La violencia en la modernidad tardía que vivimos se vuelve invisible, porque se mimetiza en el sentido común compartido. Cuando se presenta bajo la forma de caricatura adquiere un plus más agresivo, porque acude a la libertad del humor.
En estos días se ha caricaturizado en memes, en imágenes, la actitud de Jaime Vargas, Presidente de la Conaie, al demandar al juez el derecho constitucional a expresarse en su lengua nativa, el ashuar. El juego invisible es desplazar la demanda del derecho a la culpabilidad. Se presenta a Vargas con una lengua gigantesca ordenando el “vandalismo” de Octubre; y se reproduce la imagen invertida del indio ignorante: si entendió el idioma oficial el español para ordenar los ataques a la seguridad en Octubre, por qué hoy se hace el que no entiende.
El caricaturista se convierte en doble juez, sentencia la culpa de Vargas en la violencia de Octubre, para encubrir el sentido de la rebelión; y sentencia la ignorancia del indio que pretende engañar a la sociedad para dilatar el juicio.
Y no ve que la ignorancia y la violencia está en él como vocero del racismo invisible. Desconoce el doble derecho de los pueblos, a la rebelión y a su propio idioma. Una violencia que exige a los indígenas a ser bilingües, a hablar también el español además de su lengua materna. Mientras la sociedad evadimos nuestra responsabilidad intercultural; y preferimos la utilidad de otros idiomas “cultos-universales. Es necesario responder a las exigencias de la globalización, somos ciudadanos del mundo, requerimos el inglés, el francés y la nueva demanda del mandarín. Pero sin olvidarnos nuestra raíz, sin menospreciar los cimientos del Estado plurinacional.
El humor racista tiene una raíz común con el humor sexista: la burla del excluido, para obtener la aquiescencia del poder.
El humor racista es mezquino y de corto alcance. Ojalá los caricaturistas aprendan el humor universal de maestros como Quino, que aun sigue riéndose y cuestionándonos desde el más allá.
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