A Lorenzo El Magnífico le aburría la banca. Le interesaba el placer, el placer en el arte. Ciertamente, otro tipo de mística alejado del religioso que acunaron los Medici anteriores.
Lorenzo el Magnífico era el hombre más rico y poderoso de Florencia.
A Lorenzo de Medici, también conocido como “El Magnífico”, y se le puede recordar, además, porque Nicolás Maquiavelo le dedica la gran obra de la política, El Príncipe, se le debe la creación de la Escuela Moderna del Arte, la escuela secular de la Europa occidental, que, a diferencia de sus ancestros que regentaron una promoción del arte dentro de los valores de la Iglesia Católica, esta vuelve a los valores clásicos, retorna a los dioses paganos, en adelante los dioses del arte, cuyo Sumo Pontífice es Lorenzo “El Magnífico”.
21. Dezember: #KJBsADVENTKALENDER: Aus der wunderbaren Welt der Kuppeln
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— Klaus-Jürgen Bauer (@bauer_baut) 21 de diciembre de 2018
Apartado de todo interés religioso, Lorenzo, que recibió la enseñanza más elevada “que el dinero pudiera pagar” y absorbido por su época, el Renacimiento y el Humanismo, en vez de levantar monasterios y regalos para la iglesia con el fin de salvar el alma de las llamas infernales, fundó su propia academia de artes, que funcionó en el propio jardín de su palacio.
Se puede decir que el descubridor del gran Miguel Ángel fue Lorenzo de Medici, en su academia, y a los 15 años del inmortal artista. Y una de las dos esculturas que Miguel Ángel realizó en la academia de Lorenzo fue “La Batalla de los Centauros”.
“Lorenzo quiso revivir la antigua Roma en una Florencia cristiana. Pero con su muerte, en 1492, los espectros del infierno regresaron a vengarse, en la forma de un monje fanático llamado Girolamo Savonarola.
”Savonarola hizo todo lo posible para derribar y destruir todo lo que los Medici habían creado. Ordenó una purga del arte pagano que los Medici habían revivido. Ninfas, dioses desnudos y diosas… todo tenía que desaparecer. Organizó inmensas y casi frenéticas fiestas religiosas, conocidas como las hogueras de las vanidades, donde alentaba a todos los habitantes de Florencia a traer sus posesiones más valiosas, incluidas las obras de arte, y quemarlas para la gloria de Dios.
”Savonarola predicó que el fin del mundo estaba cerca. Un sentimiento de terror apocalíptico se apoderó de Florencia, y la gente se volvió contra los Medici. En 1494, dos años después de la muerte de Lorenzo, su hijo mayor, Piero, se dio cuenta de que la familia estaba en peligro de muerte. Los Medici se vieron obligados a huir de la ciudad. Las posesiones y palacios de la familia fueron saqueados, sus obras de arte fueron incautadas o destruidas.” (Andrew Graham-Dixon, BBC)
Así fue que los Medici estuvieron fuera de Florencia por al menos cerca de 20 años; aunque no perdieron en esos años la idea de retornar triunfantes a Florencia. Y este paso debía darse ingresando dentro de la Iglesia Católica, y de qué manera.
Giovanni de Medici, más conocido en la historia como el papa León X, fue el primero de la familia en ocupar este puesto. También recordamos que los trabajos de Miguel Ángel, tanto en la Capilla Sixtina y en la Catedral de San Pedro, se dio entre los papados de Julio II y León X. Este último brindó a su familia, los Medici, ayuda militar, y regresaron a Florencia en el año 1512.
De una especie de pícaros burgueses banqueros y soñadores un poco ejemplos de hedonismo, si se habla con inocencia, la nueva camada de De Medicis, son sujetos con poder, brutales e ignorantes, y enemigos de la República florentina, en oposición a su búsqueda del poder absoluto mediante la Dictadura.
“En la década de 1530, el brutal Alejandro llegó al poder.
“Alejandro Era un inculto y un matón, y ciertamente no era un gran mecenas de las artes, pero sí usó a uno de los más grandes artistas del Renacimiento, Benvenuto Cellini, para crear una moneda estampada con su imagen imperial.
“Para un florentino del siglo XVI con simpatías republicanas, era un objeto de indignación, pues rompía con la larga tradición florentina de que las monedas nunca debían tener el retrato de un individuo en ellas.
“Era un símbolo increíblemente fuerte, decía que los Medici eran el equivalente de reyes. En 1532, Alejandro se convirtió en el primer duque de Florencia.” (A. Graham Dixon, BBC)
De usureros, los de Medici habían pasado a aristócratas, y de esta manera, de nuevo estaba solucionado el problema de su condena al infierno. Además, despojaron a Florencia de sus más importantes monumentos e instituciones republicanas, volviéndolos propiedad de la familia, palacios y trofeos de su nueva casta.
Si destierras a un burgués, es muy mala idea permitirle volver.
Cuarenta años pasaron para que, nuevamente, los de Medici hicieran una nueva y curiosa aparición en la historia del arte, con Francisco I, más bien de fama apacible y carácter contemplativo: “Pasó su vida acumulando objetos extraños y exóticos, para demostrar su dominio del arte y la naturaleza”, dice nuestro comentarista de fuente el historiador de arte, Andrew Graham-Dixon, de la BBC.
El museo creado por Francisco I de Medici, se llamó el Studiolo, una miniatura creada desde valores singulares, desvinculado de valores religiosos y políticos. Se da a entender que, fantástico y naturalista, más apegado a la experiencia individual y libre del arte.
Y así, todo parece un sueño, porque los de Medici, de usureros vulgares pasaron a generar la visión más romántica de las ambiciones: la ambición por el arte. Pero no siempre en torno a una convicción mercantil… Es que la mayoría de los que lean esto -si alguien lo llega a tomar en serio-, no podríamos soñar con obtener una obra de Miguel Ángelo, ni siquiera de un artista local cotizado y promocionado, tanto desde el mérito artístico, hasta por el precio arbitrario que esto permite a corredores o herederos… Entonces, ¿para qué soñar?, dirá alguno. Pero el valor del sueño, está en que los sueños nunca acaban. Ya sea el valor de la libertad en la creación artística, ya el observar de frente el rostro esculpido del Moisés de Sluther en el Vaticano. ¿O entregar algo que antes de aquello existir, no hubo?
Lo que desbocaron los Medicis, en cuanto a valores artísticos, reside al final en lo que por ello podemos ahora, no solo al gastar, sino en una posibilidad de contemplación, de enseñanza y conocimiento de la historia del arte -técnicas, aprehensión de etapas históricas, porque estas obras podemos observarlas por internet y en folletos o libros-, pero siempre, lastimosamente, desde el espíritu de un valor mercantil.
Cuando nuestro profesor de Historia del Arte dijo en una clase, y parafraseo: “Lo que más le va a ayudar para el conocimiento del Arte, además de las técnicas, es aprender de Historia y Economía”… casi todos se quedaron impávidos. Creo en la certeza del enunciado: es lo que más nos sirve. Pero, ¿quién está dispuesto a dedicarse, de veras, al Arte, sabiendo que es cuestión, más de suerte, y en nuestro tiempo, que su “obra” sea rentable o no para un mercado? Pues quien, al precio de pasar por romántico o idealista, quiera encontrar el valor de la única libertad posible en su labor: la creación. Si su arte no es rentable, le tratarán de necio o torpe en sus elecciones de vida; si su arte encuentra un nicho en los requerimientos del mercado, le diremos que es un genio.
Sigo creyendo que el ejercicio del arte es un acto digno y de valentía.
*Este artículo es una adaptación del documental de la BBC The Medici: Makers of Modern Art («Los Medici: los creadores del arte moderno»).
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