, y estas son thymos y noos. Cito a Bloom, nuevamente, que a su vez se basa en un postulado de Dodds: «[…] thymos, el órgano de la emoción o generador de la agitación o movimiento, y noos, el órgano de la percepción o productor de imágenes e ideas. El thymos persuade ─y esto me gusta a mí, en calidad de escritor─ para que comas o cortes en pedazos a tu enemigo, mientras que el noos hace posible ver y entender».
Para Herman Frankel, el thymos es el más comprensivo y a la vez espontáneo de los órganos de esta clase. Y Dodds plantea que es el órgano del sentimiento, sin separarse nunca de la esfera homérica. Y continúa: «Pero disfruta de una independencia que la palabra «órgano» no nos sugiere, influidos como estamos por los conceptos posteriores de «organismo» y «unidad orgánica». El thumos (diferencia en la escritura del mismo concepto) de un hombre le indica cuando debe comer o beber o asesinar a un enemigo ─lo que encaja con la actividad y necesidades de los guerreros de la Ilíada─, le aconseja sobre su curso de acción, pone palabras en su boca…» También comenta Doods en su comentario que puede conversar como de «hombre a hombre» con su «corazón» o su «tripa». Cuenta que, en cierta ocasión de la Odisea, Odiseo «plantea en su thumos» matar de una vez al cíclope Polifemo, aunque se lo impide una segunda voz; es decir que el héroe escucha a la vez dos voces similares, que son independientes.
El thymos riñe, conversa, acuerda, detiene, advierte, anuncia… esta especie de intervención psíquica, no opera desde el hombre mismo, «sino desde su asiento físico, su pecho y diafragma», concluye Dodds.
«La idea central de Snell es que los primeros griegos, tanto en lenguaje como en visualización, no aprehendieron el cuerpo humano como una unidad, o como Freud diría, no sabían que el yo siempre es un yo corporal», lo menciona Harold Bloom.
No hace falta decir que los hombres en la Ilíada son fuerzas que viven, perciben y sienten; pero sí que «la vitalidad, las percepciones y las emociones no están integradas». Para Bruno Snell, los guerreros de la Ilíada, como los emblemáticos Aquiles y Héctor, «se consideran a sí mismos como un campo de batalla de fuerzas arbitrarias y poderes sobrenaturales». Es por intervención de los dioses, o mejor aún… que de los dioses proceden todos nuestros deseos, emociones y conocimientos… en el caso que fuéramos nosotros mismos personajes homéricos.
Cumplo con dar una noción más o menos general de este curioso elemento.
Así, solo nos queda por esclarecer de manera simple nuestra última potencia mencionada ya en el principio de este artículo, y se trata del phatos homérico, potencia de características extraordinarias e involuntario, infantil, como Aquiles, «mitad niño y mitad dios».
Concluye Bloom, para el final de lo que no empezamos:
«Cada uno de nosotros, en la medida en que seguimos siendo niños de la Ilíada como nuestro primer libro de texto, se ve a sí misma o a sí mismo como un campo de batalla sobre el que fuerzas sobrenaturales y arbitrarias se encuentran y luchan violentamente hasta que terminamos en la muerte.»
Es fascinante cómo una técnica casi de desentierro de formas rituales antiguas, arrancadas de sus libros como la gasa de momias, tan próxima a la arqueología, a fin de cuentas, entrega la tentación de un redescubrimiento de la vida.
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• La Iliada, copyleft
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