Ecuador: ¿giro a la derecha?

Por Milagros Aguirre A / Comité Ecuménico de Proyectos

Las elecciones del pasado 11 de abril en Ecuador ponen al mando del país a Guillermo Lasso. Tiene estampada sobre su frente la etiqueta de banquero, conservador (Opus Dei), neoliberal, es decir, de hombre de derecha, al fin y al cabo. Y tendrá que conciliar con varios sectores del país que votaron por él no por convicción sino por hastío; no por que su figura acartonada se haya vuelto más amable al final de la carrera electoral, sino como rechazo a los 14 años de la llamada revolución ciudadana.

Llega, además, con un fuerte condicionante: en primera vuelta el movimiento indígena (Pachakutik) estuvo a un tris de pasar a la contienda final y en segunda vuelta no le endosaron el voto. Lasso asume el apoyo de las élites, del empresariado y de la clase media, de los jóvenes emprendedores, de la prensa y de la academia, pero también lo asume con un 16% de gente descontenta —indígenas, feministas, ambientalistas y movimientos sociales— que prefirió anular su voto para mostrar su rechazo al proceso electoral y al resultado de la primera vuelta y, además, con un 47% de electores que aún creen en el proyecto llamado “progresista” de Correa.

Lasso llega a capitanear un barco medio hundido con la promesa de sacarlo a flote. Un país con una situación económica crítica agudizada por la tragedia de la pandemia; con casos de corrupción que siguen destapándose y con el oculto poder del narcotráfico (con cada vez más influencia de los cárteles mexicanos) cuyos tentáculos han llegado a las esferas de la política y a las instituciones y que es un asunto que ya no se puede ignorar.

El empresario de 65 años llega a la Presidencia al tercer intento y tendrá que gobernar con una Asamblea en donde su partido, y su aliado el Partido Social Cristiano, son minoría. Tendrá que convencer de su proyecto a grandes contradictores y tendrá que escuchar a sectores que han sido desatendidos, sobre todo, en estos últimos cuatro años, en el gobierno de Lenin Moreno, considerado el “traidor” de la revolución ciudadana. En campaña, a Lasso se le endosó haber cogobernado con Moreno y de ser corresponsable de algunas de sus decisiones, entre ellas, la llamada Ley Humanitaria, que significó flexibilización laboral con la que pierden algunos derechos los trabajadores.

De todas formas Guillermo Lasso se presenta como un hombre conciliador y hace llamados a la unidad, al encuentro en un país marcado por las brechas y los desencuentros. Para ello, el nuevo gobernante tendrá que ceder y conciliar con posiciones diametralmente opuestas a su pensamiento y convicciones. De los disensos y desacuerdos que tiene ahora el país, deberán salir acuerdos y consensos. Y eso no será tarea fácil pues también tendrán que ceder sus interlocutores.

Guillermo Lasso ha adelantado que sus prioridades más inmediatas serán la vacunación y la economía, interdependientes para la reactivación productiva.

La vacunación, para empezar

La primera oferta de campaña de Guillermo Lasso es vacunar a nueve millones de personas en los primeros cien días de su gobierno. En el gobierno de Lenin Moreno el proceso de vacunación ha estado salpicado por la corrupción, las vacunas VIP, la falta de transparencia en el plan de vacunación que ha costado cambios en el gabinete (cuatro ministros de salud desde marzo de 2020 y dos de ellos con menos de veinte días en el cargo), el desorden y una nueva ola de contagios con otras cepas, que tiene saturado un sistema de salud ya enclenque desde que inició la pandemia.

La vacuna es ahora mismo una prioridad, incluso, para reactivar la economía de un país que necesita volver a trabajar con normalidad. La vacunación, que empezó el 3 de marzo su fase 1, tiene, a la fecha (23 de abril) 421 mil personas vacunadas con la primera dosis y 192 mil con la segunda.

El gobierno saliente dice que tiene ya 18 millones de vacunas negociadas que al terminar el 2021 se habría vacunado el 60 por ciento de la población, así que el nuevo gobierno tendrá que seguir el plan de vacunación y, por supuesto, agilitarlo. El delegado para los temas de transición por parte del gobierno entrante ha dicho que primero necesitan claridad en las cuentas al respecto… porque una cosa es tener negociadas las vacunas con las distintas empresas farmacéuticas y otra, saber cuántas están ya compradas, a qué precios, con qué compromisos, etc. Por ahí van a empezar.

Hasta tanto, el gobierno saliente ha tenido que firmar un nuevo decreto de estado de excepción, restricciones de circulación y confinamiento pues en Ecuador no hay cama para tanta gente.

La economía de las deudas

Guillermo Lasso recibe un país con una economía raquítica —aunque él se ha encargado de decir que no recibe un país quebrado—. Ha recalcado que al sector privado no le ha ido tan mal pese a todo, pero que es consciente de que recibe una economía pública débil, con casi 70.000 millones de dólares de deuda pública acumulada. Un país que dependió en el 2020 de los multilaterales para afrontar el embate fiscal y socieconómico del coronavirus, para lo que requirió cerca de 8.000 millones de crédito y asistencia. De ellos 6.500 dólares del Fondo Monetario Internacional, en un acuerdo que establece reformas para la reducción del gasto público, mayor recaudación fiscal, lucha contra la corrupción, mayor autonomía del Banco Central, fortalecimiento de la dolarización, etc.

Apenas se supo de su victoria, bajó el riesgo país casi 400 puntos. Pero Lasso no podrá hacer magia con los números. Ha ofrecido bajar impuestos y subir a 500 dólares el salario mínimo (que ahora mismo es de 400 USD), lo que podría ser un tiro en el pie.

Sin necesidad de hacer elucubraciones, la línea de gobierno será la de fortalecer la dolarización, el libre mercado, el ingreso del Ecuador a los tratados de libre comercio. Porque, ante todo, Lasso es un neoliberal y así lo promociona también la fundación que preside, Ecuador Libre, el tanque de pensamiento (think tank) del que forma parte, que a su vez es miembro de la Red Liberal de América Latina (Relial) y de Atlas Network, cuya visión es “la de un mundo libre, próspero y pacífico donde los principios de libertad individual, derechos de propiedad, gobierno limitado y mercados libres estén garantizados por el estado de derecho”(1).

El problema será para él dar giros de timón de la derecha hacia el centro pues, aunque sea partidario de las privatizaciones, por ejemplo, no podrá hacer más “ajustes” al sector público, al contrario, tendrá que fortalecer instituciones en lo que tiene que ver con salud, educación, inclusión y desarrollo social.

Lasso ha anunciado que enviará inmediatamente a la Asamblea una reforma tributaria sin incremento de impuestos -—el FMI «recomienda» lo contrario—, y en campaña propuso la reducción del IVA en un 2 % y la progresiva anulación del Impuesto de Salida de Divisas considerado un obstáculo a la inversión extranjera.

En 2020, a las arcas ecuatorianas ingresaron 5.506 millones de dólares por el primer rubro, y 968 millones por el segundo, entre ambos, un 52 % de su recaudación fiscal.

Sus ideas tratan de reactivar la economía para ampliar la base fiscal pero la gran pregunta es cómo reemplazar esos ingresos, menos aún en situación de crisis.

Gobernabilidad cuesta arriba

El problema de Lasso es que solo contaría con el apoyo no automático de sus aliados del Partido Socialcristiano (19 escaños), y para la mayoría deberá recurrir, sea a la izquierda de los indígenas y de los movimientos sociales, representados en Pachakutik (27 escaños) o a la centro izquierda, representada por la Izquierda Democrática (18 escaños) o tendrá que buscar aliados justamente en el bando contrario: el llamado progresismo, de la alianza UNES, es decir, del correísmo, al que, en buena lid, más bien tendría como opositor nato. A pesar de las diferencias, seguramente encontrarán denominadores comunes a la hora de enfrentar temas como el extractivismo y la explotación de recursos naturales o como la legalización del aborto en casos de violación. Hay quienes hablan, incluso, de que un acuerdo por la gobernabilidad involucraría a los ganadores de CREO y PSC con la segunda fuerza electoral (UNES y el correísimo) que incluye el “cese a la persecusión política” e incluso, la impunidad de funcionarios envueltos en casos de corrupción en los 14 últimos años.

La Izquierda Democrática y Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik suscribieron un acuerdo para la constitución de la Alianza “Minka por la Justicia Social con Libertad”, es decir, en la Asamblea actuarán como un solo bloque. Pero eso puede cambiar. Nadie sabe cuál será la chispa que pueda encender otra vez la llama de la violencia, ante la inequidad y la brecha existente en el país y cuando Guillermo Lasso deba tomar alguna medida que resulte impopular.

Guillermo Lasso ha prometido cambios en varias leyes, entre ellas, la Ley de Comunicación. Libertad de expresión, libertad de pensamiento y libertad de asociación, han sido parte de los postulados con los que ganó la presidencia. Claro está que no habrá censura y que las organizaciones no gubernamentales y quienes trabajan en temas de cooperación para el desarrollo, podrán hacerlo sin temor a ser sancionados o perseguidos.

Una de las promesas de campaña fue terminar con la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, SENASCYT, para con ello garantizar el libre ingreso a las universidades suprimiendo el examen “ser bachiller”, cosa que no parece tan sencilla pues para ello debe contar con una mayoría legislativa y cambiar la Ley de Educación Superior. Lasso se encontrará con instituciones formadas durante el correísmo que, de desaparecer, causarán más problemas que soluciones.

En los primeros anuncios de Lasso y en la conformación de su gabinete social, ha tocado temas otros que debe enfrentar su gobierno y que son promesas de campaña: poner fin a la desnutrición crónica infantil, la reapertura de escuelas rurales cerradas por el gobierno anterior, el incentivo al deporte barrial, 200 mil viviendas rurales dignas gratuitas para las familias campesinas, lucha contra la violencia de género.

La oposición inhala y toma fuerzas

Mientras el nuevo gobierno define gabinete y prioridades, el movimiento indígena está a las puertas del Congreso y de elegir a nuevas autoridades para CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador). Jaime Vargas, que fue su presidente y que se alineó con la candidatura de Arauz (UNES-correísmo) fue expulsado. Hay expectativa sobre el rumbo que tomará la organización indígena y sobre cómo van a actuar sus bases y sus nuevas autoridades, que bien puede ser con posiciones muy radicales o bien, como una izquierda de tercera vía, diversa y ecologista, madurando la apuesta que casi lleva a los indígenas a la segunda vuelta electoral.

Por otro lado, el proyecto de la revolución ciudadana tiene cuatro años para rearmarse y fortalecerse. No se puede ignorar el electorado fiel que tiene todavía Rafael Correa y la convicción de sus militantes, las células revolucionarias, la adhesión popular. Del éxito o fracaso de Lasso dependerá también el que pierdan o recuperen sus fuerzas de cara al 2025 y que en Ecuador pase lo que pasó en Argentina, que después del fracaso del gobierno de Macri, volvió el kirchnerismo.

Acuerdos, desacuerdos y temas que no se tocan

En estos días previos a la posesión del nuevo mandatario, voces del correísmo, de la Izquierda Democrática y de CREO hablaron en distintos medios de comunicación de los temas que demandan acuerdos nacionales que garanticen la gobernabilidad.

En la agenda, además de la vacunación, mejoras en la sanidad pública y de la reactivación económica, están temas que tienen que ver con la equidad de género, la inclusión a grupos diversos LGBTI, pacto ético, pacto fiscal, desarrollo sostenible, preocupación por el medio ambiente, la garantía de libertad de expresión.

Sin embargo, no se habla de temas como el pleno ejercicio de la plurinacionalidad ni se pone mayor énfasis en el sector rural del país. La falta de acceso a los factores de producción como la tierra, el agua así como la inclusión en los modelos económicos y solidarios son demandas permanentes de los campesinos. Fortalecer una economía social y solidaria, dar impulso al coperativismo para impulsar la agricultura familiar y no solamente a los grandes productores, requiere de consensos.

La plurinacionalidad es una de las más antiguas aspiraciones del movimiento indígena y de CONAIE. Si bien este tema está en la Constitución, es un tema que parece estar ausente del debate público. ¿Cómo construir esa plurinacionalidad? ¿Cómo ejercerla? ¿Cómo desterrar el racismo? Las comunidades indígenas esperan respuestas y de este tema se desprenden otros: gobernanza, consulta previa, libre e informada en sus territorios a la hora de explotar los recursos naturales o hacer grandes proyectos de infraestructura, aplicación de justicia indígena, educación intercultural bilingüe, por mencionar solamente algunos puntos, transcendentales para la vida de las comunidades indígenas y rurales del país.

Tampoco se habla de un pacto por la educación, tan terriblemente afectada por la pandemia. De acuerdo a las alertas de Unicef, la pandemia ha afectado a más de 4,5 millones de estudiantes en Ecuador debido al cierre de escuelas como medida de prevención del contagio; la pandemia ha significado más de 140 días sin contacto presencial entre estudiantes y docentes; 4 de cada diez niños no tiene conectividad o tiene problemas de conectividad; apenas dos de cada 10 niños tiene una PC/tablet para uso personal; 480 mil niños, niñas y adolescentes que están en el sistema de educación pública no están recibiendo clases de manera habitual; los padres de 180 mil niños dicen que probablemente no les matricularán el año que viene: 90 mil han abandonado su proceso educativo; más de 400 mil presentan rezago escolar. Hay más: quienes recibían la colación escolar, ahora no la reciben. Unicef viene recomendando el retorno a clases, con vacunación o sin ella, si se quiere pensar en el futuro. Los políticos lo saben, aunque han hecho más énfasis en la reactivación económica, que en la reactivación escolar.

Lasso quiere dar señales de “despolitización” en el perfil que está dando a los ministros que ha nombrado para el sector social: caras nuevas y perfiles más técnicos que políticos. El barco llamado Ecuador da un giro de timón: del giro autoritario al giro a la derecha. Pero necesita del centro y de la izquierda para no encallar en el primer obstáculo.

Notas:

1 Datos de Ecuador Libre en https://www.ecuadorlibre.org/ y de Atlas Network en https://www.atlasnetwork.org/.

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