Por Larry Elliott
Aunque fundado para dar voz política a la clase obrera industrial, el Partido Laborista ha tenido siempre su ala herbívora, y cuando se han alineado trabajadores e intelectuales de cuello blanco con el contingente de cuello azul del Partido, ha demostrado ser una fórmula victoriosa. Las grandes victorias electorales laboristas – 1945, 1966, 1997 – fueron todas ejemplos de una exitosa construcción de coaliciones.
Pero el matrimonio, nunca del todo cómodo, se ha visto aquejado de una tensión creciente en años recientes y parece que se puede romper irrevocablemente en torno al Brexit. Los miembros de la pareja ya no se hablan, han acabado durmiendo en camas separadas y van ahora derechitos a divorciarse al juzgado.
Jeremy Corbyn ha ido haciéndolo lo mejor que puede en su papel de consejero matrimonial, pero las limitaciones de su enfoque quedaron ilustradas en las elecciones europeas, en las que el laborismo tuvo malos resultados. La porción de voto de los laboristas fue menos de la mitad de lo que se aseguró en las elecciones generales de 2017, en la que los contrarios al Brexit de tendencia laborista optaron por los liberal-demócratas, los Verdes o los partidos nacionalistas, mientras que los partidarios del Brexit favorables a los laboristas se fueron al partido del Brexit [nueva denominación creada por Nigel Farage]. Su táctica se pondrá hoy a prueba en la elección parcial de Peterborough, en la que se espera que la nueva marca de Nigel Farage aparezca como vencedora [finalmente fue la candidata laborista Lisa Forbes la que se alzó con el triunfo y retuvo el escaño para los laboristas].
Corbyn se ha ido acercando a respaldar un segundo referéndum en ciertas circunstancias, pero está claro que todavía tiene reservas a la hora de apostar por “quedarse por completo”. No se trata de una postura especialmente cómoda, y a ella se oponen muchos miembros del laborismo. Sin embargo, todavía resulta defendible.
El laborismo nunca formará gobierno si su ala contraria al Brexit y su ala a favor quedan permanentemente separadas. Si bien es desde luego cierto que la mayoría de los votantes laboristas están por quedarse, una minoría significativa votó por dejar la UE. No le basta al laborismo acumular votos en las grandes ciudades contrarias al Brexit: tiene que vencer en distritos de escaños ganados por escaso margen en el norte, en las Midlands, y también en el sudeste, distritos electorales que votaron a favor de irse en junio de 2016 y a favor del partido del Brexit el mes pasado. Los partidarios laboristas de quedarse creen que salir de la UE dejará en peor situación a los que votaron a favor de irse. Los partidarios laboristas del Brexit creen que los contrarios están subvirtiendo la democracia.
En esas circunstancias, el laborismo lleva razón al tratar de apartarse del referéndum y centrarse en sanar el país. Ha habido mucha sociología de salón desde los resultados de las elecciones europeas, destinada a mostrar que los contrarios al Brexit ganan cuando se suman todos sus votos. Todo lo que realmente se puede decir es que un segundo referéndum se decidiría por tan estrecho margen como el de 2016 y confirmar que Gran Bretaña se encuentra profundamente escindida según la edad, la clase y las líneas geográficas. Londres, en caso de que alguien no se haya dado cuenta, es un país aparte.
Hay que hacer notar que el euroescepticismo de Corbyn – por el que recibe muchos palos – estaba muy extendido en la izquierda antes del referéndum. Había oposición a la austeridad favorable a los banqueros impuesta a Irlanda y Grecia, a los veredictos favorables a los patronos y antisindicales emitidos el Tribunal Europeo de Justicia, y nadie ha quedado demasiado impresionado por años de perezoso crecimiento y elevado desempleo. Nada de esto le parece ya pertinente a los partidarios más duros de quedarse entre los laboristas. En la medida en que reconocen problemas, tienen que ver con el euro, más que con la UE, y puesto que Gran Bretaña no forma parte de la moneda única, puede tener lo mejor de ambos mundos.
Aun dejando a un lado el hecho de que muchos de los partidarios de quedarse en la UE eran entusiastas del euro en 2003, sigue siendo un curioso argumento. Porque si se tienen dudas acerca del euro, habría que tener dudas acerca del rumbo entero de viaje de Europa. El euro es el mayor proyecto de Europa. Estaba destinado a ser tanto un símbolo del progreso hacia una unión cada vez más profunda como el medio de alcanzar una mayor integración. Esto no es un extra añadido, es de lo que trata Europa.
Pero los fallos de diseño que eran evidentes desde un inicio se han vuelto cada vez más evidentes, y no hay perspectiva inmediata de arreglarlos. El presidente francés Emmanuel Macron cree que más integración – una unión bancaria y un ministro europeo de Finanzas – es lo que hace falta para que el euro funcione. Esto significaría que los contribuyentes alemanes firmaran cheques para el resto de Europa, y no hay la menor posibilidad de que esto suceda.
La realidad es que Europa tiene una moneda que no funciona, una economía que no funciona y un proceso político que no funciona. Con frecuencia se acusa a Corbyn de idealizar las posibilidades de crear una utopía socialista en Gran Bretaña y remontarse siempre a sus años formativos de la década de 1970. Pero no es ni de lejos tan idealista como alguno de sus críticos, que parecen creer que ya existe un paraíso terreno al otro lado del canal o que con unos cuantos cambios juiciosos pronto habrá allí uno.
En la mayoría de las cuestiones, Corbyn se muestra claro en lo que apoya: renacionalización, préstamos extra para inversiones públicas, impuestos más elevados para las empresas y los más acomodados. En lo que tocal al Brexit, es diferente. El laborismo es hoy un partido más de los amables rumiantes que de clase trabajadora industrial y, en el caso del Brexit, los amables rumiantes están demostrando ser de todo menos amables. No deberían, sin embargo, ser tan duros con Corbyn. Del Tratado de Maastricht en adelante, ha acertado bastante más que ellos en lo relativo a la Unión Europea.
Fuente: The Guardian
Traducción Lucas Antón / sinpermiso.info
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