“Todos los días me levantaba a las 5 de la madrugada y luego me acostaba, exhausta, hacia las 11 de la noche. La mayoría de las veces me faltaban energías para siquiera cambiarme de ropa. Desde que me despertaba hasta que me dormía no hacía más que trabajar, trabajar, trabajar todo el rato”, cuenta Shanthi a Roar Media. “Comía restos, después de que la familia acabara de almorzar, unos cuantos bocados mientras lavaba las cazuelas y sartenes. Pocas veces me pagaban cuando tocaba y me regañaban por cualquier nimiedad”, dice. “Piensan que somos máquinas que no necesitan comer ni dormir, que no nos duelen los brazos y las piernas.”
Viviendo en una plantación en Nuwara Eliya, en los montes centrales, sin un empleo que le proporcionara un salario suficiente, Shanthi tomó diversos préstamos para proveer a su madre enferma. Cuando falleció la madre, empeñó las joyas que tenía y se fue a la capital comercial, Colombo, en busca de perspectivas más lucrativas. Para ella, todo pasaba por el trabajo doméstico, no en vano ha trabajado en cuatro hogares en los últimos 15 años.
Shanthi nos explica que su primera experiencia fue positiva. “[La familia] me trataba realmente bien. La señora nunca me decía oya [tú] de aquella manera ruda, sino que me llamaba por mi nombre y me hablaba con respeto”, dijo. Los niños de la casa también la trataban bien, diciendo siempre “por favor” y “gracias”, haciendo que se sintiera bien acogida y cómoda. Shanthi recordaba con afecto aquella época, diciendo que estaba bien alimentada, tenía tiempo para descansar y le pagaban un salario suficiente.
Su segunda experiencia, sin embargo, no fue ni mucho menos positiva. “Cuando llegué a la casa, la nona [señora] se quedó con mi documento de identidad”, cuenta. “Me dijo que me la devolvería cuando dejara el empleo”. Shanthi tuvo que trabajar a destajo y no tenía tiempo para descansar. Recordaba asimismo un encargo especialmente desconcertante: cada mañana tenía que depositar pequeñas porciones de comida y bebida delante de la estatua de Buda a modo de ofrenda, la típica ceremonia de Buddha poojawa. Siendo ella de confesión hindú, esto le hacía sentirse muy incómoda, pero no hicieron caso de sus objeciones: su patrón le dijo que esto no debería ser un problema, ya que las tradiciones hindú y budista son similares. Además, le dijeron, este era un requisito de su empleo.
Las diversas experiencias de Shanthi demuestran cómo el trabajo doméstico en Sri Lanka no está reconocido ni regulado oficialmente, y sus condiciones las establece a menudo el propietario de la casa, incluso en detrimento de la trabajadora.
Ausencia de protección legal
Las condiciones de vida y de trabajo de muchas empleadas domésticas en Sri Lanka violan directamente una serie de convenios internacionales que Sri Lanka ha ratificado, como la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Llamadas a menudo con el término indigno y no profesional de sirvienta, las trabajadoras domésticas carecen a menudo de disposiciones cruciales en materia de derechos humanos, como por ejemplo el reconocimiento y la protección en pie de igualdad ante la ley; unas condiciones de empleo justas y favorables; un salario igual por un trabajo igual; descanso y ocio, y el derecho a vivir libres de todo trato degradante.
Asimismo, están excluidas de una serie de instrumentos legales, que incluyen la Ordenanza del Consejo Salarial (que exige unas condiciones de trabajo dignas para las personas empleadas en el comercio, como por ejemplo el pago de las horas extraordinarias o del trabajo en días festivos), la Ley de Comercios y Oficinas (que establece cuándo y cómo ha de pagarse la remuneración al personal), la Ley del Fondo de Previsión del Personal y la Ley del Fondo Fiduciario del Personal (que hacen las veces de una forma de seguridad social), así como la Ley del Salario Mínimo Nacional de los Trabajadores (que establece un salario mensual mínimo nacional para todos los trabajadores y trabajadoras de cualquier industria o servicio).
El texto legal vigente más pertinente en relación con las trabajadoras domésticas es el Convenio sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos de la OIT, el llamado C189. Este convenio garantiza unas normas relativas a las pagas y los salarios, la seguridad social, las prestaciones de maternidad, la jornada laboral, las condiciones de vida, la seguridad personal y la resolución de disputas. Actualmente lo han ratificado 29 países, y pese a que Sri Lanka no es uno de ellos, el gobierno se ha comprometido, en el Plan de Acción Nacional sobre Derechos Humanos, a ratificarlo, que es algo que esperamos.
Actitudes sociales
Hasta que esto suceda, sin embargo, no solo el trabajo realizado en los hogares sigue sin estar reconocido en la legislación como modalidad de trabajo legítima, sino que las trabajadoras domésticas también siguen sin estar reconocidas por parte de la sociedad. Sepali Kottegoda, directora de programas de derechos económicos de las mujeres y medios de comunicación en el Colectivo de Mujeres y Medios, explica que la sociedad srilankesa no suele considerar a las trabajadoras domésticas como trabajadoras con derechos laborales, porque “la mayoría de trabajadoras domésticas han estado viviendo, más o menos hasta la última década, en el mismo hogar y se esperaba/espera de ellas que estén siempre disponibles para responder a las necesidades familiares”. Añade que a pesar de que actualmente hay cada vez más trabajadoras domésticas que están empleadas recibiendo un jornal y no viven en el hogar del empleador, siguen sin ser consideradas empleadas o trabajadoras, a diferencia de quienes trabajan en una fábrica o un taller.
Kusuma trabaja en una casa en un suburbio de Colombo desde 2009. Vino a la capital procedente de Balangoda, en el sur del país, debido a la escasez de puestos de trabajo en su aldea. Aunque lleva muchos años deseando volver a su casa, la precariedad económica se lo impide. “Tengo ahora 65 años. Tengo colesterol, diabetes, hipertensión y muchos dolores articulares, sobre todo en las rodillas”, dice. “Me cuesta trabajar. Pero si vuelvo a Balangoda, no tendré manera de ganar dinero.”
Kusuma está separada de su marido desde hace más de 30 años. Su hijo es peón, y ella también tiene tres nietos. Aunque sabe que su hijo le ayudaría a pagar los medicamentos que necesita, y que le cuestan 3.000 rupias al mes, no quiere pedírselo porque sabe que él tampoco gana mucho dinero. A pesar de que Kusuma no ha sido tratada mal por su empleador y este le ha pagado ocasionalmente un plus, la ausencia de seguridad social en forma de una pensión hace que se sienta temerosa ante el futuro.
Selvy Thiruchandran, exdirectora del Centro de Educación e Investigación para la Mujer, recuerda que estas cuestiones de incertidumbre e inestabilidad se observan también en los estudios que lleva a cabo el Centro sobre el tema y expresa su frustración por la falta de publicidad y de recursos que se destinan en Sri Lanka a los asuntos relacionados con el trabajo doméstico.
Mirando al futuro
Uno de los motivos de ello puede ser que las cuestiones a las que se enfrentan las trabajadoras domésticas a menudo no se consideran problemas candentes o de interés general, como otras cuestiones civiles o políticas que a menudo se consideran más urgentes, como se puso de manifiesto en un estudio realizado por Verité Research. De ahí que las trabajadoras domésticas hayan comenzado a organizarse. El 5 de marzo de 2012 se registró oficialmente el Sindicato de Trabajadoras Domésticas (Domestic Workers’ Union, DWU) –el primero y único en su género en el país– y hoy es un ejemplo de los logros que pueden conseguirse si las trabajadoras domésticas se organizan para defender sus derechos por sí mismas.
Menaha Kandasamy, miembra fundadora del DWU, explica las luchas reivindicativas del sindicato a lo largo de los años. “Hemos presionado al Ministerio de Trabajo y al Comisario General de Trabajo para que se apruebe al menos una ley que garantice la seguridad y protección de las trabajadoras domésticas”, dice, explicando que el sindicato da prioridad al reconocimiento oficial del trabajo doméstico como oficio en la Ordenanza del Consejo Salarial, con lo cual se le aplicaría la Ley del Salario Mínimo y las trabajadoras domésticas tendrían acceso al Fondo de Previsión del Personal.
“Una vez clasificado oficialmente el trabajo doméstico y reconocido como oficio, las trabajadoras domésticas podrán ejercer automáticamente una serie de derechos que otros trabajadores tienen reconocidos actualmente como tales”, dice Kandasamy. Y añade esperanzada que, si las condiciones que reivindica el sindicato llegan al Parlamento, serán aprobadas efectivamente. “Ha sido un largo viaje”, dice. “[Pero] todavía nos queda un trecho por recorrer.”
03/08/2019
Traducción Viento Sur
Be the first to comment