De la miseria digital en el marco estudiantil

Por Francis Brochet

La universidad esperará para desconfinarse si todo va bien al 20 de enero. No obstante el gobierno ha concedido la vuelta a algunas enseñanzas presenciales a comienzos de enero para cierto tipo de estudiantes: “Los cursos iniciales, los estudiantes con necesidades especiales, los estudiantes internacionales”, ha precisado la ministro de Enseñanza Universitaria, Frédérique Vidal.

“Somos conscientes de que hay estudiantes en una situación sicológica muy difícil, hay suicidios”, reconocía a comienzos de diciembre el Primer ministro. Las cifras son sorprendentes. Un estudio realizado recientemente entre estudiantes de Ciencias Políticas, diagnosticaba un 41% de estudiantes con depresión, frente a una prevalencia del 15% entre el conjunto de la población. Desde junio, un estudio de la FAGE comprobaba que el 69% de los alumnos han “sentido la necesidad de confiarse a alguien, de ser escuchado”[1].

Los profesores no están menos perdidos. También ellos se deprimen, solos ante las pantallas del ordenador  donde aparecen las imágenes o las iniciales de sus alumnos a distancia. “¡Tengo la angustia de la falta  de vínculo!”, asevera uno de ellos. “Da miedo, esta idea de una falsa presencia:  están todos ahí, pero ¿dónde está el conjunto?”[2]

En consecuencia el gobierno ha aumentado los fondos a los servicios sicológicos universitarios. Queda pendiente la otra desconexión, la pedagógica: tres de cada cuatro alumnos de Ciencias Políticas encuentran que “la enseñanza a distancia es medianamente o muy difícil de seguir”. El 38% de los estudiantes sondeados en julio por la FAGE, estimaban que el confinamiento había provocado un abandono bastante o muy importante de sus estudios.

Los más amenazados, como reconoce el gobierno en sus últimas decisiones son los nuevos ingresados, en torno a 210.000 en las licenciaturas, según la Conferencia de Rectores de Universidad. Jóvenes  que han sido obligados a seguir el último semestre del bachillerato a distancia… Entre ellos “hay un peligro de abandono y des-socialización”, alerta Guillaume Gellé de la Conferencia de Rectores[3].

Son límites de la enseñanza a distancia, y no deberían sorprendernos. El año de las MOOC (Massive Open Online Courses) se celebró desde 2012 y desde entonces la enseñanza “en linea”, como complemento o no de un curso “presencial”, no ha dejado de ganar terreno. Pero  su subida en potencia ha generado críticas. No, lo digital no es mágico, comprobaba en 2015 la OCDE, que no es una organización sospechosa de tecnofobia: “La tecnología puede permitir optimizar una enseñanza de excelente calidad, pero no podrá nunca, por muy avanzada que esté, paliar una enseñanza de mala calidad”. No, la electrónica no es el mejor medio para combatir las desigualdades de acceso a la enseñanza, añadía la Brookings Institution: “El rendimiento de los estudiantes menos favorecidos, es peor cuando estos estudiantes siguen cursos en linea respecto al presencial”. Y no, un plan masivo de equipamiento de ordenadores en los centros de enseñanza, como se aplicó en el quinquenio de François Hollande (con más de 2 millardos de €uros) no es una garantía de progreso, informó en 2019 el Tribunal de Cuentas: “La transformación pedagógica no ha sido el eje esencial de esta nueva política[4].

Los encantos de la “hibridación”

Esto no parece molestar la fe digital del gobierno. Actúa como si no hubiese vinculación entre las alertas sicológicas y pedagógicas actuales y el despliegue precipitado y masivo de los cursos electrónicos impuestos por el cierre de los centros. La ministro de Enseñanza Universitaria Frédérique Vidal celebra así, pese a los resultados de la experiencia del primer confinamiento los beneficios de la “transformación pedagógica digital”[5]. Y celebra que “profesores reticentes hayan descubierto que hay interés pedagógico en hacer cursos en linea para interactuar después con sus alumnos”.

En linea ciertamente, una cosa refuerza la otra: es la imagen ideal de la “hibridación” de la formación. En ocasiones se consigue, no hay por lo tanto que negar las aportaciones de lo digital. Pero en la mayoría de casos, con o sin confinamiento, el curso en linea viene a sustituir el presencial. Escuchemos al escritor y enseñante Philippe Forest explicar con humor amargo, el atolladero del powerpoint en la enseñanza a distancia: apenas el profesor lo cuelga en su ordenador como apoyo de la explicación, los alumnos exigen disponer de él. Y si el profesor se niega, se apresuran a fotografiarlo con sus móviles…” el curso, comenta Philippe Forest, desaparece en lo que debía únicamente constituir su soporte. Se reduce a lo que es susceptible de digitalizar adquiriendo a ojos de los estudiantes un valor exclusivo”[6].

La hibridación de la enseñanza se despliega en el ámbito universitario desde hace más de diez años, y la creación de France Université Numérique <NdT: digital> (con su acróstico coloquial FUN). La “home page” ofrece “formarse en libertad”, eslogan amable para la universidad clásica; presenta ejemplos de cursos tales como: “Los oficios de la geografía”; “Resistencia a los agentes antibacterianos” (en inglés); “Bases de datos relacionales: aprender a usarlos”…

Señalemos que FUN ha creado una filial, Fun Corporate, cuyo objeto es poner “la enseñanza universitaria al servicio de la formación social continuada”. Bonita ambición que esconde un pragmático interés por los 32 millardos de euros de la formación profesional. Y dado que hablamos de dinero, recordemos que lo digital tiene la ventaja para el presupuesto de las escuelas y de la universidades de facilitar ahorrar en personal y locales. En cambio favorece a empresas como Microsoft que puede agradecerlo a François Hollande y su “Plan digital para la Educación”, subrayaba el Tribunal de Cuentas.

Conectados pero aislados

El stand barroco de las MOOC de la página FUN revela también que la “transformación pedagógica digital”, para citar a la Ministro de Universidades, tiende igualmente a transformar el saber transmitido. Un saber contemplado “en forma de un contenido que se trata de telecargar y después devolver”, explica Philippe Forest. Un conocimiento inmediato integrado por una infinidad de entradas sobre asuntos infinitamente mínimos bajo la forma de la enciclopedia Wikipedia.

Es una dimensión demasiado burda de lo digital, cuyo empleo intensivo impacta y luego transforma poco a poco las actividades humanas. Emmanuel Macron lo destacaba recientemente, “antropológicamente, internet trastorna las democracias y nuestra vida” -nuestra vida de estudiante o enseñante[7]. Por tanto modifica en profundidad nuestra relación con el otro, y la crisis del Covid ha servido para revelarlo. Ante todo ha mostrado, durante el primer confinamiento, la formidable capacidad de lo digital para romper el aislamiento, multiplicando los canales de comunicación, ¿quién había gozado antes con el placer de un “aperitivo del zoom”?

En consecuencia la crisis ha desvelado lentamente los límites de las relaciones digitales, las frustraciones que generan; pues la calidad de la relación no es igual si  intercambiamos en línea o en la realidad; presencialmente o a distancia; por SMS o mediante una conversación cara a cara. Es la realidad de los vínculos digitales, vínculos múltiples pero débiles, que al final tienden a aislar. La ex ministra de Trabajo, Muriel Pénicaud, resaltó hace diez años este balance de la introducción masiva de la comunicación digital en las empresas: “En una generación, hemos pasado de un colectivo de trabajo físicamente reunido a una comunidad de individuos conectados, pero aislados y alejados unos de otros”[8].

Transmitir el saber depende de otra lógica, puesta en valor con semanas de cursos digitales. Los alumnos han descubierto, afirma Daniel Pennac, otro escritor-enseñante, “que la presencia física de los profesores, su disponibilidad intelectual inmediata es necesaria cuando se afronta una auténtica complejidad”[9]. ¿Habrá que recuperar nuestros recuerdos de alumno y estudiante y la imagen de aquellos profesores que con su presencia  influyeron en nuestra opciones profesionales, e incluso en nuestra vidas?

Sin embargo el gobierno prosigue con su huida hacia adelante con lo digital. Los problemas que surgen se atribuyen a las lagunas de la enseñanza en este ámbito o a la insuficiencia de materiales. En vez de pensar en una buena mezcla de cursos presenciales y en linea según los tipos de estudiante, invierte en  eliminar la “fractura digital”.

Tan alabada “hibridación” de enseñanzas, pronto se convierte en desequilibrada -una molécula de “presencial” por dos moléculas de “a distancia”; luego tres y posteriormente cuatro… En un reciente documento Microsoft, finge afligirse por el cierre de escuelas y universidades, para mejor vanagloriarse con las “historias de éxito” de la “transformación digital”[10] Lo presencial es esencial, concede Microsoft, pero dado que todos las tareas están destinadas en cierto grado a digitalizarse, la enseñanza debe hacerlo igualmente, y así para prepararnos mejor, necesitamos “un modelo de educación híbrida, para un mundo que lo será igualmente”, afirma el estudio, justo antes de una publicidad sobre Superficie y Microsoft 365, “duo ganador de la enseñanza híbrida”…

Concluyamos con la dirigente de una empresa norteamericana digital, que sacaba esta lección de la pandemia: “Experimentamos un auténtico entusiasmo por la tecnología sin humanos, sin contacto. Los humanos son un riesgo biológico, pero no la máquina[11].

Sin duda. Pero ¿qué es una enseñanza sin riesgo humano?

Notas:

[1] Consulta elaborada por la Association de l’école d’affaires publiques de Sciences Po sobre 1200 estudiantes. « Les jeunes face à la crise : l’urgence d’agir », Enquête FAGE-IPSOS.

[2] Le Monde, 1 de diciembre 2020.

[3] Les Echos, 19 novembre 2020.

[4] Críticas citadas en « Eloge de la conversation au temps du smartphone », de Francis Brochet (Kiwi).

[5] Entrevista en Le Figaro, 4 septembre 2020.

[6] « L’université en première ligne. A l’heure de la dictature numérique », de Philippe Forest (Coll. Tracts, Gallimard).

[7] Entrevista au “Grand Continent”, 16  de noviembre de 2020.

[8] « Bien-être et efficacité au travail. Dix propositions pour améliorer la santé psychologique au travail », rapport au Premier ministre, février 2010.

[9] « Le Journal du dimanche », 7 de junio de 2020.

[10]« Trois futurs pour l’éducation », Microsoft Experience (23 octobre 2020).

[11] « Naomi Klein : How big tech plans to profit from the pandemic », The Guardian (13 mai 2020).

 

Francis Brochet es periodista en el grupo Ebra

Fuente:

https://www.telos-eu.com/fr/societe/de-la-misere-numerique-en-milieu-etudiant.html
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Ecuador-Today, agencia de comunicación.

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