Rosa Luxemburgo desde América Latina

Por Hernán Ouviña

Un fantasma recorre América Latina: el fantasma de Rosa Luxemburgo. Su espectro sobrevuela las resistencias e iniciativas de los sectores más combativos del movimiento obrero y los pueblos indígenas, del campesinado y los feminismos plebeyos, del estudiantado y las comunidades migrantes. Más allá de sus matices y posibles diferencias, podemos afirmar que, en conjunto, este crisol de luchas evidencia que vivimos un tiempo histórico acorde con el luxemburguismo.

Sin embargo, para bien y para mal, ésta es una historia que aún no es plenamente Historia. Para bien, porque Rosa dista de ser una marxista anclada meramente en su época y su contexto específico, como algo situado sin más en el pasado. Por el contrario, hoy su obra -entendida como la conjunción de lo pensado, sentido y actuado por ella- se nos presenta como tremendamente actual e imperecedera: sus conceptos y reflexiones, la agudeza de sus críticas, advertencias y denuncias resultan premonitorias y de enorme vigencia, no sólo para cepillar a contrapelo lo acontecido durante el siglo XX, sino también y sobre todo para analizar a -e incidir en- las apuestas emancipatorias y los procesos socio-políticos más radicales que se despliegan en el sur global, y en particular en América Latina. Para mal, porque todavía no se ha reconstruido, en toda su riqueza y complejidad, la recepción, influencia y recreación de la obra de Rosa Luxemburgo en nuestro continente. Esta es una tarea pendiente de suma importancia, que en forma parcial y aproximativa se está intentando subsanar desde hace algunos años en la región, y a la que esta ponencia pretende también aportar.

Mariátegui (der.) en la avenida Unter den Linden, de Berlín, en 1922. Foto: Archivo José Carlos Mariátegui www.mariategui.org

Al respecto, creemos pertinente partir de una cierta periodización o desdoblamiento de los ciclos de la lucha de clases en el sur global durante el último siglo, en tres grandes momentos, dentro de los cuales el espectro de Rosa circunda, influye y aporta a la revitalización del marxismo latinoamericano en una clave crítica y revolucionaria, contribuyendo a potenciar las luchas anti-sistémicas en nuestro continente.

La unidad entre teoría y acción

El primero de ellos emerge al calor de las últimas reflexiones y disputas militantes libradas por la propia Rosa, e involucra centralmente los primeros años posteriores a su asesinato. Como es sabido, entre 1917 y 1923 se vive un proceso de exacerbación de la lucha de clases que implica -más allá de las particularidades de cada territorio- una dinámica de insubordinación global. En este marco, la figura de José Carlos Mariátegui (1894-1930), marxista peruano y uno de los más originales intelectuales militantes de América Latina, se destaca por su sugerente apropiación del legado luxemburguista, e incluso por las notables afinidades que ostenta con respecto al derrotero de Rosa como revolucionaria incómoda para la época. En ambos casos, estamos en presencia de figuras “trágicas”, cuya vida se trunca abruptamente, que batallan tanto contra el reformismo y las lecturas positivistas del marxismo, como con aquellas visiones que pretendían hacer de la revolución rusa un “modelo” a replicar en todo tiempo y lugar.

La unidad indisoluble entre teoría y acción, el punto de vista de la totalidad como principio epistemológico del marxismo, la crítica al eurocentrismo que imbuía en aquel entonces a la inmensa mayoría de la izquierda, la denuncia de las formas imperiales de despojo en la periferia capitalista, la revalorización de las formas comunitarias de vida social, la defensa enconada del internacionalismo sin descuidar el análisis situado de la realidad, la apuesta por formas organizativas más democráticas y la confianza en la capacidad autoemancipatoria de las masas, son algunos de los puntos en común que los hermana. El destino de ambos también es similar: excomulgados por la III Internacional y gran parte de los partidos comunistas, al poco tiempo de fallecer, sus apellidos pasaron a ser sinónimo de error político y debilidad teórica, deviniendo herejías que debían ser combatidas con igual esmero.

Si bien no podemos extendernos, vale la pena destacar que durante su prolongada estancia en Europa (donde adscribe al marxismo y vivencia lo que define como una “crisis civilizatoria”) Mariátegui llega a visitar en 1922 Alemania, durante un contexto en el que aún el proceso revolucionario no se había cerrado definitivamente en el país. Tras su regreso a Perú al año siguiente, dicta una serie de conferencias en el marco de las Universidades Populares “González Prada” (un espacio de autoformación política con idéntica vocación a la de la Escuela de partido en Berlín de la que supo ser parte Rosa, que fungía de instancia de articulación de las luchas obreras, estudiantiles e indígenas), donde dos de los conversatorios los dedica íntegramente al análisis de los acontecimientos ocurridos en territorio germano. Allí brinda una sentida semblanza de Rosa, en la que expresa: “Rosa Luxemburgo, figura internacional y figura intelectual y dinámica, tenía también una posición eminente en el socialismo alemán. Se veía, y se respetaba en ella, su doble capacidad para la acción y para el pensamiento, para la realización y para la teoría. Al mismo tiempo era Rosa Luxemburgo un cerebro y un brazo del proletariado alemán”.

No será ésta la única vez que aluda a ella en sus escritos. Al final de su vida, entre 1929 y 1930, en un contexto donde el “luxemburguismo” no gozaba en absoluto de legitimidad en las filas de la izquierda, Mariátegui escribe una serie de notas bajo el título de Defensa del Marxismo, en las que reivindica a la praxis como columna vertebral de todo proyecto revolucionario, que según él implica la creación de hombres y mujeres radicalmente distintos a los que forja el capitalismo. Entre los nombres que destaca como ejemplos de este tipo de figuras que amalgaman pensamiento crítico, nueva sensibilidad y acción transformadora, nuevamente despunta Rosa: “¿Y en Rosa Luxemburgo, acaso no se unimisman, a toda hora, la combatiente y la artista? ¿Quién vive con más plenitud e intensidad de idea y creación? Vendrá un tiempo en que, a despecho de los engreídos catedráticos, que acaparan hoy la representación oficial de la cultura, la asombrosa mujer que escribió desde la prisión esas maravillosas cartas a Luisa Kautsky, despertará la misma devoción y encontrará el mismo reconocimiento que una Teresa de Ávila. Espíritu más filosófico y moderno que toda la caterva pedante que la ignora puso en el poema trágico de su existencia el heroísmo, la belleza, la agonía y el gozo, que no enseña ninguna escuela de sabiduría”.

Esta reivindicación de Luxemburgo lleva a Mariátegui a traducir y publicar en la revista Amauta (de la que supo ser fundador y director hasta su muerte), al cumplirse en 1929 diez años de su asesinato, el texto “Navidad en el asilo de noche”, escrito por la propia Rosa, así como editar en ella, a comienzos de 1930, un extenso artículo de homenaje a la revolucionaria polaca, redactado por la poeta argentina y activista de izquierda Nydia Lamarque, bajo el título de “La vida heroica de Rosa Luxemburgo”, que sugestivamente incluye como ilustración complementaria el dibujo de una indígena “hiladora” de los Andes. Todo un símbolo a pesar de las distancias étnicas, geográficas y filosóficas. Tejer redes e ideas, enhebrar luchas y hermanar resistencias tanto en el centro europeo (donde el proletariado urbano asumía un rol fundamental) como en las periferias del sur global (en las que las comunidades campesinas e indígenas resistían con tesón a la acumulación por despojo), fue algo que obsesionó a Rosa a lo largo de su ajetreada e intensa vida militante.

Exhumando el luxemburguismo

La derrota y el reflujo paulatino de todas estas luchas, la brutal represión acometida por el fascismo y el nazismo, así como la consolidación del stalinismo dentro de los partidos de izquierda, trajeron aparejado un contexto sumamente adverso para el marxismo crítico, y un eclipsamiento casi total de aquellas tradiciones distantes de la socialdemocracia y el leninismo. No obstante, la década del sesenta será un segundo tiempo de resurgimiento y ebullición de las luchas populares, que permite rescatar la obra de Rosa Luxemburgo al compás de las rebeliones vividas en buena parte del sur global.

Esta nueva insubordinación global que tiene como años emblemáticos a 1967, 1968 y 1969, torna propicia la exhumación de Rosa como militante anticapitalista, heterodoxa e integral. En las multitudinarias manifestaciones contra la guerra en Vietnam, junto a pancartas de Hồ Chí Minh y el Che Guevara, se destacan las de su inconfundible rostro. El mayo francés, el otoño caliente italiano y el movimiento estudiantil y de izquierda extraparlamentaria en Alemania, revitalizan sus ideas y propuestas. Si ya la revolución cubana había abierto tempranamente un período de recreación del pensamiento crítico en América Latina, movimientos insurgentes y rebeliones populares en diversos territorios de nuestro continente traen al presente sus aportes.

Dentro de la constelación de corrientes de la nueva izquierda que irrumpe con fuerza en aquellos años, cabe resaltar a un grupo político-cultural argentino, conocido como Pasado y Presente, que en franca ruptura con las tradiciones más ortodoxas del marxismo, publica una revista homónima y una serie de cuadernos en formato de libro (que, a lo largo de más de una década, llegan a tener en total, tras sucesivas reediciones, una tirada de casi un millón de ejemplares). En este marco precisamente dan a conocer varios libros y artículos de Rosa Luxemburgo, inéditos hasta ese entonces en lengua española. En medio de un contexto signado por una cruenta dictadura militar, el grupo Pasado y Presente difunde sus ideas en la ciudad de Córdoba, que se ve sacudida por una huelga política de masas con tintes insurreccionales, conocida como el “Cordobazo”, que involucra la proliferación de barricadas y el enfrentamiento con las fuerzas policiales, desbordando incluso a las dirigencias sindicales y partidarias desde una sana y combativa espontaneidad.

Entre los varios escritos que publican de Rosa, uno de ellos resulta clave para entender a estos inéditos procesos de autoactividad popular: Huelga de masas, partido y sindicatos se edita en Argentina (y por primera vez en castellano en todo el mundo) en mayo de 1970, cuando se cumple el primer aniversario del “Cordobazo”, al que de ahí en más le suceden otras rebeliones similares en el resto del país y también en otras latitudes de nuestro continente. En simultáneo a la difusión de este escrito maldito de Rosa, que de acuerdo al grupo Pasado y Presente “puede arrojar muchas enseñanzas y reflexiones válidas para el examen de los tiempos actuales”, publican su texto Problemas organizativos de la socialdemocracia rusa, el borrador titulado La revolución rusa, la Anticrítica que redacta como respuesta frente a los cuestionamientos a su libro La acumulación del capital, así como Introducción a la economía política, material póstumo de enorme relevancia para la realidad latinoamericana, y variados artículos y documentos vinculados con la cuestión nacional en Polonia y en Europa.

José Aricó, principal referente del grupo Pasado y Presente y traductor de algunos de estos textos de Rosa, afirma por esos años que editar a Luxemburgo es ante todo un acto político, que “adquiere una doble significación: la de un homenaje a la revolucionaria asesinada por la canalla de Noske, y a la vez la del rescate de una elaboración teórica y política fundamental para el marxismo, silenciada durante años por el stalinismo”. En esa coyuntura tan convulsionada en Argentina, esta generación reconocía que “el pensamiento de Rosa Luxemburgo se nos presenta de una actualidad sorprendente. Es quizás esa actualidad lo que atemoriza tanto a los dogmáticos y los impulsa a seguir silenciando a la gran revolucionaria”. Consideramos que la original experiencia de Pasado y Presente se emparenta con lo que Frigga Haug definió como la “línea Luxemburgo-Gramsci”, en la medida en que en sus reflexiones e iniciativas político-culturales, supieron amalgamar lo mejor de estos marxistas heterodoxos, incómodos tanto para la socialdemocracia como para el leninismo en su variante stalinista.

Como se puede comprobar revisando las fechas de edición de los libros y materiales que abordan la obra de Rosa en nuestro continente, la bibliografía de su propia autoría o bien centrada en ella tiene su mayor difusión durante los años ’70. Sin duda hay un contexto latinoamericano y global que requiere herramientas teórico-analíticas y de intervención militante que vayan a contramano de los dogmatismos predominantes hasta ese entonces, y los escritos de Rosa resultan -ejercicio de traducción y actualización mediante- una brújula potente en aquel conmovedor tiempo histórico de crisis capitalista, donde la politización de las clases populares y el ascenso de las luchas constituye una invariante condición de época. La obra luxemburguista irrumpe en este momento tan álgido con una enorme potencialidad, para ensayar apuestas políticas de un socialismo anti-autoritario y radical, a contramano de toda lógica burocrática o puramente parlamentarista, privilegiando el protagonismo popular desde abajo, desde un sentir más acorde a los enormes desafíos de una coyuntura donde se trata ante todo de exigir lo imposible.

No obstante, el reflujo que le sucede a este período de protesta y descontento planetario, signado por una contrarrevolución que supuso un ejercicio generalizado del terrorismo estatal y paramilitar en gran parte del sur global durante los años setenta y ochenta, así como el estatismo autoritario y la ofensiva neoliberal desplegada en Europa en esas décadas, combinadas con el desconcierto y la desazón como consecuencia de la implosión de los regímenes autodenominados socialistas, hacen menguar la vitalidad del marxismo como concepción del mundo y brújula para la acción transformadora.

Nuevas rebeliones, nuevos horizontes

El nuevo ciclo de luchas populares e impugnación al neoliberalismo en la región que irrumpe durante los años ’90, fue la oportunidad para que Rosa retorne como una referencia teórico-política cada vez más importante de las resistencias desplegadas a lo largo y ancho del continente, por movimientos sociales y organizaciones de base inéditas. El llamado Caracazo de 1989 en Venezuela, la rebelión indígena en territorio ecuatoriano en 1990, la conmemoración de los 500 años de resistencia a la opresión colonial en 1992 y el alzamiento zapatista el 1 de enero de 1994 en Chiapas (México), la guerra del agua y del gas en Bolivia, el 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina, así como un sinfín de procesos de insubordinación de masas, resultaron hitos precursores de esta nueva fase de protesta y descontento de masas, pero también de autoafirmación y construcción de poder territorial que, con vaivenes y altibajos, se mantiene en pie más allá de las alternancias gubernamentales de uno u otro pelaje ideológico, y que en los últimos años parece haber cobrado un nuevo impulso de la mano de los movimientos feministas y popular-comunitarios en contra del extractivismo y las múltiples formas de violencia sobre los cuerpos, y que durante 2019 ha incluido verdaderas huelgas políticas de masas y revueltas callejeras (la mayoría de ellas de carácter espontáneo) en países como Haití, Chile, Colombia y Ecuador, que tornan más vitales aún las elucubraciones de Rosa al respecto.

En este sentido, nos asumimos como parte de una nueva generación intelectual y militante que, en los últimos años en particular, ha intentado traer al presente y recrear ciertas ideas e hipótesis luxemburguistas, con el propósito de aportar a la reflexión y acción de las organizaciones de izquierda y los movimientos populares de carácter anticapitalista, anticolonial, antiimperial y antipatriarcal. Si bien son numerosos los aportes que Rosa brinda para la actual coyuntura latinoamericana, no podremos profundizarlos aquí en detalle, tal como sí lo hacemos en nuestro libro Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política. Una lectura desde América Latina (2019).

 

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