La cuenca del río Guayas: un territorio del agronegocio

Por Acción Ecológica

La Cuenca del Río Guayas constituye un territorio monopolizado por el agronegocio. El agronegocio es un sistema que propicia el control, por parte de grandes empresas nacionales o transnacionales, de todos los aspectos de la producción agrícola, incluyendo la provisión de semillas e insumos, la compra de tierras en algunas regiones, el control del procesamiento industrial (la industria alimenticia) y la comercialización de la producción, tanto para el mercado interno como para la exportación.

El territorio es una entidad construida socialmente por múltiples actores sociales que van dejando huellas en ese espacio, y que lo han ocupado a lo largo de la historia. Esas huellas reflejan cómo el territorio ha sido cultivado, defendido, transformado o destruido por distintas sociedades y por las relaciones de poder que se han dado en ellas1.

Si bien el territorio es un todo, es al mismo tiempo multidimensional, como lo señala Fernandes (2008: 6).

Cuando comprendo al territorio como un todo estoy entendiendo su multidimensionalidad. Esto significa que, el analizar los territorios por medio de uno o más dimensiones, es sólo una opción, lo que no implica hacer caso omiso de las demás dimensiones. El principio de la multidimensionalidad nos ayuda a comprender mejor la totalidad, ya que están las dimensiones que lo componen. Las dimensiones están formadas por las condiciones construidas por los sujetos en sus prácticas sociales en relación con la naturaleza y entre sí. En las múltiples dimensiones del territorio se producen las relaciones sociales, econó- micas, políticas, ambientales y culturales.

Al referirse a las dimensiones del territorio Haesbaert (2004) señala que la dimensión más extendida es la política, donde se ve al territorio como un espacio delimitado y controlado, a través del cual se ejerce poder que está relacionado sobre todo con el Estado 2. Otra dimensión es la cultural, que da prioridad a lo simbólico y subjetivo; en la que se considera al territorio como pro- ducto de la propiedad y el desarrollo de un grupo simbólico en su espacio vital. La dimensión económica hace hincapié en la dimensión espacial de las relaciones económicas, ve al territorio como un recurso, y que está incrustado en el enfrentamiento entre las clases sociales y la relación capital-trabajo. Hay también hay una visión ambiental, que explica al territorio como el espacio de relacionamiento entre la sociedad y la naturaleza. La dimensión social mira al territorio como el escenario donde tienen lugar las relaciones sociales y se construye el tejido social. Hay también una dimensión tecnológica.

Los distintos actores sociales que viven y ocupan un territorio organizan de manera distinta estas múltiples dimensiones; por ejemplo de acuerdo a cómo es su organización social (si trabajan de manera comunitaria, cooperativa o individual -dimensión social), para qué usan el espacio (si es para la producción de alimentos o para la producción de mercancías, ya sea para el consumo nacional o para la exportación -dimensión económica), del tipo de tecnología que se aplique en ese espacio (si es agroecológica o si es el paquete de la revolución verde -dimensión tecnológica), de sus prácticas de adaptación y protección del medio ambiente (dimensión ambiental) (Vallejo 2005).

De cómo se organizan estas dimensiones va a depender cómo se transforman los espacios agrícolas y la naturaleza, y cómo se con- figura el territorio. En ese sentido hay actores sociales que dan más importancia a la dimensión económica 3, como es el caso del agronegocio; mientras que para las comunidades locales el territorio es un espacio de vida donde se efectiviza el buen vivir, y por lo mismo, todas las dimensiones son importantes e interactúan entre sí (Fernandes, 2008: 6).

Dado que en el territorio tienen lugar relaciones de poder económicas, políticas y culturales, en éste casi siempre se refleja la hegemonía de los grupos privilegiados que lo han transformado para su beneficio. La articulación del territorio por lo tanto no obedece únicamente a causas geográficas o ecológicas, sino que está en relación y depende del poder. De esa manera el medio bio-físico es manipulado por el poder para ponerlo a su servicio en cada momento (Sánchez: 1979). En este proceso, se configuran en el espacio rural territorios campesinos y territorios del agronegocio.

Es así como los territorios campesinos son espacios para la materialización del buen vivir, que incluye la producción de sus alimentos (soberanía alimentaria), su reproducción (economía del cuidado), la conservación del agua, los bosques, la biodiversidad y su restauración (derechos de la naturaleza), su tejido social. El territorio campesino es también el espacio para satisfacer otras necesidades por fuera del territorio, por medio de la venta de excedentes (crematística). Además, el territorio tiene una dimensión cultural, con áreas donde tienen lugar prácticas culturales espacialmente localizadas o de importancia religiosa, simbólica o política para las comunidades. Es ahí donde se alimenta y se conforman sus identidades (Bonnemaison, 1981, citada en Giménez, 1996)4. Estos elementos configuran un tipo de territorio campesino que se refleja en los paisajes que se producen, con cultivos diversos, con manchas de bosques o de otros ecosistemas naturales y con asentamientos humanos. Son en definitiva territorios vivos (Fernandes, 2009: 44- 46).

En los territorios de la agroindustria o del agronegocio, por otro lado, la única dimensión que importa es la económica (crematística). Son usados exclusivamente para producir para el mercado, ya sea para la exportación o como insumo para la agroindustria nacional, usando tecnologías agrícolas que promueven monocultivos que requieren de un uso intensivo de agrotóxicos, y usando semillas híbridas de alto rendimiento o transgénicas. Estos territorios producen paisaje homogéneos y geométricos, donde no hay presencia de comunidades humanas ni ecosistemas naturales. A diferencia de los territorios campesinos que son espacios para el buen vivir, éstos son espacios para la producción de mercancías y el territorio mismo es una mercancía (Fernandes, 2009: 46).

Existen territorios de los campesinos que son monopolizados por los agronegocios, que se distinguen de aquellos por la escala y homogeneidad de su paisaje geográfico y se caracterizan por el trabajo subordinado y controlado técnicamente por las mercancías que se utilizan en los territorios campesinos (Fernandes, 2008).

Este es el tipo de territorio que predomina en las zonas de producción agrícola de la Cuenca Baja del Guayas, el mismo que será analizado a través de cuatro cultivos que constituyen una especie de termómetro de lo que sucede en esta zona.

Uno de los cultivos analizados, el banano, está destinado para la agroexportación, y los otros tres (caña, maíz y arroz) son para el mercado interno, y necesitan de una fase de transformación, que está controlada por el agronegocio.

La composición agraria de los cuatro cultivos está constituida por pequeños, medianos y grandes productores; y en el caso del banano, también por empresas transnacionales. En todos los casos, la mayoría de fincas está en manos de pequeños productores, pero ocupan un territorio mucho menor que los otros tipos de fincas; y sin importar el tamaño de la unidad productiva, están controlados por el agronegocio a través de diversidad mecanismos como la agricultura bajo contrato, los encadenamientos productivos, entre otros.

Por tratarse de monocultivos, en toda la región se utilizan grandes cantidades de agrotóxicos y fertilizantes. La agricultura familiar campesina para la soberanía alimentaria prácticamente ha des- aparecido, así como han desaparecido prácticas agrícolas tradicionales como la eras, y han desaparecido las semillas nativas para dar paso a semillas híbridas controladas por las pocas grandes empresas transnacionales. Se cierne el temor que en esta zona se territorialicen las semillas genéticamente modificadas, a pesar de que la Constitución declaró al Ecuador como un país libre de semillas y cultivos transgénicos.

Cañaverales, ingenios y control de la producción de azúcar

En el Ecuador, el cultivo de caña ha tenido tradicionalmente tres usos finales: panela, aguardiente y azúcar. En menor grado, la caña se consume directamente como fruta. Aunque la caña se siembra en las estribaciones orientales y occidentales de casi todas las provincias del país, las plantaciones de la Cuenca del Río Guayas, donde se concentra la mayor producción, están dedicadas casi exclusivamente a la producción de azúcar.

La estructura productiva de la caña de azúcar en el sector cañicultor está organizada de la siguiente forma: el 80 % es de pequeños cañicultores que tienen hasta 50 Ha; el 15 % es de medianos, que comprenden de 50 Ha a 200 Ha, y el 5 % de grandes, con más de 200 Ha.

Al hablar de la producción de caña en el Ecuador es necesario distinguir la variedad de caña usada, y el destino final de la misma. La mayor superficie plantada con caña se destina a la producción de azúcar, como se muestra en la siguiente tabla.

La caña para la producción de azúcar pertenece a la variedad Ragnar y su cultivo se concentra en torno a los ingenios azucareros en las provincias de Guayas, Cañar, Imbabura y Loja. Ahí están los ingenios azucareros Valdez, San Carlos, La Troncal, María, Iancem y Monterrey, respectivamente.

La caña para la producción de aguardiente y panela se cultiva en casi todas las provincias del Ecuador, especialmente en las estribaciones de la cordillera de los Andes tanto en el lado occidental como oriental.

En el eje cañicultor del Ecuador, donde se ubican los principales ingenios azucareros del país, se produce el 92% del azúcar.

El eje cañicultor dentro de la Cuenca del Río Guayas tiene como límite al Norte, el río Chilintomo; al Sur, el río Cañar; al Este, la Cordillera Occidental de los Andes; y al Oeste, la margen izquierda de los ríos Babahoyo y Guayas. Está conformado por las zonas bajas de las subcuencas de los ríos Daule, Vinces, Babahoyo, Chimbo, Bulubulu-Taura y Churute. Considerando la división política territorial, esta zona está ubicada en el sur y sureste de las provincias de Guayas y Los Ríos y el noroccidente de la provincia de Cañar.

En cuanto a las áreas que están directamente influenciadas por los ingenios azucareros, tenemos que el ingenio Isabel María se encuentra en la parroquia Pimocha del cantón Babahoyo, en la provincia de Los Ríos. Los ingenios Valdez y San Carlos se asientan en los cantones Simón Bolívar, Marcelino Maridueñas, Naranjal, Naranjito, Milagro, Alfredo Baquerizo Moreno, San Jacinto de Yaguachi y el Triunfo, en Guayas. El ingenio La Troncal o EQ2 está en el cantón La Troncal, provincia de Cañar.

La disponibilidad de mano de obra para la producción de caña y para la zafra, proviene de las zonas de Cañar, Chimborazo, Naranjito, La Troncal, Milagro y otras zonas de la provincia de Guayas.

Las principales zonas cañicultoras se encuentran cruzadas por caminos vecinales con buen mantenimiento, siendo la máxima distancia entre ingenio y las plantaciones de unos 25 Km. Estas zonas fueron las primeras en contar con vías férreas, construidas para servir a la agroindustria. Aunque el ferrocarril fue abandonado hace algunos años, actualmente está siendo rehabilitado.

Las tierras dedicadas al cultivo de caña para la producción de azúcar en el eje cañicultor son de cuatro tipos: la producida por los pequeños agricultores (conocidos como finqueros), las producidas por medianos y grandes productores (llamados cañicultores), y la producida por los propios ingenios (Ojeda et al, 2010).

Cada vez es mayor la superficie que pertenece a los ingenios, como se ve en la siguiente tabla, donde se presentan datos del 2008 recopilados por SIPAE.

Este cuadro nos habla de la altísima concentración de tierras de óptima calidad en manos de la industria azucarera, que va más allá de las tierras que son de su directa propiedad, siendo los ingenios Valdez y San Carlos los que más concentran tierras.

La concentración de la tierra va de la mano de la concentración del agua. De acuerdo a información de la FAO, la caña de azúcar es un cultivo que requiere grandes cantidades de agua, y su cultivo puede tener impactos directos en la calidad y cantidad del agua disponible para otros usos en las zonas donde es explotada.

De acuerdo a un estudio hecho por SIPAE sobre el eje cañicultor, hay tres formas en que los ingenios acaparan el agua:

1.- A través de los sistemas estatales de riego, como ocurre con el sistema de riego Manuel J. Calle, que riega la zona de influencia del ingenio La Troncal. Ahí, los propietarios de más de100 Ha (que son el 2,1% de los productores de caña de la zona), representan el 57,6% de los usuarios, en tanto que propietarios de menos de 5 Ha (que son el 33,2% de los productores) ocupan el 1,8% de la superficie regada.

El ingenio La Troncal es el principal usuario de este sistema, y junto con otros cañicultores se benefician del 63,7% del sistema de riego.

En cuanto al sistema de riego Milagro – Mariscal Sucre, los cultivos de caña representan el 82,6%. Aunque es importante la participación de los pequeños productores, éstos representan en términos de superficie apenas el 9% en 385 unidades productivas. En cambio los propietarios de más de 100 Ha representan el 60%, y son apenas 4 propietarios. El principal beneficiario es el ingenio Valdez.

2.- A través del bombeo de aguas corrientes y aguas subterráneas. En la Cuenca del Río Guayas se encuentra la mayor concentración de aguas subterráneas del país. El riego que aprovecha el bombeo de agua es el más utilizado. El 40% del riego del ingenio La Troncal, proviene de pozos profundos.

3.- Desvío de cauces. Se usa el desvío de cauces de agua en zonas donde no llega el riego, pero también en zonas donde sí lo hay, como es el caso del ingenio San Carlos, lo que provoca la disminución del caudal para otros usuarios. Hay testimonios en Naranjito y Marcelino Maridueñas que dan fe de este fenómeno (Ojeda, 2010: 105).

 

Racimos de banano salpicados de dolor

El Ecuador es el primer exportador de banano en el mundo. Sus exportaciones representan el 35% del mercado mundial, y contribuye al 24% del PIB agrícola. Se cultiva banano en 20 provincias del territorio continental, pero las principales plantaciones comerciales se centran en las provincias de El Oro, Los Ríos y Guayas. Las provincias de la Costa aportan con el 89% de la producción na- cional, las de la Sierra con el 10% y las de la Amazonía con el 1%.

En la Costa, las provincias de mayor producción son: Los Ríos con el 35 % de la producción total, Guayas con el 32%, además de Santo Domingo de los Tsachilas con el 1.4%. En la Sierra se cultiva en las regiones cálidas de Cañar, el 3,8 %; en Bolívar, el 1.8%; y en Loja el 0.8% de la producción nacional; las demás provincias tie- nen una producción mínima.

En Ecuador existen al menos dos sistemas de producción de banano:

  • las producciones tecnificadas, con riego, sistemas de drenaje, cable-vías y su necesidad de mano de obra es de menos de un trabajador por hectárea
  • las menos tecnificadas, de secano, utilizan pocos insumos externos, tienen sistemas de drenaje ineficaces, instalaciones rudimentarias, y podrían emplear hasta cinco trabajadores por hectárea.

El MAG reporta que el promedio de trabajadores directos por hectárea es de 1,1 en una finca bananera (Polo, 2018).

A diferencia de otros países exportadores, como sucede en América Central, donde las empresas transnacionales producen directamente en sus plantaciones, la producción bananera en el Ecuador es variable: va desde unidades familiares, patronales hasta agro-empresariales; y con distintos tipos de propietarios.

Si consideramos a la producción bananera como un sistema abierto que tiene flujos de entrada, flujos interiores y flujos de salida, podemos tener una idea de cómo funciona el metabolismo social de esta actividad.

En el flujo de entrada tenemos que en la industria bananera se aplican grandes cantidades de insumos químicos especialmente plaguicidas para el control de plagas y enfermedades. El coctel de químicos utilizado en las plantaciones de banano está conformado por fungicidas, herbicidas, insecticidas, nematicidas y ha generado un estado epidemiológico preocupante en las zonas ale- dañas a las plantaciones.

Además, en las plantaciones bananeras convencionales se aplican fertilizantes químicos en base a nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio y azufre. Otro insumo que ingresa es el plástico, usado para protección y embalaje de la fruta.

El agua forma también parte de los flujos exteriores asociados con la industria bananera, siendo una de las actividades agrícolas que más la acapara. Al respecto, Acosta (2010) dice que los campesinos arroceros del Guayas pagan 120 veces más por el acceso al agua del que paga la bananera REYBANPAC. Un informe del Foro de Recursos Hídricos muestra que

En banano, de las 56.272 ha. con derechos para riego, los sistemas públicos cubren el 46% del área con los proyectos Pasaje-Machala, Guabo-Borbones, Ducos, Tahuin, Caluguro, Santa Rosa, Milagro y Ma- nuel de J. Calle. Sin duda, el agua de algunos sistemas públicos de riego juega un rol trascendental en el desarrollo de la producción del sector empresarial.

El informe también demuestra que hay un uso ilegal del agua de riego en la industria bananera…

Si recorremos toda el área bananera del Ecuador solo podríamos encontrar cultivos sin riego como situaciones de excepción. Pero lo no- vedoso por decirlo de manera coloquial, es que el número de concesiones solo representa el 1,2% de las UPA bananeras y la superficie cultivada con agua de riego autorizada cubre apenas el 17% del total. Esto significa que hay uso del agua al margen de la ley en por lo menos cinco veces la superficie que cuenta con autorizaciones de riego.

Entre los flujos interiores tenemos la tierra. Como señala Zapatta, el banano sigue expandiéndose territorialmente y al momento la superficie cultivada es de 220.000 ha. Añade que hay una relación muy cercana entre el control del agua y el control de la tierra, y que varios conflictos de tierra están relacionados con la calidad de los suelos en disputa, por la abundancia de agua.

En el país existen cerca de cinco mil productores de banano. Como lo señala Cepeda (2011), el 80% de las unidades productivas corresponden a pequeños productores, con fincas de menos de 30 hectáreas, y que representan el 36% del total de la superficie sembrada; el 8,5% posee entre 30 y 50 hectáreas, que representan el 38% del total cultivado; y tan solo el 3,5% son unidades productivas mayores de 100 Ha, pero ocupan el 26% de la superficie sembrada. Estos datos nos hablan de una gran concentración de la tierra por parte de los medianos y grandes bananeros.

Martínez Alier aporta con otros aspectos cuando señala que al exportar banano se está exportando potasio gratuitamente, que no regresa al campo, empobreciendo los suelos ecuatorianos, y que debe ser repuesto con la aplicación de fertilizantes inorgánicos importados. De esa manera, la sobreexplotación del banano podría ser considerada como una actividad extractiva por la gran cantidad de este mineral que sale.

A más el potasio que se extrae, entre los flujos de salida tenemos el banano como tal y el agua en forma de “agua virtual”. El valor del agua virtual de un producto alimenticio es el inverso de la productividad del agua. El agua virtual puede entenderse como la cantidad de agua por unidad de alimento que es o podría ser consumida durante su proceso de producción, es decir el agua utilizada o contenida en la creación de productos agrícolas. Zapatta explica que

el comercio agrícola mundial no es sino una gigantesca transferencia de agua, en forma de commodities, desde regiones donde se la encuentra en forma abundante y a bajo costo, hacia otras donde escasea, es cara y su uso compite con otras prioridades.

Pengue (2008) estima que aproximadamente el 15 % del agua utilizada en el mundo se destina a la exportación en forma de agua virtual, y que el 67 % de la circulación de agua virtual está relacionado con el comercio internacional de cultivos.

Es decir que cada vez que se exporta banano ecuatoriano, también se está exportando agua.

La fase final del metabolismo social es la excreción. Todos los insumos usados en la producción, transporte y consumo de la fruta se convierten eventualmente en desechos, que son los flujos externos de la producción del banano. Con frecuencia éstos no son considerados cuando se evalúa a esta industria.

En la fase de la producción, los desechos van a parar en los cuerpos de agua, en otros ecosistemas naturales, en botaderos de basura o en las poblaciones aledañas. Un informe hecho por Maldonado y Martínez (2007) sobre una comunidad rural que vive junto a plantaciones de banano en el Ecuador, expuesta a fumigaciones aéreas, reporta que el porcentaje de abortos es más alto y con una tendencia creciente, si se compara con una comunidad no expuesta. El mayor número de abortos puede estar relacionado con la exposición a ciertos plaguicidas. Se encontró además diferencias muy significativas en el número de niños con malformaciones congénitas (26 malformaciones por cada 1000 niños en la comunidad expuesta a las fumigaciones aéreas, frente a 2 por cada 1000 en la no expuesta). Las enfermedades más frecuentes fueron asma, diabetes, problemas hepáticos, cáncer e insuficiencia renal. Además, se encontró afectación a los cultivos de subsistencia, así como a los animales domésticos.

Con la introducción de banano transgénico en este sistema productivo, se generarán nuevas e inesperadas complicaciones.

Los grupos de poder

El mercado bananero internacional es un mercado en extremo competitivo que se encuentra dominado por un reducido número de empresas. En el Ecuador la concentración monopólica es mucho más fuerte aún en la fase de comercialización. De las diez principales empresas exportadoras de banano, cinco son extranjeras. Por más de 30 años, Bananera Noboa ha sido la exportadora más im- portante del Ecuador. Sin embargo, al momento UBESA (del grupo DOLE) es la mayor exportadora, seguida por la empresa rusa Pacific Crown Fruit, y luego por Bananera Continental en tercer lugar.

Bananera Continental es el nuevo nombre de Bananera Noboa, luego de que el Servicio de Rentas Internas la clausurara por un litigio tributario en el que se exigía el pago de más de USD 80 mi- llones por impuesto a la renta.

Estas empresas tienen sus propias plantaciones y también compran a productores nacionales, para luego distribuir el banano en varios países. Las empresas rusas lo venden con su propia marca. Mucho del banano que se exporta a Bélgica y Alemania es luego re-exportado por empresas europeas, convirtiéndose en importadoras y exportadoras.

En los últimos años ha habido cambios en el mercado internacional del banano, donde los supermercados europeos están jugando un papel cada vez más relevante como importadores directos de la fruta. Al respecto, Polo (2018: 73) señala que:

Hoy en día, el poder de negociación continúa en manos de los minoristas debido al poder de negociación que manejan al comprar la fruta en vastas cantidades —por ello se explica los bajos precios de venta de la fruta que colocan las grandes cadenas de supermercados — y la alta competencia entre éstas, incluidos los servicios de coordinación vertical… Un ejemplo de esta situación es el caso de algunas cadenas de supermercados alemanes que contratan directamente con los importadores la caja de banano a un precio fijo para un año … Es así que el precio de la fruta, el origen de esta, la categoría, el tamaño y el empaque es definido por los supermercados —los grandes minoristas.

Los principales productores de banano en el mundo son India, Las Filipinas y China, que, por tener un mercado interno importante, no son los primeros exportadores de la fruta. Les siguen Ecuador y Brasil. Brasil tiene medio millón de hectáreas dedicadas al banano, también para el mercado interno.

En términos del valor de las exportaciones, el primer país es Ecuador, seguido por Bélgica. En este último país, las empresas importan el banano y lo re-exportan a otros países europeos. Luego siguen Las Filipinas, Costa Rica y Alemania que también re-exporta banano importado.

Las exportaciones de banano ecuatoriano captan el 35% del mercado de esta fruta en la Unión Europea. La producción ecuatoriana, según la Asociación de Exportadores de Banano de Ecuador significa casi 1,1 millones de los 4 millones de toneladas que requiere el bloque europeo.

A pesar de la crisis económica, las exportaciones de banano no han disminuido, sino que han aumentado, beneficiando sobre todo a los grandes exportadores. Según algunos analistas, a medida que la población envejece en algunas regiones del mundo, se incrementa el consumo de banano.

Maíz: de alimento sagrado a negocio empresarial

Aunque el Ecuador no es el centro de origen de maíz, sí es un centro de diversidad de este cultivo. Se han encontrado fitolitos de maíz con una antigüedad de más de seis mil años en los sitios Las Vegas y Real Alto, en la Provincia de Santa Elena, acompañados con piedras de molienda de concha e instrumentos para sembrar y procesar el maíz (Marcos, 2005).

La diversidad del maíz en el Ecuador es muy grande. En el año 1966 una misión científica internacional se sorprendió al constatar la inmensa biodiversidad de maíz en un país tan pequeño, y señalaron que esto se debía a la geografía tan contrastante del Ecuador, y a su historia, con fuerte influencia del norte y del sur del continente. Ellos añaden que el alto grado de aislamiento en las zonas altas ha permitido el desarrollo de nuevas razas. En su estudio identificaron 29 razas de maíz (Timothy et al. 1966).

El maíz se cultiva en todo el Ecuador, y existe gran diversidad entre el tipo de maíz que se siembra, y su uso final en las distintas regiones del país. El tipo de maíz que se cultiva varía de acuerdo a la tradición culinaria regional.

El maíz suave se cultiva para el autoconsumo o para el mercado interno nacional, y se siembra en toda la Sierra. De acuerdo al INIAP (2011) en las provincias de la Sierra Norte (Carchi, Imbabura y Pichincha) se consumen maíces de tipo amarillo harinoso. En las provincias de la Sierra Central (Chimborazo y especialmente Bolívar) se cultivan los maíces blancos harinosos. En el Austro (Cañar y Azuay) se siembra un maíz blanco amorochado llamado Zhima.

Otro sistema de siembra es el del maíz industrial destinado a la agroindustria, que utiliza semillas de alto rendimiento o híbridas, y se lo conoce como maíz amarillo duro. De acuerdo a Gaybor (2018), este sistema de cultivo de maíz industrial, se inició a finales de la década de 1970, y fue adoptado completamente a comienzos de la década de 1990. Se basa en la siembra directa sobre el rastrojo, sin remoción del suelo, y en la adopción de sistemas de rotación y sucesión de cultivos.

Las principales zonas productoras de maíz se encuentran en las provincias de Los Ríos, Manabí, Guayas y Loja, como se aprecia en la siguiente tabla:

La producción de maíz duro en la Cuenca del Río Guayas representa el 52,4% del total nacional. En la Cuenca del Río Guayas se puede sembrar maíz amarillo duro dos veces al año, con ciclos productivos entre 3 meses y medio a 4 meses.

El área ocupada por este cultivo se ha expandido en los últimos años, como se aprecia en la siguiente tabla:

Este incremento obedece al fuerte crecimiento que ha tenido en los últimos años la industria avícola. De acuerdo a AFABA, esta industria ha cuadruplicado su producción desde 1990. Este crecimiento se ha dado a costa del abandono de varios cultivos en los que se sustentaba la soberanía alimentaria local.

De acuerdo al censo agropecuario de 2001, los cantones con mayor producción de maíz duro son Palenque, Ventanas, Mocache y Vinces. El tamaño promedio de la finca es de 5 a 7 hectáreas.

En la siguiente tabla se presenta información sobre la estructura de propiedad de la tierra de los productores de maíz amarillo duro en las provincias de Los Ríos y Guayas, de acuerdo al III Censo Agropecuario, último censo que registró la tenencia de la tierra con gran nivel de detalle.

En este cuadro podemos apreciar que la mayoría de fincas que cultivaban maíz amarillo duro eran pequeñas. En el caso de Los Ríos las pequeñas propiedades constituían el 34%, pero ocupaban sólo el 12,3% de la superficie total sembrada con maíz. En el caso de Guayas, el 45% de las fincas maiceras eran menores a 5 Ha, y ocupaban el 11,9% de la tierra.

Estos datos nos muestran que en 2001 en la tenencia de la tierra en la producción de maíz había mucha inequidad. Dado que no contamos con datos con tanto detalle, posteriores a los que arrojó el III Censo Agropecuario, no sabemos si esta condición ha mejorado, se ha mantenido o ha empeorado. Lo que sí es evidente en el área descrita es que el cultivo de maíz ha incrementado; en Los Ríos el incremento es del 156%.

Los grupos de poder

Los principales beneficiarios de las políticas públicas de subsidios agrarios para el maíz son las empresas importadoras y distribui- doras de los insumos que conforman el paquete tecnológico para este cultivo.

El área sembrada por maíz se ha incrementado muchísimo en los últimos años, a través de políticas públicas como el Plan Semillas de Calidad y la Gran Minga Agropecuaria, al ser éste uno de los cultivos priorizados.

A través de la Gran Minga Agropecuaria se entrega a los campesinos kits parcialmente subsidiados que consisten en semillas híbridas, fertilizantes (especialmente úrea) y agrotóxicos. Estos programas están destinados a productores que tienen menos de 10 hectáreas; es decir a pequeños agricultores que venden su producción a las empresas que producen balanceados para la industria avícola, que en muchos casos son los mismos que les entregan los kits, y que son los beneficiarios directos del subsidio.

Aunque el MAG no incluye en su sitio web información actualizada a la fecha, se puede apreciar cómo la superficie de maíz y los rendimientos se han incrementado, debido a la introducción de semillas híbridas. Lo que aparentemente puede verse como algo ventajoso en realidad refleja la gran dependencia que tienen los agricultores a los kits agropecuarios, lo que les mete en un círculo de endeudamiento y en un sistema que facilitaría el ingreso de transgénicos en su producción.

Un kit agropecuario típico para el maíz incluye la semilla híbrida de empresas transnacionales como Corteva5, Monsanto o Syngenta; las tres empresas que controlan el mercado mundial de semillas. A esto se suman unos cinco tipos de fertilizantes edáficos, uno de fertilización foliar, un herbicida, un insecticida, un fungicida y un coadyuvante. El subsidio lo recibe directamente la empresa distribuidora (que puede ser Agripac o Ecuaquímica).

Otro beneficiario es la Industria Avícola, la misma que se establece en el Ecuador a finales de la década de 1950, y cobra un gran em- puje con el boom petrolero en la década de 1970 y con la implementación de políticas públicas, lo que tuvo como consecuencia el incremento de consumo de carne de pollo y huevos en el país (Gaybor, 2018).

Gaybor señala que en 1994 la población total de aves en este sector era de un poco más de 40 millones; para 2015 la cifra subió a 100 millones de aves, las cuales son provistas para el consumo humano. En este proceso, la empresa que se fortaleció fue PRONACA, que depende del maíz amarillo duro como su materia prima principal.

La producción de maíz se realiza en 22 de las 24 provincias del país, pero las zonas más afectadas por la expansión de esta indus- tria están en Santo Domingo de los Tsachilas.

Otros sectores empresariales que se benefician de la expansión del maíz amarillo duro son las empresas transnacionales dueñas de las semillas y del paquete tecnológico que las acompaña, especialmente Monsanto/Bayer, Syngenta y Corteva (Dow/DuPont).

¿Maíz transgénico?

El segundo cultivo transgénico más extendido en el mundo es el maíz amarillo duro. En 2017 se cosecharon a nivel mundial 405 millones de toneladas de este maíz. Las tres empresas que con- trolan el mercado mundial de semillas transgénicas tienen el in- terés de seguir expandiéndose en otros países, incluido el Ecuador. Su estrategia de expansión ha sido primero provocar un ingreso ilegal para contaminar genéticamente las variedades locales. Por esta razón, Acción Ecológica ha llevado a cabo desde el año 2011 un monitoreo del maíz que se cultiva en la Cuenca del Río Guayas, por ser la principal productora de este cultivo.

En ninguna de las evaluaciones del maíz hechas en la zona se han detectado proteínas transgénicas, lo que nos dice que la declaración constitucional (Art. 401) de condición de país libre de transgénicos se ha mantenido, por lo menos en el caso del maíz.

Este no es el caso de la soya, pues en monitoreos hechos en 2015 y en 2018 entre Acción Ecológica y FECAOL, se encontró soya transgénica en varias locaciones de la provincia de Los Ríos, donde también hay monocultivos de soya para la industria avícola (Naranjo et al, 2018). La presencia de soya transgénica en fincas de la provincia de Los Ríos da cuenta de la falta de control por parte de las autoridades ambientales para hacer cumplir lo que dispone la Constitución del Ecuador.

Con la aprobación de los cultivos y semillas transgénicas con fines de investigación a través de un veto presidencial a la Ley de Agro-biodiversidad, Semillas y Fomento a la Agricultura Sustentable, el peligro de que se introduzca en el agro ecuatoriano semillas de maíz o soya transgénicas, constituye un peligro latente, por lo que es necesario mantener los procesos de monitoreo en las zonas donde se produce maíz amarillo duro para la industria avícola.

Arroz, un elemento básico para la población ecuatoriana

El 90% de la producción nacional de arroz se hace en la Cuenca del Río Guayas. El cultivo de arroz constituye una de las actividades más importantes de la Costa; contribuye con el 13% del PIB agrícola nacional (Tapia, 2015).

El arroz forma parte de nuestra canasta básica y juega un papel importante en la soberanía alimentaria nacional. Es uno de los 12 alimentos que más se consumen en el Ecuador. Como país, somos autosuficientes en arroz.

La producción nacional de este cereal sube de manera sostenida año a año. Así, en el año 2000 se produjo 971.806 toneladas métricas. Para el 2005 la producción subió a 1’109.508 toneladas mé- tricas, es decir un incremento del 53%. En el año 2012 el Ecuador produjo 1’565.535 toneladas métricas, que significó un incre- mento del 55% en relación con el 2005 (Tapia, 2015).

Si comparamos con la superficie sembrada en 2001 (cuando se cultivaba en Guayas 177.578 hectáreas), vemos que el arroz ha crecido en casi 100 mil hectáreas en dos décadas en Guayas.

A través del Programa Nacional de Almacenamiento se apoya a los arroceros tanto en el precio como el almacenamiento durante períodos de excedentes de producción. Otros programas de apoyo a este sector han sido los subsidios a la producción a través de la entrega de kits; el crédito formal para la producción de arroz y el precio mínimo de sustentación (Eymond y Santos, 2013).

La Gran Minga Agropecuaria incluye al arroz como uno de sus cultivos priorizados, lo que implica que incluye al arroz para la entrega de kits agropecuarios, el seguro agrícola.

Aunque se cultiva arroz en casi todos los cantones de Guayas, de acuerdo al III Censo Agropecuario, las zonas con mayor producción de arroz son:

  • Durán (29.720 ha, con 5.893 fincas arroceras), donde el tamaño promedio de la finca arrocera es de 5 hectáreas
  • Samborondón (24.462 ha cultivadas en 3.051 fincas) con un tamaño promedio de finca arrocera de 8 hectáreas
  • Urbina Jado (con 21.721 hectáreas cultivadas en 5.472 fincas), con promedio de 4 hectáreas por finca arrocera
  • Yaguachi (con 20.011 ha cultivadas en 2.235 fincas), con promedio de finca de 9 hectáreas)

Otros cantones importantes para la producción de arroz en Guayas son Santa Lucía y Naranjal.

Los cantones con mayor área arrocera en Los Ríos son Ventanas y Vinces, con casi 12 mil y 10.550 hectáreas respectivamente, y un promedio de finca arrocera de 4,5 hectáreas, es decir, se trata de pequeñas propiedades.

En la siguiente tabla se presenta información sobre la estructura agraria de los productores de arroz de las provincias de Guayas y Los Ríos.

De este cuadro se desprende que:

  • es la provincia de Los Ríos donde se registran las grandes fincas arroceras, con tamaños superiores a las 200 hectáreas
  • la mayor parte de arroceros en la Cuenca Baja del Río Guayas son pequeños productores con fincas de entre 1 y 5 hectáreas. Este segmento de productores representa el 39% del total en el caso de Guayas, y el 21% en Los Ríos
  • el 80% de las fincas arroceras están en manos de pequeños y medianos campesinos
  • la producción de arroz es una actividad mayoritariamente campesina

Sin embargo, aunque la producción de arroz está en gran medida en manos campesinas, no constituye una actividad económica independiente. Por un lado está el papel que juegan las piladoras. Estas hacen un importante paso de transformación, y son las que controlan el precio de comercialización del producto, que muchas veces es menor al precio de sustentación determinado por el gobierno.

Generalmente la comercialización se hace a través de una cadena de intermediarios que controlan la producción campesina a través de compromisos verbales a cambio de crédito; también tienen el poder de negociar la comprar del arroz con el precio, el peso y la calidad que ellos determinan unilateralmente (Eymond y Santos, 2013).

Eymond y Santos (2013) describen así la problemática de los arroceros

cuando el agricultor tiene deudas con un prestamista informal con un compromiso verbal, debe venderle su cosecha en cáscara para pagar la deuda. Si no tiene compromiso verbal con el prestamista aún así vende su producto en cáscara al mejor postor pero en la misma par- cela y con urgencia porque el agricultor no tiene liquidez para asumir los gastos de la cosecha, ni los intereses de sus deudas, etc. De la misma forma, cuando el agricultor no tiene la cantidad suficiente de producto para que los beneficios de la piladora sean superiores a los gastos de traslado del arroz a la piladora asociativa, el agricultor no lleva su producto.

Para estos autores, una respuesta a esta problemática es la asociatividad. Ellos señalan que en varias zonas arroceras se han conformado cooperativas, piladoras o cajas de ahorro y crédito comunitarias, pero son experiencias escasas.

Por otra parte, está la dependencia cada vez mayor de los campesinos arroceros a los kits agropecuarios de arroz, entregados por el MAG a través de Agripac. Éstos incluyen semillas, fertilizantes y plaguicidas. En el siguiente gráfico se muestran dos ejemplos de kits de arroz.

A pesar de ello, el sector arrocero es muy dependiente del clima y muy vulnerable a las plagas y enfermedades, por lo que los ingresos obtenidos no permiten la manutención del hogar.

Rodríguez (2016) en su estudio sobre la sub-cuenca del río Daule, hace una tipificación económica de los productores de arroz. En primer lugar están los arrendatarios, que pueden tener una cuadra propia y arriendan entre 1 y 3 cuadras adicionales, requieren de crédito para la producción y generalmente no cultivan ningún otro producto agrícola. Ellos dejan entre 5 y 10 sacas en las piladoras para la alimentación del hogar. Para complementar su economía dependen del trabajo extra agrícola.

Luego están los productores de subsistencia, que poseen fincas de 1 a 2 cuadras. Ellos sí hacen producción de arroz asociada con otros cultivos como maíz, maracuyá, yuca, banano, frutales, y crían patos, gallinas, chanchos y ganado para carne. Ellos guardan en las piladoras unas 20 sacas al año para el consumo de la familia, y también necesitan hacer trabajo extra predial.

Otro grupo es el de los productores intensivos, quienes tienen entre 1 y 4 cuadras propias, y siembran entre 2,5 y 3 veces al año. Para asegurar la soberanía alimentaria de su familia, cerca de sus fincas siembran además mango, tamarindo, yuca, plátano, y crían animales menores. Necesitan casi el doble de créditos que los arroceros de subsistencia o los arrendatarios y su producción es de 12 sacas al año. Ellos necesitan hacer trabajo extra-predial.

Finalmente están los medianos productores quienes manejan entre 5 y 10 cuadras propias y necesitan de créditos mucho mayores. Siembran arroz 2 veces al año donde además asocian con yuca, verduras, maíz, frutales, a los que se suma la crianza de animales menores, para el autoconsumo. Ellos no guardan arroz para el consumo del hogar.

El autor señala que los costos de producción del arroz en zonas inundables son muy altos: 1657 dólares por hectárea en el caso de los arrendatarios, 1513 para los arroceros de subsistencia; 1989 para los productores intensivos y 1774 para los medianos produc- tores. Estos costos incluyen la preparación del suelo, los consumos intermedios, el riego, la mano de obra contratada, y la cosecha (maquinaria, ensacado y transporte). En todos los casos, los costos más altos están relacionados con los consumos intermedios (plaguicidas, semillas y fertilizantes). Por eso el autor propone la producción orgánica como una salida para mejorar la condición de los arroceros en la zona analizada.

Reflexiones finales

Para Fernándes Mançano, el territorio “es el lugar donde desembocan todas las acciones, todas las pasiones, todos los poderes, todas las fuerzas, todas las debilidades, es donde la historia del ser humano se realiza a partir de las manifestaciones de su existencia”. El añade que las relaciones y clases sociales producen diferentes territorios y espacios que se reproducen en permanente conflictividad.

Si hacemos un análisis de la Cuenca del Río Guayas, vemos que aquí coexiste un territorio ocupado por la producción agrícola capitalista, con otro tipo de territorialidad, donde predomina un tipo de producción campesina monopolizada por el agronegocio, y que está en contante conflictividad con el primero.

Hay un dominio del agronegocio en la región, ya sea que se trate de la agroindustria destinada al consumo nacional (como es el caso de la caña, el maíz y el arroz), o a la agroexportación (banano).

Podemos ver, además, que el Estado apoya y subsidia la expansión de estos cultivos a través de diversas políticas públicas como son los subsidios, los créditos o el seguro agrícola, pero quienes se benefician al final del día son las grandes empresas, sumiendo al campesinado en un círculo de endeudamiento y dependencia tecnológica.

Este es el caso de los kits agropecuarios que son entregados a los campesinos parcialmente subsidiados, a través de empresas importadoras y distribuidoras de insumos como Agripac o Ecuaquímica. El ingreso de semillas híbridas de arroz y maíz en los sistemas agrícolas campesinos, impacta en la pérdida de las variedades criollas, y les obliga a aplicar los agrotóxicos que forman parte del paquete tecnológico que conforma el kit. Con el paso de los años, los campesinos ya no pueden producir sin el kit. De acuerdo a Cepeda (comunicación personal), la eliminación del subsidio a estos kits es tan difícil como eliminar el subsidio al gas, puesto que esto genera a los gobiernos réditos políticos.

Otra fuente de dependencia son los encadenamientos productivos a través de los cuales los campesinos se endeudan con empresas o chulqueros para poder producir, comprometiendo su futura producción. Esta es una forma de ventas a futuro, lo que genera especulación y control de los precios de los productos agrícolas. En el caso del arroz entran en este análisis también las piladoras.

Es decir que, aunque la producción de caña, maíz, arroz y banano esté mayoritariamente en manos de pequeños y medianos agricultores, estos no son productores autónomos pues, en las diversas fases de su metabolismo social, dependen y están subordinados a las empresas.

Muchos de estos productores no pueden asegurar con el trabajo agrícola ni su economía familiar ni su soberanía alimentaria por lo que se ven obligados a hacer trabajo extra predial, muchas veces relacionado con las mismas empresas que controlan estos territorios.

Con excepción de la caña, cuya producción está centrada en dos o tres cantones de la provincia de Guayas con la coexistencia de haciendas de los cuatro ingenios que controlan la producción de azúcar y pequeños y medianos productores, es en la Provincia de Los Ríos donde existen las propiedades agrícolas más grandes. En el caso del banano, se trata de haciendas que pertenecen a em- presas transnacionales como Dole.

Es importante señalar, que los cultivos que se han analizado en este capítulo, no son los únicos monocultivos industriales existentes en la Cuenca del Río Guayas. De acuerdo al Plan de Ordena- miento Territorial de Los Ríos, a más de esos cultivos, ocupan importantes extensiones los monocultivos de teca (con 30 mil hectáreas), los pastos cultivados (con 25 mil hectáreas), el cacao (con 23 mil hectáreas) y la palma aceitera (con 21 mil hectáreas). Cada uno de estos monocultivos genera impactos ambientales importantes, como es la sustitución de la vegetación natural o de la producción para la soberanía alimentaria; el uso intensivo de agrotóxicos y fertilizantes; a lo que se suma la explotación del trabajo rural y de los pequeños y medianos productores encadenados al sector empresarial.

Preocupa también el crecimiento de algunos monocultivos como la piña y el maracuyá.

1. Como lo expresa Cándido (2001) “El espacio se incorpora a la sociedad por medio del tra- bajo, que lo transforma sin cesar y lo defiende”.

2. Pero también entre los distintos actores presentes en el territorio.

3. Aunque su accionar va a tener repercusión en las otras dimensiones del territorio.

4. Por ejemplo, pautas distintivas de conocimiento, formas de vestir peculiares, fiestas del calendario agrofestivo, rituales ligados a los ciclos de vida, danzas y recetas de cocina específicas

5. Corteva es una nueva empresa, producto de la fusión de Du Pont (dueña de la marca de semillas de maíz híbrido Pionner) y Dow Agriscience.

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