¿Podríamos olvidarnos de las elecciones por un momento?

Entrevista a Olivier Besancenot (NPA)

Por Pauline Graulle

[La victoria de Rassemblement National –nueva marca del Front National de Marine Le Pen- en las elecciones europeas, pero sobre todo el pésimo resultado de toda la izquierda (desde las distintas corrientes socialistas a Lutte Ouvrière, pasando por La France Insoumise y el PCF) ha hecho saltar todas las alarmas. En la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales (2017) Macron venció frente Marine Le Pen con la fórmula de ser la única alternativa para frenar a la extrema derecha, pero su descarnada política austeritaria alimenta un descontento social del que en ausencia de una movilización social exitosa, la principal beneficiaria es Marine Le Pen… Y, salvo una recomposición de espacios políticos, el riesgo de que la extrema derecha llegue al poder en 2022 es algo más que una hipótesis.

Por ello, tras las elecciones europeas ha emergido un intenso debate en la izquierda en el que cada vez son más las voces que, tanto desde el seno de distintas fuerzas políticas como provenientes del mundo asociativo y sindical, llaman a crear espacios de encuentro para debatir sobre la situación y buscar vías de salida. Entre ellas, se pueden citar el debate organizado por la fracción de Ensemble! integrada en La France Insoumise para este fin de semana (Cuestiones sobre la revolución ciudadana), el llamamiento de militantes políticos y asociativos Por un Bing Bang en la izquierda que se concreta en un encuentro plural que tendrá lugar a final de mes y, también, el primer debate organizado por el NPA que se celebrará el próximo 19 de junio: Contra Macron y la extrema derecha, apoyemos las luchas. No es más que el principio. Continuemos el debate.

En este entrevista, Olivier Besancenot aborda las coordenadas que han llevado al NPA a lanzar un llamamiento para crear una especie de coordinación permanente de la izquierda social y política para hacer frente tanto a las políticas de Macron como al ascenso de la extrema derecha. J.E.]

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El portavoz del NPA propone crear «coordinaciones permanentes« que posibiliten a la izquierda social y política recuperar un diálogo duradero. Según él, tras las elecciones europeas ningún partido [de la izquierda] puede pretender ser hegemónico en el campo político.

¿Olivier Besancenot, el unificador? Hace unos años la idea de que el NPA engrasaría el campo de la izquierda aparecía como ingenua. Pero desde hace un año, Olivier Besancenot trata, a duras penas, de que la izquierda social y política se haga oír. Esta voluntad unitaria se expresó en la primavera de 2018 durante la huelga en la SNCF [ferrocarril francés]: el NPA organizó distintas reuniones unitarias en La Brèche [librería del NPA].

En esta ocasión, O. Besancenot propone crear «coordinaciones permanentes» que permitan, de forma estable, convergencias en una izquierda que apenas habla entre sí. Es el sentido del encuentro Contra Macron y la extrema derecha que ha lanzado el NPA para el 19 de junio en La Belleviloise (Paris) en la que participarán Elsa Faucillon (PCF), Aurélie Trouvé (economista, ATTAC), y también Éric Beynel (sindicalista de Solidarires).

Por su parte, Olivier Besancenot también ha confirmado su asistencia a la jornada de debates surgida el 30 de junio en Cirque Romanés, para la jornada de debate derivada del llamamiento a un Bing Bang de la izquierda, impulsada sobre todo por Clémentine Autain, diputada de France Insoumise.

Mediapart: Estos últimos días, le hemos oído en los media realizar un llamamiento para la izquierda social y política actúe conjuntamente, ¿qué sentido tiene hacerlo ahora?

Olivier Besancenot: De entrada, porque existe una urgencia política. Durante las elecciones europeas, los peores enemigos del mundo, el binomio Macron/Le Pen (dicho de otro modo, el mejor amigo del capitalismo y la peor adversaria de la clase obrera) lograron fagocitar la vida política. Ahora bien, si esta aparente hegemonía electoral de la derecha y la extrema derecha no representa exactamente la realidad política francesa, tampoco se puede excluir ningún accidente en el camino. Hay que ser conscientes de la situación en la que nos encontramos. En ausencia de una reacción social y política al nivel de los retos que tenemos por delante, llegará un momento en el que debido a la política de Macron y el rechazo que ella genera, la estrategia del último bastión contra Rassemblement National –extrema derecha-[que fue lo que permitió ganar a Macron frente Marie Le Pen en las últimas elecciones presidenciales. ndt] dejará de funcionar.

La perspectiva de ver acceder al poder a Le Pen ya no es simplemente una hipótesis. El campo de ruinas que representa la izquierda tras las elecciones europeas nos obliga a reaccionar. La izquierda radical no solo está diezmada; está terriblemente debilitada y con poca capacidad para pesar en la relación de fuerzas.

Ahora bien, las movilizaciones sociales, sobre todo la de los chalecos amarillos, pero también podría mencionar el resto de luchas que están dando en la Educación nacional, en los hospitales públicos, etc.- nos muestran que el descontento es masivo y que la revuelta nunca llegó tan lejos. Este desfase entre la perspectiva política y la combatividad en las movilizaciones nos obliga a reflexionar.

¿Cómo explica esta brecha?

Estamos asistiendo a una transformación global de las relaciones sociales y políticas marcada por una evolución mundial en el que la crisis histórica de los partidos institucionales beneficia en primer lugar a los populismos, a las corrientes de derecha y de extrema derecha; incluso a movimientos fascistas. Esta crisis política global también nos remite también a un cambio radical del capitalismo internacional, que probablemente entra en un nuevo estadio de su desarrollo, el de la post globalización liberal. Esta inflexión repercute en el conjunto de la sociedad y fragiliza enormemente al movimiento obrero tradicional, ya bastante fragilizado. Así pues, más que nunca, se trata de estar dispuestos políticamente a la renovación de la lucha de clases tal y como se expresa y no sólo tal y como desearíamos que se expresase.

Desde mi punto de vista el desencuentro entre la izquierda radical y el movimiento inédito de los chalecos amarillos es, en gran parte, revelador de esta situación. Nuestra incapacidad para intervenir lealmente, pero con convicción, unidos y con firmeza en el seno de este movimiento, es un fracaso que no podemos permitirnos el lujo de reproducirlo.

Sin embargo, La France Insoumise y el NPA se implicaron mucho en las rotondas…

Sí, se hicieron muchas cosas, y se impulsaron iniciativas unitarias con éxito, sobre todo contra la represión policial, pero no supimos o no quisimos mostrar nuestra voluntad común de estar ahí de forma centralizada. Las dudas que existieron al inicio sobre el movimiento de los chalecos amarillos eran legítimas. El problema es que la lucha de clases no es nunca químicamente pura. Y este tipo de movimiento nos desestabiliza. Ahora bien, este es el panorama que vamos a tener por delante, porque se ha inscrito en el decorado para los próximos años. En estos tiempos imprevisibles, tenemos que reaprender a actuar de forma conjunta. Lo que hemos vivido estos meses es toda una lección.

¿Qué nos enseña?

Que si volvemos al tipo de discusiones tradicionales, acaparadas por las sempiternas perspectivas electoralistas y hegemónicas, vamos de cabeza contra la pared. Yo planteo una cuestión: ¿podemos dejar de lado las elecciones por un momento? No se trata de hacer un tabú o de censurar esto y lo otro, sino solo de intentar abstraernos, al menos por un momento, del calendario [electoral] de la Vª República, inventando y construyendo nuestro propio campo político, nuestro propio espacio democrático común. En definitiva, liberarnos aquí y ahora, en la medida que se pueda, del yugo institucional que lo domina todo y del que estamos presos. Porque ahora sí, no nos queda otra opción que lograr alguna victoria.

Frente a nosotros, el gobierno impulsa una singular política liberal. Tomando el relevo de veinte o treinta años de alternancia liberal, en esta ocasión el poder anhela dar el golpe de gracia definitivo. Apoyado en una política violentamente represiva y atrozmente autoritaria, intenta sistematizar las reformas estructurales imponiendo las pensiones de jubilación por puntos, expulsando a miles de personas del seguro de enfermedad, desmantelando uno por uno los servicios públicos… Estamos viviendo en directo el intento anunciado de erradicar el conjunto de nuestro sistema de protección social; o lo que queda del mismo. Es lo que tenemos por delante y tendrá consecuencias irremediables para la vida cotidiana de millones de personas. Este es el reto al que estamos confrontados. Y es por ello que tenemos la responsabilidad de impulsar luchas inmediatas en base a una decena, una veintena, poco importa el número, de objetivos comunes. Acciones en las que la izquierda política y social radical, puede converger y hacerlo, en esta ocasión, de forma permanente, para darle continuidad.

En la primavera pasada, durante la huelga de la SNCF el NPA impulsó varias reuniones a puerta cerrada. Reuniones a las que asistieron La France Insoumise, Géneration.s [escisión del PS impulsada por Benoit Hamon], el PCF, Europe-Écologie-Les Verts… Sin embargo, la lucha acabó en derrota.

Efectivamente, la movilización fracasó, fundamentalmente porque no se logró la generalización de la huelga. Pero nuestro apoyo unitario, por muy modesto que fuera, tuvo su utilidad. En diciembre y en enero, durante la fase más fuerte del movimiento de los chalecos amarillos, logramos reunirnos en varias ocasiones y de forma más amplia que en la ocasión anterior, porque no nos reunimos solo los partidos políticos: también estuvieron presentes algunos sindicatos como Sud o la Unión Departamental de la CGT, el Sindicato de la Magistratura, ATTAC, la Fundación Copernic, el colectivo Adama-Traoré… una experiencia interesante de alianza entre la izquierda social y la izquierda política.

¿Cuál fue el resultado de esas reuniones?

Desgraciadamente, nada que dure en el tiempo. Razón por la que, precisamente, sugerimos crear una o varias coordinaciones permanentes. Lo que menos importa es el nombre. La idea consiste en verse regularmente, tanto a nivel local como a nivel nacional, para actuar, luchar y debatir. No creo que de cara al futuro, la solución política federativa pueda emerger del desarrollo lineal de una sola corriente de pensamiento. Tras las elecciones europeas, se han vuelto a barajar las cartas: es el momento de dejar las cosas claras y de hablarse, con respeto pero también con franqueza, porque las divergencias también siguen ahí.

¿Cuál es la diferencia entre un llamamiento unitario y su llamamiento para una coordinación permanente?

Quizá el situar como precondición el actuar juntos. No sé, pero me parece que más allá de los desacuerdos (y no son menores: en relación a las instituciones, a la cuestión de la propiedad, al internacionalismo…) hay muchos puntos que reivindicamos juntos en las huelgas o en las manifestaciones: salarios, pensiones, servicios públicos, contra la represión, sobre el cambio climático, las luchas feministas, antirracistas… Tomemos un tiempo para identificar lo que nos une y para actuar sin temor a debatir con franqueza sobre lo que nos separa. Pero dejemos de movilizarnos de forma no coordinada. Puede que ello nos permita recuperar audiencia en un medio que no nos sigue o en el que ha dejado de seguirnos. La cuestión no es crear un cártel o una enésima fórmula de la izquierda de la izquierda, sino de intentar crear una dinámica que supere a nuestras organizaciones, a nuestras corrientes, a nuestros colectivos y a la suma de nuestras individualidades.

Más allá de actuar sobre el terreno, ¿que nos dice de la cuestión electoral?

Antes de interesarnos por el más allá electoral, empecemos por actuar sobre el terreno.

En las elecciones europeas llamaron a votar Loutte Ovrière, un partido contrario a cualquier convergencia con el resto de las fuerzas de izquierda. Por otra parte, el NPA, estos últimos días, se ha manifestado contra la unión de la izquierda. ¿No se siente un tanto aislado en su intento por unificar en el seno de su propio campo?

En el NPA estamos contra toda forma de la unión de izquierda, que más allá del recuerdo trágico que dejó en nuestras conciencias, durante las elecciones, tiene como vocación servir de trampolín para los futuros dirigentes de izquierda que una vez llegan al poder terminarán por impulsar políticas de derechas. Gracias, pero con una experiencia ya tuvimos bastante. Ahora bien, si se trata de comprometerse en actividades comunes con otros movimientos, estamos de acuerdo; sin ninguna duda, ¡y lo estaremos siempre! La cuestión que se plantea ahí es de sistematizar esa convergencia. Más allá de eso, la izquierda radical es la que es y hay que respetar la autonomía y la pluralidad de sus componentes: NPA, Lutte Ouvrière, La France Insoumise, PCF, Génération.s, los movimientos antifascistas, ecologistas, las y los militantes del movimiento social y sindical…

Hoy en día lo que nos falta es algo equivalente a los que fueron las Bourses de Travail en el siglo XIX: espacios abiertos en los que, motivado por la voluntad de luchar, cada quien iba a escuchar, discutir, intercambiar, enfadarse si venía al caso… pero siempre con la idea de participar en que nuestro campo social, el de las y los explotados y oprimidos, pudiera expresarse y actuar en su propio nombre. Un espacio democrático, abierto, en el que se entra y sale, y en el que no existe ninguna obligación de estar de acuerdo sobre todo… Creo que es necesario que la izquierda radical abandone la lógica mortal del todo o nada. De forma paradójica, cuando la izquierda radical juega a la comedia y al mimo de estar de acuerdo sobre todo, las acciones y las discusiones unitarias apenas avanzan. Ahora bien, una vez dicho esto, yo no tengo ninguna solución acabada ni de llave en mano para proponer.

¿No se plantea la cuestión de quién puede encarnar este proceso?

La cuestión de la encarnación no resuelve nada. A la izquierda radical eso le planea más problemas que soluciones. Sustancialmente, cortar cabezas o cambiar las del poder no cambia el sistema y las reglas de juego que criticamos. Si la solución no está por arriba, Rosa Luxemburg decía que es necesario empezar por abajo.

¿Qué hace pensar que su llamamientos a coordinaciones permanentes va a encontrar eco en esta ocasión?

Lo que me da esperanza es que todos estamos contra la pared… ¿Quién puede pretender hoy en día pensar que es la solución; agrupar a todo el mundo tras él? Es una lección de humildad. También para nosotros.

¿Cuáles son los próximos pasos?

Hay urgencia en el sector de los hospitales; están los despidos, la reforma de pensiones, pero también el referéndum sobre la privatización del Aeropuerto de Paris… En 2005, durante el debate sobre el Tratado Constitucional europeo, organizamos mítines unitarios a los que asistió muchísima gente y se generó mucha esperanza. ¿Por qué no inspirarnos en aquel éxito?

Caja negra

Esta entrevista se hizo por teléfono el 11 de junio y duró media hora. Olivier Besancenot leyó la transcripción y modificó algunas respuestas.

https://www.mediapart.fr/journal/france/120619/olivier-besancenot-est-il-possible-d-oublier-les-elections-30-secondes?onglet=full

Traducción: vientosur.info

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