por Michael Roberts
Primera parte: el dilema principal
La conferencia anual de la Asociación Estadounidense de Economía ( ASSA 2021) fue inusual este año, por razones obvias. En lugar de que 13.000 economistas académicos y profesionales acudieran a una ciudad estadounidense para presentar y discutir cientos de artículos enviados durante unos días, debido a la pandemia de COVID-19, ASSA 2021 fue virtual. A pesar de eso, se presentaron una gran cantidad de artículos, junto con sesiones plenarias de los “grandes y buenos” de la teoría y la política económica convencionales.
Cada año, hay un tema que tiende a dominar en las presentaciones convencionales. En años anteriores ha sido la economía del aumento de la desigualdad y el año pasado fue la economía del cambio climático. No es de extrañar que este año haya sido el impacto económico del COVID-19 y las políticas para hacer frente a la crisis de la pandemia.
Hubo dos grandes paneles sobre su impacto económico. El primero fue sobre lo que le estaba sucediendo a la economía estadounidense y hacia dónde se dirigía. El ex gobernador del banco central de la India, Raghuram Rajan, de regreso en su cátedra neoclásica en la Universidad de Chicago, planteó el riesgo de que el aumento de la deuda corporativa se convierta en «problemas corporativos». Calculó que el actual apoyo monetario y fiscal ofrecido a las pequeñas y grandes corporaciones «tendrá que terminar eventualmente» y «en ese momento, emergerá el verdadero alcance de la angustia». Rajan cree que es necesario un «apoyo específico» para reducir la acumulación de deuda y así evitar futuras deudas incobrables en el sistema bancario, una política para banqueros recientemente defendida por el llamado Grupo de los Treinta banqueros.
Carmen Reinhart, recientemente nombrada economista en jefe del Banco Mundial y autora conjunta con Kenneth Rogoff del enorme (y controvertido) libro sobre la historia de la deuda pública, también se hizo eco de la preocupación de Rajan por el aumento de la deuda, no solo en las empresas de EEUU, sino en particular en las llamadas economías emergentes. En la Gran Recesión, el dólar estadounidense se apreció fuertemente frente a otras monedas, ya que se lo consideró un «refugio seguro» para el dinero en efectivo y los activos. Pero en esta recesión pandémica del COVID-19, el dólar se ha depreciado significativamente porque parece que los inversores temen que el gasto fiscal estadounidense sea demasiado grande mientras que las tasas de interés en dólares se han desplomado. Pero, ¿qué sucederá con la capacidad de las economías emergentes para pagar su deuda en dólares si el dólar comienza a subir de nuevo?
Lawrence Summers, el gurú del estancamiento secular, reconoció que la recesión pandémica ha prolongado la duración del estancamiento en las economías avanzadas. Los tipos de interés habían caído en territorio negativo y el estímulo fiscal se había elevado a nuevas cimas. Pero eso no acabará con el estancamiento a menos que “se adopten políticas estructurales”. No detalló cuáles debían ser, pero argumentó en contra del gasto fiscal no focalizado como la propuesta de cheque de 2.000 dólares por persona para todos los estadounidenses, que consideró simplemente un aumento de los ingresos de aquellos que realmente habían incrementado sus ingresos durante el COVID. Summers ha sido atacado por la izquierda por rechazar el pago de esos 2.000 dólares. Pero es una prueba de que la corriente convencional de la teoría económica está cada vez más preocupada de que el estímulo fiscal y monetario esté creando niveles de deuda descontrolados (a pesar de los bajos costes de interés) que tendrán que ser controlados en algún momento, y también que la generosidad de la Reserva Federal ha terminado principalmente por impulsar el mercado de valores y beneficiar a los más acomodados.
El economista de izquierda liberal y premio Nobel, Joseph Stiglitz, pidió un reajuste de la economía estadounidense cuando termine la pandemia. Quería revertir los recortes de impuestos a las corporaciones y privilegios implementados por Trump; incrementar las regulaciones ambientales; romper el poder de los monopolios tecnológicos y realizar inversiones públicas productivas. ¿Cuál es la probabilidad de que ocurra algo así con la administración Biden durante los próximos cuatro años?
Por el contrario, el ortodoxo de derecha John Taylor, de la Universidad de Stanford quería que la Fed acabara sus compras de bonos COVID de emergencia y otras facilidades crediticias lo antes posible, y que la nueva administración Biden fuera prudente a la hora de implementar un mayor gasto público. Para Taylor, el sistema de mercado es innovador y funciona. Durante el COVID, los negocios y las compras en Internet se han disparado y este era el camino a seguir, reemplazando las viejas formas por las nuevas. Pero eso no necesita más regulación, sino menos, de empresas como Uber o Amazon.
Quizás el artículo más interesante de esta sesión fue el de Janice Eberly, de la NorthWestern University, quien mostró que durante la caída de COVID, las empresas habían ahorrado enormes cantidades de gastos de capital en oficinas, viajes y otros equipos físicos, ya que el personal trabajaba desde casa (a su cargo). Esto ha brindado una oportunidad para que las empresas impulsen la productividad de la fuerza laboral sin gastos de capital adicionales y menos mano de obra: ¿una salida para el capitalismo después de la pandemia?
La segunda gran sesión fue sobre la economía mundial. Se mire como se mire, los panelistas coincidieron en que la crisis del COVID-19 es la peor en la historia del capitalismo. Pero lo que es peor aun, las economías podrían tardar algún tiempo en volver a sus niveles anteriores a la pandemia, si es que lo hacen alguna vez. Según las proyecciones actuales, la OCDE reconoce que eso no sucederá hasta 2022 e incluso entonces, el PIB mundial estará por detrás de su tendencia prepandémica.
El impacto en el comercio mundial ha sido aún más perjudicial. Según la Organización Mundial del Comercio, el crecimiento del comercio mundial nunca volverá a su trayectoria anterior.
Y como se argumentó en la sesión económica estadounidense, los niveles de deuda global se encuentran en niveles récord.
Dale Jorgenson, de la Universidad de Harvard, es un experto en el crecimiento de la productividad global y sus componentes. En su presentación, estimó que se recuperarían los diferenciales de crecimiento de la producción y la producción por trabajador entre las economías del G7 y las ‘economías emergentes’ de China e India. «El crecimiento en las economías avanzadas se recuperará de la crisis financiera y económica de la última década, pero se restablecerá una tendencia a largo plazo hacia un crecimiento económico más lento». Curiosamente, argumentó que la opinión de consenso de que el crecimiento económico de China se desacelerará porque su población en edad laboral está disminuyendo puede no ser la correcta, si China puede mejorar la calidad de su fuerza laboral a través de la educación y extender la edad laboral. Eso podría generar una tasa de crecimiento anual más cercana al 6% que el 4-5% pronosticada por muchos.
Kenneth Rogoff, la otra mitad del equipo de historiadores de la deuda Rogoff-Reinhart, presentó nuevamente su posición de que el nivel de la deuda global está cerca de un punto de inflexión. Sí, las tasas de interés son muy bajas, lo que hace que el servicio de la deuda sea sostenible. Pero el crecimiento económico también es bajo y si los costes de interés (r) comienzan a exceder el crecimiento (g), entonces podría sobrevenir una crisis de deuda. Por lo tanto, el problema de la sostenibilidad fiscal no ha desaparecido, como muchos argumentan. Por supuesto, Rogoff solo habla de la deuda del sector público (gráfico), cuando el problema de la deuda corporativa récord es mucho más preocupante para la sostenibilidad del crecimiento económico futuro en las economías capitalistas.
La respuesta de Joseph Stiglitz a la crisis de la deuda mundial posterior a la pandemia es cancelar las deudas de los países más pobres. Esto debe hacerse «creando un marco internacional que lo facilite de manera ordenada». ¿Qué posibilidades hay de que esto sea acordado e implementado por el FMI y el Banco Mundial, y mucho menos por todos los acreedores privados como los bancos y los fondos de cobertura?
Mi impresión general de estos paneles es que la corriente principal de la teoría económica es bastante pesimista sobre una recuperación económica suficiente de la pandemia, tanto en los EEUU como a nivel mundial. Pero los “grandes y buenos” se debaten entre el requisito obvio de mantener el estímulo monetario y fiscal para evitar un colapso de la economía mundial y los activos financieros; y la inminente necesidad de poner fin a ese estímulo para evitar niveles de deuda insostenibles y una nueva crisis financiera. Ese es el dilema para la teoría economica capitalista.
Ese dilema también empuja a algunos artículos de economistas de la corriente principal a buscar maneras de pronosticar futuros colapsos financieros. Un documento nos recordó que en lo más profundo de la Gran Recesión, la Reina de Inglaterra visitó la London School of Economics. Cuando se le mostraron gráficos que enfatizaban la escala de los desequilibrios en el sistema financiero, hizo una pregunta simple: «¿Por qué nadie se dio cuenta?» Pasaron varios meses antes de que recibiera una respuesta oficial de los economistas. Acusaron la falta de previsión de la crisis a la “psicología de la negación”. Hubo un «fallo a la hora de prever el momento, el alcance y la gravedad de la crisis y evitarla»(Las causas de la Gran Recesión). Ahora, en este artículo, los autores intentan lidiar con esta falta de previsión con el aprendizaje automático. Utilizando estas técnicas modernas, calculan que ahora pueden predecir crisis financieras sistémicas con 12 trimestres de antelación.
En AnsweringTheQueen_MachineLearningAn_preview van más allá al sugerir que el trabajo empírico puede ofrecer ‘pistas preciosas’ sobre por qué hay crisis financieras regulares y recurrentes en las economías modernas, aunque yo no pude ver cuáles eran.
En otro artículo, los autores analizan cinco grandes crisis financieras durante los últimos 200 años del capitalismo para ver qué políticas fueron más efectivas para recuperarse de las crisis. En TwoHundredYearsOfRareDisasters_Fin_powerpoint descubren que las crisis tenían “efectos persistentes tanto en los mercados financieros como en la actividad económica”. ¡Sorpresa! Sin embargo, también encontraron que desde el fin del patrón dólar-oro «las caídas en la actividad económica tras una crisis en el centro financiero continúan siendo bastante prolongadas, los efectos en los mercados financieros son mucho menos persistentes». En otras palabras, las inyecciones monetarias de los bancos centrales en monedas fiduciarias flotantes pueden preservar el valor de los activos financieros pero no ayudar a los activos productivos. Tal como hemos visto durante la recesión de COVID.
La otra preocupación sobre el impacto de COVID para la corriente principal es el posible colapso del comercio y las ‘cadenas de valor globales’. Un documento establece claramente que las guerras comerciales internacionales y la reducción de la distribución óptima de proveedores internacionales por razones políticas era perjudicial. CuttingGlobalValueChainsToSafeguard_preview (1) recorta el PIB de EEUU un 1,6% «pero apenas cambia la exposición de EEUU a una crisis extranjera» .
El impacto del COVID-19 no fue el único problema que concentró las mentes de la corriente principal de la teoría económica. No se ignoró la economía del cambio climático. Otro documento mostró que las soluciones de mercado de la teoría económica dominante para hacer frente al calentamiento global están fallando. El precio del carbono no estaba funcionando. Quizás es hora de acabar gradualmente con la propia teoría económica dominante. Un artículo planteó la posibilidad de que la inteligencia artificial pueda reemplazar pronto a los economistas y hacer todos los cálculos que hacen actualmente los humanos ( WillArtificialIntelligenceReplaceCom_powerpoint)
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