Por Zvi Schuldiner
Se anunció con grandilocuentes titulares: el Plan de Paz, el Acuerdo del Siglo. Se publicitó como un acuerdo económico que presentaba un programa extraordinario para cambiar toda la región, con la participación de todos los países importantes implicados, y un taller que contaba con ministros de finanzas que representaban a más de treinta estados. Sin embargo, ni los palestinos ni los israelíes han sido oficialmente invitados. Representando a Israel estaban seis o siete periodistas y unos cuantos hombres de negocios (entre ellos un general recientemente retirado). De modo parecido, había por allí quince palestinos.
En Bahrein, todo el mundo vigilaba estrechamente la situación de Irán. Se suponía que las sanciones económicas llevarían a un acuerdo real para evitar el desarrollo del acuerdo del proyecto de armas nucleares de Teherán, que de hecho se abandonó después del acuerdo nuclear que Trump sigue llamando “terrible” porque, en su cabeza, es sinónimo de Barack Obama.
Mientras tanto, en Jerusalén, el primer ministro Benjamin Netanyahu pedía sanciones todavía mayores, mientras presidía orgullosamente una reunión de los directores de seguridad nacional de Israel, los EE.UU. y Rusia. Mientras el super-halcón John Bolton respaldaba de modo entusiasta la belicosa retórica del primer ministro israelí, el representante ruso, Nikolai Patrushev, mantenía un enfoque bien diferente: declaraba que “Irán sigue siendo nuestro aliado y nuestro socio” y que resultaba inadmisible la intención de presentar a Irán como “amenaza principal” a la seguridad de la región.
En este contexto, el controvertido hombre de negocios que es hoy presidente de los Estados Unidos ha enviado a su controvertido yerno, Jared Kushner, para que presente su gran plan económico en el contexto de las supuestas negociaciones de “paz” entre israelíes y palestinos, un plan que los norteamericanos están promocionando como una suerte de Plan Marshall para Oriente Medio.
La situación económica de los territorios palestinos es un desastre al que norteamericanos e israelíes han contribuido activamente. Tel Aviv ha congelado la transferencia a la cuenta bancaria de la Autoridad Nacional Palestina de los impuestos recaudados porque entregaba ayudas en dinero a las familias de los “terroristas.” Las cantidades que entrañan equivalen a centenares de miles de dólares, que son esenciales para el sector público y la economía de Cisjordania.
En Gaza, el enfrentamiento con Hamás perpetúa un asedio incesante y una situación económica siempre al borde de la catástrofe humanitaria. El desempleo en la Franja de Gaza —y también en Cisjordania, si bien con diferentes efectos — forma parte de una situación de miseria impuesta que condena a la gente al peligro constante del hambre y el desastre. Este “juego” tiene una clara finalidad: consolidar las divisiones internas del pueblo palestino, asegurándose la anexión de Cisjordania (en conjunto o en parte) a cambio de la “independencia” de Gaza, con sus 363 kilómetros cuadrados y dos millones de habitantes. Por si no fuera suficiente, el presidente norteamericano ha agravado la penuria reduciendo la ayuda económica de Washington y aplicando presión al sostén de los palestinos refugiados por parte de las Naciones Unidas.
Se han propuesto cientos de planes económicos durante los 52 años de ocupación israelí, pero se supone que este último es el “más grande”, valorado en no menos de 50.000 millones de dólares. Pero hay que leer la letra pequeña: el dinero estaría disponible en un periodo de diez años, y sólo se destinarían 28.000 millones a los territorios ocupados, reservándose el resto a proyectos en Egipto, Jordania, Líbano y otros países de la región.
Algunas de las disposiciones del plan suenan prometedoras: sobre todo las que levantan las restricciones al movimiento de personas y bienes, agua y energía. Por ahora, las fronteras y los recursos hídricos y energéticos están enteramente controlados por Israel, que somete a los palestinos a la continua expropiación de sus tierras y su agua, al control de todos sus recursos energéticos y a toda suerte de obstáculos en sus fronteras.
Se supone que el plan asignará 5.000 millones a un corredor que conecte Gaza y Cisjordania, una disposición de los Acuerdos de Oslo de 1993, pero que llevaba hasta ahora bloqueada por las autoridades israelíes. Cinco mil millones de dólares suenan pero que muy bien, sólo que ¿de dónde saldrán? De acuerdo con el plan, 11.000 millones de dólares los garantizaría Washington, 11.000 millones los inversores particulares, y el resto los aportaría la comunidad internacional. Hay una expresión en hebreo y en yiddish que parece perfecta para describir ese plan: “luft gesheften,” que significa literalmente “asuntos de puro aire”.
No había terminado todavía la cumbre de Bahrein cuando empezaron a oírse excusas, sobre todo en lo que respecta al extraño hecho de que se estaban elaborando planes sin hablar ni con los palestinos ni con los israelíes, que no habían sido invitados. Una vez más, no este verdaderamente ese el caso: Trump y Netanyahu están constantemente en contacto. El primer ministro israelí contempla esos planes como otra forma más de hacer avanzar su propuesta de anexión de Cisjordania, mejorando quizás la situación económica de los palestinos, pero sin una respuesta real relativa a un plan de independencia política.
Este plan norteamericano para la “prosperidad” no es más que un engaño monumental: los norteamericanos se dedican simplemente a fortalecer los criminales planes de anexión de la derecha israelí. En estos días resulta difícil decir si la amenaza más grave en la región son las belicosas intenciones de los EE.UU. hacia Irán —en este frente fue muy bienvenida la intervención rusa para echar el freno — o los cuentos de hadas económicos destinados a encubrir el apoyo norteamericano a la política de anexión israelí, lo que supone el peligro de otra guerra en la región.
Zvi Schuldiner especialista en el conflicto israelí-palestino. es jefe del Departamento de Administración y Políticas Públicas en el Sapir College, junto a Sderot, en el desierto del Negev israelí, y colaborador frecuente de “il manifesto” y de distintas publicaciones académicas sobre Oriente Medio.
Fuente:il manifesto global
Traducción: Lucas Antón /sinpermiso.info
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