Quién dispone del tiempo de quién…esa es la cuestión

Lxs Glovers organizadxs del Ecuador se mantienen en movilización permanente desde el 17 de abril, día en que llevaron a cabo una protesta para exigir un incremento en sus ingresos y la provisión de implementos de bioseguridad para protegerse del Covid-19. Su firmeza y perseverancia en el proceso de lucha comienza a dar sus frutos: David Gómez, gerente general de Glovo en Ecuador, se comprometió a estudiar cada uno de los puntos y solicitudes de lxs riders movilizadxs para la búsqueda de soluciones rápidas y eficaces. No obstante, a más de una semana, la respuesta de Glovo sigue siendo insuficiente: la empresa no puede perder y, por ende, lxs repartidorxs no son merecedorxs de pagos justos

Soplan los vientos a favor de la uberización de la economía. Siembra sus frutos suculentos la digitalización de la explotación capitalista. La sofisticación de la esclavitud y el abuso clasista atraviesa las urbes superpobladas, abriéndose camino entre autovías y bulevares, extendiéndose en medio de un clima apacible que allana las voluntades, suaviza rebeldías y motines. La ciudadanía se confina en las casas, desde donde comienza a atribuir al cautiverio otros sentidos donde la limitación física se esfuma, dando paso a la virtualidad que sirve para huir del vacío, y colmar otros tantos huecos y quiebres por medio de la infalible receta de la seguridad. En tanto, quienes ni siquiera fueron aceptadxs en el selecto club de la gente con derechos, viven otra clase de encierro al que los gobiernos raramente se referirán: el que llega a producir agorafobia cuando “la calle que infecta”, de la que todxs se protegen, se vuelve tu hogar, tu fábrica, tu cómplice y tu amenaza al mismo tiempo.

Nos encontramos, en este escenario del surrealismo, con la vanguardia del entrepreneurship; los genios del storytelling; quienes arrasan con todo elemento susceptible de ser monetizado en tanto convierten la miseria en resiliencia y espíritu innovador, y la cotidianeidad en fábrica productora de valor. Es la panorámica de una sociedad donde las masas adolecen de inmunidad frente a la vigilancia y la agenda setting de la dictadura tecnológica. Se trata del poder absoluto de las compañías que rentabilizan, con su omnipresencia desapercibida, cada una de las esferas de nuestras vidas en las que, por cierto, la realidad es ya casi inimaginable sin la virtualidad.

 

Es paradójica la forma en que las plataformas de reparto a domicilio como Glovo, Uber Eats, Cabify o Rappi, que en los últimos años lograron una extensa e intensa penetración en la gran mayoría de las selvas urbanitas implantadas en el mercado global, replican los mecanismos de explotación capitalista que en su día aprendimos a comprender de la mano de Marx. En la era postindustrial y posmaterial, la erradicación exponencial de las fuentes de riqueza naturales obliga a los grandes tenedores de los medios de producción transitar hacia modos de generación y acumulación de plusvalía sustentados sobre bases conceptuales, ficticias, etéreas, que reemplazan la dependencia hacia la finitud orgánica por la sujeción en torno a la fluctuación del consenso social.

No obstante, hay un elemento sustancial que la clase capitalista sigue y seguirá necesitando en su ireemplazable fin de seguir acumulando valor. Se trata de la más primitiva, orgánica e impredecible de todas las mercancías: el ser humano con su fuerza de trabajo, que se convierte en “plusvalía para el explotador” una vez transvasado el umbral de horas de labor (enajenada) socialmente necesarias para satisfacer las propias necesidades vitales.

 

Mientras quienes se encuentran en la vanguardia del desarrollo tecnológico idean y experimentan, cada día, nuevos mecanismos de acaparación de beneficio, a través de la extracción de plusvalía bajo la modalidad del free digital labor (trabajo digital gratuito que lxs ciudadanxs hiperconectadxs aportamos, en gran medida de forma inconsciente, a las compañías dueñas de los servidores y softwares que capturan, depositan y capitalizan los billones de datos que generamos mientras expresamos nuestros likes y dislikes, realizamos nuestras búsquedas en Google, compramos online, etc.), millones de personas se ven abocadas aún a los modos de explotación más tradicional. Es el abuso clasista, racista, colonial y patriarcal de toda la vida que, mientras permanezca relativizada y soterrada bajo la dura piel de quienes son consideradxs desechables, de quienes no importan a nadie, coexistirá con las nuevas formas de explotación que pasan desapercibidas dado que son disimulables, en tanto se camuflan en el tiempo dedicado a la diversión, a la socialización, e incluso al aprendizaje y a la actividad intelectual.

 

Yuli Ramírez y Javier Pozo, así como lxs miles de riders en Quito y en otras zonas urbanas del Ecuador, se encuentran en el lado de quienes padecen el modo de sobreexplotación tradicional, pero camuflado bajo un concepto que genera muy buena onda en la sociedad posmo: son colaboradorxs. Son lxs portavoces del colectivo de lxs Glovers organizadxs del Ecuador, quienes, por su condición de precariedad, de migración, y otros miles de factores y legados estructurales que determinan sus vidas y su porvenir, recorren kilómetros en sus motos y bicicletas para entregar tiempo de vida a cambio de la plata justa para poder seguir, literalmente, existiendo.

 

Mientras empresas tan tecnológicamente avanzadas como Glovo se aprovechan de su condición de inseguridad alimentaria, económica, administrativa y/o legal para adueñarse de su tiempo (muy poco valorado en el mercado) y venderlo en un mercado con una alta demanda de deseos de comodidad y de ahorro del tiempo, un amplio espectro de ciudadanxs (desde la clase media-baja hasta la cúspide de la pirámide) entrega sus datos, altamente cotizados, en tanto realiza su pedido de sushi y chatea por Whatsapp; se trata de quienes engrosan, por así decirlo, esa gran masa de prosumers que, aunque sin contrato ni sueldo, genera grandes ganancias para la minería de la información.

Es así que viene urdiéndose una trenza cada vez más apretada de inter-explotación; aunque, claro está, quien empuña el peine y marca, separa, manipula y tira de los mechones es la empresa emprendedora que, de tanta potencia innovadora, supo cómo ubicarse en la posición estratégica: justo en medio. Mientras las clases medias y altas urbanitas alimentan la cadena de explotación más obscena, sirviéndose, con mucha comodidad y sin ningún tipo de remordimiento, del servicio de delivery de quienes parecieran destinadxs a liberar a otrxs de la necesidad de dedicarse a su propio sostén, los dueños de las plataformas intermediarias que viabilizan la transacción pagan cuotas míseras a sus colaboradorxs (que no trabajadorxs): añaden en las facturas de lxs consumidorxs finales cargos que no encuentran una contrapartida en el trabajo realizado por lx repartidor(x); todo por la pasta; todo para realizar, a fin de cuentas, su ansiado sobrebeneficio.

En medio de esta paradójica situación en la que todo apunta a que, básicamente, lo que está en juego es quién dispone del tiempo de quién, lxs repartidorxs en las urbes uberizadas, conscientes de los amaños del capital, sólo buscan poner un poco de orden, un poco de lógica, en esta realidad hoy convertida en un infierno donde se concatenan las explotaciones visibles e invisibles. La última práctica abusiva perpetrada de la mano de la empresa Glovo en el Ecuador consiste en la reducción de la ya mísera cuota base de 1 dólar a 50 centavos por entrega, además de la bajada de la tasa de 30 centavos por km recorrido a 25 centavos, además de la estafa conocida como “doble pedido”, que se traduce en una forma de explotación en base a la cual, la persona repartidora recoge dos pedidos en un lugar y entrega, primero, el más cercano y luego el más lejano, en tanto Glovo cobra a lxs clientxs por los dos pedidos pero paga a lxs repartidorxs por tan sólo un pedido y un adicional de 30 centavos.

 

Lxs repartidorxs, indignadxs y conscientes de esta última manifestación de abuso obsceno que sobrepasa ya el nivel de explotación usual, inherente de un vínculo laboral injusto per se (nunca se les ha reconocido el derecho a la seguridad social, ni al paro, ni a la salud, ni a vacaciones retribuidas, y ni siquiera reciben el debido acompañamiento ni material biosanitario para cumplir con los requisitos de prevención y tramitación de salvoconductos establecidos en el marco del estado de excepción por la pandemia), deciden plantarse firmes y no cesar hasta lograr unas condiciones de mejora mínimas para el desempeño de su trabajo.

Quienes más tienen que perder en medio de esta crisis, enfurecida por la llegada imprevista del coronavirus, el pasado 22 de abril, desafiando todo riesgo de represalia, bloqueo de cuenta o, peor aún, arriesgándose a la pérdida del plato de comida del día, salieron con sus motos, bicicletas y consignas, en respuesta al llamado internacional de 8 países (España, México, Argentina, Costa Rica, Guatemala, Perú y Brasil), a impregnar las calles de Quito del espíritu rebelde y reivindicativo que jamás debiera dejarse agripar por ningún virus: el derecho a la protesta.

 

A pesar de las restricciones que responden, en medio del pretexto de la pandemia, al afán de control y represión de un gobierno en crisis terminal, lxs Glovers organizadxs, con su participación en el paro por la causa de los #PagosJustos, lograron reunir un número significativo de Glovers, y riders de Rappi y otras aplicaciones explotadoras similares, llegando a un gran consenso para las medidas a tomar luego de la esperada declaración del gerente de administración de operaciones de Glovo en Ecuador, David Gómez, contemplada para el 25 de abril.

 

Quito vio al sol esconderse tras el Rucu en el anochecer del viernes 25 de abril, y entre las calles gélidas que iban, de a poco, desnudándose en sintonía con la creciente oscuridad, con las últimas pedaladas de lxs riders apresuradxs en regresar a sus guaridas antes del toque de queda, lxs representantes de lxs Glovers organizadxs se reunieron con el señor gerente de Glovo. Una vez más, primó el cinismo y el afán por el lucro máximo por encima de todo: “la empresa no puede perder” o, lo que es lo mismo, lxs repartidorxs no son merecedorxs de pagos justos. He ahí la conclusión final, más allá de eufemismos y de algún que otro gesto paliativo: aumento de la la tarifa y km a los Glovers no entra en sus planes; los pedidos agrupados se mantienen, con la diferencia de que, ahora, el bono por el pedido extra se aumenta 15 centavos (la cuota por pedido extra será de 45 centavos a partir del 27 de abril, lo cual ni siquiera cumple con la base de 50 centavos que establece el contrato de Glovo); se comprometen a entregar material higiénico una vez por semana, pero el injusto mecanismo de calificaciones se mantendrá intacto y el bono de lluvia sólo se activará en caso de que llueva en toda la ciudad (cosa que ignora, por completo, la idiosincrasia climatológica de Quito); los bonos multiplicadores continuarán la tendencia a la baja y no se verán reflejados en las horas de alta demanda. 

" Dicen que somos autónomos pero en realidad somos esclavos"
Trabajadora de Glovo
Entrevista en audio

Ante un nuevo incumplimiento, Yuli Ramírez, Javier Pozo y lxs compañerxs riders organizadxs, resueltos, convencidxs de la inminente legitimidad de su causa, no se dejarán seducir por la quimera de las promesas con las que Glovo en Ecuador trata de amortiguar el último golpe. Más bien, reciben y asumen como un gesto de compromiso inquebrantable, sin perder de vista las reivindicaciones que dieron nacimiento a su lucha, la aparente apertura de Glovo a concretar proyectos a futuro como, por ejemplo, acuerdos con empresas que presten servicios mecánicos y de mantenimiento a precios bajos, bonos para subsidio de gasolina y mercados e, incluso, la opción de contratar un seguro de salud. Lxs riders y la ciudadanía hoy confinada se encuentran, indudablemente, atrapadxs en medio de otro encierro que viene de más lejos, cuyos muros no serán tan fáciles de demoler por mucho que el virus un buen día nos abandone.

Un calabozo donde numerosas dudas en torno al sentido y la coherencia personal y colectiva ponen en juego nuestra autonomía ética en cuanto sujetxs políticxs, y comienzan a supurar las contradicciones propias que se encuentran encadenadas a nuestro diario vivir, las cuales pudieran resumirse a través de la siguiente interrogación que habrá de seguir resonando entre los objetivos de lucha más inminentes y los horizontes de transformación estructural que jamás deberíamos de perder de vista: ¿Cómo hacer que el necesario apoyo a la lucha actual de lxs riders, más bien enfocada en las necesidades más urgentes y en la conquista de objetivos concretos que buscan la mejora de las condiciones actualmente deplorables, no desvirtúe el fin último de una transformación estructural anticapitalista donde no haya lugar para una economía uberizada? ¿Cuál es la posición y la estrategia que hemos de asumir, como ciudadanxs, como consumidorxs y sujetxs políticxs, para procurar una pronta mejora de la vida de lxs compañerxs repartidorxs sin renunciar a la realización de un proyecto social y económico caracterizado por la justicia social y la centralidad de lxs cuidados?

 

Lxs riders volverán a las carreteras, a desgastar rueda en el asfalto en tanto consumen su aliento, paciencia y tiempo para hacer llegar el pedido a tiempo. Amanece una nueva semana de trabajo, mas no de claudicación: lxs Glovers organizadxs del Ecuador se mantendrán en alerta para conseguir mecanismos legales que frenen las injusticias que la plataforma comete diariamente contra lxs repartidorxs. Su lema, la lucha es de todxs y para todxs, presagia que ya es hora de despertar, dejar de dañar y de dejarse dañar por los estirones del capital uberizado y uberizante, que ganará siempre que permanezcamos indiferentes y sujetxs a absurdas aspiraciones a ser servidxs por personas esclavizadas, por pura comodidad.

Sobre Jone Bilbao Lopez de Armentia

Comunicadora social especializada en cooperación internacional y educación emancipadora. Mi experiencia vital dedicada a la gestión de la comunicación en organizaciones sin fines de lucro siempre estuvo atravesada por el afán por comprender las perspectivas silenciadas y por las ganas de contribuir a la diversificación y democratización del espacio de la información y la comunicación, mediante la amplificación de voces disidentes, silenciadas y minorizadas.
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