En su origen mismo como actor político, Donald Trump usa el discurso del “Great Again” infiriendo que hay caos y crisis, que se necesita un líder fuerte que “ponga orden” y que conduzca hacia el retorno de un “pasado mejor” y no hacia una posible transformación. Muchos pueblos ignorantes y desesperados reaccionan a esa clase de mensajes, ejemplos sobran.
EEUU se ha consolidado como una nación great a través de la guerras que ha promovido y en las que se ha involucrado, al interior y al exterior de sus fronteras: Independencia S. XVIII, Secesión S. XIX, dos guerras mundiales y una veintena de invasiones en el S. XX, más la Guerra Fría y su inversión militar. Seguimos contando en el S. XXI.
Actualmente posee el ejército más grande y mejor entrenado que el mundo haya visto jamás y la variación de no hacer guerra —aunque mandó a matar a un general en Irak— le reconocemos al delincuente Trump, quien intentó demasiadas veces romper con la mafia industrial, de las armas y los medios que controla EEUU desde finales de la Segunda Guerra Mundial (quizás antes), en pos de afianzar su modelo autoritario, racista y centralista. Eso explica la furia con la que el establishment, incluido Hollywood, reaccionan contra él. Es un proyecto autoritario y en solitario porque en su afán paranoico por el poder acaba solo, sin estructura organizada.
El sistema liberal norteamericano está podrido desde adentro hacia afuera y eso nos exige no abandonar en ningún momento la solidaridad internacionalista con un pueblo que se levanta frente a crueles formas de opresión. Esto, sin embargo, no puede justificar la salida en desesperación del status quo a través de un criminal como Trump y su grotesco proyecto político. Recordemos también que la receta de Demócratas y Republicanos ortodoxos ha sido y será colocar el conflicto afuera de sus fronteras.
Quedan de este proceso: la tristeza de ver a gran cantidad de afronorteamericanos votando por el proyecto racista de Trump, a una gran cantidad de emigrantes «latinos» votando para cerrar y proteger las fronteras, a una cantidad inmensa de mujeres norteamericanas votando por un imaginario misógino de orden. Es gracias a todos esos discursos y más (armas, religión, etc.) que Donald pudo ser Presidente. Pero también y considerando que hay que criticar con fuerza la arrogancia de la izquierda, quedan movimientos sociales fortalecidos y causas que podrían poner varias veces contra la pared al nuevo títere de Casa Blanca.
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