El legado de Santiago García, el embajador mundial del teatro

 “Santiago es un ejemplo poético, de provocación para que sigamos inventando”

-Cesar Badillo-

«Se me perdieron las llaves del mundo»…

Santiago García.

Por: Jeremy Vagabundo.

No soy el más erudito para escribir sobre uno de los grandes maestros del mundo y en especial del teatro latinoamericano y padre del teatro colombiano.

No recorrí ningún proceso con él o fui alumno suyo o parte de su grupo, no nunca.

Pero lo consideraba mi maestro, de esos maestros que a pesar de verlos casi a diario, verlo durante años cruzar las calles del barrio La Candelaria, de tenerlo cerca, de haber hablado con él,   no tuve la oportunidad de recibir  de manera directa sus enseñanzas.

Lo considero mi maestro por su amor al teatro, por sus obras teatrales, por sus charlas, por su ejemplo, por sus enseñanzas adquiridas a través de otros, lo considero mi maestro porque es uno de los culpables de que me quedara para siempre en este oficio.

Mi maestro directo fue y es otro, Crispulo Torres, quien sí tuvo esa oportunidad  y  ese sí que es el culpable directo (está mal hablar de culpas, realmente gracias a ellos soy lo que soy) Crispulo Torres el director junto con Mónica Camacho del Teatro Tecal me enseñaron como era la vaina, pero a Santiago lo seguiré considerando también uno de mis maestros y más aún, en ese tipo de familia teatral que uno se va armando en la cabeza con los años, Santiago era el abuelo chévere, el que sabía cómo sorprender, un poco arisco, curioso, pero siempre dispuesto a dar una palabra, un cariño teatral.

Vivir en el barrio La Candelaria es vivir en un lugar donde el teatro hierve, es uno de los barrios más teatrales que conozco de Latinoamérica,  con muchas casas teatrales que han logrado sobrevivir al embiste de las crisis y de los malos momentos, no solo económicos sino también sociales, han sobrevivido a la violencia y un poco al olvido.

Aún existen y son elefantes vivos El Teatro La Candelaria, El Teatro Taller de Colombia, El Teatro Gabriel García Márquez (el original) El Teatro Tecal, El Teatro Libre, el Teatro Colon, el Teatro Camarín del Carmen (espero no olvidar ninguno) además de varios lugares donde también se hace y se presenta teatro como es la Fundación Gilberto Álzate Avendaño, las casas comunitarias, uno que otro hostal, teatros más recientes y eso sin mencionar la cantidad de lugares de ensayo y la gran cantidad de actores y actrices que viven en el barrio.

En semejante semillero y caldo de cultivo escénico, Santiago García era el referente fuerte, y símbolo de resistencia teatral, era el personaje más García Marquiano, de un barrio que forma parte del realismo mágico  macondiano de Colombia.

Ahí vivió y construyó su obra, ahí lo vimos pasearse con las manos atrás, pensativo, distante, saludando a veces de lejos, pero eso sí, siempre humilde, siempre dispuesto a dar una palabra teatral, con su imagen de hombre profundo, sabio, esos que dan ganas de abrazar y querer, ese Maestro que no pasaba desapercibido pero que no tenía afán de ser encasillado como tal, nunca sentí de Santiago que se creyera el capo de la tribu o él manda más como si pasa con otros que apenas adquieren nombre levitan y se olvidan de hacer buenas obras, se olvidan de los que vienen después e incluso se olvidan de su propio público, Santiago estaba lejos de ser así, por lo menos esa imagen exportaba y esa sensación quedaba luego de hablar con él y ver sus obras.

Tuve la inmensa fortuna de tener su ejemplo y el ejemplo también de Crispulo Torres, ejemplo de personas con muchos conocimientos pero humildes a la hora de enseñar y relacionarse con los otros, no sé si yo lo seré,  guau espero que sí, pero aprendí de ellos que saber no es necesariamente creerse el gran artista, el ego artístico no pasa por ellos; sí el orgullo de saber ser lo que son, pero eso  es otra cosa.

En el mismo rublo de los grandes como Dario Fo, Peter Brook, Eugenio Barba esta para mí Santiago, Santiago García, junto con aquel que se fue antes: Enrique Buenaventura

Ya lo escuche decir una vez a Fernando Duque, historiador e investigador teatral colombiano,  que en Latinoamérica Enrique era Brecht y era tan importante como él. Otro grande que se fue.

Volviendo, aquí aclaro algo: En el barrio La Candelaria de Bogotá, está el Teatro La Candelaria y su director era Santiago García.

Recuerdo que del Teatro La Candelaria algunas de sus obras me taladraron la cabeza cuando las vi.

Voy a mencionar un par:

EL PASO O PARABOLA DEL CAMINO. (1988)

Foto de Ignacio Rodríguez y Álvaro Rodríguez en la obra El paso del Teatro La Candelaria. Cortesía Teatro La Candelaria.

Qué bonito nombre para una obra, creo que la vi en la temporada de estreno, de ella recuerdo a un gigante Álvaro Rodríguez que con su actuación me hizo construir una teoría que ahora trabajo con los actores y actrices de mis obras: “El actor debe construir un personaje tal que logre recordación en el público durante años”.  Hoy, treinta años después de haberla visto, recuerdo su personaje en escena, eso dice mucho de lo potente que era Álvaro en esa obra.

García siempre trataba de cambiar la ruta de viaje en cada producción. Tanto así que para alejarse del éxito que significó Guadalupe apostó por una historia que no se contaba con palabras, ni música, sino a partir de gestos y silencios eso fue El Paso. (Diario El Tiempo,  3 de junio de 2016)

DIALOGO DEL REBUSQUE. (1981)

Esta obra particularmente me hace recordar a Santiago actuando, nunca pude escribir, dirigir y actuar bien, las obras en las que hice las tres, fueron mis peores montajes (perdón actores y actrices de esos procesos)  esta obra era rara para mí, pero no rara mal, sino bellamente rara, todo me parecía viejo, como sin color, un montón de gente en la escena que no podía dejar de ver,  y una escena donde Pacho atravesaba el escenario en bola, que uno se decía ¿Qué fue eso?

Ojo no estoy hablando de las obras con el contenido profundo y de análisis que un buen analista estaría haciendo, estoy hablando desde la perspectiva de haberlas visto hace años atrás, muchos años y aun recodarlas. Esta obra y El Paso, fueron fundamentales para mi proceso más que teatral, de vida porque al verlas, junto con algunas otras, me dije: pucha esto es lo que quiero ser y hacer.  (Curiosamente la más importante fue una de calle del Teatro Tecal en el Parque Nacional y quien iba a creer que termine formándome y siendo parte de ese grupo, pero bueno esa es otra historia)

También vi, La Trifulca, En La Raya, Femina Ludens, Manda Patibularia, Corre Corre Carigueta, La Tras-Escena, De Caos y de Cacaos,  Tráfico Pesado, A Titulo Personal El Quijote  y cada obra era una palmada en la espalda que me decía: animo sigue por donde vas, no desfallezcas.

No sé si Santiago era consciente del efecto de su obra en los demás grupos, actores y actrices, pero ahora no alcanzo a imaginar la  cantidad de charlas y de menciones que tuvimos a lo largo de los años en tantos lugares sobre su legado, sobre lo que estaba haciendo, sobre cómo lo percibíamos y como nos estimulaba a continuar,  hacia algunos años venia peleando con el alzhéimer, enfermedad terrible  para un genio, hace años lo veíamos caminar por las calles del barrio como diciéndonos: Ya déjense de joder, ya hice lo mío, hagan lo suyo y ahora en momentos en que el mundo anda al revés, decidió irse, y digo decidió porque no puedo sacarme de la cabeza la idea de que se aburrió de vernos como estamos.

Diego Barragán Beltrán actor y profesor del Teatro Libre, cuenta la siguiente anécdota: “Hace dos o más años me lo encontré caminando por la carrera tercera. Me vio, lo saludé, me devolvió el saludo y luego se me acercó y me dijo algo así como: «Se me perdieron las llaves del mundo»…

Al parecer el maestro las encontró y se fue a ese lugar que tanto le gustaba después del teatro, a ese lugar donde están las estrellas, no las terrenales, sino las que están en el cielo.

Adiós Maestro Santiago García, gracias por tu hermoso legado y buen viaje, adiós

Acerca de Fernando Prieto Valencia 10 Articles
Director de teatro, escritor y dramaturgo, andariego.

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