[Opinión] Agua, codicia e inhumanidad

Que se cotice el agua en la Bolsa de Chicago evidencia el abismo al que está llegando el sistema capitalista. Hoy, la lógica de la acumulación tiene que utilizar mecanismos cada vez más destructivos. Mercantilizar la vida (porque eso es, en esencia, el agua) implica reconocer que ya se han mercantilizado todos los recursos posibles, materiales o simbólicos, y que el capitalismo no tendrá miramiento alguno a la hora de asegurar su reproducción.

La humanidad enfrenta un problema irresoluble: la acumulación capitalista es exponencial y, por lo mismo, cada vez necesita más recursos para sostener su tendencia a crecer. Mientras tanto, lo límites del planeta se acortan. Si a inicios del capitalismo la noción de infinitud física era convincente, hoy experimentamos no solamente la angustia de la finitud, sino su propia reducción. Ya no hay dónde expandirse; es más, la posibilidad misma de expansión está condicionada por la saturación de las actividades humanas. Todo espacio potencialmente nuevo está contaminado.

En el siglo XVI, la mayor parte del planeta no había sido ocupada por los seres humanos. Inclusive había territorios y continentes desconocidos para la civilización occidental. Cada frontera que se extendía refrendaba la ilusión de una explotación interminable de recursos naturales y humanos. Se conquistó África para extraer minerales y esclavos indistintamente. Y ese modelo depredador se fue acondicionando a las nuevas realidades. Del esclavo al migrante y del oro al coltán es una expresión que puede ilustrar la evolución de un sistema que carece de regulación y equilibrio.

Mientras tanto, lo límites del planeta se acortan.

La explotación de la naturaleza ha sido una condición imprescindible de la modernidad, no solo del capitalismo. Al margen de los sistemas políticos aparentemente contradictorios, el modelo tecnológico-industrial impuesto desde hace cinco siglos se sostiene en la utilización indiscriminada e ilimitada de recursos. Regímenes liberales, socialistas o híbridos han operado de la misma forma. No obstante, esa utilización indiscriminada ha tenido cierta racionalidad. No se puede destruir un recurso indispensable para garantizar el funcionamiento y la reproducción del sistema capitalista. Por ejemplo, no se puede eliminar a todos los trabajadores solamente porque protestan.

Pero la acumulación de riqueza tiene una contradicción fundamental: mientras más se intensifica más afecta su entorno. Llega un momento en que la desigualdad y la pobreza que genera conspiran contra la posibilidad de esa acumulación. Es entonces cuando el capitalismo saca a la luz su faceta más violenta. O más irracional. En su codicia, los capitalistas pueden llegar a medidas autodestructivas, como el colapso ambiental.

Ponerle un precio global al agua implica excluir a millones de seres humanos de un recurso vital para su sobrevivencia. Ergo, provocará el reclamo radical y extremo de esos excluidos. Ergo, conducirá a una respuesta represiva y criminal desde el poder. Ergo, necesitará de un mundo completamente inhumano.

 

Diciembre 10, 2020

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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