Por Max J. Castro
The New York Times está participando en un esfuerzo periodístico extraordinariamente ambicioso llamado Proyecto 1619. El objetivo es reescribir la historia del origen estadounidense, desde la implacablemente eurocéntrica y celebratoria que aprendemos en la escuela primaria. La revisión destaca el racismo y la opresión de los negros como un componente fundamental y altamente consecuente de la historia estadounidense, desde 1619, cuando los africanos esclavizados fueron traídos por primera vez a lo que ahora es Virginia, hasta el presente.
La primera entrega argumenta persuasivamente que existen conexiones sorprendentemente fuertes entre el legado de la esclavitud y el racismo y todo, desde la disfuncionalidad de nuestro sistema de transporte, la naturaleza miserable de nuestra red de seguridad, incluida la atención médica, y el salvajismo del capitalismo estadounidense, en comparación con el capitalismo de Europa occidental.
Mucha gente pensaría, ¿cuál podría ser la conexión entre el racismo y nuestra pesadilla actual de desplazamientos interminables en Miami y el intenso tráfico en Atlanta?
Nuestro sistema de transporte, construido alrededor del automóvil y las autopistas de alta velocidad, se desarrolló en gran parte para garantizar la segregación en viviendas, escuelas y alojamientos públicos. Los blancos de clase media en Atlanta, por ejemplo, pueden subirse a sus autos en la ciudad y conducir a los suburbios puramente blancos en el condado vecino, evitando así el tráfico urbano y la gente de la ciudad, abrumadoramente negra.
El deseo de los blancos de Atlanta de tener lo menos posible que ver con los negros de Atlanta es evidente en la manera en que los condados suburbanos han votado acerca de la cuestión de ampliar el sistema de transporte público rápido del área, la Autoridad Metropolitana de Tránsito Rápido de Atlanta (MARTA). Una y otra vez, los suburbanos han votado “No” por márgenes amplios o abrumadores. Para estos electores, la congestión del tráfico es preferible a la posibilidad de un acceso fácil para los negros que buscan empleo o vivienda.
La misma dinámica ha tenido lugar en todo el país, y los afectados negativamente no solo son afroestadounidenses, sino todos los que no poseen un automóvil o no pueden conducir, principalmente los pobres, los ancianos y las personas discapacitadas: las víctimas habituales. El largo brazo del racismo daña no solo a los objetivos previstos, sino también a muchas otras personas.
Luego está el hecho de que el modelo para nuestro sistema autoritario de relaciones entre jefes y trabajadores es la plantación y la relación entre amos y esclavos. Mientras que los trabajadores en los países de Europa occidental generalmente tienen sindicatos, derechos de negociación, contratos y el derecho de apelar el despido, en los Estados Unidos en general, la ley estipula que los empleados pueden ser despedidos “a voluntad”.
Este sistema de despido según el deseo y antojo del patrono significa que si el jefe descubre que uno tiene la intención de votar por el candidato equivocado, si se tiñe el cabello del color incorrecto o si simplemente disgusta a su jefe de cualquier manera, uno puede desaparecer en un minuto, independientemente de su rendimiento, habilidad o cualquier otra cosa. La ley prohíbe que los jefes lo despidan debido a la raza, religión, discapacidad o membresía en un puñado de otras clases protegidas. Pero en el contexto del derecho a despedir según su deseo y fantasía, estos despidos ilegales ocurren a menudo. Y, el estatus de siervos de los empleados explica en gran medida por qué los jefes se han salido con la suya durante tanto tiempo con todo, desde agresiones sexuales violentas hasta acoso sexual del más leve. La impotencia genera abuso, y las mujeres estadounidenses en la fuerza laboral, como todos los demás empleados, han sido impotentes.
¿Cómo ayuda la raza a explicar la escasez de nuestra red de seguridad y nuestro sistema médico mercenario que privilegia las ganancias sobre la atención a todos e incluso sobre la vida? En todas partes la gente es menos generosa con su dinero de los impuestos cuando piensa que se gastará en personas étnica o racialmente diferentes a ella que cuando piensa que se destinará a ayudar a personas como ellas. En Estados Unidos, esta tendencia es especialmente fuerte debido a siglos de esclavitud que tuvieron que justificarse presentando a los negros como hijos inferiores de un dios menor. A esto le siguió un siglo de pseudolibertad, un sistema de castas raciales racionalizado por las mismas mentiras que se utilizaron para justificar la esclavitud.
La razón más fuerte para la débil red de seguridad de Estados Unidos es simplemente el hecho de que muchos estadounidenses blancos no quieren que sus dólares se usen para apoyar a un sector de la población “haragana, perezosa y libertina”. ¿Y quiénes son ellos? “Esa gente”, como escribe Paul Krugman satirizando tal punto de vista. Principalmente, las míticas “reinas y machotes del bienestar que usan cupones de alimentos para comprar filetes de primera calidad” son negros o, cada vez más, latinos.
Puede que el racismo no sea la raíz de todo mal, pero es la fuente de una buena proporción, incluido el surgimiento de Donald Trump. El Proyecto 1619 no es una respuesta al racismo de Trump como tal, sino un intento de explorar y comenzar a extirpar los profundos orígenes genéticos de la enfermedad. Trump es una masa maligna, pero no es el tumor primario. La metástasis ha estado en curso desde 1619 y este país aún no ha encontrado la manera de detenerla.
Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal.
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