En Ucrania, con todos sus problemas, hay un sistema de contrapesos, de pluralismo institucional, que no existe en el sistema ruso de tipo autocrático
Por Rafael Poch
La victoria de un cómico judío en las elecciones presidenciales de Ucrania pone una rara nota de optimismo en esa parte del continente. Una vez más el pueblo ucraniano ha dado una lección de vitalidad, sentido común y rebeldía. Una lección democrática. Digo “una vez más” porque eso ya ocurrió en 2014 con la larga y tenaz revuelta del Maidán.
Sí, aquello fue, geopolíticamente hablando, un golpe de Estado atlantista, un cambio de régimen auspiciado por la OTAN, Estados Unidos, Alemania, Polonia y otros países de la UE para apartar a Ucrania de la esfera de influencia rusa e integrar al país y sus recursos en la esfera euroatlántica. Pero también fue algo más: un formidable movimiento popular contra la corrupción y por la soberanía nacional.
Aquello dejó de lado a muchos ucranianos, regiones enteras, y propició una guerra civil en el este del país, aún hoy en pie de guerra con el apoyo de Rusia, pero aquí no estamos hablando de los resultados, ni de la geopolítica, sino de impulsos populares. Y en aquella extraña mezcla de operación atlantista de cambio de régimen y revuelta popular, el impulso popular fue genuino: echar a un gobierno oligárquico y corrupto.
Ese es el impulso que explica los resultados de las elecciones del domingo en las que el cómico Volodimir Zelensky batió, con el 73% del voto, al oligarca Petró Poroshenko, el hombre que Washington y Berlín auparon al poder tras el golpe/revuelta de 2014. Todo esto puede parecer un galimatías desde Europa occidental, pero desde Rusia tiene una lectura inequívoca: cae una administración y es sustituida por otra. El jefe del Estado es derrocado por el voto popular.
“La derrota de Poroshenko puede interpretarse desde el Kremlin como un fracaso sistémico: no pueden aceptar que la caída de un líder y el ascenso de otro como resultado de unas elecciones muestre la vitalidad del sistema”, dice la politóloga liberal rusa Lilia Shevtsova. “Los ucranianos conquistaron el derecho de elegir a sus líderes, tienen derecho a equivocarse al votar y a corregir sus equivocaciones votando de nuevo”, dice.
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