Por Dawn Foster, Joseph Harker y Katy Balls
Jaleados por aquella prensa, británica o internacional, que considera la apabullante coherencia política de Jeremy Corbyn propia de un intolerable radical, siete diputados del ala derecha del laborismo abandonaron hace dos semanas el Partido: Luciana Berger, Ann Coffey, Gavin Shuker, Mike Gapes, Angela Smith, Chris Leslie y Chuka Umunna, los cuales han concebido, sin renunciar a su escaño, el llamado Grupo Independiente. En días posteriores se les unió Joan Ryan, a la que siguió, sin sumarse a ellos, Ian Austin.
Sí se han añadido al Grupo tres deserciones recientes del Partido Conservador: Anna Soubry, Sarah Wollaston y Heidi Allen. “El hecho es que han configurado lo que viene a ser, en efecto, una coalición del “establishment” basada en las políticas fracasadas y rechazadas del pasado: austeridad, recortes al impuesto de sociedades y privatizaciones”, declaró un portavoz de Corbyn. Inquiridos por el diario The Guardian, tres comentaristas señalan sus muchas contradicciones y escasas posibilidades, salvo la de impedir la vuelta del laborismo al poder. SP
Un ejercicio de vanidad
Dawn Foster
Una rueda de prensa apresurada, una rueda de identificación que no sorprendió a nadie, un nombre y un ejercicio de marca que promete no molestar más acá de la tercera página de búsquedas de Google. Las escisiones se llevan discutiendo desde la llegada misma del corbynismo, sobre todo desde que las segundas elecciones al liderazgo dieran al traste con la idea de que la ruta para que los continuadores del blairismo volvieran a ponerse al mando pasaba por la militancia. Las elecciones generales de 2017 arrojaron unos resultados de participación bastante mayores para el laborismo de lo que hubieran sugerido diputados como Chris Leslie y Chuka Umunna, y pareció que se aplacaban los intentos de reiniciar la lucha por el liderazgo.
Pero como demuestra la rueda de prensa del lunes, sigue habiendo un forcejeo filosófico en el corazón del Partido, pero suscita menos preocupación lo que habría de ser el futuro del laborismo que cómo debería funcionar la política misma. El laborismo siempre ha sido una fe muy abierta: mantuvo en sus filas a John McDonnell, Jeremy Corbyn y muchos otros miembros socialistas del Comité de Representación Laborista, a la vez que votaba en favor de la guerra de Irak, y dejaba que se apoderasen de hospitales las iniciativas financieras privadas. Esas tensiones siempre han borboteado: estos siete diputados están descubriendo ahora lo que se siente cuando te dejan al margen y te mandan a los escaños de atrás.
Su decisión de iniciar su propio grupo escindido supone la negativa a aceptar ese papel. Ya no tendrán capacidad decisoria – no es ese el objetivo – pero tienen la esperanza de acaparar todos los titulares posibles. Al proceder a la ruptura, aceptan el hecho de que actuar de este modo pone en riesgo un potencial gobierno laborista: las cifras son ajustadas, de todos modos, y apartar a un puñado de diputados laboristas está destinado bien a bloquear un gobierno laborista y llevar a décadas de dominio conservador, o a garantizar un acuerdo de “confianza y provisión” semejante al que disfruta el Partido Democrático Unionista [de Irlanda del Norte] y, por consiguiente, una mayor influencia.
Un cambio real, transformador, en un sistema electoral mayoritario, requiere un gobierno mayoritario. Los siete de la ruptura están dispuestos a contemplar la continuación de la pobreza deliberada, de las sanciones a las prestaciones, la crueldad del sistema de “crédito universal” [prestación social ideada por los conservadores que fragiliza la protección del Bienestar] y la mala gestión económica, antes que aceptar que la política ha cambiado y se han alterado los términos en los que entraron en el Parlamento. Si Coffey, Smith, Gapes y los demás tuvieran el valor de sus convicciones y fueran verdaderamente honrados acerca de sus metas, se mantendrían en sus escaños para las elecciones parciales: ganar le transmitiría a Corbyn y McDonnell el nítido mensaje de que gozan del respaldo de la gente de su distrito.
Pero no lo harán: es este un ejercicio de vanidad y el ejemplo hasta ahora de más elevado perfil de juguetes políticos arrojados del cochecito. Muchos diputados contemplarán este espectáculo y se mantendrán a buen seguro alejados.
Si estos siete creen de verdad en lo que dicen, deberían dejar que decidieran los votantes
Joseph Harker
Me han dejado sin representación. Mi diputado laborista, Chuka Umunna, que representa al distrito electoral de Streatham, y al que yo y otros 38.000 personas más votamos hace menos de dos años, ha dejado el Partido y ha establecido una alianza centrista con seis más. Esta cifra de 38.000 personas es 12.000 mayor que en 2015: y esos votantes suplementarios se pueden atribuir directamente al efecto causado por Corbyn, a la repercusión del líder laborista al que Umunna siempre se ha opuesto, pero que galvanizó apoyos y consiguió tres millones y medio de votos más en todo el país a los dos años de ocupar su cargo.
Umunna habló de intolerancia en el seno del Partido, sacando a colación su ascendencia irlandesa y nigeriana. Pero es Corbyn quien ha llevado a las minorías a escaños relevantes en un volumen sin precedentes…Los años del Nuevo Laborismo resultaron, por el contrario, conspicuos por su color blanco (irónicamente, aunque el partido era bastante más institucionalmente racista en esos días, Umunna, tan presto a atacar a Corbyn por esto, apenas alzó un murmullo contra Blair, Brown o Miliband). Y Corbyn, que siempre ha acogido a la Gran Bretaña multicultural, logró un apoyo masivo de los votantes negros y asiáticos en 2017, muchos de ellos en Streatham.
Umunna tiene derecho a abandonar el Partido: con el tiempo ha ido quedando más claro que sus opiniones están cada vez menos en sintonía con los modernos votantes…su amigarse con los opulentos, y su ausencia de oposición a la austeridad no se alineaban con el rumbo que iba tomando la dirección laborista. Hubiera preferido que Umunna se quedara en el Partido, todavía mejor, preferiría que cayera en la cuenta de hasta dónde ha perdido el contacto y que empezara a representar mejor a la gente de su distrito y a los miembros del Partido. Pero si abandona el laborismo, tiene la obligación de renunciar a su escaño y dejar que los votantes de su distrito decidan si quieren que nos represente su modalidad política.
Resulta irónico que cuando se le preguntó si estos diputados deberían abandonar [sus escaños], el rebelde Chris Leslie afirmara que ahora mismo no hacen falta más elecciones: esto lo dice el hombre que ha pasado los dos últimos años haciendo campaña por un segundo referéndum. Si estos siete creen de veras en lo que dicen, y en todo lo que dicen sobre la democracia, deberían dejar que sean los votantes los que decidan.
¿Por qué no harán eso? Porque, a pesar de todo lo que afirman acerca de que Corbyn no resulta elegible, saben que está bastante más en contacto con los votantes que ellos, y que en unas elecciones, sólo habría un vencedor.
Para los “tories” la creación del Grupo Independiente es una victoria
Katy Balls
Es raro que los “tories” tengan un día de buenas noticias en el actual clima, pero el anuncio del lunes por la mañana parece precisamente eso. La noticia de las siete dimisiones en protesta contra la postura de Jeremy Corbyn sobre el antisemitismo y la posición del laborismo frente al Brexit se ha recibido en el Partido Conservador con precavido optimismo.
Su esperanza reside en que la nueva pandilla de diputados – el Grupo Independiente – pueda desempeñar un papel esencial a la hora de impedir que Corbyn llegue al poder. Con la expectativa de que estos diputados se presenten como independientes en las próximas elecciones, podrían dividir el voto laborista y ayudar a los “tories” en aquellos escaños clave ganados por escaso margen de votos. Una de las razones por las que al laborismo le fue tan bien en las elecciones anticipadas de 2017 fue porque el Partido se convirtió en depositario de votos contra los conservadores. Si un porcentaje incluso pequeño de esos votos fuera ahora a parar al Grupo Independiente, podría suponer un estímulo crucial para los “tories”.
A los cerebros conservadores les anima sobre todo que uno de los escindidos, Chris Leslie, utilizara su intervención en la rueda de prensa para darle un tono favorable a la UE y criticar la “traición a Europa” del laborismo. Si es así es porque el Partido Conservador depende hoy tan intensamente de los votantes del Brexit que a un partido que apela a seguir en la UE se le considera escasa amenaza para su porción de voto.
Pero esto no quiere decir que carezca de riesgos para los conservadores de May. Hay figuras de calado en el gobierno que creen que, habiéndose ido los moderados del laborismo, podrían seguirles los conservadores contrarios al Brexit. Entre las parlamentarias bajo la lupa se encuentran Sarah Wollaston, Heidi Allen y Anna Soubry [que efectivamente abandonaron el Partido esta semana]. El hecho de que una serie de diputados conservadores se enfrenten actualmente a la amenaza de ser descartados como candidatos en su escaño podría actuar de desencadenante para que otros parlamentarios optaran por marcharse.
Pero mientras los conservadores puedan reducir sus pérdidas a un escaso puñado de diputados, la creación del Grupo Independiente se verá, por tanto, como una victoria de los “tories”.
Dawn Foster columnista del diario británico The Guardian, escribe sobre política, asuntos sociales y economía.
Joseph Harker es subdirector de la sección de opinión del diario The Guardian.
Katy Balls es subdirectora de la sección de política del semanario conservador The Spectator.
Fuente:
The Guardian
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