Hacia un real, amplio y democrático diálogo nacional

por Mauricio Torres-Tovar

Pasar del llamado al diálogo nacional entre élites y el Comité nacional de paro es urgente. El diálogo debe abrirse al país nacional. Citar asambleas comunitarias a lo largo y ancho del país es la condición y garantía para que el paro no quede reducido a un hecho coyuntural.

El renacer de la movilización social en Colombia con la reactivación del paro nacional el 28A, continuidad profundizada del 21N de 2019 producto de la crisis social y económica potenciada por la pandemia del covid-19, sin duda se anotó un triunfo social, como no se había dado antes, con la derrota infrigida al gobierno en sus pretensiones impositivas y la consiguiente retirada del proyecto de reforma tributaria. Un triunfo producto en lo fundamental al alzamiento social juvenil.

Esta victoria, que desde luego no debe paralizar la movilización, ni ser triunfalista, bajo el entendido que aún falta mucho por recorrer y dirimir, sí es un aliciente y una demostración que la movilización social amplia, extendida y sostenida en el territorio nacional tiene capacidad de detener proyectos gubernamentales que van en contra de las necesidades de las mayorías.

Resultado parcial y enseñanza por apropiar, ante la cual el gobierno se ve obligado a retomar el diálogo. Con la enseñanza de otros remedos de éste, en esta ocasión debe ser para acordar y cumplir, para lo cual es fundamental contar con instancias veedoras; pero al mismo tiempo debe ser un diálogo para rediseñar el país y, por ello, debe superar las instancias de las élites y de los salones cerrados.

La juventud, protagonista de la movilización

Como parte del continuum de la movilización social iniciada a finales del 2019, la que está en marcha también está nutrida principal y ampliamente por la vitalidad de la juventud, que ha inyectado este ciclo de movilización social con enorme alegría, esperanza, coraje, valentía y dignidad. Se han brindado con plena convicción y disposición, recibiendo sobre sus seres la reacción de la “cara amable del poder”: el Esmad, la policía, así como cuerpos parapoliciales y paramilitares, han producido una estela de muerte y terror la que, según los informes de derechos humanos más precisos suman hasta 47 homicidios, casi medio millar de desaparecidos, miles de lesionados de distinta consideración, centenares de prisioneros, agresiones y violiaciones sexuales, amenazas a granel, militarización de ciudades, en suma, desbocó el carácter terrorista del Estado, radiografía de lo que es.

Una vitalidad y convicción que sitúa a la juventud como el alma y el motor de la movilización social. Una capacidad de rechazo a lo establecido y pretendido por el poder que responde a su condición social marginal y por la cual ven limitadas su posibilidad de estudio y negadas las oportunidades de desarrollo; pero también son estigmatizados ante la sociedad, sometidos a recibir constantemente la represión policial, arrinconados por un enorme desempleo que los subordina a la delincuencia como única opción para afrontar la vida.

Una realidad tal que resalta la necesidad de reconcer su capacidad de entrega, a la par de las negaciones a que están sometidos. Capacidad y necesidades juveniles que los sectores alternativos deben reconocer propiciando los espacios necesarios para que el liderazgo juvenil emerja y fluya sin ninguna cortapisa. Y para que así sea su liderazgo debe ser evidente en la dinámica de un diálogo nacional, para garantizar que a través de su voz se establezcan sus reivindicaciones y demandas, así como la búsqueda de sus resoluciones.

Hacia una amplia dinámica asamblearia y de organización reticular

Con la idea puesta en el escenario nacional y en la necesidad de un diálogo para superar la gran confrontación social a que asistimos, surge la opción de la negociación dialogada, camino certero e indispensable, pero el cual no puede quedar restringido a entablar una mesa entre la élite y vocerías alternativas que, más allá de su querer no alcanzan a recoger el rico, dinámico y multicolor que somos. Queda un camino para ello: retornar, en el continuum de movilización, la fase asamblearia lograda con el 21N.

En esa senda, la manera de concretar un real diálogo nacional implica un extenso desarrollo asambleario en el nivel territorial: los barrios, las veredas, las comunas, las escuelas, las fábricas, las empresas, entre otros muchos sitios, que permita una amplia, horizontal y democrática deliberación sobre los principales problemas que viven las gentes, y las formas como consideran pueden ser enfrentados.

Estamos ante la opción de un amplio proceso asambleario que debe fortalecer a su vez el proceso organizativo reticular de base, entendido como una multitud de organizaciones que tejen en red, pero que no responden a un solo tipo de estructura organizativa, y que permite fortalecer y ampliar la organización comunitaria, campesina, social, base para el impulso y sostenimiento de reales procesos estructurales de transformación, de largo aliento. Las jornadas de paro quedan así trascendidas y abren la puerta para construir más allá del reclamo legítimo a un Estado apropiado por particulares.

Ejes centrales para la discusión

Si bien es cierto que los temas por discutir son cientos, porque dependen de los contextos y necesidades de las múltiples comunidades, vale también la pena estructurar la discusión sobre ejes comunes de carácter nacional, temáticas que retoman aquello que afecta al conjunto de la población y que son claves de encarar, para avanzar en ese proceso de transformación requerido por la juventud así como por el conjunto social.

Sobre la base de la propuesta contenida en la denominada Carta Universitaria a la Nación de Colombia*, se ubican los siguientes ejes centrales para ser dialogados en el gran proceso asambleario por desarrollar:

1. Política fiscal, en tanto es necesario aplicar en el país un modelo de impuestos que realmente permita la distribución de la riqueza;

2. Modelo de desarrollo, para repensar las formas como se produce en el país, para que no sean depredadoras de la naturaleza y sí lleven a configurar escenarios laborales dignos, con oportunidades para las y los jóvenes;

3. Sistema de salud, para superar la demanda de archivar el proyecto de ley 010 de 2020, que se requiere, pero ir más allá para pensar en la estructuración de un sistema de salud que garantice el derecho a la misma, lo que implica discutir sobre el tipo de políticas públicas para el sector que deben desarrollarse, y su necesaria articulación con un enfoque de determinación social de la salud que conllevé un modelo para su atención centrado en lo territorial–poblacional, desde un enfoque de salud pública y atención primaria en salud (APS);

4. Democracia a desarrollar, para deliberar sobre la necesidad de una democracia directa, radical, deliberativa, que brinde participación decisiva a la población en los diversos asuntos del país; y de cómo ampliar las formas de organización de la ciudadanía y elevar su educación política, bases fundamentales para ejercer radical y de manera renovada la democracia;

5. Paz, teniendo como referencia los acuerdos de La Habana, para discutir sobre las causas estructurales del conflicto, entre ellas la tenencia de la tierra;

6. Policía y ejército, para pensar cuál debe ser su misión, estructura y funciones, que lleve a un real respeto a la organización, deliberación, protesta y movilización social, lo que implica que la fuerza policial y del ejército no puede atentar contra la vida de aquellos a quienes se debe. Igualmente, para eliminar lo paramilitar y parapolicial instalado ya en el país;

7. Derecho a la educación y acceso equitativo al conocimiento, que lleve a discutir que en efecto la educación sea gratuita para todas y todos, y que esto traiga de la mano al acceso al conocimiento y la implementación de procesos de investigación y desarrollo, acorde con las necesidades del país;

8. Sistema universal de protección social, entendido como una de las mejores formas de distribuir la riqueza de una nación, asunto que demanda una política fiscal progresiva y un manejo estatal de los recursos. Acá, entonces, debe concretarse el tema de la renta básica universal, la protección universal de la salud y la salud en el trabajo, la pensión universal, y aspectos ligados al acceso a la vivienda, la alimentación, la recreación, entre otros;

9. Soberanía y seguridad alimentaria, para discutir cuál es el modelo agrario que requiere el país, para que se proteja la producción agraria nacional y se garanticen estados nutricionales adecuados para nuestra población.

10. Servicios públicos, para revisar propiedad, calidad del servicio, tarifas y acceso.

Este gran ejercicio asambleario, requiere de una amplia metodología que garantice una vasta deliberación, que las discusiones se recogen de abajo hacia arriba, logrando agendas sociales de base territorial, con elementos de lo nacional.

Solo un diálogo nacional entendido de esta manera, con amplísima participación ciudadana, llegando a acuerdos para establecer las principales problemáticas sociales y el cómo pueden ser superadas, que orienten la acción no solo del Estado sino también de la ciudadanía autónoma, podrían ser la vía para sacar al país de la miseria y el atraso en que la han tenido por dos siglos las élites republicanas.

* Elaborada por un conjunto de rectores de Instituciones de Educación Superior, tanto públicas como privadas, presenta con gran capacidad de síntesis, seis ejes centrales de diálogo para la nación.

http://rectoria.unal.edu.co/fileadmin/user_upload/comunicados/2021/Carta_Universitaria_a_la_nacion_colombiana.pdf

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