Sobre fútbol y literatura Una pelota entre Borges y Camus

Cuando se identifica a un escritor como “enemigo del fútbol», quizá este sea el argentino Jorge Luis Borges, puesto que son muy famosas y reproducidas frases como: “no hay nada más popular que la estupidez” u “Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente  hermosos”. Y a pesar de esto, junto a su colega y compatriota Adolfo Bioy Casares, escribió un relato sobre fútbol titulado Esse est percipi (lo que se traduciría de latín como  Se percibe como o Es como se percibe), en palabras del autor Patricio Pron: texto “que anticipó la transformación del fútbol en un espectáculo en el que hay más de simulación que de deporte y en el que quien menos importa es el aficionado”.

No obstante, habiendo no pocos escritores que han tomado el tema sobre el fútbol como parte de su producción literaria, existe cierta crítica o un sector de la crítica que reniega de que el fútbol, en la gran mayoría de estos escritos, solo es la pesquisa de una historia que nada o casi nada tiene que ver con él.

Se ha dicho, me parece que de manera bastante ingenua o apasionada, que el mismo Borges, al ridiculizar el desarrollo o disposición del fútbol en la sentencia que he citado anteriormente, respecto a los once contra once corriendo tras la pelota, que ni siquiera conocía las reglas del deporte que tanto detestaba. No creo que el autor de El Aleph y Ficciones haya sido lo suficientemente pelotudo, como dirían en su patria, para despreciar algo de lo que desconocía las más ínfimas reglas.

Por otra parte, si el relator, poeta y ensayista argentino Borges es el “enemigo público del fútbol”, el novelista, ensayista y dramaturgo argelino-francés, Albert Camus, que fue Premio Nobel de Literatura 1957, para muchos sería el mejor amigo de este deporte entre los escritores famosos. Camus jugaba al fútbol y era portero.

En contraposición con las afamadas frases de Borges en contra del deporte rey, la más conocida de Camus al respecto es: “Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, todo cuanto sé con mayor certeza acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al deporte, lo aprendí en el RUA”. 

Y la historia es la siguiente. Camus nació en la capital de la aún colonia francesa de Argelia, Argel. Huérfano de padre y proveniente de una familia muy pobre, su abuela era la tirana de la casa y de su infancia. Entonces, siendo al principio delantero, su abuela le prohibió el deporte, porque además le revisaba las suelas de las alpargatas para cerciorarse de que le hiciera caso, a ver si le tocaba sacar el látigo con el muchacho desobediente. Pero el rebelde y astuto niño se las ingenió para no dejar su deporte favorito, por el asunto del desgaste de las alpargatas, y se hizo portero, porque así el desgaste era menor y los foetazos también, por supuesto.

Según comenta Alfonso Palacios, en su artículo “Albert Camus, Aniversario del portero rebelde”:

“Con 16 años se convierte en el portero titular de los juveniles del Rácing Universitaire d’ Alger, asociación multideportiva más conocida como RUA. Según explicó a Revista Líbero Didier Rey, autor de varios estudios sobre el papel del fútbol en la Argelia de la época, el RUA era en sus inicios un “símbolo de la dominación colonial y el reflejo de un sistema educativo que excluye al nativo”; pero también “uno de los mejores equipos no sólo de Argelia, sino del norte del África francesa”.

Para la década del 30, Camus enfermó de tuberculosis crónica, lo que le impidió continuar dedicándole más tiempo al fútbol, entre ahogos y sangrados pulmonares. Todos han visto, además, que las mejores fotografías de Camus son aquellas en las que sale fumando, aunque por ahí también hay una en que está bailando, que es otro tesoro. Así que su refugio, como estudiante de Filosofía en la universidad, será en adelante el teatro.

“Fútbol y teatro, por tanto. Dos pasiones que le acompañarán durante el resto de su vida, proporcionándole esperanza y exaltación, forjando su carácter. Fueron para el escritor, en sus propias palabras, una “verdadera universidad”, comenta Palacios.

Requieren trabajo en equipo, creatividad y fortaleza física, aspectos que sin duda le atraían”, ha escrito Robert Zaretsky. La experta camusiana Hélène Rufat, profesora de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, dice: “Ha aprendido en equipo a respetar al otro, y también ha descubierto que cualquier persona, sea cual sea su formación y su procedencia, puede ser un cómplice excepcional”, y esto lo pueden comprobar en su literatura los lectores de su novela de 1947, La peste, personificándose en sus dos voces más relevantes a mi gusto para generar el conflicto, su tensión, y la vez y con el desarrollo del relato y de la epidemia, su misma descomposición por las fuerzas de la necesidad, que son Rieux y Paneloux: el médico y el sacerdote; la ciencia y la fe, que en cierto momento se ponen del mismo lado y colaboran juntas.

Cuentan que, poco antes de morir en un accidente de automóvil en 1960, a los 46 años de edad, al preguntársele al autor de El Extranjero cuál de sus dos grandes pasiones habría escogido si es que le hubiese dado su salud, él contestó: “El fútbol, sin duda”. ¿Quién sabe si lo decía en serio, o solamente en la inmensa nostalgia que recordar su deporte de juventud le provocaba, junto a la fortaleza perdida y al tiempo que no regresa jamás?

Terminaré este breve texto con una cita de José Lenzini, autor de “Los últimos días de Camus”: «Le gustaba decir que no había aprendido la moral en Marx o en los evangelios, sino en su vida de pobreza. En la calle. En los terrenos del fútbol». 

(Fuente: Revista Líbero)

Acerca de Esteban Poblete 86 Articles
Corrector, editor y escritor. Tiene publicaciones en poesía, relato y novela. Realiza crónicas, entrevistas, artículos y reportajes para varios medios. Maneja la página de servicios de corrección y productos escritos UMBRA Ediciones.

1 Comment

  1. Excelente artículo amigo, muy interesante la relación entre el escritor y el deporte de multitudes, mis sinceras felicitaciones.

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