El ejercicio del poder se expresa en una visible ambición de extensión de éste, un vergonzoso y grosero deseo de ejercer control.
Por Fernando García Yapur
Llamamos contingencia a un hecho, un evento, un acontecimiento que sale de las previsiones establecidas. En su impacto y efecto, una contingencia modifica el curso de acciones que uno o un grupo de personas habían definido como el normal o previsible itinerario de los hechos. Por ello, la contingencia expresa la vulnerabilidad de la racionalidad medios-fines, de los cálculos preestablecidos; en unas palabras, de la artificialidad de las construcciones simbólicas o discursos y, con ello, de lo erróneo de los fines y certezas que construimos los humanos para explicarnos las cosas. Nos recuerda el límite y la fractura de nuestra potencia: el poder o fuerza que administramos y, de la voluntad de nuestras intenciones. La contingencia nos supera y, a la vez, nos constituye.
En el pensamiento político, Maquiavelo le puso un nombre para explicitarla y, así, ponerla en el centro de su argumentación, la llamó Fortuna, que no es suerte y riqueza como se cree convencionalmente, sino una condición inexcusable de la constitución y emergencia de lo político, esto es, del conflicto de intereses o posiciones cuya intensidad pone en vilo al orden político.
La Virtud, la otra condición destacada por Maquiavelo como sine qua non de lo político, es contar siempre con la Fortuna, tenerla de su lado, convertirla en su pareja, amante y compañera de ruta. La Virtud que básicamente es conocimiento y experiencia práctica (phronesis) del político, busca aplacar y/o domesticar a la Fortuna.
Para ello, recurre a todo lo que encuentra a su alcance, esto es, al despliegue de sus dotes, recursos y actos. Sin embargo, según la analogía del florentino, al ser la Fortuna una bella cortesana indeleble e indomable no compromete nunca su fidelidad y lealtad a nadie de manera definitiva. Se sabe que ella, la Fortuna, se irá; es un lugar común el saber que un día ella se apartará a veces anunciando su retiro y abandono, o bien, como casi siempre lo hace, de forma sorpresiva y escandalosa.
La ansiedad y neurosis del político frente a este conocimiento se expresa en el incremento de su voluntad de poder que busca por todos los flancos y cabos controlar todos los recursos por donde, según sus cálculos y racionalidad, puede discurrir la Fortuna.
Establece, según la narrativa de Foucault, un campo de acción o de juego relativamente definido y/o establecido. En una palabra: gobierna.
El goce y placer que le provoca el ejercicio del poder gubernamental se expresa en una visible ambición de extensión de éste, un vergonzoso y grosero deseo de ejercer control en el tiempo que, a la vez, se manifiesta en angustia, en la experiencia de sufrir un vacío insoportable, un apetito impulsivo e incontrolable que vuelve ciego y ominoso su propia existencia y gobierno.
Así, para apaciguarse, construye y busca amplificar una ficción, una fantasía de orden y gobierno. Para el efecto, organiza y crea aparatos y recursos (ideológicos) de observación, intercambio y control. Genera toda una estructura de artificios formales (dispositivos legales) y no formales (poderes fácticos); constituye sujetos (actores) para que respalden y/o protejan a su cuerpo o gobierno, a su poder y dote. En este contexto, emergen por doquier consortes de acólitos y ventrílocuos que ciegamente repiten, justifican y sirven a sus caprichos y, dizque, a los de su concubina o compañera de ruta: la Fortuna.
El político, piensa y busca creer que todo está bajo su control a pesar de que –para tenerla distraída, engañada– deja márgenes de juego, discurso y seducción; con ello, confía y sueña que finalmente la tiene y que no hay manera de que se le escape, de que no hay manera de que acontezca una traición.
Sin embargo, algo sucede, algo impredecible, innombrable, extraordinario: una decisión que no encaja, un evento no previsto, una catástrofe, un incendio o cualquier cosa que de manera imprevista le saca de juego, de su propio campo de acción.
En consecuencia, la Fortuna, le recuerda nuevamente, pero ahora cobrando factura, de que no hay manera de atar todos los cabos, de tapar todos los flancos, de controlar todas las jugadas. La Fortuna, pone en evidencia la debilidad y simpleza del dote, los recursos y fantasía del político. Así, ella, le recuerda abruptamente de que es contingencia y, que no hay manera de contar y/o tenerla de una vez y para siempre.
Fuente: https://www.paginasiete.bo/ideas/2019/9/22/contingencia-politica-231502.html
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