Gran escozor ha causado entre algunos sectores de la izquierda la entrega del bastón de mando al presidente Lasso en la comunidad indígena de Tamboloma. Que las organizaciones indígenas le confieran ese honor a un representante de la derecha empresarial aparece como una aberración. No obstante, el hecho no se aparta ni un milímetro de la tradición. Desde que tengo memoria, todos los presidentes de la república han terminado con poncho y sombrero en algún momento de su administración; y, por lo general, al inicio de su mandato. Pura parafernalia.
Por: Juan Cuvi.
El tema da para algunas interpretaciones. La primera, obviamente, se refiere a la capacidad de manipulación política y mediática que tiene todo gobierno. Siempre habrá una comunidad o una organización indígena que sea seducida por las formalidades del poder, y que no tenga inconveniente en facilitar el ritual de la legitimidad para las autoridades de turno. A fin de cuentas, a nadie le conviene hacerle ascos a un nuevo gobierno.
La segunda interpretación es más compleja, y se refiere a la vieja relación paternal de la sociedad y del mundo indígena con el Estado. Mal que bien, el presidente de la república representa la capacidad estatal de responder a las demandas concretas de la gente. Es el hacedor de obras, el proveedor de recursos, el solucionador de conflictos. En el caso de los sectores más vulnerables y marginados, la necesidad de hacer buena letra con las autoridades es más dramática, porque las necesidades son más urgentes.
Toca entonces reflexionar sobre el sentido de la autoridad en el mundo indígena. Un bastón de mando no implica un privilegio, sino una obligación. Quien lo recibe encarna una función colectiva acorde con una representatividad histórica y cultural. El bastón de mando simboliza el sometimiento a una decisión comunitaria y la obediencia a un mandato social.
Desde la propuesta de la plurinacionalidad, la relación del mundo indígena con el Estado y con el resto de la sociedad ecuatoriana ha sido profundamente redefinida. En principio, eso implica replantear también los símbolos y las formas de relacionamiento con las autoridades concretas. En este caso, con el presidente de la república. No se puede confundir el respeto al primer mandatario con la subordinación. En su condición de presidente, Guillermo Lasso no pierde su condición de primer servidor de la nación. Siempre será un funcionario subordinado al soberano. Sin embargo, nuestra cultura política autoritaria y paternalista nos impide ver y entender esta condición.
La crítica, entonces, no debería enfocarse en el actual presidente de la república, sino en todos los presidentes que han pasado y pasarán por Carondelet. ¿Qué necesidad tienen los indígenas de entregarle el bastón de mando a quien en estricto rigor jurídico y político es su mandatario? En estas relaciones subalternas a las que nos ha acostumbrado el patrimonialismo de las élites, las organizaciones sociales tienden a renunciar a su autonomía en aras de una espuria solicitud de recursos.
Créditos de la imagen:
• ¿Necesita Lasso otro bastón? está licenciada como CC BY 4.0
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