por Louise Michel
La Revista Blanca reprodujo un texto de Louise Michel donde explicaba las razones por la que era anarquista:
“Yo me hice anarquista cuando fuimos enviados a Caledonia en los barcos del Estado con condenas aflictivas e infamantes, lo cual nos era absolutamente indiferente, puesto que, según nuestras conciencias, hubiéramos sido criminales de haber obrado en forma distinta a como lo habíamos hecho: más bien nos reprochábamos el no habernos arrancado el corazón: la piedad, en ciertas circunstancias, constituye una traición. Siempre lo será el hecho de que, para llevamos a arrepentimos de haber luchado por la libertad y también por medida de prudencia contra tan grandes malhechores, estuviéramos en jaulas como si fuéramos tigres o leones.
¡Pues bien! A fuerza de comparar las cosas, los acontecimientos, los hombres, habiendo visto obrar a nuestros amigos de la Comuna tan honrados, que, temiendo ser terribles, no fueron enérgicos sino para arrojar sus vidas, vengo a convencerme rápidamente de que las personas honradas en el poder serán en él tan incapaces como nocivas las deshonestas y que es imposible que jamás la libertad se alíe con un Poder cualquiera. Yo opino que una revolución que establezca un gobierno cualquiera no sería sino un cuadro de engañifa, no pudiendo más que marcar el paso y no pudiendo abrir todas las puertas al progreso; que las instituciones del pasado que parecían desaparecer quedarían, cambiando sólo de nombre; que todo se halla remachado a cadenas, en el viejo mundo y que es así un solo bloque destinado a desaparecer totalmente para dejar el lugar al mundo nuevo, libre y feliz bajo el firmamento. Yo digo que las leyes de atracción que impulsan sin cesar las esferas sin número hacia nuevos soles entre las dos eternidades del pasado y del porvenir, debían presidir también los destinos de los seres en el progreso eterno que los atrae y lleva hacia un ideal verdadero, siempre grandioso. Soy, pues, anarquista porque sólo la anarquía hará la dicha de la humanidad y porque la idea más elevada que pueda ser concebida por la inteligencia humana es la anarquía. contando con que el summum se halle en el horizonte. Pues a medida que pasen las edades, se sucederán progresos desconocidos. ¡No se halla en el conocimiento de todos que lo que parece utopía a una o dos generaciones se realiza para la tercera! Sólo la anarquía puede hacer consciente al hombre, puesto que sólo ella le hará libre; ella será, por tanto, la separación completa entre los rebaños de esclavos y la humanidad. Para todo hombre que llega al Poder, el Estado es él; él le considera como el perro que mira al hueso que roe y por esto lo defiende. Si el Poder hace feroz, egoista y cruel, la esclavitud degrada. La anarquía será, por lo tanto, el fin de las horribles miserias en las cuales ha vivido siempre la raza humana; sólo ella no será el nuevo comienzo de sufrimientos y ella atrae cada vez más a los corazones templados para el combate de la justicia y de la verdad. La humanidad quiere vivir y se consagrará a la anarquía en la lucha de la desesperación que habrá de empeñar para salir del abismo, en la áspera subida de la roca. Cualquier otra idea se parece a las piedras ruinosas y a los puñados de hierba que uno arranca volviendo a caer más profundamente, y hace falta luchar, no solamente con ánimo, sino con lógica, y es tiempo de que el verdadero ideal, más grande y más bello que todas las ficciones que le han precedido, se manifieste con bastante amplitud para que las masas de desheredados no rieguen más con su sangre quimeras engañosas. ¡He ahí por qué soy anarquista!”
(La Revista Blanca, 1 de enero de 1930).
Be the first to comment