por Ximena Vanessa Goecke S.*
El levantamiento popular iniciado el 18 de octubre de 2019 contó con una activa participación de mujeres de todas las edades, pero particularmente jóvenes, en los distintos espacios, acciones y marchas, en alianzas, producción de campañas, en las comunicaciones y en las expresiones artísticoculturales que expresaron y acompañaron este proceso. Dentro de esta activación generalizada de las mujeres, observamos claramente la dinámica participación de las organizaciones feministas y la inspiración significativa del feminismo en sus consignas y prácticas sociopolíticas. Una de las explicaciones de esto deriva de la fuerza que los feminismos han adquirido en el último tiempo entre la juventud; pero también el fuerte entramado del malestar con la cotidianeidad, es decir, con la precarización generalizada de la vida, realidad especialmente sentida y resistida por las mujeres, al tiempo de su demanda transversalizada por el movimiento feminista, con singular éxito, en el último quinquenio.
Un breve recuento
Es importante tomar en cuenta que el feminismo chileno ha tenido un desarrollo muy importante en las dos últimas décadas (1), potenciado fundamentalmente por el movimiento estudiantil y por ende, por el impulso de liderazgos y organizaciones juveniles. Esta fuerte vinculación que implicó un desarrollo progresivo y politización del feminismo a lo largo de dos décadas hasta llegar a hacer de él “algo necesario” en la política estudiantil (2), se manifestó, por ejemplo, en el llamado Mayo Feminista del 2018, y en la consecuente feminización de los liderazgos universitarios, y también estimuló la diversificación de su composición social y de las estructuras organizativas que a todo nivel se definieron como, y se aliaron con, el feminismo. Este desarrollo también contribuyó significativamente a la politización y masificación de las demandas en contra de la violencia hacia las mujeres, en distintas dimensiones. Como señala Alejandra Castillo: “[…] el movimiento feminista volvió visible la violencia patriarcal en la silenciosa inercia de las instituciones, en la cotidianeidad de la vida privada y en el daño que produce el modelo económico neoliberal al cuerpo de la sociedad […] la política en Chile recobró, de tal modo, un olvidado radicalismo de la mano de un feminismo lejano de las moderadas políticas liberales de mujeres…” (3).
La Coordinadora Feminista 8M
Si bien existen multiplicidad de organizaciones y corrientes en el movimiento feminista, es posible reconocer una organización que conduce las principales intervenciones y posiciones políticas dentro del espacio feminista en la revuelta: la Coordinadora Feminista 8M. Esta organización, nacida en 2018, y orientada principalmente a articular la Huelga Feminista, tiene como principal virtud la articulación y transversalización de las demandas feministas, organizadas en un proyecto político claro –el Programa para la Huelga Feminista, levantado en colectivo a través de los Encuentros Plurinacionales de Mujeres que Luchan, de diciembre 2018 y enero 2020–, un trabajo en red, descentralizado, y una radicalidad expresada en su voluntad de cambio profundo y de acción directa, lo que le permite al feminismo entroncar profundamente con las demandas generales, todo lo cual potenció y se potenció en el levantamiento. La Coordinadora ha sido efectiva en politizar y cruzar problemas diversos con las demandas y miradas del feminismo, haciendo inteligible la comunidad de vulneraciones que el neoliberalismo impone como una pesada carga sobre nuestras sociedades, con particular violencia sobre los cuerpos y subjetividades de las mujeres. Esta realidad compartida, aúna y permite la colaboración en distintos espacios.
Una nueva subjetividad política
La existencia de organizaciones como la Coordinadora Feminista 8M y el éxito por ella logrado, se relacionan estrechamente con un cambio de subjetividad política que ha comenzado a manifestarse con fuerza en las nuevas generaciones (sub40), que tiende a una radicalidad democrática, donde se buscan formas de representación y participación más horizontales, conectadas a territorios o problemas concretos; organizaciones no jerárquicas con liderazgos rotativos, identitarios o especializados; transparencia en la toma de decisiones, en las decisiones de alianzas, actos de representación pública y el uso de los recursos; ayuda, contención y protección mutua, y por supuesto a la valoración y aceptación de la diversidad de formas de ser mujer y un reconocimiento a la llamada “interseccionalidad”, es decir, a los cruces de variables que atenúan o exacerban las condiciones de asimetrías, explotación o precarización de la vida. Esta subjetividad política es altamente sensible a aquello que restringe la libertad y la justicia, rescata la memoria feminista y en lo intelectual y artístico apunta a una experiencia crítica, antineoliberal, de radicalidad creativa y performativa.
En el levantamiento
Si bien las organizaciones feministas no convocan a la movilización iniciada el 18 de octubre, sí existe una temprana incorporación al movimiento, ya que existe un acompañamiento y apoyo a la actividad de protesta de los secundarios. En segundo lugar, al iniciarse la revuelta, las organizaciones feministas agrupadas en la Coordinadora 8M pronto comienzan a gestar acciones de acompañamiento a las secundarias y convocatorias en torno a los principales temas y momentos del levantamiento; así como a generar nuevas alianzas –donde actúa sin embargo con autonomía– por ejemplo, Unidad Social. Al mismo tiempo, distintas organizaciones feministas se movilizan, a) produciendo sus propios hitos dentro de la revuelta: el pañuelazo, la movilización por la paridad en la convención constitucional, el flashmob de muertín, las performances de Las Tesis, el Encuentro Plurinacional de Mujeres que Luchan –con 3.000 participantes de todo Chile–, para culminar en la movilización del 8 de marzo de 2020 con una marcha de mujeres que superó todas las expectativas, entre otras; el Cabildo Feminista y de las Disidencias Sexuales; b) campañas propias, como por ejemplo la de Memorias de Rebeldías Feministas contra la Violencia Política Sexual, o la de agrupaciones Lesbofeministas que se abocó a recopilar datos y denunciar la violencia hacia las disidencias sexuales durante la revuelta, tradicionalmente invisibilizadas; c) la interpelación de las autoridades por sus declaraciones o acciones “patriarcales” o su falta de reacción y protección frente a la violencia político sexual, solo por nombrar algunos aspectos claves.
Además, tal como lo han resaltado, el movimiento fue clave en potenciar al levantamiento en momentos críticos: “En el momento en el que la movilización estaba decayendo, las mujeres la reactivaron. Han logrado, al menos parcialmente, amalgamar demandas a las que nadie había podido ponerle nombre. E incluso en sus repertorios de protesta, han innovado de forma que tal vez se traspase eventualmente a otros sectores del movimiento social. […]” (4).
Por consiguiente, no es irrelevante que el levantamiento de octubre 2019-marzo 2020 haya quedado enmarcado claramente entre las dos más grandes movilizaciones feministas de la historia de este movimiento en Chile: 8 de marzo/19 y 8 de marzo/20, como tampoco lo fue el éxito de la campaña de Las Tesis que en noviembre vino a dar sentido feminista, convergencia, dinamismo y proyección mundial a la revuelta. Así, el movimiento feminista actual, impulsado sobre todo por mujeres jóvenes, tiene clara consciencia de su papel. No fue “su” batalla, pero sabe que la revuelta tiene un profundo vínculo con el empeño de transformar la sociedad. Cree que el feminismo es clave en la generación de una nueva organización social, economica y política. Reconoce su significativa actoría en el proceso y pugna por un espacio activo, impugnador, destituyente y constituyente, emancipador, y promotor del buen vivir.
“El movimiento feminista en este estallido social es parte del tejido popular que se gesta en cada rincón. Son miles las feministas que se articulan en esta revuelta, nos encontramos en territorios y protestas, nos reconocemos en un movimiento diverso, plural, transgeneracional y de construcción de memoria, capaz de cuestionar diversas formas de violencia patriarcal, racista y colonial, luchas que tienen todo que ver con las desplegadas por otros sectores populares por la dignidad, en contra de un modelo capitalista y neoliberal. Lo hemos dicho mucha veces, capitalismo y patriarcado son alianza criminal”(5).
Finalmente, conscientes de ser parte de un proceso de cambio sin precedentes, se constituyeron y se constituyen así en una potencia generadora de politicidad y de articulación social dentro de la revuelta, aportando radicalidad, creatividad, dinamismo y sentido a una revuelta que promete conducir a un nuevo ciclo de cambio político de gran trascendencia, incluso más allá del proceso constituyente en curso. . g
- Lamadrid, Silvia y Benitt (2019) Alexandra “Cronología del movimiento feminista en Chile 2006-2016” Rev. Estud. Fem. [online]. vol.27, n.3, e54709 https://doi. org/10.1590/1806-9584-2019v27n354709
- Follegati Montenegro, L. (2018). “El feminismo se ha vuelto una necesidad: movimiento estudiantil y organización feminista (2000-2017)”. Anales de la Universidad de Chile, (14), pp. 261-291. doi:10.5354/0717-8883.2018.51156
- Castillo, Alejandra Asamblea de los Cuerpos. Sangría Editoras, 2020, p. 36.
- Luna, Juan Pablo (2020) Juan Pablo Luna: “Se desmanteló la idea de que Chile tenía una gran capacidad estatal de establecer orden” 12/03/2020 https://www. ciperchile.cl/2020/03/12/juan-pablo-luna-sedesmantelo- la-idea-de-que-chile-tenia-una-grancapacidad- estatal-de-establecer-orden/
- Constanza Cifuentes, vocera CF8M
*Historiadora. Magister em Género y Cultura. xgoecke@gmail.com
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