Por: Caro Recalde
De canchas de tierra a canchas sintéticas, de un sistema manual de inscripción con papel y lápiz a uno 100% digital, de un juego competitivo al Fair Play, de un torneo recreativo a uno donde se forjan talentos. Estos son los cambios y avances que ha experimentado la Copa La Carolina, el torneo de fútbol más grande del Distrito Metropolitano de Quito que se lo viene realizando desde hace 14 años.
Más de 62.000 protagonistas han actuado en el campo de juego, dejando su huella y entregando no sólo su talento sino también su corazón. El fútbol es un deporte pasional lleno de fuertes emociones, positivas y negativas. La Copa La Carolina no ha sido la excepción. Al contrario, la euforia, la alegría y la esperanza han estado siempre presentes así como también lo han hecho la histeria, la tristeza y la desesperanza.
Este torneo ya tradicional e institucionalizado, independientemente de quien esté al frente de la Alcaldía de Quito, busca que miles de niños, jóvenes y adultos puedan ejercer su derecho al deporte y a una sana recreación. También incluye a la empresa privada para que aporte con diversos tipos de recursos y se comprometa a meter goles a favor del desarrollo social.
Ni qué hablar de los talentos que se forjan. Los participantes no solo juegan por diversión o por afrontar una competencia sino que están decididos a mostrar su talento ante el equipo rival, las barras, la ciudadanía en general y los caza-talentos, tanto los que se camuflan entre el público y aquellos que son claramente identificables.
Por cierto. No podemos olvidarnos del elemento más importante: el juego limpio. Aquel juego que además de cumplir con las reglas establecidas, respeta a su equipo, al contrincante, al juez, al vocal, al público y a uno mismo. Cuán importante es quererse y valorarse para poder actuar de la misma manera con los demás.
En Copa La Carolina cada vez se ha dado mayor importancia al Fair Play pues antes que contar con “cracks del fútbol”, se busca contar con seres humanos de excelencia que respetan, aman, comparten, se solidarizan, saben perder y felicitar a su adversario.
En la décimo cuarta edición del torneo, que acaba de finalizar, participaron 215 equipos y más de 3.200 jugadores en más de 460 partidos y con cientos de goles convertidos. Contó además con la cooperación de 11 auspiciantes quienes le apostaron no solo al fútbol sino también a la hermandad, a la armonía, al trabajo en equipo, a la paz, a la alegría.
Copa La Carolina es sin duda una fiesta deportiva donde grandes y pequeños disfrutan, aprenden, cumplen sueños y dibujan nuevos anhelos al compás de una pelota. Que siga creciendo año tras año y que nunca deje de ser esa gran cuna de talentos, pasiones y juego limpio.
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