El Coronavirus y la opinión pública norteamericana

Por Jesús Arboleya

Acaban de darse a conocer los resultados de una encuesta de la empresa Gallup, donde se afirma que Donald Trump ha alcanzado un 49 % de aprobación, el más alto durante su mandato. La razón que se aduce es que un 60 % de los estadounidenses califican de positiva su gestión para enfrentar la crisis originada por la pandemia del coronavirus.

Este resultado contradice la opinión de la mayoría de los analistas, los cuales aseguraban que el virus había llegado para hundir las aspiraciones electorales de Donald Trump, debido precisamente a los errores del gobierno en el manejo de la crisis y la falta de veracidad del presidente en sus informaciones al pueblo. Vale entonces que analicemos las razones de este inesperado respaldo.

No se puede decir que es el resultado de la manipulación de la gran prensa norteamericana, como ha ocurrido en muchas ocasiones. Al contrario, es difícil encontrar un órgano de este tipo que no haya sido muy crítico de su actuación. El problema es que estos medios ya no son tan respetados e influyentes como antes.

Así lo ha percibido Donald Trump y ha cargado contra ellos: “Miro y oigo las falsas noticias (fake news) de CNN, MSDNC, ABC, NBC, CBS, algunos de FOX (desesperada y estúpidamente tratando de ser políticamente correcta), el NYT, el WP, y todo lo que veo es odio hacia mí a cualquier costo. ¿No entienden que se están destruyendo ellos mismos?”.

Es una crisis de credibilidad que abarca también al Congreso, los partidos políticos, la burocracia gubernamental, por lo que Trump puede prescindir de todos para cultivar el respaldo de sus partidarios. Frente a los peores pronósticos, el presidente se sitúa como el mensajero de la esperanza, por otra parte, su reafirmación de la “excepcionalidad” norteamericana, sirve para infundir seguridad en personas que necesitan algún asidero. Como me dijo un amigo, es como escuchar al Papa asegurando la salvación, tener dudas es un pecado y un desconsuelo.

Ello ocurre día tras día, con Trump en las pantallas de los televisores, mostrándose a cargo de la situación. Una táctica de saturación mediática, que también sirve para invisibilizar a sus contrarios, ya que el magnate nunca olvida las elecciones. El resultado deseado ha sido convertir a Joe Biden en el principal “aislado social” del país.

Para colmo, pudiéramos decir que “el virus es republicano”, ya que ataca con más fuerza en las grandes concentraciones urbanas, donde radica la base política de los demócratas. Trump no ha dejado de culpar a los gobernantes de estos estados por el supuesto mal manejo de la crisis y en muchos casos se ha negado a prestarles la ayuda necesaria por parte del gobierno federal.

También ha sabido asumir posturas de “comandante en jefe” y ha inventado una guerra, no contra un virus desconocido, sino contra uno muy específico, el “virus chino”. De esta manera, se reproduce un patrón de “unidad nacional frente a la agresión externa”, que ha servido a todos los presidentes norteamericanos para reafirmar su autoridad. Trump no sabrá de pandemias, pero es capaz de manejar la demagogia como nadie.

Se presenta, además, como un defensor a ultranza de la economía del país y eso significa mucho para los norteamericanos, toda vez que el culto al dinero está en el ADN de su ideología. El mundo se horroriza cuando escucha al presidente colocar la economía por delante del cuidado de las vidas, pero el individualismo, arraigado en la cultura nacional, establece una clara distinción entre la vida ajena y la propia, la que no se concibe sin la aspiración de satisfacer los más ambiciosos intereses materiales. El vicegobernador de Texas no está solo al afirmar que vale la pena que los viejos se inmolen por la economía y cuando Trump habla de la posibilidad de miles de suicidios en caso de una crisis económica, no hace otra cosa que recordar hechos reales de la historia de Estados Unidos.

Trump promulgó ayer viernes un paquete de rescate  por 2, 2 billones de dólares. Tal cifra estará destinada al otorgamiento de préstamos a las pequeñas empresas que conserven a sus empleados y fondos de rescate para las grandes corporaciones, como se hizo durante la crisis económica de 2008, y una cifra destinada al envío de dinero a la mayoría de los trabajadores afectados en sus empleos.

A pesar de que parece provenir de una propuesta demócrata y no tratarse de una cantidad significativa, apenas 1 200 dólares a cada ciudadano, el impacto psicológico de la medida a favor de Donald Trump no debe ser subestimado. “Al menos el presidente se acuerda de nosotros”, deben haber pensado muchos, cuando recibieron la noticia de que pronto recibirían un cheque. No es casual que el aumento de cinco puntos en el nivel de aprobación reflejado por la encuesta de Gallup, ocurrió precisamente cuando se dio a conocer este plan.

Nada extraño tiene entonces que una parte de los norteamericanos, desconocedores de la envergadura de la crisis y lo que realmente debió haberse hecho para contenerla, perciba positivamente la gestión de Donald Trump. Simplemente no tienen otro referente fiable, porque no creen en otras fuentes, las cuales, según les han hecho creer, actúan “guiadas por el odio a toda costa” contra el presidente.

Lo difícil para Donald Trump será sostener indefinidamente la apariencia de que tiene bajo control una epidemia que ya coloca a Estados Unidos con el mayor número de casos confirmados en el mundo y en pocos días ha originado más de tres millones de desempleados. La evidencia que resulte de este crecimiento exponencial le puede costar la reelección.

Pero puede ocurrir todo lo contrario, porque el país no espera que la solución implique el acceso igualitario a los respiradores. A la larga, aunque no serán los únicos, los pobres serán los más afectados, y entonces puede ser que Donald Trump continúe recibiendo altos niveles de aprobación. En definitiva, esa es la naturaleza del sistema y ningún coronavirus va a cambiarla.

Fuente: Progreso Semanal/ Weekly

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