Un asesor del Ministerio de Igualdad francés trató de censurar Hombres, los odio y al hacerlo disparó las ventas de este ensayo de la activista francesa Pauline Harmange, que defiende la misandria como herramienta de empoderamiento.
Por Patricia Reguero Ríos
Un asesor del Ministerio de Igualdad francés trató de censurar Hombres, los odio (publicado en España por Paidós a finales de noviembre), el primer libro de Pauline Harmange, y al hacerlo disparó las ventas de este ensayo de la activista francesa. Harmange hace en él una defensa de la misandria, un concepto que la Real Academia define como “aversión a los hombres”, pero al que ella añade otros matices: sería, así un “sentimiento negativo hacia el género masculino” que va “desde la simple desconfianza hasta la hostilidad y que generalmente se manifiesta en forma de impaciencia ante los hombres y de rechazo a su presencia en los círculos femeninos”.
Y, querido trol, antes de ponerte a escribir comentarios machistas a este artículo, lee esta puntualización: no se puede poner en el mismo plano “misandria” y “misoginia” porque la primera solo existe como respuesta a la segunda, sostiene Harmange, es decir: la misandria no mata mientras que la misoginia está detrás de, por ejemplo, los 160 asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o expresas en Francia en 2019. La autora responde a esta entrevista por escrito y su editorial advierte de que no admite preguntas sobre su vida personal, de la que su libro sí da algunas pinceladas. Suponemos que estará hasta el coño de explicar que su pareja es un hombre y eso no suspende su derecho a la ira hacia ellos.
Los hombres llevan odiando a las mujeres unos pocos siglos y no han pedido permiso ni han dado explicaciones por ello. ¿Tenemos que darlas nosotras?
En absoluto. Mi libro se dirige ante todo a las mujeres, no tiene por objetivo explicarle nada a los hombres.
Mantienes que la misandria es un mecanismo de autodefensa. ¿Por qué?
Si los hombres y el patriarcado, del cual los hombres se aprovechan, no nos violentaran continuamente, no tendríamos que construir un caparazón de desconfianza y de hostilidad para protegernos de todo esto. Y de eso se trata precisamente: de protegernos reconociendo que tener una relación con un hombre es peligroso, que los hombres aún no nos consideran como sus iguales y que tenemos el derecho de rechazar todo esto para construirnos de manera diferente.
¿Se puede amar a algunos hombres y odiarlos en su conjunto?
Enfoquémoslo de otro modo: consideremos que la virilidad y la masculinidad son valores que se les inculca en profundidad a los hombres y de los cuales se aprovechan porque son valores esenciales de la sociedad patriarcal. Digamos que podemos amar a una persona, que casualmente es un hombre, y que podemos odiar lo que, en él, es un hombre —la parte que se aprovecha y abusa de esa virilidad y de ese poder—. Por eso, hasta los hombres “aliados” del feminismo no son santos, y por eso podemos amar a algunos individuos y seguir odiando el grupo social de los hombres en su conjunto.
Tu visión sobre los “aliados” tal y como la expresas en el libro es devastadora. ¿Hay que abandonar la esperanza de que puedan trabajarse unas masculinidades no tóxicas?
La masculinidad es tóxica. Todos los componentes que construyen la masculinidad son tóxicos. Hay que deconstruir las masculinidades ante todo, no podemos esperar erigir cosas sanas sobre unos cimientos podridos.
¿Es la ira es un sentimiento feminista? ¿Es la misandria el estado más avanzado del proceso de emancipación que supone el feminismo?La ira es indispensable para el feminismo. ¿Cómo luchar contra las injusticias si no nos sentimos indignadas por ellas? Se nos impide vivir la ira desde hace demasiado tiempo y hay que volver a luchar con regularidad para volver a apropiarse de ella.
¿Cuánto tiene que ver tu libro con el #MeToo y con la fuerza que el movimiento feminista ha demostrado en los últimos años?Mi libro es, en parte, la expresión de mi decepción ante el #MeToo y ante la ausencia de repercusiones de esta increíble liberación de la palabra en la vida real de las mujeres. En Francia, por mucho que el #MeToo y el #BalanceTonPorc les hayan dado voz a las mujeres, para algunas por primera vez en la vida, estos dos movimientos no se han escuchado de verdad. Nos hemos reconocido en ellos, hemos constatado que todas o casi todas estábamos afectadas, quizá se haya creado un fuerte sentimiento de sororidad, pero nuestros gritos se han quedado en papel mojado. Se ha nombrado a un hombre acusado de violación ministro del Interior. La película de un pedocriminal ha recibido la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes. 160 mujeres han sido asesinadas a golpes por sus parejas o exparejas en 2019. Nada ha cambiado, con la salvedad de que ahora conocemos la amplitud del problema que vivimos y, por ende, conocemos la amplitud de la inacción que nos encontramos. Y hemos sido testigos de la solidaridad masculina, que permite que muchos hombres salgan indemnes e incluso prosperen.
Algunos titulares que han llegado de Francia a los medios españoles son que el país multa el acoso callejero o que artistas franceses firmaron un manifiesto anti #MeToo. ¿Cuál de estos dos titulares crees que da una idea más cierta de cómo es Francia?La multa por acoso callejero es un chiste. Es una tentativa de aplacar la ira (legítima) de las feministas tras sacar a la luz el acoso callejero que afecta a todas las mujeres en Francia. Sin embargo, en la práctica, las asociaciones interesadas y las activistas señalaron de inmediato el problema. Para ser sancionado, el acosador callejero debe ser pillado in fraganti porque, de otro modo, ¿cómo se puede denunciar a un transeúnte cuyo nombre desconocemos y cuyo físico no hemos visto? Después, hay que recurrir a los agentes de policía, que son conocidos en Francia por no estar nada formados para tratar con víctimas de violencia sexista. Por último, no se actúa en absoluto en la raíz del problema, esto es, en la educación y en la concienciación de los hombres. En resumen, en Francia no se toman para nada en serio las realidades de la violencia sexista y sexual, y es todo el sistema social lo que deberíamos replantearnos completamente.
No había que llegar al final de tu libro para entender que el título responde a una definición propia de misandria y que de forma expresa dices “tampoco es que los odiemos de verdad”? ¿Crees que Ralph Zurmély, asesor del Ministerio de Igualdad, habría tratado de censurarlo si lo hubiera leído?
El señor Zurmély intentó intimidar a mi editorial para que retiraran el libro de la venta, no lo censuró realmente. Además, cuando escribo “tampoco es que los odiemos de verdad”, utilizo un tono sarcástico: claro que odio a los hombres de verdad. No tengo ni idea de lo que habría hecho el señor Zurmély si se hubiese molestado en leer mi libro, y admito que tampoco es que me importe demasiado.
¿Para qué sirve tu libro?
Quiero darles a las mujeres que sienten ira, decepción y desconfianza hacia los hombres en general la ocasión de sentirse comprendidas y escuchadas. Y quiero decir que hay muchas cosas bonitas que ganar en esta misandria. Quieren hacernos creer que no querer a los hombres es una sentencia de muerte en nuestra vida de mujer, pero es todo lo contrario. Es el comienzo de un camino hecho de amor propio y de sororidad.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/feminismos/pauline-harmange-hombres-odio-ensayo-misandria
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