Como señalé hace unos meses en un artículo que publiqué en este mismo diario, el Partido Laborista ha modificado su postura sobre el brexit. Este partido político empezó aceptando el resultado del referéndum de 2016, pero progresivamente ha ido asumiendo que algún tipo de consulta popular adicional debería tener lugar, en algún momento, en el Reino Unido. Las razones de este cambio están conectadas, por supuesto, con un cambio de postura sobre la cuestión del brexit entre los británicos, que se ha ido produciendo a medida que ha ido emergiendo información sobre las dificultades que entraña el divorcio entre el Reino Unido y la UE: la última de ellas, la vimos el pasado martes, cuando la Cámara de los Comunes rechazó la enésima negociación del Gobierno de May con la UE sobre los términos del acuerdo de salida. Aunque entre los expertos era evidente que la salida del RU de la UE sería de muy compleja gestión, la gente parecía no estar al tanto de las dificultades que ello implicaría. Ahora los ciudadanos británicos tienen más información, saben que el acuerdo de salida no es todo lo bueno que cabría esperar (es más bien malo) y, por tanto, ante estos nuevos datos, hay una parte de los brexiteersque han cambiado de opinión y aparentemente prefieren la permanencia a un mal acuerdo entre RU y la UE.
En este contexto, la posición del líder de los laboristas, Jeremy Corbyn, ha sido realmente muy ambigua a lo largo de todo este proceso, a favor del respeto del resultado de la consulta de 2016 o de una nueva consulta, incluso cuando su propio partido modificó oficialmente su postura sobre este punto en la Conferencia Política que tuvo lugar en septiembre de 2018. ¿Se trata de una ambigüedad calculada? Algunas voces así lo afirman. El Partido Laborista está, al igual que le pasa a los Tories, completamente dividido sobre la cuestión europea, y, por tanto, tener una posición ambigua sobre el brexit era, probablemente, lo mejor que el líder laborista podía hacer para intentar navegar en medio de las agitadas aguas de la política inglesa en materia europea. Esta ambigüedad parece haber llegado a su fin, puesto que Corbyn anunció, la semana pasada, que apoyaba la celebración de un segundo referéndum sobre la cuestión.
Pero, ¿lo dijo de verdad? Las palabras exactas de Corbyn fueron las siguientes:
“In line with our conference policy, we are committed to also putting forward or supporting an amendment in favour of a public vote to prevent a damaging Tory Brexit being forced on the country.»
(“En línea con lo que se decidió en nuestra Conferencia Política, estamos decididos a plantear o apoyar una enmienda a favor de una votación popular que impida un brexit conservador que sea dañino para el país”).
La frase es, una vez más, ambigua, y está abierta a varias interpretaciones. La interpretación 1 (I1) es la más directa: Corbyn apuesta ahora por que se celebre un segundo referéndum sobre la permanencia o salida del RU de la UE. La interpretación 2 (I2) es que se plantee una consulta popular sobre el acuerdo de May, o sobre el no acuerdo. La interpretación 3 (I3) es que se plantee una consulta popular sobre el plan de los laboristas sobre el Brexit, además de sobre el acuerdo (o alternativamente, no acuerdo) de los Tories. Y la interpretación 4 (I4) es una combinación de todas las demás: que se someta a voto popular el acuerdo de May si lo hay, el no acuerdo si finalmente no hay acuerdo, el plan propuesto por los Laboristas para el Brexit, y, adicionalmente, que se incluya, también, la opción de la permanencia en la UE.
Evidentemente, de todas ellas, la más sencilla de entender para todo el mundo es la I1. ¿Teniendo en cuenta la información de la que dispone usted ahora, quiere Brexit o Remain? Esto equivaldría a convocar un segundo referéndum sobre la salida, eso sí, con mucha más información en la plaza pública de la que había en el primero. Este es además el argumento principal para apoyar un segundo referéndum: la cláusula rebus sic stantibus, que decimos los juristas de la manera más engolada posible; es decir: ante un cambio radical de las circunstancias, por ejemplo, porque aparezca nueva información relevante en relación con la que se disponía en el momento inicial (concretamente, el tipo de acuerdo al que se ha llegado entre el RU y la EU; además de una mayor información objetivasobre las consecuencias de la salida del RU de la UE), se rompe el primer acuerdo y se intenta llegar a otra solución.
Sin embargo, es muy posible que lo que acabe ocurriendo, si se llega a convocar una segunda consulta (cuestión que está naturalmente por ver) es que la pregunta que se haga se parezca más a la que he indicado en la I4. Es decir, que se pregunte por el plan de May (si es que lo hay), o, alternativamente, por el no-plan (quiere usted una salida de la UE sin acuerdo); además de por el plan laborista (del que conocemos poco, la verdad), y adicionalmente por la permanencia. De todas las posibilidades que he señalado antes, ésta es la más confusa, pero al mismo tiempo, es la que mejor permite a Corbyn salvar la cara ante un divididísimo Partido Laborista sobre Europa en general y sobre la cuestión del brexit en particular.
Si ampliamos algo la lupa, y sobrevolamos de alguna manera la cuestión del brexit, es decir, si vemos el bosque de lo que Europa y el RU se juegan, y no solamente los árboles de la trifulca de poder que se está planteando en el interior del Partido Laborista en relación con esta cuestión, me llega a la mente la famosa frase de John F. Kennedy, en un memorable discurso que pronunció en Septiembre de 1962, en relación con la decisión del Presidente de acometer la conquista del espacio, y hacer posar los pies de un hombre (a la sazón, Neil Armstrong) en la luna: “We didn´t choose to go to the moon because it was easy, but becasue it was hard”. “No decidimos ir a la Luna porque era una tarea fácil, sino precisamente, porque era compleja”. Corbyn, al que hemos esperado, como a Godot en la fenomenal novela de Samuel Beckett, hasta la saciedad, podía haber tomado la vía de intentar liderar el movimiento a favor del Remain desde el principio. Primero, en el referéndum de 2016; y, posteriormente, después del referéndum, en la negociación del acuerdo entre el RU y la UE, sobre todo teniendo en cuenta la desastrosa gestión que los Tories, y en particular Theresa May, han realizado de esta cuestión.
No ha sido así, y el líder político británico pasará a la historia precisamente por su ambigüedad. Ambigüedad en una cuestión en la que había que ser especialmente claro y contundente, no solamente pensando en los ingleses, sino también, y, sobre todo, en el resto de los europeos. No olvidemos que, en realidad, y aunque muchos argumenten lo contrario, los que más perdemos con la salida del RU de la UE somos nosotros, los europeos, los que nos quedamos dentro de la Unión.
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