Ecuador decide su futuro este domingo

En la disputa de este domingo entre el conservador Lasso y el progresista Arauz será decisivo el apoyo de las comunidades originarias. Históricamente reacias tanto al correísmo como al neoliberalismo, se ven atravesadas hoy por una interna explosiva.

Por Decio Machado / miembro del consejo editorial de Ecuador Today

Este domingo Ecuador decidirá respecto a quien será su presidente para la próxima legislatura. Dos opciones en disputa: el conservador Guillermo Lasso y el progresista Andrés Arauz. Los sondeos sobre intención de voto en estos últimos días, aunque con resultados diversos en función de la fuente, parecerían posicionar mayoritariamente un empate técnico que resolverán los indecisos frente a las urnas.

De lo nuevo se volvió a lo viejo

La primera vuelta de estas elecciones, que tuvo lugar el pasado 7 de febrero, rompió con el clivaje “correísmo vs anticorreísmo” que había mantenido estática la política nacional desde el año 2006. Cerca de la mitad de los electores ecuatorianos optaron por opciones políticas diferentes a las que se encuentran en este momento en disputa en esta segunda vuelta electoral. Destacan al respecto los resultados obtenidos por Yaku Pérez del Pachakutik -a quien le faltó apenas treinta y dos mil votos para entrar en el balotaje en lugar de Lasso- y Xavier Hervas, un outsider empresarial sin filiación partidista que se candidatizó por Izquierda Democrática, una vieja organización política cuyos últimos éxitos electorales se remontan a finales década de los ochenta y respecto a quienes del término “izquierda” no les queda más que el nombre.

El país llegó a esta contienda electoral en un situación de descomposición social e institucional nunca antes vista desde el feriado bancario de principio de siglo. El divorcio entre la ciudadanía y su establishment político es más que evidente, la población ecuatoriana carece de optimismo respecto al futuro del país con independencia de quien gane la disputa electoral, las instituciones democráticas carecen de credibilidad social e incluso los altos funcionarios públicos del actual gobierno viven contando los días que les faltan para abandonar el timón de un barco que navega a la deriva en medio de una crisis económica donde no existe hoja de ruta ni estrategia enfocada a su superación.

Lo anterior es la consecuencia de un gobierno carente de liderazgo pretendidamente  encabezado por Lenín Moreno. La responsabilidad de que este personaje ocupe la poltrona presidencial del palacio del gobierno es compartida tanto por el correísmo, quienes le posicionaron como sucesor de Rafael Correa en la presidencia, como por las fuerzas políticas conservadoras, quienes le mantuvieron en su cargo pese al rechazo popular que se ha ido acumulando día a día a lo largo de su gestión. En la actualidad tanto Arauz como Lasso buscan políticamente desmarcar sus imágenes de la del actual mandatario. De hecho una de las estrategias de campaña tanto de un lado como de otro, ha sido vincular a su adversario con la pesadilla que ha significado para Ecuador el actual gobierno.

Si la primera vuelta de esta contienda electoral significó en introducción de nuevos discursos políticos en la anquilosada narrativa política ecuatoriana, posicionándose lógicas vinculadas con la cuestión de género, la preocupación ambiental o la innovación tecnológica; esta segunda vuelta, en lógica de retroceso, volvió a la clásica polarización “partidarios de Rafael Correa vs detractores de Rafael Correa”, transversalizada bajo algunos relatos ya clásicos en el país: “libertad y democracia vs autoritarismo y castrochavismo”, “salvar la dolarización vs quienes quieren destruirla”, “salvar el ahorro de los ecuatorianos vs quienes se lo van a llevar todo para mal gastarlo desde el Estado”, etc. Todo ello fruto de que las estrategias de polarización provenientes de la campaña conservadora consiguieron imponerse y marcar la agenda del debate electoral.

Mientras el liderazgo de Arauz sigue sin posicionarse quedando en entredicho bajo la sombra de Rafael Correa, de los catorce binomios presidenciales que quedaron fuera de la segunda vuelta, doce ellos han ido paulatinamente incorporándose a la estrategia de conformación de un frente común que pide el voto para Guillermo Lasso. Las únicas excepciones fueron las candidaturas de Isidro Romero, un viejo empresario y dirigente deportivo cuya campaña en primera vuelta se caracterizó por su grotesca excentricidad; y la de Yaku Pérez, líder del Pachakutik. Sin embargo, en ambos casos, estratégicamente sus binomios, muchos de sus candidatos a legisladores y dirigencias de sus estructuras políticas territoriales se han posicionado también a favor del voto a Lasso. Todo ello en el contexto de un sistema de partidos políticos, como es el ecuatoriano, tremendamente volátil, sin institucionalidad  ni militancia y caracterizado -a excepción del correísmo- por un voto no ideológico de perfil flotante.

Con ello, los estrategas de Lasso -entre ellos el conocido consultor internacional Jaime Durán Barba, asociado en los últimos años a la figura de Mauricio Macri- buscaron con éxito aislar al candidato correísta, posicionando al candidato banquero bajo el arquetipo de hombre democrático capaz de generar consensos en un país social y políticamente desestructurado.

Es así que pese a que Guillermo Lasso obtuviera en esta primera vuelta unos setecientos mil votos menos que en la primera vuelta de las presidenciales de 2017,  consiguiese posicionarse con unos seis puntos estimativos de ventaja sobre Arauz a veinte días del desenlace final. Todo ello con la complicidad de la dirigencia del Pachakutik, brazo político del movimiento indígena a quien se le presupone una posición de conflicto y resistencia con la aplicación de las políticas neoliberales que propugna Lasso, pero donde muchos de sus dirigentes en la práctica -unos de forma velada y otros de manera transparente- han estado apoyando la candidatura conservadora pese al llamado al “voto nulo ideológico” decidido en asamblea general de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie).

La cocción sostenida de tensiones a lo interno del movimiento indígena desembocó en una explosión que marcaría un punto de inflexión en el último tramo de campaña. A inicios de esta última semana de campaña electoral, Jaime Vargas, presidente de Conaie y uno de los líderes de las movilizaciones de Octubre de 2019, manifestaba su apoyo público a la candidatura de Arauz secundado por varios pueblos y nacionalidades indígenas amazónicas. Con esto reventaba tanto por dentro como hacia fuera un conflicto latente y silenciado por los voceros de Conaie y del Pachakutik: gran parte de las dirigencias y también gran parte de las comunidades estaban en la práctica ignorando la resolución previamente adoptada por la organización «madre» movimiento indígena.

Entender el conflicto al interior del mundo indígena

El impacto de la pandemia agudizó de forma superlativa las condiciones de crisis económica y desigualdades sociales que ya se vivía de antes en la sociedad ecuatoriana. Esto hace que pese al llamado ideológico al voto nulo de Conaie, amplios sectores de las comunidades rurales sientan que no es posible resolver sus problemas sin relacionarse de alguna forma con el poder. Esta condición ha permitido que tanto las candidaturas de Arauz como la del propio Lasso hayan tenido cabida en muchos de los territorios donde la Conaie ejerce influencia hegemónica, generándose una posible dispersión del voto indígena acentuada por el posicionamiento político partidista por el que parte de sus dirigentes locales han ido optando. 

En paralelo, la campaña presidencial en primera vuelta desarrollada por Yaku Pérez ignoró de forma intencionada el acumulado político que significó el levantamiento popular de Octubre de 2019, un alzamiento de los de abajo encabezado por el movimiento indígena que en la práctica fue un episodio de resistencia contra las políticas neoliberales implementadas por el gobierno de Lenín Moreno bajo una la agenda económica diseñada desde el FMI. Entender el porqué de esta renuncia tiene que ver por comprender las limitaciones que desde lo político implican las estrategias de captación de voto en contiendas electorales, así como la renuncia por temor del Pachakutik a posiciones de confrontación radical con las estructuras de poder o por una apuesta radical de transformación social. Esto ahondó la preocupación de muchas y muchos de los actores involucrados en Octubre respecto al silencio de Pachakutik ante el posicionamiento de muchos de sus dirigentes, entre ellos el de Virna Cedeño -binomio presidencial de Yaku Pérez- cuando públicamente llamaron al voto a favor de la candidatura de Guillermo Lasso, a quien consideran representante de las élites y el sector financiero nacional.

El posterior posicionamiento de Vargas obligó a la dirigencia del Pachakutik a censurar tanto las posiciones encabezadas por Cedeño como las del actual presidente de Conaie, planteando la expulsión de ambos de esta organización política. Sin embargo, en medio de este conflicto la realidad es que se han abierto las puertas para que actores de perfil y estructura más territorial se sientan autorizados para hacer campaña en pro de una u otra opción electoral más allá de la decisión de adoptada por consenso desde Conaie. En paralelo, con la disputa en ciernes por el liderazgo de Conaie que tendrá en su próximo congreso el 1 de mayo, los sectores más inmovilistas de esta organización buscan golpear a Leonidas Iza, principal líder de la movilización de Octubre y uno de los referentes de la renovación dirigencial del movimiento indígena, bajo la acusación nunca probada de connivencia con el correísmo.

Ha sido precisamente Iza quien ha manifestado el más certero de los análisis sobre la coyuntura que se vive en este momento en el movimiento indígena: “nuestros sueños no caben en las urnas (…), las elecciones son un instrumento poderoso que sirve para dividir a la sociedad y sus estructuras sociales (…) sin embargo este voto nulo tiene diferentes matices, ciertos actores políticos van en ese camino por venganzas política y otros, por oportunismo”.

Recta final de las elecciones

El todo caso, el apoyo de Vargas y algunas estructuras territoriales indígenas a la candidatura progresista le han dado oxígeno a Arauz. Le permitió romper con el aislamiento al que le había sometido la estrategia conservadora. De igual manera, se reposicionó al ignorado Octubre -con toda su carga de resistencia al neoliberalismo- en la agenda electoral, y transparenta algo que buscaba ser ocultado: pese a los horrores del correísmo respecto a su comportamiento frente a las organizaciones populares autónomas y pese a que no representen un instrumento válido de transformación social radical que desde estos mundos se reclama, los más de cincuenta mil muertos reales por efecto de la pandemia que hoy golpean a la sociedad ecuatoriana son el fruto de las políticas neoliberales puestas en marcha a través de los actuales programas de austeridad, achicamiento del Estado y deterioro de los servicios públicos de atención y protección a la ciudadanía. Son el fruto de los programas económicos de Lasso aplicados durante este período de gobierno.

En paralelo, el último de los episodios de corrupción que día a día se suceden en el país tiene que ver con llamado affaire de las “vacunas vip”. Mientras Ecuador se muestra como uno de los países con menos vacunados de la región, las pocas dosis que hasta el momento llegaron fueron repartidas entre sectores de las élites económicas y allegados a altos funcionarios del gobierno nacional. Entre ellos, ¿cómo no?, el entorno cercano al candidato conservador.

Es así que en los últimos días la candidatura de Andrés Arauz ha conseguido recortar la distancia hasta llegar a lo que se estima podría ser un empate técnico en este momento. En número de indecisos, fruto de la falta de ilusión que despiertan ambas candidaturas ante el electorado, hace que esté aún por determinarse mucho voto que tomará su opción frente a las urnas.

Andrés Arauz ganará esta disputa electoral si asistimos a aquello que alguna vez el filósofo Jacques Rancière denominó como la politización del dolor, es decir, si lo que anteriormente no se vivía de forma política -cabezas de familia sin poder cubrir las necesidades básicas de sus hogares, dolor por la muerte de familiares por covid, desestructuración social…- pasan a tomar expresión política en las urnas. Por su parte, Guillermo Lasso conseguirá alcanzar la presidencia de la República en su tercer intento, si su estrategia de voto del miedo consigue imponerse a la inmundicia que le rodea. En cualquiera de los casos, el país continuará roto y sin sentir ninguna seguridad respecto a su futuro.

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