En 2002 habían 25.000 canes en la región, pero en 2016 sólo quedaban 15.000. El calentamiento global ha provocado que la pérdida de nevados se acelere.
Entre las casas de madera y las colinas de Kulusuk, una localidad insular de Groenlandia, los perros de Moses Bajare esperan a que se forme el hielo para lanzarse a la banquisa y cazar osos y focas.
El perro de Groenlandia, robusto y resistente, bastante parecido al huskie, es desde hace siglos el mejor compañero del cazador inuit y arrastra su trineo en medio del desierto de hielo durante los meses de invierno, en los que la temperatura puede bajar hasta 35 grados.
Pero el calentamiento global acelera el deshielo de los glaciares, dos veces más rápido en el Ártico, y retrasa su formación al final del verano.
Según Moses, se trata de una forma de vida, más que una actividad económica, la que está amenazada en Groenlandia, cuya superficie está cubierta de hielo en un 85%. “Cuando tengo un problema, con mi familia o en mi vida, me refugio en la naturaleza con mis perros. Después de uno o dos días, vuelvo y todo está solucionado”, explica este hombre de 59 años, el único policía en su localidad de 250 personas.
Climatólogos guiados por cazadores publicaron durante este verano imágenes preocupantes en las que se veía a perros que avanzaban con grandes dificultades en medio de un fiordo en que el hielo se había fundido.
En el este de Groenlandia, la caza de la foca, la ballena o el narval, un pequeño cetáceo que parece un unicornio de mar, se hace en barco, no a bordo de motonieves. Y durante el invierno, Moses sigue sacando a su jauría de 12 perros hasta el borde del océano como desde hace 35 años, para sacar su kayak al agua y seguir a las colonias de focas, carabina en mano.
Y lo hace incluso aunque el hielo, a partir de febrero, ya no sea tan espeso como antes y se funda de forma precoz a partir de mayo, en lugar de en junio o julio.
“El hielo está cambiando”, lamenta Moses, quien como la mayoría de los 250 habitantes de Kulusuk es inuit, un pueblo indígena que representa 90% de la población de Groenlandia. En Kulusuk, 79% de los habitantes consideran que el hielo se volvió más peligroso en los últimos años, y 67% creen que el cambio climático amenaza los trineos de perros, según un estudio de las universidades de Copenhague y Groenlandia.
Kunuk tiene 22 entre perros adultos y cachorros. Una parte de la jauría vive en una isla rocosa del otro lado del fiordo durante el verano.
Para él, sus perros son una parte de su identidad. “No tenemos un campo de fútbol, ni una piscina, pero nos podemos adentrar en la naturaleza”, dice. “Si dejáramos de utilizar los perros, perderíamos una parte importante de nuestra cultura”, agregó.
Y también los ingresos que los propietarios de trineos obtienen de su actividad de guía con turistas extranjeros. Un recorrido en trineos tirados por perros puede costar hasta 1.000 coronas danesas (135 euros, 148 dólares).
Otros criadores redujeron sus jaurías o se deshicieron de ellas. Y Kunuk empieza a preguntarse si merece la pena mantener a sus perros. “Los cambios climáticos no son buenos para los perros de trineo”, dice el joven. En 2016 se calculaba que en Groenlandia había 15.000 perros, frente a 25.000 en 2002, según las estadísticas de ese territorio.
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