Salvo honrosas excepciones, no se puede reivindicar en el papel, en la pantalla o en la digitalidad lo que nunca existió en la práctica. El periodismo público. Aunque esto lo hagan los “intelectuales orgánicos” del expresidente prófugo de la justicia y sus periodistas, quienes coadyuvaron a fraguar el Estado de propaganda que gobernó el país durante una década de autoritarismo.
¿Quiénes son estas personas invitadas por algunos medios a dar “lecciones” de democracia? ¿Son defensores de los ciudadanos y de la comunicación como bien público? ¡No! En realidad son fanáticos y protectores de las vendettas organizadas por la extinta Supercom y la antigua Cordicom, para conseguir “publicidad gratuita” en favor de los funcionarios del gobierno de turno en los medios privados a través de las famosas réplicas y rectificaciones; pero también para sancionar y censurar a periodistas y dueños de medios con el afán de sacarlos de circulación y desacreditarlos en nombre de una “revolución” que hoy – gracias al periodismo de investigación – conocemos es sinónimo de delincuencia organizada y robo.
¿Cómo reivindicar lo público en el periodismo desde lo más rancio de sus prácticas correístas? Romantizar esa labor resulta sencillo cuando sus protagonistas – solapados – se alejan inescrupulosamente de la historia que los concibió como imagen y vocería agenciosa de un partido y su líder.
Con una credibilidad dilapidada luego de haber gozado de las “mieles” del autoritarismo. ¿Se puede confiar en quienes quieren desembarazarse de su pasado presentándose a sí mismos como alternativa de lo público? Parecería más bien que algunos esperan con ansias el triunfo del binomio de Correa para regresar victoriosos a los medios públicos. Entonces cabe preguntar. ¿Es este intento por re-significar el periodismo desde lo público un proyecto de bienhechores amantes de la profesión o tan solo un simulacro elaborado por quienes aspiran a regresar a sus antiguos espacios si gana la dupla correísta?
Pero no es todo. Quedan todavía quienes salieron por la puerta trasera de los medios privados y que en la actualidad, al amparo de un micrófono, hacen honor al puesto, dependencia y patrona que los contrató para reeditar, desde un medio de comunicación público, la práctica tóxica e insolente que embalsama en el mismo molde al periodismo y al partido como un solo cuerpo orgánico desde el cual se han defendido prófugos de la justicia y corruptos, bajo el slogan de “perseguidos políticos”, “revolucionarios” y “socialistas”; algunos acaudalados con dineros ajenos, hacedores de obras inconclusas y amigos íntimos de Odebrecht. Así se rearticula el correísmo desde un segmento del Estado que intenta hacer de los medios públicos una copia del periódico Granma o de Radio Rebelde, donde las libertades de pensamiento, expresión, opinión y prensa se encuentran secuestradas por la dictadura del partido.
Frente a este escenario copado por solapados e insolentes y con todos los reparos que pueden existir a los cuatro años en los que se intentó llevar a cabo una transición digna hacia la democracia, pese a las adversidades – económicas, sociales, políticas y laborales – causadas por un dispendioso manejo económico del país al que se sumó la crisis sanitaria provocada por la pandemia. Hoy los medios públicos y sus periodistas se re-democratizan, asumiendo el rol histórico que les confiere la nación en momentos delicados para la república, dejando en el pasado las consignas maniqueas de agitadores pendencieros y alza banderas.
La presencia de estos medios es una alternativa que contribuye a garantizar el derecho a la información de los ciudadanos.
Enero 6, 2021
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