Robert Harkavy y Patrik Baab, autores de un interesante libro sobre tres acciones de varios servicios secretos , creen que el asesinato del primer ministro sueco, Olof Palme, sucedido hace 33 años, podría aclararse. En una entrevista con NachDenkSeiten, Baab explica que por primera vez el fiscal general de Suecia, un veterano cercano a la jubilación de nombre Krister Petersson, está decidido a investigar en serio el asunto.
Palme fue asesinado la noche del 28 de febrero de 1986 a la salida del cine en Estocolmo. Un hombre se situó detrás de Palme y su mujer, disparó un único tiro letal al primer ministro y desapareció tranquilamente. La hipótesis oficial del asesino solitario queda relativizada por cierto movimiento de personas con walkie talkies en los alrededores, así como por el hecho de que la decisión de los Palme de ir al cine fue casi improvisada y solo podía ser conocida por quienes hubieran pinchado su teléfono. Según Baab, el fiscal general Petersson cree en algo más realista: en la acción de un profesional con formación militar y con implicación de los servicios secretos locales. ¿En Suecia?
Se suele tener una idea de Suecia algo desdibujada. Al lado de figuras como Palme y de su tradición de socialdemocracia incisiva, el país presenta los mismos aspectos oscuros que cualquier otro país europeo. No era miembro de la OTAN, pero disponía de su propio contingente de la red Stay Behind.Parece que Petersson ha investigado en las tres direcciones, más complementarias que excluyentes, que rodean a este caso. Primero, el asunto Irán-Contra mediante el que Ronald Reagan toreaba al Congreso entregando considerables cantidades de armas a Irán a través de países terceros, entre ellos Suecia. Palme se opuso a ese asunto. Segundo, el 28 de febrero de 1986 faltaban tres semanas para una visita de Palme a Moscú en la que iba a negociar con Mijail Gorbachov una zona desnuclearizada en Europa central y una Escandinavia neutral. El exlíder soviético siempre ha considerado que “no hay duda de que fue un asesinato político, porque amenazaba intereses muy poderosos partidarios de mantener el estado de cosas”. La neutralidad escandinava era considerada un peligro por la estrategia de la OTAN. Y tercero, Palme era un acérrimo adversario del régimen racista sudafricano, su país era el primer donante del Congreso Nacional Africano (ANC) de Nelson Mandela. Los documentos del régimen dejan bien claro que era considerado un enemigo. Los tres aspectos, juntos o por separado, hacen plausible un atentado atlantista. Y parece que el fiscal Peterssen investiga las tres líneas. Es su último trabajo y parece dispuesto a ir hasta el final, dice Baab, coautor del mencionado libro.
Mientras tanto, en Luxemburgo…
Y otra noticia en el mismo frente del terrorismo noratlántico (no esperen referencias en la prensa convencional que nunca ha mencionado este sensacional asunto): la fiscalía de Luxemburgo ha anunciado este verano que presenta cargos contra nueve personas, seis policías y tres investigadores en el asunto conocido como Bommeleeër.
Entre el 23 de enero de 1984 y el 25 de marzo de 1986, en Luxemburgo se cometieron 20 atentados con bomba sin víctimas y siete robos de explosivos y material electrónico para detonarlos. Algo nunca visto en este pequeño país, paraíso fiscal y oasis europeo en paz social y no violencia política. Bombas sin motivo aparente ni reivindicación; contra postes de telecomunicaciones, el radar del aeropuerto, la piscina olímpica de Kirchberg el barrio de las instituciones europeas, con motivo de una cumbre europea, en los despachos de jueces y sedes policiales, en una planta de gas, contra el palacio de justicia… Atentados profesionalmente realizados, desvergonzados por su audacia. Aquella inusitada ola duró dos años y tres meses. Y dio lugar a un proceso sin precedentes, el proceso del siglo, el proceso Bommeleeër, literalmente “colocador de bombas”. Los cargos contra nueve sospechosos son una señal –no una certeza– de que este proceso, aparcado desde hace cuatro años, podría retomarse. El nexo con Peterssen es que también aquí se adivina la sombra de la OTAN y su Stay Behind.
Los GAL de la OTAN
En los años ochenta el plan militar soviético en Europa en caso de tercera guerra mundial era claro y conocido: plantar en 36 horas sus divisiones blindadas en Pas de Calais, la región francesa a orillas del estrecho que separa el canal de la Mancha del mar del Norte. En 1990, en una rara visita periodística a la división acorazada Taman, estacionada en la aldea de Kalininets, en los alrededores de Moscú, hasta su comandante, el general Valeri Marchenkov, no ocultaba aquel guión de Blitzkrieg escrito en la posguerra: arrollador avance hacia el oeste de las divisiones blindadas estacionadas en Alemania del Este, Polonia y Europa central y ocupación del grueso de la Europa occidental. (Al escuchar la chulería de aquel general yo pensaba en otro escenario: llega la orden de Moscú de atacar, en las bases de Polonia los tanquistas se suben en sus blindados, pero los tanques no se ponen en marcha porque están secos: esa semana los oficiales han vendido la gasolina en el mercado negro a los comerciantes polacos…)
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