Hace pocas semanas visité a la compositora e investigadora, musical y de la cultura afro, Karina Clavijo. Había pasado un buen tiempo de no habernos conversado largamente, pues los chats o redes sociales tienden a generar una falsa percepción de la compañía o de la charla directa. Estimo que nos conocimos hace cerca de una década, y había un tema en común que llamaba nuestra atención: la cultura afroecuatoriana, y especialmente, la de Esmeraldas.
Karina es esmeraldeña y, a pesar de su carrera de cerca de veinte años y haber recorrido con su música mucho mundo y distintas realidades, siente verdadera pasión por la misma cultura que la vio nacer, a lo que le dedica, entre lo espiritual y lo físico, tengo la impresión de que toda la jornada, lo que emociona, encanta e intriga.
La suerte que tuve para, desde un primer contacto, establecer conversación con Karina Clavijo fueron mis experiencias de trabajo, como joven espectador de una Esmeraldas de principios de este siglo, que me fascinó siempre de manera misteriosa, experiencias de las que terminé escribiendo un libro de ficción hace algunos años atrás.
Mis pobres experiencias no podrían compararse con lo que, en el caso de la compositora e investigadora Karina Clavijo, son una vida dedicada a este misterio y fascinación a las que yo apelaba en mi defensa, pues en ella existe el signo y empeño de descifrarlos, permanente y diariamente.
Entonces, la última vez, Karina Clavijo me recibió en la Universidad Central, donde desde hace una temporada es profesora de Canto Afro en los talleres de Artes, junto al Hospital del Día, ex Residencia Universitaria. Antes de pasar a presenciar sus clases, aproveché unos minutos para hacerle una serie de preguntas, con lo que matizaré esta breve crónica.
En el pequeño salón del taller musical en que dos alumnos ansiosos esperan empezar sus ejercicios vocales, Karina tomaba su sitio ante un elegante piano “Rönich” de pared, para empezar a captar la afinación de sus pupilos, al pulsar sus teclas y escuchar los “agudos” con el sonido en letra “i”: respiración; tórax abierto; sensación… “i; e; a; o; u”, suenan en el ejercicio de los alumnos de Karina Clavijo.
Al consultar a Karina acerca de las razones por las que escogió la música entre varias otras opciones que se pudieron haber presentado, ella responde que, desde el gusto personal se determina una elección, así como un aspecto que ella considera genético, por la inclinación hacia la música que ha tenido desde hace mucho tiempo su propia familia, y el factor comunicación, por el carácter de lenguaje que implica la música, y esta es la forma de expresión con que ella se siente más a gusto al comunicarse.
En cuanto a los ritmos y facetas musicales en que Karina Clavijo ha experimentado y prefiere, nos cuenta que inició en el canto coral muy cercano a lo afro, que es lo que más la satisface y es un trabajo que lleva haciendo durante más de veinte años.
Karina Clavijo: “Pero, en realidad he hecho de todo. Y bueno, están por ahí otros grupitos que tuve. Hice punk; hice electrónico… Ahora estoy trabajando con mucha música del mundo. Estamos tocando instrumentos de otros países, como del Asia, del África… Entonces, creo que por ahí va un entendimiento de la música, desde unas percepciones y entendiendo los sistemas musicales no solamente desde el orden occidental, que es lo que nos han enseñado, sino que existen otras formas de ver la música”.
Desde su sitio en el piano del salón de clases, Karina Clavijo hacía una distinción interesante, especialmente para mí, como profano de la música, sobre las diferencias de “voz de pecho y voz de cabeza”, en que explica, de una manera directa y didáctica, la sensación corporal de cómo la nota misma se impregna en el organismo, de manera que en el mismo cuerpo aprende a diferenciarse, y este se familiariza con ellas y consigo mismo.
Con aquellos ejercicios es posible constatar ciertas falencias fisiológicas, ciertos casos respectivos a cuidados o males que se revelan en el órgano de la voz, que un otorrinolaringólogo está en licencia de tratar.
En cuanto a la pasión que en Karina Clavijo pervive, en su interés acerca de la cultura afro, ella nos cuenta que al haber leído varios manuales, en que varios artistas explican con qué se identifican, siempre se está inmerso dentro de una lógica y una filosofía, y ella cree que está muy arraigada en sí misma aquella filosofía africana.
Karina Clavijo: “En el sentido de que el cuerpo denota toda tu experiencia como ser humano; entonces, todo se vuelca a la experiencia corporal y física, y a través de la experiencia física llegas a otros estados espirituales. Creo que eso me ha impactado mucho; porque es a través de tu cuerpo, de tus sensaciones y emociones que empiezas a vivir otras experiencias “metafísicas”, digámoslo así, que creo que son súper importantes y necesarias. Más aún en estos momentos, en que muchos paradigmas se están cayendo -en lo económico, lo social y lo político-, y esa es una manera de encontrarnos con nosotros mismos y reencontrarnos con nuestro propio yo”.
Aquel ejercicio que tiene que ver con los hallazgos fisiológicos de “voz de pecho y voz de cabeza”, es conocido como “propiocepción”, utilizándose también la bella y poética categoría de “color de voz”.
Karina Clavijo y sus pupilos -una mujer y un varón-, habían culminado sus primeros ejercicios de reconocimiento vocal, y cambiaban su predisposición a la práctica de aquellos en el ejercicio interpretativo de la canción “El Guarapo”, en voz de Margarita Huila, lo que consiste al principio en “acentos” y “ubicación de voz”. Pues hay que tener en cuenta que los acentos de la población afro no son los mismos que los del pueblo mestizo en general, y aun de mayor diferencia en el ejercicio musical, tanto por su enfatización rítmica, como en la función sentimental y patética de su objeto de proyección en la sensibilidad de quien escucha o interpreta el género.
“Guarapo me está jumando./Guarapo me jumará./ Y si guarapo me juma,/yo jumaré a loj (los) demás.”
Ejercicios sobre “acentuación idiomática” y técnica del “glisando”: elevar y bajar del tono. Esto, Karina y sus alumnos lo ejecutaban desde un piano eléctrico “Kurzweil” del pequeño salón musical..
Los proyectos inmediatos de Karina Clavijo son la grabación de un disco, ganado en un concurso con SAYCE (Sociedad de Autores y Compositores Ecuatorianos), ejecutándolo con la Orquesta de Instrumentos Andinos y su grupo de marimba. Es un disco, netamente, de música afro; algo que Karina piensa que se lo debía a sí misma.
Karina Clavijo se siente en un constante presente, sin embargo, dentro de su trayectoria se pueden rescatar con especial importancia en su memoria, OTIs, concursos ganados como compositora y la investigación y conceptualización del Museo de Esmeraldas, que es un logro que tiene que ver con la comunidad, en cuanto: “acercarte hacia la noción del museo o de la arqueología a partir del sonido, es una manera diferente de entender las cosas”, comenta Karina.
Karina Clavijo le ha dedicado toda su vida al estudio de la cultura afro esmeraldeña y siente mayor orgullo por la importante recopilación de cantos realizado en este trayecto, pues de esta manera demuestra ser más, mucho más que una simple foklorización o un teatro.
“Anoche dormí en la playa,/esta noche en laj arenaj,/quien tiene la culpa de esa:/¡el aguardiente de caña!”
Mientras sucedía nuestra breve entrevista, los talleres de arte de la Universidad Central adquirían vida, movimiento y sonido: ejercicios de canto que se escuchaban desde un aula, dos estudiantes de actuación que a nuestro lado ejecutaban una disputa sentimental, y todo aquello anunciaba que Karina Clavijo, mi anfitriona, debía también prepararse para la clase que aquí he intentado recrear y las siguientes a las que por esa ocasión yo no podría asistir, pero que imaginaría después de esta primera asistencia.
En cuanto a otros proyectos e intereses que la compositora e investigadora comentó, son los de “cultura funeraria y música de muertos”, el último, sector un tanto relegado de los estudios del arte negro ecuatoriano, en que una de las pocas estudiosas es, precisamente, Karina.
“Estamos súper asociados a lo que es la vida, pero deseamos divorciarnos de lo que es la muerte. Y creo que es parte esencial de aprender a asumir este condicionamiento y esta perspectiva de la muerte de una manera natural”.
Es una coincidencia, sí, pero hemos terminado con el tema de la muerte. En cierto comentario de un libro que leí, se pone como ejemplo al director de cine y escritor italiano Pier Paolo Pasolini por una ponencia suya en un congreso de semiótica, en que habla del texto artístico como si de un organismo se tratara, y que es totalmente necesario desarrollarlo hasta que este fenece, muere, es demandado por su propia supresión. Solo coincidencias; aunque en este caso tenga que romper la lógica del comentario -y si a esta crónica sobre el arte se eleva a texto artístico- para situarme en la región encantada de la fantasmagoría, en los varios recuerdos que trae, entre imágenes y otras texturas ya casi imaginadas, la memoria en que Karina Clavijo está a punto de desprenderse y abandonar la lámina surreal de esta especie de ensueño, hasta presentarse de nuevo, con toda su presencia y fuerza expresiva, en una próxima cita o creación.
“Anoche jugué y perdí,/y gané con mi baraja”.
Queda sonando el canto.
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