[Opinión] Ecuador: negación de la política de la vida

En el momento en que, por una parte, se derrumban las distinciones modernas entre público y privado, Estado y sociedad, local y global, y, por la otra, se agotan todas las otras fuentes de legitimación, la vida misma se sitúa en el centro de cualquier procedimiento político: ya no es concebible otra política que una política de la vida, en el sentido objetivo y subjetivo del término.

Roberto Esposito. Bios, biopolítica y filosofía.

 

Por: Christian Arteaga. [1].

Michel Foucault (1926-1984) planteó en La genealogía del racismo y en La gubernamentalidad, la fórmula soberana del derecho a hacer vivir y dejar morir, que implicaba que todo el aparato estatal se volcaba al cuidado y a la salud, y cómo el primero debía ocuparse de las poblaciones bajo la fuerza de la autoridad, fundando nuevas instituciones como hospitales, manicomios, cárceles, ciencias y policía. Todo esto en el curso que impartía en el College de France, entre 1975 y 1976, y que después apareció como libro bajo el título de Defender la sociedad. Desde este epitome funcionó gran parte de la administración de la vida de las poblaciones en la primera y segunda modernidad comprendidas entre el siglo XVI y XVIII.

Actualmente, dicho ejercicio se ha roto por la forma en cómo se manejó la pandemia. Pues, esta técnica ha sido invertida desde las elites gobernantes en el mundo, no se diga en nuestro país, planteándose como el derecho de dejar morir y hacer vivir.  Aquello nos muestran los datos oficiales de mortalidad en todo este año de pandemia que bordearía más de 3 millones en el mundo, en nuestra región, 600 mil y 18 mil personas fallecidas en Ecuador. No obstante, nuestro país superaría dicha cifra, por cuanto existiría un subregistro de las causas de fallecimiento, que sumaría muchísimo más de aquellos números.

Como se mencionó, el tiempo presente radicaliza vilmente dicha cuestión, pues la manera en que el gobierno actual se hizo cargo de la pandemia, resultó una declaración de guerra contra los empobrecidos. Podría manifestarse, un cinismo de Estado sobre la población más vulnerable. Empero, este cinismo se extiende como una práctica de las elites nacionales, sean sus emisarios: periodistas y figuras públicas; sus intelectuales orgánicos: docentes, rectores de universidades privadas y think thanks; y su sociedad civil: los ciudadanos privados que son los obsecuentes de las políticas dadivosas del poder como los clubes de beneficencia y filantropía. Es decir, dicho cinismo es derivado de una razón de Estado que clasifica y cuida a los cuerpos más importantes, y deja en el olvido programado a los cuerpos que no le interesa, sea por su condición étnica o de clase.

En ese contexto, la derecha política es parte de todo ese engranaje que permite, pero sobre todo reifica, la forma de un gobierno para unos pocos (la falta de un plan de vacunación, caída del sistema informático y alteraciones en la pagina web del proceso de vacunación para el público en general) en tanto, si aparecen voces que cuestionan dichas prácticas, no dudaría en disponer toda la argamasa represiva para acallarlos, sea a través de fuerzas militares y policiales o en forma de confinamiento.

El confinamiento, entonces, es ahora el límite de una razón de Estado que no logra acertar en el modo de hacer frente al virus. No es ni remotamente una opción pensada sobre el cuidado de la población y su vida, al contrario, es la incapacidad total de no haber generado políticas y protocolos de contención económica, educativa, de movilidad y social de la Covid, amén de su relación que esto tiene con la cotidianidad de la gente. Por tales motivos, se piensa la vida a partir de la muerte, y esta última es el dispositivo más visible y palpable de la administración y la clasificación de la población, en cuanto a políticas públicas y el sistema de salud, por ejemplo.

En esos horizontes, la derecha y el próximo gobierno no marcaría una diferencia con el actual, pues si este último aseguró que la única forma de contener la lucha social y el descontento, fue mediante decretos de confinamiento, como una ilusión de cuidado o mediante toda la fuerza represiva para bloquear toda movilización (recuérdese octubre de 2019); la nueva administración -esta idea nace gracias al comentario de una compañera docente y antropóloga- podría implementar de forma siniestra, ya no la necesidad de un cuerpo armado, sino que su política sería la de dejar morir (personal médico y la mayoría de los cuerpos que no importan) y hacer vivir (vacunación selectiva, personas y barrios de las elites).

Por tanto, se vuelve apremiante que una de las demandas más potentes del sector popular en este momento sea la vacunación inmediata para su subsistencia, no como motor para dinamizar lo económico -imaginario que la elites liberales imparten en todos los espacios, léase declaraciones de titulares de las Cámaras de Comercio sobre el tema- sino como manera de perpetuación de la propia vida, de lo contrario estaríamos frente a un proceso de aniquilación masiva: el derecho de dejar morir y hacer vivir

[1] Christian Arteaga, docente universitario de Facso/UCE.

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Soy W. Miltón Castillo, toco la bateria en una banda de Rock and Roll, en mis tiempos libres me dedico a escribir.

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