Por Carlos Zahumenszky
El búnker de Templevo, en Polonia, es una prisión. Encerradas entre sus frías paredes, sin luz, y sin comida, decenas de miles de hormigas obreras desprovistas de reina han prosperado durante años. Tras estudiar la colonia, un equipo de científicos ha decidido liberarlas.
El primer estudio sobre esta extraña colonia de hormigas de la madera (Formica polyctena) se publicó en 2016 (puedes leer toda su historia aquí). ¿Cómo es posible que una colonia prospere sin reina? ¿Cómo se reproduce? La respuesta es simple. No lo hace. Cómo explicábamos en 2016…
Las hormigas proceden de una colonia perfectamente normal situada varios metros por encima del búnker, en un bosque de pinos. El hormiguero, un gigantesco montículo de tierra, está situado junto a una tubería de ventilación a ras de suelo que desemboca en el búnker más abajo. Cada día, un puñado de desafortunados trabajadores de la colonia trata de aventurarse en las resbaladizas paredes del tubo y termina cayendo en sus profundidades. Una vez uno de los insectos da ese fatídico paso en falso ya no hay manera de volver a la superficie.
Abajo, en la oscuridad, el suelo está sembrado de cadáveres de hormigas que han sucumbido a las difíciles condiciones de su prisión (las temperaturas del búnker oscilan entre los 10 grados en verano y apenas un par de grados sobre cero en invierno). Sin embargo, la cantidad de hormigas que caen en este infierno compensa a las que mueren, y la colonia se ha mantenido estable.
Los entomólogos han estudiado durante años la fascinante vida en esta colonia de presidiarios. Una de las preguntas más interesantes era: ¿De qué se alimentan? En un principio se creía que se alimentaban del guano de algunos murciélagos que también viven en el búnker y quizá de ácaros, pero la realidad es bastante más siniestra. La colonia sobrevive gracias al canibalismo. Las hormigas, todas obreras, no se atacan entre ellas, pero cuando una de ellas muere debido a las duras condiciones de vida en el búnker, el resto devora las partes aprovechables de su cuerpo.
La colonia ha construido su propio hormiguero y así ha vivido durante años. Tras estudiar a fondo su comportamiento, los investigadores han tomado la decisión de hacer el experimento final: liberarlas. Sus resultados acaban de publicarse en la revista Journal of Hymenoptera Research.
El método para liberarlas no ha sido muy complicado. Los investigadores han clavado un listón de madera de tres metros en el suelo del búnker. El listón hace las veces de rampa y permite a las hormigas ascender por el, hasta entonces impracticable, conducto hasta la libertad. El objetivo del experimento era estudiar el comportamiento de las hormigas prisioneras al tener la oportunidad de regresar a casa y el comportamiento de sus antiguas compañeras al recibirlas.
Al instalar el listón, las hormigas comenzaron a explorarlo poco a poco. En el momento en que los primeros exploradores encontraron la ruta hacia la libertad, el resto de la colonia procedió a evacuar el hormiguero de la prisión.
La llegada de los prisioneros al hormiguero original ha sido tan normal que resulta hasta un poco asombrosa. Ni las hormigas que hasta hace bien poco eran caníbales ni sus hermanas del nido han dado muestras de violencia. Como si se acabaran de encontrar.
Cuatro meses después, el hormiguero del Búnker sigue vacío. De vez en cuando alguna hormiga vuelve a caer por el conducto de ventilación, pero ahora sigue el rastro químico de sus compañeras y regresa a la colonia subiendo por el listón de madera. Abajo, en la oscuridad, un hormiguero vacío y los cadáveres desmembrados de miles de hormigas son testigos mudos del mas extraño gulag animal que la ciencia ha conocido. [Journal of Hymenoptera Research vía IFL Science]
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