Por: Juan Cuvi.
El proceso electoral que se avecina pondrá de moda la clarividencia. Porque el escenario es una mezcla de incertidumbre, opacidad y desconfianza que no da para predicciones coherentes. Dejando de lado los pronósticos disparatados que pueblan las redes sociales, hay serias dificultades para sondear el horizonte electoral. A ello contribuyen varios factores.
Toca empezar por la pandemia del coronavirus. Si aún no conocemos de su evolución inmediata, mucho menos sabemos de los impactos que provocará en el ánimo y en las expectativas de la gente. La volatilidad electoral podrá alcanzar niveles incalculables porque la campaña será inédita e irregular. Sin actos presenciales, sin concentraciones, sin visitas puerta a puerta, sin caravanas, sin regalitos, los impactos son indescifrables.
Reemplazar las estrategias electorales convencionales por dispositivos virtuales no asegura ningún éxito. Al menos en el Ecuador no tenemos la más mínima experiencia en lo que significa hacer una campaña por redes sociales. No obstante, esas mismas redes se han convertido en el oráculo de todos los candidatos. Por eso difunden información tan contradictoria como increíble. Y muchos se la creen.
El desorden del Consejo Nacional Electoral tampoco esclarece el panorama. Entre las varias alarmas que acaba de activar el vicepresidente de ese organismo, las más estridente se refiere al sistema informático. Según sus propias expresiones, únicamente se están parchando los desperfectos. Es decir, el sistema no garantiza unas elecciones técnicamente limpias. En esas condiciones, hasta la encuesta más seria puede naufragar en el remolino de un apagón electrónico.
La profunda –y aún indeterminada– crisis económica echa más leña al fuego de la incertidumbre. Esa peligrosa combinación de desesperación e inseguridad que experimenta a diario la población puede manifestarse en comportamientos electorales inusitados. Ya van cuatro décadas que América Latina salta de sorpresa en sorpresa electoral, la mayoría de ellas calamitosas. Si en el Ecuador existen cerca de 300 agrupaciones políticas con registro electoral significa que las elecciones se han convertido en una lotería, en la cual muchos deliran con el boleto premiado.
Por último tenemos la indiferencia y el desinterés de las nuevas generaciones frente a la política. ¿Cómo romper ese cerco de desconfianza que interponen los jóvenes? Muchos de los que crecieron con el correísmo como único referente político deben estar desconsolados con lo que revelan los juicios por corrupción. Es muy probable que este desinterés y esta frustración generacionales aniden detrás de los errores garrafales de las encuestadoras.
Así las cosas, brujos y videntes continuarán vaticinando resultados con la secreta intención de acertar. A fin de cuentas, un buen acierto puede significar un puesto bien remunerado en el próximo gobierno.
Septiembre 17, 2020
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