Emergencia Climática: Advertencia de los científicos

Por Colectivo

Los científicos tienen la obligación moral de advertir claramente a la humanidad de cualquier amenaza catastrófica y de contarlo tal como es. Sobre la base de esta obligación y los indicadores gráficos presentados a continuación, declaramos clara e inequívocamente, junto a más de 11.000 firmantes científicos de todo el mundo, que el planeta Tierra se enfrenta a una emergencia climática.

Hace exactamente 40 años, científicos de 50 naciones se reunieron en la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima (Ginebra, 1979) y acordaron que las tendencias alarmantes en relación con el cambio climático hacían necesario actuar de forma urgente. Desde entonces, se han expresado alarmas similares en la Cumbre de Río de 1992, en el Protocolo de Kyoto de 1997 y en el Acuerdo de París de 2015, así como advertencias explícitas del insuficiente progreso por parte de los científicos en decenas de otras reuniones mundiales (Ripple et al.2017). Todavía hoy las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) continuan aumentando rápidamente, con cada vez mayores efectos perjudiciales sobre el clima de la Tierra. Para evitar sufrimientos indecibles debido a la crisis climática es necesario un inmenso aumento de escala en los esfuerzos para conservar nuestra biosfera (IPCC 2018).

La mayoría de las discusiones públicas sobre el cambio climático se basan solo en la temperatura global en la superficie, una medida que es inadecuada para capturar la amplitud de las actividades humanas y los verdaderos peligros que se derivan del calentamiento del planeta (Briggs et al. 2015). Los responsables del diseño de políticas y el público necesitan de forma urgente el acceso a un conjunto de indicadores que transmitan los efectos de las actividades humanas sobre emisiones de GEI y los consiguientes impactos sobre el clima, nuestro medio ambiente y la sociedad. Sobre la base del trabajo previo (ver archivo suplementario S2), presentamos un conjunto de signos vitales gráficos a lo largo de los últimos 40 años de las actividades humanas que pueden afectar las emisiones de GEI y cambiar el clima (figura 1), así como los impactos climáticos reales (figura 2). Utilizamos solo conjuntos de datos relevantes que son claros, comprensibles, recogidos sistemáticamente durante al menos los últimos 5 años, y actualizados al menos anualmente.

La crisis climática está estrechamente vinculada al consumo excesivo derivado de un estilo de vida rico. Los países más ricos son los principales responsables de las emisiones históricas de GEI y generalmente tienen las mayores emisiones per cápita (tabla S1 en archivo suplementario S2). En el presente artículo, mostramos patrones generales, en su mayor parte a escala global, porque hay muchas obras climáticas que tratan sobre regiones y países individuales. Nuestros signos vitales están diseñados para ser útiles para el público, los responsables del diseño de políticas, la comunidad empresarial y aquellos que trabajan para implementar el acuerdo climático de París, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica.

Entre los signos de las actividades humanas gravemente preocupantes se incluyen los aumentos sostenidos en las poblaciones tanto humanas como de ganado rumiante, la producción de carne per cápita, el producto interior bruto mundial, la pérdida global de la cubierta arbórea, el consumo de combustible fósil, el número de pasajeros aéreos transportados, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y las emisiones de CO2 per cápita desde el año 2000. Entre los signos alentadores se incluyen las disminuciones en las tasas globales de fertilidad (natalidad) (figura 1b), la desaceleración de la pérdida forestal en la Amazonía brasileña (figura 1g), los aumentos en el consumo de energía solar y eólica (figura 1h), la desinversión institucional de combustibles fósiles de más de 7000 millones de $US (figura 1j), y la proporción de emisiones de GEI cubiertas por el precio del carbono (figura 1m). Sin embargo, la disminución en las tasas de fertilidad humana se han desacelerado sustancialmente durante los últimos 20 años (figura 1b), y el ritmo de pérdida de bosques en la Amazonía de Brasil ha comenzado a aumentar de nuevo en la actualidad (figura 1g). El consumo de energía solar y eólica ha aumentado un 373% por década, pero en 2018 todavía era 28 veces menor que el consumo de combustibles fósiles (gas, carbón y petróleo combinados; figura 1h). A partir de 2018, aproximadamente el 14.0% de las emisiones globales de GEI estaban cubiertas por el precio del carbono (figura 1m), pero el precio promedio ponderado global por tonelada de dióxido de carbono fue solo de alrededor de 15.25 $US (figura 1n). Se necesita una tarifa de carbono mucho más alta (IPCC 2018, sección 2.5.2.1). Los subsidios anuales a los combustibles fósiles para las compañías de energía han fluctuado, y debido a un aumento reciente, estuvieron por encima de los 400 mil millones $US en 2018 (figura 1o).

Especialmente inquietantes son las tendencias coexistentes en los signos vitales de los impactos climáticos (figura 2). Tres abundantes GEI atmosféricos (CO2, metano y óxido nitroso) continúan aumentando (ver la figura S1 del archivo suplementario S2 para el ominoso pico de CO2 en 2019), al igual que la temperatura global de superficie (figura 2a–2d). A nivel mundial, el hielo ha ido desapareciendo rápidamente, lo que se evidencia por la tendencias decrecientes del mínimo hielo marino ártico durante el verano, de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, y del espesor de los glaciares en todo el mundo (figura 2e–2h). El contenido de calor del océano, la acidez del océano, el nivel del mar, el área quemada en los Estados Unidos, el clima extremo y sus costos por daños asociados han tenido una tendencia al alza (figura 2i-2n). Se predice que el cambio climático afectará en gran medida la vida marina, de agua dulce y terrestre, desde el plancton y los corales hasta los peces y los bosques (IPCC 2018, 2019). Estas cuestiones subrayan la necesidad urgente de actuar.


Figura 1. Cambio en las actividades humanas globales desde 1979 hasta el presente. Estos indicadores están vinculados al menos en parte al cambio climático. En el gráfico (f), la pérdida anual de la cubierta arbórea puede ser por cualquier motivo (por ejemplo, incendios forestales, cosecha en plantaciones de árboles, o conversión de bosques a tierras agrícolas). La ganancia forestal no está incluida en el cálculo de la pérdida de cobertura arbórea. La energía hidroeléctrica y nuclear no se muestran en el panel (h) sino en la figura S2 del archivo suplementario S2. Las tasas que se muestran en los gráficos son los cambios porcentuales por década a lo largo de la serie temporal completa. Los datos anuales se muestran utilizando puntos grises. Las líneas negras son líneas de regresión suavizadas de tendencia local. Abreviatura: Gt oe per year, gigatoneladas de petróleo equivalente por año. Las fuentes y detalles adicionales sobre cada variable se proporcionan en el archivo suplementario S2, incluida la tabla S2.

A pesar de 40 años de negociaciones climáticas mundiales, con pocas excepciones, generalmente nos hemos comportado como de costumbre y en gran medida hemos fallado en el abordaje de esta problemática (figura 1). La crisis climática ha llegado y se está acelerando más rápido de lo que la mayoría de los científicos esperaban (figura 2, IPCC 2018). Es más grave de lo previsto, amenaza los ecosistemas naturales y el destino de la humanidad (IPCC 2019). Especialmente preocupantes son los posibles puntos de inflexión climáticos irreversibles y las retroalimentaciones intensificadoras de la naturaleza (atmosféricas, marinas y terrestres) que podrían conducir a un catastrófico invernadero terrícola, más allá del control de los humanos (Steffen et al. 2018). Estas reacciones climáticas en cadena podrían causar alteraciones significativas en los ecosistemas, la sociedad y las economías, lo que podría hacer que grandes áreas de la Tierra fueran inhabitables.

Figura 2. Series temporales de respuesta climática desde 1979 hasta el presente. Las tasas que se muestran en los gráficos son las tasas de cambio por década a lo largo de la serie temporal completa. Estas tasas están en porcentaje, excepto para las variables de intervalo (d, f, g, h, i, k), para las cuales se informa de cambios aditivos. Para la acidez oceánica (pH), la tasa porcentual se basa en el cambio en la actividad del ión de hidrógeno (los valores de pH más bajos representan una mayor acidez). Los datos anuales se muestran en gris. Las líneas negras son líneas de regresión suavizadas de tendencia local. Las fuentes y detalles adicionales de cada variable se proporcionan en el archivo suplementario S2, incluida la tabla S3).

Para asegurar un futuro sostenible, debemos cambiar la forma en que vivimos, de manera que mejoren los signos vitales resumidos por nuestros gráficos. El crecimiento económico y de la población se encuentran entre los impulsores más importantes del aumento de las emisiones de CO2 derivadas de la combustión de combustibles fósiles (Pachauri et al. 2014, Bongaarts y O’Neill 2018); por lo tanto, necesitamos transformaciones audaces y drásticas con respecto a las políticas económicas y de población. Sugerimos seis pasos críticos e interrelacionados (sin un orden en particular) que los gobiernos, las empresas y el resto de la humanidad pueden tomar para disminuir los peores efectos del cambio climático. Estos son pasos importantes, pero no son las únicas acciones necesarias o posibles (Pachauri et al. 2014, IPCC 2018, 2019).

Energía

El mundo debe implementar rápidamente prácticas masivas de eficiencia energética y de conservación, y debe reemplazar los combustibles fósiles con energías renovables bajas en carbono (figura 1h) y otras fuentes de energía más limpias si queremos poner a salvo a las personas y el medio ambiente. Deberíamos dejar las existencias restantes de combustibles fósiles en el subsuelo (ver los plazos en el IPCC 2018) y debemos buscar cuidadosamente emisiones negativas efectivas utilizando tecnología como la captura de carbono de sus fuentes y del aire, especialmente potenciando sistemas naturales (ver el apartado Naturaleza). Los países más ricos necesitan apoyar a las naciones más pobres en la transición que supone abandonar los combustibles fósiles. Debemos eliminar rápidamente los subsidios a los combustibles fósiles (figura 1o) y usar políticas efectivas y justas que aumenten constantemente los precios del carbono para restringir su uso.

Contaminantes de corta duración

Necesitamos reducir rápidamente las emisiones de contaminantes climáticos de vida corta, incluidos el metano (figura 2b), el carbono negro (hollín) y los hidrofluorocarbonos (HFC). Hacer esto podría ralentizar los circuitos de retroalimentación climática y reducir potencialmente en más del 50% la tendencia al calentamiento a corto plazo en las próximas décadas, mientras salva millones de vidas y aumenta el rendimiento de los cultivos debido a la reducción de la contaminación del aire (Shindell et al.2017). La enmienda Kigali de 2016 para reducir los HFC es bienvenida.

Naturaleza

Debemos proteger y restaurar los ecosistemas de la Tierra. El fitoplancton, los arrecifes de coral, los bosques, las sabanas, los pastizales, los humedales, las turberas, los suelos, los manglares y los pastos marinos contribuyen en gran medida al secuestro de CO2 atmosférico. Las plantas marinas y terrestres, los animales y los microorganismos juegan un papel importante en el ciclo y almacenamiento de carbono y nutrientes. Necesitamos reducir rápidamente la pérdida de hábitat y biodiversidad (figura 1f–1g), protegiendo los bosques primarios e intactos que quedan, especialmente aquellos con grandes reservas de carbono y otros bosques que tienen la capacidad de secuestrar rápidamente carbono (proforestación), al tiempo que aumenta la reforestación y la forestación a escalas enormes donde sea apropiado. Aunque la tierra disponible puede estar limitada en algunos lugares, hasta un tercio de las reducciones de emisiones necesarias para 2030 para cumplir el acuerdo de París (menos de 2°C) podrían obtenerse con estas soluciones climáticas naturales (Griscom et al 2017).

Alimentos

Comer principalmente alimentos de origen vegetal al tiempo que reduce el consumo mundial de productos animales (figura 1c–d), especialmente el de ganado rumiante (Ripple et al. 2014), puede mejorar la salud humana y reducir significativamente las emisiones de GEI (incluido el metano del apartado Contaminantes de corta duración). Además, esto liberará tierras de cultivo para cultivar alimentos vegetales muy necesarios en lugar de alimento para el ganado, al tiempo que liberará algunas tierras de pastoreo para apoyar soluciones climáticas naturales (consulte el apartado Naturaleza). Las prácticas de cultivo, como la labranza mínima que aumentan el carbono del suelo, son de vital importancia. Necesitamos reducir drásticamente la enorme cantidad de desperdicio de alimentos en todo el mundo.

Economía

La extracción excesiva de materiales y la sobreexplotación de los ecosistemas, impulsada por el crecimiento económico, deben reducirse rápidamente para mantener la sostenibilidad de la biosfera a largo plazo. Necesitamos una economía libre de carbono que aborde explícitamente la dependencia humana de la biosfera y políticas que guíen, en consecuencia, las decisiones económicas. Nuestros objetivos deben pasar del crecimiento del PIB y la búsqueda de la riqueza al mantenimiento de los ecosistemas y la mejorar del bienestar humano por medio de priorizar las necesidades básicas y reducir la desigualdad.

Población

La población mundial, que sigue aumentando en aproximadamente 80 millones de personas por año, o más de 200.000 por día (figura 1a–b), debe estabilizarse –e idealmente reducirse gradualmente– dentro de un marco que garantice la integridad social. Existen políticas comprobadas y efectivas que fortalecen los derechos humanos al tiempo que reducen las tasas de fertilidad y disminuyen los impactos del crecimiento de la población en las emisiones de GEI y en la pérdida de biodiversidad. Estas políticas deben hacer disponibles para todas las personas los servicios de planificación familiar, eliminando barreras para su acceso, y lograr la plena equidad de género, incluida la educación primaria y secundaria como norma mundial para todos, especialmente para las niñas y mujeres jóvenes (Bongaarts and O’Neill 2018).

Conclusiones

Mitigar y adaptarse al cambio climático al tiempo que se honra la diversidad de los seres humanos implica grandes transformaciones en la forma en que funciona nuestra sociedad global y se interactúa con los ecosistemas naturales. Nos alienta el reciente aumento de la preocupación. Los organismos gubernamentales están haciendo declaraciones de emergencia climática. Los escolares están en huelga. Las demandas por ecocidio se están llevando a los tribunales. Los movimientos de ciudadanos de base exigen cambios, y muchos países, estados y provincias, ciudades y empresas están respondiendo.

Como Alianza de Científicos del Mundo, estamos listos para ayudar a los responsables de la toma de decisiones en una transición justa hacia un futuro sostenible y equitativo. Instamos a un uso generalizado de los signos vitales, lo que permitirá a los responsables formular políticas al sector privado y al público, comprender mejor la magnitud de esta crisis, seguir el progreso y realinear las prioridades para aliviar el cambio climático. La buena noticia es que un cambio tan transformador, con justicia social y económica para todos, promete un bienestar humano mucho mayor que el de hacer lo mismo de siempre. Creemos que las perspectivas serán mejores si los responsables de la toma de decisiones y toda la humanidad responden de inmediato a esta advertencia y declaración de una emergencia climática, y actúan para mantener la vida en el planeta Tierra, nuestro único hogar.

5/11/2019

https://academic.oup.com/bioscience/advance-article/doi/10.1093/biosci/biz088/5610806

William J. Ripple (bill.ripple@oregonstate.edu) y Christopher Wolf (christopher.wolf @ oregonstate.edu) están afiliados al Departamento de Ecosistemas y Sociedad Forestales de la Universidad Estatal de Oregón, en Corvallis, y contribuyeron por igual al trabajo. Thomas M. Newsome está afiliado a la Facultad de Ciencias de la Vida y el Medio Ambiente de la Universidad de Sydney, en Sydney, Nueva Gales del Sur, Australia. Phoebe Barnard está afiliada al Instituto de Biología de la Conservación, en Corvallis, Oregón, y a la Iniciativa Africana de Clima y Desarrollo, en la Universidad de Ciudad del Cabo, en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. William R. Moomaw está afiliado a The Fletcher School y al Global Development and Environment Institute, en la Universidad de Tufts, en Medford, Massachusetts.

La lista de firmantes aparece en el archivo suplementario S1

Para ver el sitio web de la Alianza de Científicos del Mundo o para firmar este artículo, vaya a https://scientistswarning.forestry.oregonstate.edu/

El Worthy Garden Club proporcionó financiación parcial para este proyecto.

Traducción: viento sur

Referencias citadas

Briggs S, Kennel CF, Victor DG. 2015. Planetary vital signs. Nature Climate Change 5: 969.

Bongaarts J, O’Neill BC. 2018. Global warming policy: Is population left out in the cold? Science 361: 650–652.

Griscom BW, et al. 2017. Natural climate solu­tions. Proceedings of the National Academy of Sciences 114: 11645–11650.

[IPCC] Intergovernmental Panel on Climate Change. 2018. Global Warming of 1.5°C: An IPCC Special Report. IPCC.

[IPCC] Intergovernmental Panel on Climate Change. 2019. Climate Change and Land. IPCC.

Pachauri RK, et al. 2014. Climate Change 2014: Synthesis Report. Intergovernmental Panel on Climate Change.

Ripple WJ, Smith P, Haberl H, Montzka SA, McAlpine C, Boucher DH. 2014. Ruminants, climate change, and climate policy. Nature Climate Change 4: 2–5.

Ripple WJ, Wolf C, Newsome TM, Galetti M, Alamgir M, Crist E, Mahmoud MI, Laurance WF. 2017. World scientists’ warning to human­ity: A second notice. BioScience 67: 1026–1028.

Shindell D, Borgford-Parnell N, Brauer M, Haines A, Kuylenstierna J, Leonard S, Ramanathan V, Ravishankara A, Amann M, Srivastava L. 2017. A climate policy pathway for near- and long-term benefits. Science 356: 493–494.

Steffen W, et al. 2018. Trajectories of the Earth System in the Anthropocene. Proceedings of the National Academy of Sciences 115: 8252–8259.

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