Entrevista especial con Bruno Cava: Neoliberalismo y neokeynesianismo. Un círculo infernal cuya ruptura requiere una nueva imaginación política

Bruno Cava (Foto: Cristina Guerini | IHU)
Bruno Cava é graduado em Engenharia pelo Instituto Tecnológico de Aeronáutica - ITA e em Direito pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro - UERJ, pela qual também é mestre em Filosofia do Direito, e oferece cursos livres presenciais e online, por meio do canal Horazul (Youtube). Autor de vários livros, além do livro A vida da moeda. Crédito, imagens, confiança (Rio de Janeiro: MAUAD X, 2020), também publicou, entre outros, A multidão foi ao deserto (Annablume, 2013) e, com Alexandre Mendes, A constituição do comum (2017).

Luchar por el retorno del modelo asistencialista es una nostalgia y representa un retraso. La nueva lucha debe ser por la Renta Básica Universal, dice el investigador.

Por: Patricia Fachin e João Vitor Santos.

Foto: Rovena Rosa – Agência Brasil.

Mientras que 40 millones de brasileños están desempleados y las proyecciones para 2021 estiman que el número de nuevos miserables en el país podría aumentar de 10 a 20 millones sólo este año, los políticos e intelectuales asociados a la izquierda y a la derecha siguen peleando en el debate sobre cuál es el papel del Estado y del mercado para hacer frente a la crisis económica, social y sanitaria que afecta al país. La respuesta a estos problemas no está en el libre funcionamiento del mercado y la eficiencia, ni en el Estado del bienestar fordista-keynesiano que entró en crisis en los años 70, porque «muchas propuestas neokeynesianas no son más que la vanguardia del atraso», advierte Bruno Cava en una entrevista por correo electrónico con IHU On-Line.

Crítico con la «dicotomía infernal entre neoliberalismo y neokeynesianismo» y desafiado a pensar «algo nuevo, con una nueva concepción del Estado y del mercado», Cava asegura que el reto del siglo XXI es el de la «imaginación política», es decir, proponer el «commonfare, o común», desde la institución de una Renta Básica Universal. «Falta imaginación política para ir más allá del mero reflejo defensivo, de las investigaciones reactivas que se limitan a diagnosticar un enemigo todopoderoso que nos amenaza por esto o por aquello. En la Renta Universal se inserta no sólo otro concepto de dinero, lo que llamamos biometálico, sino también una plataforma para la potenciación de otras luchas. Al igual que la política de Pontos de Cultura, podríamos pensar en un ecosistema regado por transferencias directas de democratización radical: Pontos de Salud do Comum, Pontos de Ecologia, Pontos de Mídia Livre, Pontos de Ação Cidadã, etc. Conjugando la transferencia de ingresos con la institucionalización de círculos multinivel de participación directa de quienes producen la propia vida social», dice.

Recientemente publicado junto con Giuseppe Cocco, Cava reflexiona sobre los problemas monetarios de nuestro tiempo y propone una alternativa a las teorías que encierran el dinero estrictamente al mercado y al Estado.

En la siguiente entrevista, comenta el libro en perspectiva con la crisis actual y llama la atención sobre los efectos generados por la distribución de la renta durante la pandemia. «Varios países del mundo experimentaron un programa de renta básica que tuvo efectos en múltiples dimensiones: mitigó la miseria y la pobreza, estabilizó la demanda sosteniendo el consumo y sostuvo el nivel de actividad económica dentro de un mínimo estructural, además de haber actuado como variable de estabilización política. (…) El debate sobre la naturaleza del dinero se ha vuelto neurálgico en nuestra actualidad, muy intenso, ganando espesor conceptual y penetración en la arena pública. Nuestro libro, sin quererlo, acabó inscribiéndose en un instante clave», dice.

Bruno Cava es licenciado en Ingeniería por el Instituto Tecnológico de Aeronáutica – ITA y en Derecho por la Universidad del Estado de Río de Janeiro – UERJ, de la que también es máster en Filosofía del Derecho, y ofrece cursos gratuitos presenciales y online, a través del canal Horazul (Youtube). Autor de varios libros, además del libro A vida da moeda. Crédito, imágenes, confianza (Río de Janeiro: MAUAD X, 2020), también ha publicado, entre otros, A multidão foi ao deserto (Annablume, 2013) y, con Alexandre Mendes, A constituição do comum (2017).

Vea la entrevista.

IHU On-Line – Ante una situación de crisis económicas y financieras recurrentes, ¿cuál es la importancia de reflexionar sobre la moneda, tema de su nuevo libro, La vida del dinero. ¿Créditos, imágenes, confianza?

Bruno Cava – Hace un año, habría sido inimaginable la proliferación de ayudas a la renta que se produjo a lo largo de la pandemia. Gobiernos que hace sólo unos meses tenían como agenda principal la imposición de medidas de austeridad, reducción del déficit de gasto y techos de gasto público, abrieron el grifo del presupuesto y emitieron un gran volumen de dinero para transferencias directas de emergencia a las poblaciones.

En Brasil, un gobierno cuyo ministro de economía es de la Escuela de Chicago fue capaz de promover el mayor programa de transferencias monetarias de la historia, ya que la ayuda de emergencia superó al Programa Bolsa Família en recursos y número de personas atendidas. Varios países del mundo experimentaron un programa de renta básica que tuvo efectos en múltiples dimensiones: mitigó la pobreza y la miseria, estabilizó la demanda sosteniendo el consumo y sostuvo el nivel de actividad económica dentro de un mínimo estructural, además de haber actuado como variable de estabilización política.

En este escenario, una serie de discusiones volvieron a la palestra: la Renta Universal, el Quantitative Easing for the People (QEP, una propuesta de Jeremy Corbyn), el helicopter money (Milton Friedman), la Modern Monetary Theory – MMT, además de la agudización de las polarizaciones entre keynesianos y fiscalistas sobre el papel del Estado en la promoción del desarrollo social y económico en un país tan desigual. El debate sobre la naturaleza del dinero se ha convertido en algo neurálgico en nuestro intenso debate actual, ganando grosor conceptual y penetración en la arena pública. Nuestro libro, sin quererlo, acabó inscribiéndose en un momento clave.

Hace un año, habría sido inimaginable la proliferación de ayudas a la renta que se produjo a lo largo de la pandemia – Bruno Cava

IHU On-Line – En el libro, usted menciona que para tener una mejor comprensión del concepto de dinero, es necesario considerar los diversos campos del conocimiento, como la sociología, la antropología, la teoría de la literatura, el cine y la comunicación, y no sólo la historia económica, la economía política o la filosofía de la economía. ¿Cómo limitan estos últimos campos nuestra comprensión del concepto y cómo amplían los primeros esta noción?

Bruno Cava – En su tratado sobre la historia del pensamiento económico, J. Schumpeter comenta cómo las teorías del dinero preceden y superan lo que, en la modernidad, se circunscribió como el campo epistémico de la ciencia económica. De hecho, la ciencia monetaria nació antes que la economía política moderna y ya implicaba densos debates desde al menos los Quinhentos europeos. En el libro se abordan de pasada algunas escuelas de pensamiento monetario, como la salmantina y la florentina. En la España del Siglo de Oro, el tema del dinero fue una preocupación central de los teólogos neotomistas de la contrarreforma, destacando las obras de Martín de Azpilcueta (1491-1586), el «Doctor Navarrus», que defendió el crédito-moneda frente a las prohibiciones de la Iglesia sobre lo que entendía como usura (en la bula «In eam pro nostro», el Papa Pío V condenó la práctica de las letras de crédito en su conjunto, por incurrir en el pecado de usura). Jean Bodin, el teórico del principio del soberano único, escribió una obra sobre la inflación y el dinero, en 1558, anticipando la Teoría Cuantitativa (que sería formulada sólo siglos después, por John Locke y David Hume) y también podemos encontrar en el Leviatán de Hobbes (1651), un pasaje en el que describe el funcionamiento del dinero como un flujo, a través de la metáfora de la circulación de la sangre. Entender el dinero es un poderoso tónico del pensamiento.

El dinero tiene esa cualidad única de ser intuitivo y sencillo de entender en su uso, pero al mismo tiempo vertiginosamente complejo cuando se intenta abarcarlo mediante un concepto. De ahí que inspire tantas elaboraciones procedentes de los más diversos campos del saber: la dimensión de los intercambios en Mauss o Lévi-Strauss, del don y del gasto en Bataille, la filosofía del dinero de Georg Simmel, la imagen-dinero en Gilles Deleuze, las reflexiones sobre la moneda falsa en Charles Baudelaire, Jacques Derrida o Jean-Joseph Goux, la crítica a la estructura fetichista de la sociedad capitalista en el marxismo, etc. Giuseppe y yo intentamos hacer justicia a este pluralismo de enfoques para abrir los caminos del pensamiento en un trabajo preparatorio.

Planteamos el problema de otra manera: cómo las transformaciones del modo de funcionamiento del dinero transforman los conceptos de Estado y mercado, y la propia relación de interpenetración dinámica entre Estado y mercado – Bruno Cava

IU en Línea – ¿Cuáles son los principales tópicos y confusiones entre quienes critican el mundo financiero y el dinero?

Bruno Cava – Tomando un horizonte a largo plazo, identificamos dos polos-tendencias en el debate general en torno al dinero, el mercado-céntrico y el estado-céntrico o cartalista. La primera es la que piensa en el dinero como una criatura del Mercado, como resultado de la necesidad de desarrollar intercambios entre los seres humanos. Una formulación clásica de esta teoría genética, que va del trueque al papel moneda, se encuentra en el libro Sobre los orígenes del dinero (1886), de Carl Menger, el fundador de la Escuela Austriaca de Economía. La segunda se opone a ello, ya que considera que el dinero es una criatura del Estado. Una obra seminal de los cartistas es La teoría estatal del dinero (1905), más vinculada al historicismo alemán y cuya última dentición es el MMT.

En el libro que publicamos, explicamos cómo ambas tendencias tienen un momento de verdad, ya sea histórico o teórico, en la medida en que el dinero es un fenómeno complejo y no admite un despliegue lineal desde un único punto de origen (lo que Nietzsche llamaría la lógica del Wunder-Ursprung, que busca metafísicamente la alta esencia de la cosa en sí misma en la fuente milagrosa). Sin embargo, en lugar de intentar descifrar cómo el Estado y el mercado generarían dinero, planteamos el problema de otra manera: cómo las transformaciones del modo operativo del dinero transforman los conceptos de Estado y mercado, y la propia relación de interpenetración dinámica entre Estado y mercado, ya que Estado y mercado son también entidades históricas contingentes en constante variación entre sí. Para ello, en una primera parte, el libro sobrevuela la historia de la remonetización europea desde el siglo X hasta la Segunda Revolución Industrial (siglo XIX); y, en la segunda, se presenta una visión lateralizada de las aportaciones procedentes de la teoría de la literatura, el cine, la filosofía y la antropología.
Clichés

Los clichés y las caricaturas se derivan generalmente de la absolutización de un polo-tendencia. Habrá quienes consideren que el mercado es una ilusión provocada por el endiosamiento del intercambio, cuando en realidad lo que rige el comercio y la producción son las dinámicas de poder, que es la caricatura antimercadocéntrica; y quienes consideren que el Estado es sólo una fachada para la defensa de los intereses privados y, en este sentido, una forma ilegítima de apalancar su propia posición competitiva en el mercado, que es la caricatura antiestatista. En La vida del dinero, sorteamos estos dos reduccionismos, criticándolos, cosiendo los polos-tendencias en un tapiz histórico y conceptual.

Keynes sólo intentaba salvar lo insalvable y las reformas keynesianas tuvieron y suelen tener una vida corta – Bruno Cava

IU On-Line – Por otro lado, ¿cuál es su crítica a la división que algunos teóricos hacen entre dinero y producción, o economía real y economía ficticia, refiriéndose al mundo productivo y al mundo financiero? ¿Cuáles son los problemas de este tipo de lectura general?

Bruno Cava – La base conceptual de esta división entre real/ficticio está en el Romanticismo alemán, cuya figura filosófica principal fue Hegel, en el paso del siglo XVIII al XIX. Hasta esa época, el dinero se intentaba fundamentar en entidades materiales: los renacentistas lo hacían en el metal precioso, los mercantilistas en el comercio internacional y los fisiócratas en la productividad natural de la tierra. El paso al siglo hegeliano conduce a la dinamización del lastre de una sustancia física en una actividad inmaterial constitutiva, es decir, nace el concepto de trabajo, la objetividad captada en proceso, en la marcha de sus determinaciones. Y el trabajo siempre está referido a la finitud del ser humano, porque el cuerpo es limitado, tiene un límite de desgaste, una vida finita, un consumo de energía que, con el tiempo, lo devora y destruye. Esto conduce al pesimismo de los economistas políticos, porque transponen la finitud inherente al trabajo al límite histórico del desarrollo productivo de los recursos: las trampas del equilibrio de Adam Smith, el horizonte de estancamiento terminal de David Ricardo, la catástrofe demográfica de Thomas Malthus, y también la inexorable crisis y catástrofe del capitalismo, para Karl Marx.

La consecuencia lógica en el concepto de dinero es asignar una medida de correspondencia real al dinero. Cuando el dinero corresponde a la medida de la actividad productiva, es decir, a la posibilidad de movilizar la capacidad ociosa, es beneficioso para la economía real. Sin embargo, cuando hay más dinero que producción posible, entonces el dinero se convierte en falso, lo que lleva a la depreciación de la moneda. De ello se desprende la separación entre buenas y malas finanzas: las primeras son adecuadas a la movilización productiva potencial en una etapa determinada de desarrollo de las fuerzas productivas; las segundas son excesivas y terminan en el casino de la especulación y el capital ficticio de los rentistas parasitarios.

La culminación lapidaria de este esquema se encuentra en la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero de J.M. Keynes (1936). Para salvar el capitalismo en crisis, Keynes defiende como respuesta a los dilemas la reorganización de un Estado capaz de estimular y coordinar la producción, mediante la promoción de la demanda agregada, para provocar sistémicamente la «eutanasia del rentista». Obsérvese cómo el dinero es una variable subordinada y dependiente de la producción y del trabajo/empleo, como herramienta para combatir las crisis del capitalismo.

En el libro, apoyado especialmente en los trabajos de Jean-Joseph Goux, mostramos cómo hay un giro posthegeliano en la economía de los signos, a lo largo de la década de 1870, que ya anticipa lo que se ha dado en llamar «posmodernidad» y que rastreamos en múltiples frentes paralelos: en la revolución marginalista en la ciencia económica, en el movimiento impresionista en la pintura, en las innovaciones formales de la novela realista, así como en el martillo filosófico de Friedrich Nietzsche. Después de esta revolución, hay una nueva objetividad dada por la intensidad del deseo, que desindexa el dinero de la producción y cortocircuita el intento de anclar las finanzas y el dinero en la producción y la industria. Entendemos que así ha funcionado el modo capitalista a lo largo del siglo XX y XXI: Keynes sólo pretendía salvar lo insalvable y las reformas keynesianas eran y suelen ser efímeras.

Queremos abrir una vía de escape para que el dinero no se reduzca exclusivamente a una criatura del capitalismo fetiche, que el dinero no tenga simplemente la cara del patrón – Bruno Cava

IHU On-Line – ¿Por qué el dinero fue visto como el gran villano de las relaciones humanas y por qué, en su evaluación, esta comprensión es errónea? ¿Cuál es la centralidad de las teorías de Marx para que prolifere esta visión sobre el dinero?

Bruno Cava – De los textos de Marx es posible deducir dos conceptos completamente distintos sobre el dinero. En esta respuesta sólo abordaré el primer concepto, porque es el que aparece en la obra más difundida, Das Kapital, y porque las teorías críticas marxistas lo adoptan como presupuesto fundamental. Me refiero a la crítica del fetichismo de la mercancía que Marx emprende en los estudiados tres primeros capítulos de la Parte I de El Capital. El dinero aparece allí como un momento indispensable en la constitución del proceso del capital, porque el capital necesita conmensurar el valor de las cosas y el valor del trabajo. Es decir, para constituir una sociedad guiada por la producción de mercancías, es necesario que el trabajo humano se encapsule también como mercancía.

La antropología eurocéntrica del siglo XIX atribuía el primitivismo a los pueblos no occidentales por idolatrar objetos. De manera irónica, Marx quiere mostrar cómo los occidentales civilizados tienen su propio fetiche: la idolatría del dinero. Atribuimos un quantum de dinero a los productos y al trabajo como si fuera una propiedad mágica añadida al uso concreto de la cosa. Esto es una ilusión sólo en la medida en que es una ilusión objetiva (ideología), porque hay un dinamismo en el proceso que se manifiesta concretamente en las relaciones entre las personas.

Marx elaborará el dinero no sólo como equivalente general de conmutación de los productos del trabajo, sino también como palanca para deflagrar el trabajo, en forma de inversión en capital. Con la formación de la sociedad capitalista, el dinero se convierte en capital, adquiriendo una función que no tenía, es decir, impulsar la contradicción. Por tanto, Marx vincula la forma del dinero a la forma del capital y, en este sentido, la cara del dinero será siempre la del patrón. Pero no el jefe personalizado que se opone al servidor externo.

La conversión de la relación directa de mando en la relación indirecta del salario interioriza la figura del patrón, en la relación social del trabajo. En otras palabras, para Marx, la peripecia dialéctica consiste en que el dinero permite que la subordinación al patrón se experimente como libertad de trabajo, porque olvidamos el momento de explotación que está contenido en la totalidad de las relaciones capitalistas. Aquí está la explotación, una relación impersonal, estructural y vivida como autonomía individual (en inglés, la palabra «free» mantiene la ambigüedad: trabajo libre o gratuito). Para Marx, el dinero es funcional para formar la estructura fetichista de la sociedad capitalista.

Un pensador de la Escuela de Fráncfort, Alfred Sohn-Rethel (1899-1990), lleva la crítica del fetichismo más allá para identificar en él una estructura del propio pensamiento. En la medida en que actuamos socialmente como si las cosas estuvieran dotadas de una propiedad mágica, nuestra acción social realiza esta propiedad en la práctica, dotándola ipso facto de una concreción. Sohn-Rethel explica entonces cómo el propio pensamiento implicado en las relaciones sociales capitalistas contiene una verdad procesal. El capital-dinero altera la propia forma de pensar en Occidente, aunque no sea de forma consciente.

En La vida del dinero, entendemos que, metodológicamente, se dio un gran paso por parte de Marx y la Escuela de Frankfurt. Consiste en formular no una reflexión más sobre el dinero, como objeto externo al sujeto que piensa, sino cómo el dinero condiciona la matriz misma de las reflexiones, con un vínculo interno entre el pensamiento y el dinero. Nuestra diferencia es que, en lugar de una evolución histórica irreversible que hace del dinero un momento de la constitución progresiva de la explotación a nivel mundial (del metabolismo del mercado global), vemos que el dinero no está totalmente enjaulado en la forma dialéctica del capital.

Para ello, volvemos a un enigmático texto de Pierre Klossowski de 1970 (La moneda viva, prologado laudatoriamente por Foucault y marco teórico del llamado postestructuralismo francés), para problematizar el concepto de fetiche e identificar un proceso deseante que excede las capturas dialéctico-capitalistas. Queremos abrir una vía de escape para que el dinero no se reduzca exclusivamente a una criatura del capitalismo fetichista, que el dinero no tenga simplemente la cara del patrón. Esto es sólo una parte de la historia.

Ya estamos vendiendo nuestros cuerpos si pensamos en cómo nuestras propias cualidades personales y capacidades semicorporales son la base de la valorización del trabajo en el mercado – Bruno Cava

IHU On-Line – En el libro, usted dice que con el giro afectivo, cognitivo y mediático del capitalismo, el dinero ya no es una mediación alienante de las relaciones entre los seres humanos, sino que los cuerpos, a su vez, se convirtieron inmediatamente en dinero. ¿Puede explicar cómo se produjo este proceso?

Bruno Cava – En La moneda viva, Klossowski pide al lector que haga un ejercicio mental. Aparentemente, lo que sigue se enmarcaría en el género de la literatura utópica, según la tradición de los literatos libertinos de los países católicos del siglo XVIII. El ejercicio consiste en imaginar una sociedad en la que, como medio de pago, las personas tuvieran un derecho directo al uso de los cuerpos de los demás. El conjunto de afectos que constituyen el cuerpo serviría de moneda. Es decir, se prescindiría de la mediación del dinero que interpone el momento de la autonomía de la voluntad respecto al propio cuerpo, según el principio de la sociedad moderna de que somos libres de conceder o negar a otros el acceso a nuestro propio cuerpo. A continuación, Klossowski advierte al lector que esto ya está ocurriendo y que el ejercicio es realista. ¡¿Pero cómo?! Con el giro afectivo del capitalismo, nuestras cualidades relacionales, afectivas y cognitivas están cada vez más implicadas en el proceso de valorización.

A finales de los años sesenta, asistimos al auge de la cultura de la celebridad, a la valorización del cuerpo en la publicidad y al paso de la centralidad del trabajo material marcado por el resultado objetivo producido (fordismo), al trabajo inmaterial en el que predominan la imagen, el estilo, el cuidado y el valor afectivo (posfordismo). Ya estamos vendiendo nuestros cuerpos si pensamos en cómo nuestras propias cualidades personales y capacidades semicorporales son la base de la valorización del trabajo en el mercado. Las vidas se están volviendo «instagrameables», colocando nuestro cuerpo-imagen-cerebro como el principal activo. Se trata de una tendencia que ya aparece en la literatura filosófica francesa de los años setenta, a partir de la obra de Klossowski, por ejemplo en el Antiedipo (1972) de G. Deleuze y Félix Guattari.

Esto también conduce a una mutación de la naturaleza del dinero. Si deja de ser una mediación para el intercambio de la libertad sobre el cuerpo por una inversión directa del cuerpo en el proceso del capital, entonces la reapropiación del dinero también deja de ser una reapropiación del propio cuerpo, desenganchándolo de la dinámica de la captura. El antagonismo deja de elaborarse como una lucha extrínseca entre el cuerpo del trabajador y el cuerpo del patrón, porque fuimos producidos como cuerpos (haces de afectos) ya dentro de la máquina capitalista. La disputa se sumerge entonces en el propio cuerpo, intrínsecamente, como liberación de la tendencia a la captura. Uno de los trabajos teóricos más brillantes que aborda esta cuestión, en sintonía con las reflexiones de Klossowski en cierta medida, se encuentra en Paul Preciado. En otro tono, por así decirlo pesimista, también en la obra de Franco Berardi.

Las vidas se están volviendo «instagrameables», poniendo nuestro cuerpo-imagen-cerebro como principal activo – Bruno Cava

IU On-Line – También dices que entender cómo funciona el dinero «es una tarea preparatoria esencial para quienes quieran pensar en los problemas de nuestro tiempo y formular propuestas para las urgencias sociales y económicas que nos aquejan». ¿Puede explicar esta idea? ¿En qué consiste esta comprensión y cómo permite formular propuestas para los problemas de nuestro tiempo?

Bruno Cava – Cada vez que se discute una política, la primera objeción es: ¿quién pagará esto? ¿De dónde viene el dinero? Podríamos responder: ¿de dónde salió el dinero de la ayuda de emergencia en Brasil? ¿Y los préstamos del banco? ¿Tiene el banco todo ese dinero ofrecido como crédito en una caja de seguridad, como el tío Scrooge? Otra cuestión importante: ¿a dónde va el dinero? Digamos que la persona recibe una transferencia directa y utiliza el dinero. Bueno, sigue circulando. El dinero es una circulación permanente, mucho más un flujo que una acción. La idea de dinero no es más que un recorte estático de una película, que es el torrente monetario ininterrumpido que constituye el sistema internacional.

Como en la película «Cosmópolis» (2014), de D. Cronenberg: la pantalla verde con las cotizaciones bursátiles no se detiene ni un segundo, van fluyendo, escurriendo, como la limusina del protagonista por el bullicio de la ciudad. El médico y teólogo Miguel Servet describió por primera vez la circulación sanguínea, la diferencia entre sangre arterial y venosa y el intercambio de oxígeno, y fue perseguido por católicos y protestantes hasta que fue ejecutado en la Ginebra calvinista de 1556. Thomas Hobbes explica el funcionamiento del dinero haciendo una analogía con la teoría de Servet: el dinero es la sangre y algo ocurre dentro de ella, que la lleva o la descarga de un excedente.

En el libro, Giuseppe Cocco y yo aprovechamos esta concepción hobbesiana, porque el dinero es inextricable de los vivos, como el oxígeno de la sangre. Es la intensidad deseante la que lleva el dinero de un excedente y hace que anime el cuerpo. El intercambio energético de oxígeno tiene lugar entre singularidades, como redes de colaboración de producción biopolítica. Por eso defendemos con ahínco los programas de transferencia de ingresos. Oxigenan los tejidos sociales de la multitud, provocando efectos multiplicadores de flujo de plusvalía. En esto, divergimos tanto de los que entienden que es el Estado el que bombea la sangre (cartalistas, MMT) como de los que lo ven surgir espontáneamente de un espacio de competencia bien diseñado (neoliberales). El dinero vivo, arterial, resulta del efecto molecular de los pulmones de la multitud, para prolongar la analogía con la obra del aragonés inmolado.

Es la intensidad deseante la que lleva el dinero de un excedente y lo hace animar el cuerpo – Bruno Cava

IHU On-Line – También mencionas que «la crítica al neoliberalismo y a las políticas de austeridad o a los ajustes estructurales llega a su límite dentro de su propia perspectiva, como un problema interno a la propia percepción. Se critica la economía neoliberal en nombre de la economía pre-neoliberal, cuya crisis fue la que impulsó la situación a los dolores y conflictos de la reestructuración, de la que surgió, en su proceso histórico, el actual marco macroeconómico». ¿Dónde están los límites de la crítica al neoliberalismo y a las lógicas de la austeridad y los ajustes fiscales? ¿Qué revela la crítica actual a estas lógicas?

Bruno Cava – Tal y como lo expresó Giuseppe Coccopontuerto en una reciente entrevista con IHU On-Line, se debe a que, en términos de macroeconomía, lo que hoy pasa por progresista e izquierdista coincide con lo que era la práctica hegemónica durante el periodo de la administración Nixon, a principios de los años 70, cuando pronunció la famosa frase de que «ahora todos somos keynesianos». La propuesta de reajustar el papel del Estado a la condición de proveedor de servicios públicos, sanidad y educación gratuitas y de calidad es la promesa del Estado del bienestar fordista-keynesiano que entró en crisis a mediados de esa década.

Lo que pasa por progresista, en realidad, es un retroceso a una época anterior y, en este sentido, muchas propuestas neokeynesianas no son más que la vanguardia del atraso. Como si la debacle de las instituciones del estado de bienestar se hubiera disuelto simplemente por la acción del capitalismo, como una victoria triunfal del capital sobre la clase. Nos correspondería entonces atrincherarnos en los últimos bastiones del modelo asistencialista y, concomitantemente, luchar por su retorno. Es la posición nostálgica de un David Harvey.

El problema del estado del bienestar es el estado, el «estado». La formación histórica del Estado durante el período de los gloriosos años 30 en el Norte fue la de un Estado-Plan, que planificó la movilización y el reclutamiento del trabajo colectivo de masas. Es el período de la gran industria subvencionada por las políticas públicas, como motor de la inserción nacional en la globalización del capitalismo fordista. Las grandes unidades productivas concentraron la fuerza de trabajo. Fue esta organización la que propició la ampliación productiva al consumo de masas y la generalización de los servicios para la clase trabajadora, en el Norte Global, en el período que se conoció como los Treinta Gloriosos del capitalismo. Sólo que este periodo dorado tiene un lado oscuro, que es el formateo disciplinario de la vida, el envilecimiento sistemático de las minorías y el pacto neocolonial que hizo de los países no alineados en la Guerra Fría depósitos de mano de obra barata y recursos naturales para el desarrollo de los centros dinámicos de la economía mundial.

El problema del Estado del bienestar es el Estado, el «Estado» – Bruno Cava

El ciclo de luchas de 1968, ese largo arco de ebullición general de los pueblos, fue por tanto antidisciplinario, antifascista, minoritario y anticolonial. Esta reanudación de la iniciativa de clase, por otros medios, en otros términos, afirmaba su autonomía respecto a la gran unidad disciplinaria de los trabajadores: el sindicato, el partido obrero, la fábrica de producción en serie, los suburbios residenciales, etc. El Estado llano se deshace en luchas hasta llegar a una situación terminal, que se resuelve a finales de los años 80 con la reestructuración neoliberal, monetarista y fiscalista.

El problema de combatir teórica y políticamente la austerocracia imperante con el estado de bienestar es triple. En primer lugar, por no tener en cuenta cómo el Estado del bienestar fue objeto de contestación durante décadas de luchas en múltiples frentes. En segundo lugar, por no considerar la impracticabilidad de volver al mundo fordista, cuando el circuito de valorización ha cambiado de arriba abajo, en la economía del conocimiento, en la lógica inmaterial, cognitiva y afectiva que produce tecnologías, estilos de vida y mundos imaginarios. En tercer lugar, al no tener en cuenta que el neoliberalismo se consolidó sobre la debilidad de las respuestas fordistas-keynesianas para hacer frente al mundo posterior a 1968, por lo que es sencillamente ineficaz devolver al neoliberalismo precisamente lo que ha aprendido bien a desactivar y superar. Se necesita algo nuevo, con una nueva concepción del Estado y del mercado. Es en este desafío de la imaginación política implicada en los movimientos que el campo operístico contemporáneo (con el que Giuseppe y yo estamos asociados teóricamente) ha estado proponiendo el commonfare. Como una superación del ideal del propio Estado Welfarista, aunque, en el complejo de los hechos, ya no exista.

Muchas propuestas neokeynesianas no son más que la vanguardia del atraso – Bruno Cava

IHU On-Line – También dices que «lo que en la época de Nixon era el discurso del capital, hoy, medio siglo después, se presenta en el debate público con un aire de crítica radical. Lo peor no es la ironía de esta observación, sino el hecho de que, con esto, la crítica ni siquiera toca los problemas económicos y monetarios de 2020». ¿Cuáles son los problemas económicos y monetarios de nuestro siglo?

Bruno Cava – Durante su gobierno en Estados Unidos (1969-74), al final de los Treinta Gloriosos, el republicano conservador Richard Nixon se declaró intervencionista en materia económica. Le atribuyen la frase «Ahora todos somos keynesianos». Keynes tenía una extraordinaria perspicacia y, ante la crisis de la economía mundial de 1929, se dio cuenta del grave problema que planteaba el liberalismo clásico del laissez-faire. Existiría una tendencia al estancamiento interna al funcionamiento del capitalismo, ligada al hecho de que la competencia dio paso a la inversión segura de la renta. La tasa de rendimiento fue disminuyendo y esto condujo a una espiral de recesión, provocando desempleo y crisis social. En este sentido, Keynes es un liberal como Smith o Ricardo, que se da cuenta de cómo el mercado capitalista abandonado a su suerte no conduce a la optimización automática, sino a la competencia disruptiva o al estancamiento. Su propuesta es sencilla: necesitamos un agente externo, un poder económico moderador, que pueda intervenir para garantizar la ventaja de invertir y tomar la iniciativa.

De ahí que el dinero sea un instrumento para promover la inversión y el consumo, para movilizar la riqueza, no para permitir que se deposite en un rentista tan seguro como inmovilista en la economía. El Estado keynesiano es un Estado que pisa el acelerador para ir cuesta arriba y el freno para ir cuesta abajo, calibrando el nivel de inversión pública en la medida necesaria para aumentar o reducir la demanda. Tenemos así una concepción de la planificación económica basada en agentes públicos disociados de la lógica del mercado, en una fuerte regulación del mismo.

Cada vez que se producen crisis económicas, como en los años 70 (crisis del fordismo), 2008-10 (subprimes y deuda soberana europea) o 2020 (la pandemia del covid-19), los gobiernos se ven obligados a recurrir a las recetas keynesianas para contener la espiral recesiva y reactivar la demanda decreciente. Este es el a-b-c macroeconómico que cualquier gobierno, de izquierdas o de derechas, no dudará en adoptar para tratar de renormalizar el funcionamiento de la economía. Cómo estas propuestas keynesianas destinadas a rescatar al capitalismo de su crisis pudieron asumir un aire de subversión y crítica radical es un gran enigma para nosotros.

Lo comentamos en el libro anterior, El rompecabezas de los sin forma (2018) y, de forma más suelta, en El nuevo neoliberalismo y el otro (2018), en el que atribuíamos este fenómeno al hecho de que existe una disociación estanca entre neoliberalismo y neokeynesianismo, como si fueran dos gigantes en perpetuo enfrentamiento. En ese libro, desarrollamos cómo no hay contradicción entre el neoliberalismo y las teorías de Keynes. Muy al contrario, a pesar de que Keynes es la némesis declarada de los autores neoliberales, no es posible pensar la economía global sin entender el reposicionamiento estratégico de los Estados, al servicio de la dinámica de la globalización polarizada por Estados Unidos y China. Esto último no es lo otro de lo que sería un neoliberalismo occidental tout court, sino su presupuesto metabólico, desde al menos la costura de la alianza sino-americana que Nixon empezó a tejer con Mao Zedong. Los problemas monetarios de este siglo radican en la dificultad para salir de esta dicotomía infernal entre neoliberalismo y neokeynesianismo, para liberar la dinámica biopolítica del dinero (Moneda Viva) de la doble captura del mercado y del Estado. Sólo pudimos esbozar líneas generales, pero convergimos en un programa de programas, que es la Renta Universal.

No hay contradicción entre el neoliberalismo y las teorías de Keynes – Bruno Cava

IU On-Line – ¿Cuáles son los retos para revertir los problemas monetarios de nuestro tiempo en formas de garantizar políticas de bienestar social, como una renta básica universal, por ejemplo?

Bruno Cava – Hay una discusión profunda y minuciosa para un proyecto de reforma tributaria, previsional y administrativa del Estado brasileño, según diversas coloraciones político-ideológicas. Estos debates son relevantes en el ámbito especializado y en el académico. Sin embargo, lo que realmente puede provocar el cambio son las luchas que llevan a las instituciones a cambiar. La democracia no puede lograrse sin la movilización social, con diferentes niveles de organización y producción colectiva de herramientas, contenidos y medios de comunicación. Desgraciadamente, tras un periodo de gran agitación durante el ciclo de la Primavera Árabe, la izquierda más globalista y aireada parece haberse atrincherado junto a los partidos y representantes del viejo progresismo, acobardados ante lo que sería una ola bárbara. Mientras tanto, los nuevos derechistas se mueven a lo grande, disfrutando del malestar social que sigue siendo bastante intenso en Brasil y más allá.

En la Renta Universal se inserta no sólo otro concepto de dinero, lo que llamamos biometálico, sino también una plataforma para la potenciación de otras luchas – Bruno Cava

Nos falta imaginación política para ir más allá del mero reflejo defensivo, de la investigación reactiva que se limita a diagnosticar un enemigo todopoderoso que nos amenaza por esto o aquello. En la Renta Universal se inserta no sólo otro concepto de dinero, lo que llamamos biometálico, sino también una plataforma para la potenciación de otras luchas. Al igual que la política de Pontos de Cultura, podríamos pensar en un ecosistema regado por transferencias directas de democratización radical: Pontos de Salud do Comum, Pontos de Ecologia, Pontos de Mídia Livre, Pontos de Ação Cidadã, etc. Conjugando la transferencia de ingresos con la institucionalización de círculos multinivel de participación directa de quienes producen la propia vida social.

Alexandre Fabiano Mendes, en su investigación, ha desarrollado cómo hay tres olas de democratización institucional a la luz de las mutaciones del mundo del trabajo.

La primera es asistencialista, en la que la ciudadanía está ligada al consumo y a la recepción de los bienes y servicios ofrecidos.

La segunda es la participativa, que vivió su momento de oro durante algunas administraciones municipales a finales de los años 90, y que implica la asociación entre el Estado y la sociedad civil organizada.

La tercera es el Común, una democracia constituyente en la que el Estado se disuelve en la red de singularidades, en movimientos que producen instituciones del común. Este horizonte del que ya están preñadas las formas de vida (el sujeto histórico implícito en los resortes es la multitud, que el capitalismo cognitivo explota), depende de esta capacidad de poner en marcha la imaginación más allá de los debates especializados, como una reorganización a partir de territorios y redes.

Experiencias de este tipo, aún incipientes, fueron puestas en práctica por laboratorios del procomún durante el largo junio brasileño, y podemos destacar el caso del ecosistema activista en la metrópoli de Belo Horizonte. La lucha por la Renta Universal, un programa de programas, tiene ese potencial de universalizar en lo concreto las más diversas luchas dentro del paradigma de la democracia constituyente, alcanzando el «tercer margen» de Alexandre F. Mendes, a la altura de lo que podemos soñar y realizar.

Nos falta imaginación política para ir más allá del mero reflejo defensivo, de la investigación reactiva que se limita a diagnosticar un enemigo todopoderoso que nos amenaza por esto o aquello – Bruno Cava

IU On-Line – La emisión de dinero es vista por los gobiernos y algunos economistas como un riesgo de alimentar la inflación. ¿Está de acuerdo? ¿Cuáles son los pros y los contras de la emisión de dinero en el contexto actual?

Bruno Cava – Existe un riesgo de inflación siempre que se emite dinero sin confianza. El error está en la fuente de confianza. Los neoliberales vinculan la confianza a la idea de credibilidad nacional que da la adopción de medidas de austeridad. Cuanto más sea capaz el gobierno de reducir el déficit público y aliviar la presión fiscal, más fiable será para las instituciones diseñadas por el neoliberalismo, como el Fondo Monetario Internacional – FMI o la Troika europea. Los cartalistas, por su parte, aunque rechazan el concepto de confianza por ser metafísico, asumen sin embargo un concepto de credibilidad, ya que entienden que cuanto más fuerte es el país, más puede emitir créditos. La moneda podría emitirse hasta alcanzar la capacidad productiva ociosa del país, generando empleo, movilizando la mano de obra y la industria que, de otro modo, estaría atascada por falta de inversión. El lastre de la moneda, en este caso, es el potencial embalsado de la producción y el trabajo.

Los economistas de la MMT vinculan el gasto deficitario al fomento del empleo, es decir, la variable de estabilización macroeconómica no es la inflación sino el nivel de ocupación de la población económicamente activa. Habría que invertir en proyectos gubernamentales para generar empleo hasta llegar al paro cero, y entonces la inflación pasaría a ser una preocupación. Y más: lo que controla la inflación, para los MMTistas, es la fiscalidad, porque los impuestos sacan el exceso de dinero de la circulación, y no los recortes presupuestarios. En su diagnóstico, habría un gran espacio fiscal por explotar que no se aprovecha sólo por el interés de los buscadores de rentas en mantener el dinero inmovilizado e improductivo, o según el mecanismo de la trampa de la liquidez descrito por Keynes. Hay un componente sinófilo de la TMM cuando se importa al tercer mundo, cuando vemos en China un modelo de soberanía monetaria: el dinero se emite para promover el crecimiento y no al revés, no es el crecimiento el que condiciona el aumento de la masa monetaria.

El dinero alimenta la confianza en la productividad social de las redes de colaboración, en el emprendimiento difuso, porque cree en la capacidad de las propias personas para organizarse y movilizarse productivamente – Bruno Cava

En nuestro libro, en cambio, trabajamos con el concepto de confianza, pero sin vincularlo a la idea de una credibilidad dictada desde arriba, por ejemplo, por las agencias de calificación de riesgo de los países o los fondos de ayuda internacional. Entendemos que el dinero-crédito presupone la confianza, porque deriva su valor de las relaciones, incluido el futuro implícito en estas relaciones. El gobierno de Dilma fracasó porque las enormes inversiones públicas en empresas de los campeones nacionales resultaron ser un drenaje perverso para la reinversión electoral o para la más baja picardía, como en el caso de Cabral. Mientras tanto, el crédito público se otorgaba sin siquiera un criterio de eficiencia. Todo esto no produjo resultados que trajeran confianza social, y las revelaciones de Lava Jato, por lo demás totalmente ciertas, terminaron por fulminar la confianza en el dinero manipulado por el gobierno brasileño. En gran parte, la crisis que disolvió la confianza en las instituciones de 2015-17 y alimentó el suelo de los movimientos antipolíticos tiene su origen en este fracaso de un gobierno que no supo dotar a la moneda de confianza y verdad. La moneda traficada por Brasil Maior era como un billete de tres reales. Frente a esto, los programas de transferencias directas, como Bolsa Família y las ayudas de emergencia, o los programas de transferencias directas cualificadas, como los Pontos de Cultura en la época del ministerio de Gilberto Gil, muestran la otra vía, la segunda vía del Común.

El dinero alimenta la confianza en la productividad social de las redes de colaboración, en el emprendimiento difuso, porque cree en la capacidad de las propias personas para organizarse y movilizarse productivamente. Más allá de una organización fordista de arriba abajo, en un proyecto gubernamental o incluso en una fábrica de automóviles, para que la gente tenga las condiciones para convertir la precariedad en creatividad, y la inseguridad económica en una oportunidad de reconstruir la autonomía para crear. Los estudios sobre los resultados del Programa Bolsa Família en Brasil se utilizan en todo el mundo como una política buena y barata para el desarrollo social y económico. El siguiente paso es la Renta Universal, a la que tenemos el privilegio de atrevernos aquí en Brasil.

Cuando el Papa apunta a una «economía de Francisco», imagino que hay que radicalizar las delineaciones de la doctrina oficial de la Iglesia y de la encíclica Fratelli Tutti, para restablecer un vínculo interno entre pobreza y militancia – Bruno Cava

IHU On-Line – ¿Cómo ve los discursos del Papa Francisco en defensa de una nueva economía?

Bruno Cava – El Papa hace muchas menciones a San Francisco de Asís y a la Doctrina Social de la Iglesia. En este aspecto, sigo un atisbo de Toni Negri y Michael Hardt, en Imperio. Comparan la figura del militante comunista con la del santo católico. El militante es como un Francisco que deambula, sumergiéndose en la vida de la multitud, experimentando sus diferentes facetas. El militante es alguien que se mezcla con lo diferente, que no rehúye sumergirse en los usos simples, en las cosas prácticas. Desligados de la posesión, utilizarán las cosas del mundo y compartirán sus usos con los demás, un uso que es agregativo y amoroso (véase también La más alta pobreza de Giorgio Agamben). Esta dimensión de una forma de vida desvinculada de los grandes proyectos y de la elocuencia de las grandes narrativas, al mismo tiempo que junto a los que aguantan y resisten, me parece una dimensión un tanto olvidada en la parte del activismo que actualmente está tan arraigada.

Hay una obsesión normativa que delimita las burbujas y pontifica lo que debe ser y lo que no, lo que puede y lo que no. Los bolsonaristas, los lulistas, la izquierda o la derecha. Pongo como ejemplo la huelga de camioneros. Si en el ciclo de ocupaciones brasileñas (2010-14) y durante las jornadas de junio pudimos mezclarnos, el amplio movimiento huelguístico de los autónomos se mostró casi inaccesible a la militancia mínimamente organizada. Recuerdo bien, en 2013, cómo viajaba y circulaba por ahí, suelto, con la capacidad de entretener conversaciones con todo tipo de personas. Eso, me parece, se ha perdido entre las guerras culturales y los realineamientos electorales desde 2014. Es como si perdiéramos el suelo por el que caminábamos y el propio caminar, para encontrar el Común, más allá de la apropiación del mercado o del aparato partidocrático.

Cuando el Papa apunta a una «economía de Francisco», imagino que hay que radicalizar las delineaciones de la doctrina oficial de la Iglesia y la encíclica Fratelli Tutti, en sus enseñanzas de paz y justicia social, para restablecer un vínculo interno entre pobreza y militancia. La pobreza no como el negativo de la propiedad, sino como el positivo de los usos comunes que se reinventan en la experiencia difícil y precaria. Desde la precariedad, un nuevo horizonte de solidaridad y alegría que tiene una dimensión económica.

Fuente:

http://www.ihu.unisinos.br/606240-neoliberalismo-e-neokeynesianismo-um-circulo-infernal-cuja-ruptura-exige-uma-nova-imaginacao-politica-entrevista-especial-com-bruno-cava

 

Créditos de la imagen:
Bruno Cava (Foto: Cristina Guerini | IHU) está licenciada como CC BY 4.0

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Bruno Cava (Foto: Cristina Guerini | IHU) está licenciada como CC BY 4.0

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