Por: Inti Cartuche Vacacela.
Hay un supuesto que dice que la ola conservadora en algunos lugares de la región es producto o una mera respuesta a los progresismos. Es decir, como si hubiera un corte entre una época -más de una década- y la conservadurización de las sociedades. Bajo ese supuesto, los progresismos pretenden colocarse como los legitimos contrarios a las derechas conservadoras y neoliberales. Pero lo que se ve más bien es un hilo de continuidad, de herencia, de genealogía, o sea, un lazo, ideologías, tendencias que los unen.
En Ecuador, las furibundas reacciones frente al legitimo derecho del presidente de la Conaie -y de cualquier persona pertenenciente a pueblos y nacionalidades- a solicitar un traductor en lengua materna, se han visto solamente como una reacción de las élites racistas y sus medios de comunicación, así como de la negación en la práctica del Estado Plurinacional -reconocido en 2008 a pesar de la oposición de Correa-.
Algunos correistas en las redes se han apurado en emitir sus apoyos a Iza y Vargas, con un claro tinte manipulador. Pero sobre todo, desmemoriado, por decir lo menos, cuando ha sido el propio correismo quién más se ha opuesto a que se lleve a la práctica el Estado plurinacional. Solo por recordar los casos más emblemáticos -y que recuerdo este momento-: la oposición visceral de Correa a la aprobación de los idiomas indígenas en la constityente de 2008 calificándolas de novelerias. La sentencia inconstitucional de La Cocha en Cotopaxi que cerró la posibilidad de implementar justicia comunitaria como parte del Estado Plurnacional. La sistemática persecución a los dirigentes de la Conaie por parte del Estado. Y en general, la continua deslegitimación del movimiento indígena autónomo, y la construcción simbólica y material de un sujeto indígena subordinado al Estado y al correismo.
Todas estas políticas estatales del correismo, quieran o no, tienen consecuencias concretas en una parte de la ola conservadora neoliberal, en su dimensión colonial y racista. Es decir, el racismo que afloró en octubre del año pasado, el racismo que se ha levantado en este tiempo de elecciones respecto a la candidatura del movimiento indígena, la reacción racista de los hispanistas a principios de diciembre por lo de la estatua de la reina, son también en parte herencias del correismo. El discurso mediatico del correismo contra el movimiento indígena, cuando fueron gobierno, fue un discurso desde el poder estatal, y por lo tanto con un peso gigante en la conciencia de la sociedad. Por eso, tienen una responsabilidad frente a la ola conservadora en curso, y eso solo hablando del tema colonial y racista (sin nombrar lo que sucedió con las luchas de las mujeres).
Por esto, pretender ahora apoyar a Vargas o Iza (incluso dejando de lado las obvias intenciones manipuladoras del correismo, que a la final también son parte de esa misma voluntad racista y colonial) muestran solo el cinismo, o la desmemoria del corrreismo. Hay algo de colonial que es constitutivo del populismo correista. Es decir, la implantación del populismo se ha dado de la mano de una renovación del colonialismo y el racismo. Y esto no se supera haciendo discursos en kichwa, ni vistiendose con poncho o anaco (prestados por los sujetos indígenas subordinados al correismo, y que en realidad son los verdaderos ponchos y anacos dorados que tanto gritan los mismos correistas), sino permitiendo la movilización autónoma de las organizaciones indígenas y populares, superando las taras coloniales al interior del Estado, para construir verdaderamente la plurinacionalidad y una sociedad nueva para todxs.
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