“La plena incorporación de la naturaleza al Derecho en calidad de sujeto se logrará,
sin duda, sólo en forma paulatina; por de pronto, basta con establecerla como una meta que ha de señalar el rumbo que debemos seguir.”
Godofredo Stutzin (1984)
Ecologista chileno [1917-2010]
En Chile, en medio de un complejo proceso para cambiar la Constitución de la dictadura de Pinochet, los grupos de poder hacen lo posible y hasta lo imposible por frenar los cambios que demanda su sociedad. Y en este contexto Diario El Mercurio de Santiago rompe lanzas en por lo pronto dos editoriales, del 8 y del 12 de agosto, en contra de los Derechos de la Naturaleza y la plurinacionalidad.
Se repite la historia. Exigir el derecho a tener derechos choca siempre con el poder. La emancipación de los esclavos o la extensión de derechos a las mujeres se rechazaron en su tiempo por ser considerados absurdos.
Bastaría recordar que en varios países de Nuestra América cuando se liberó a los esclavos afro no faltaron quienes reclamaron por las “pérdidas” sufridas por sus “propietarios”, a quienes se les restringía “su libertad” para comercializarlos, utilizarlos, explotarlos… En Chile el asunto no fue muy complejo puesto que no había un número elevado de esclavos, así que, como se recoje en el Archivo Nacional de ese país, “terminar con la esclavitud representaba, un bajo costo patrimonial”; así, Chile fue el primero de América del Sur y el segundo en el mundo, luego de Dinamarca, en liberar a los esclavos en 1823.[2] En otros casos, como en Ecuador, el asunto fue más difícil; a los afros esclavizados se compró su libertad indemnizando a sus dueños en 1852, sin reparación alguna a quienes fueron esclavizados. Sin embargo, en Nuestra América, al salir de la esclavitud, no se extinguieron otras formas coloniales y luego neocoloniales de explotación que aún siguen pesando -fundamentadas especialmente en el racismo[3]– sobre los pueblos originarios y por cierto tambien sobre los colectivos de afrodescendientes.
Algo similar pasó cuando las mujeres conquistaron sus derechos; una historia larga y aleccionadora que constituye una de las fuerzas más vigorosas de cambio en el mundo contemporáneo. Sin adentrarnos más en este tema de enorme trascendencia, traigamos a colación la abolición del trabajo infantil en Inglaterra. Allí, la polémica a inicios del siglo XIX, fue enorme. Para los detractores de la propuesta, la eliminación del trabajo infantil socavaba la libertad de contratación y destruía los cimientos del libre mercado.
Por lo tanto no debe soprender la posición que ha asumido Diario El Mercurio en contra de los Derechos de la Naturaleza e inclusive en contra de la plurinacionalidad. Su posición integrista neoliberal es conocida incluso fuera de las fronteras chilenas. Ese diario asoma como el gran representante de los intereses corporativos nacionales y transnacionales. Para quienes dirijen la línea editorial de esta empresa seguramente debe ser muy normal que las corporaciones tengan amplios derechos en tanto personas jurídicas, pero les resulta inconcebible que la Naturaleza tenga la categoría de sujeto.
Si entendemos lo que los Derechos de la Naturaleza representan realmente, resulta más que entendible la critica mercurial a los mismos. Los comerciantes, en términos amplios, saben que estos derechos amenazan el sistema económico imperante con sus intereses corporativos, por ejemplo, al emancipar el agua del yugo mercantil o al cuestionar la perversa lógica de la “economía verde”, que pretende resolver los gravísimos problemas ambientales profundizando aún más la mercantilización de la Naturaleza, es decir ahondándolos más y más.
Y aunque los cuestionamientos del diario chileno resulten hasta pueriles -por ejempo al adentrarse en el tema a través de los cambiantes rasgos físico-bioquímicos de la Naturaleza negando la diversidad de la vida o al intentar desconocer la trascendencia de lo local priorizando lo global al malinterpretar el concepto de Gaia o con el burdo ejemplo de los incendios-, es entendible que El Mercurio también critique la plurinacionalidad. Las raíces de los Derechos de la Naturaleza, aunque parezcan invisibles para ciertas lecturas prejuicidas o simplemente superficiales, están profundamente insertas en el mundo indígena plurinacional. En esas culturas se comprende perfectamente que la Pachamama es su Madre, no una mera metáfora. La noción de que la Naturaleza tiene vida y que se trata de un sujeto de derechos nace en esos pueblos originarios como parte de un todo en la relación del ser humano-naturaleza-sociedad. Y desde allí, desmontando las bases de la Modernidad, tenemos que aceptar no solo que los seres humanos somos Naturaleza, sino que es ella la que, en última instancia, nos asegura el derechos a nuestra existencia: los humanos no podemos vivir sin Naturaleza, ella si, sin seres humanos.
Así, quienes desde otras vertientes culturales -ecologistas, por ejemplo- la defienden en serio, haciéndose eco del pensamiento indígena y superando el mero conservacionismo tanto como el equívoco enfoque del desarrollo sustentable, asumen a la Naturaleza como un sujeto que requiere ser tutelado en sus derechos. En este sentido todo esfuerzo por plasmar los Derechos de la Naturaleza se inscribe en una suerte de mestizaje, donde se recuperan elementos de todas aquellas culturas occidentales e indígenas emparentadas por la vida. Y que encuentran, desde una profunda lectura plurinacional, en la Pachamama el ámbito de interpretación de la Naturaleza, un espacio territorial, cultural y espiritual.
Vistas así las cosas, estos combatidos Derechos de la Naturaleza no surgen solo desde la matriz de los pueblos originarios. Registramos una suerte de combinación de aproximaciones. Así su creciente consolidación a nivel planetario es innegable. En 36 países se empieza a cristalizarlos o al menos a discutirlos formalmente. Cabe destacar que este proceso cobró fuerza sobre todo luego de que en Ecuador por primera vez -y hasta ahora única ocasión- se constitucionalizó a la Naturaleza como sujeto de derechos en el 2008. Y desde entonces, en países en donde no se ha dado paso a esta transcendental decisión constitucional, hay, por ejemplo, rios, lagos y regiones enteras, que ya son consideradas como sujetos de derechos, en Colombia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, España, para mencionar apenas unos pocos casos. En México se ha puesto en estos días en marcha un proceso legislativo para constitucionalizar dichos derechos. En Alemania, en el estado de Baviera, este mes de septiembre, como parte de una iniciativa ciudadana, arranca una campaña para recoger firmas con similar objetivo. La Unión Europa trabaja ya en un documento inicial que recoge esta visión: Hacia una Carta de los Derechos Fundamentales de la Naturaleza de la UE.
En realidad hay muchos más procesos en marcha desde hace mucho tiempo atrás. El cuestionamiento a visiones y posiciones antropocéntricas tiene una larga historia. Podríamos empezar con Baruch Spinoza hace más de cuatro siglos. Y retrocediendo aún más en el tiempo rescatamos el pensamiento de Francisco de Asis que influye en la Encíclica Laudato Si del Papa Francisco publicada el año 2015, en la que, además sólidos argumentos científicos, se crtica y desmonta el “antropocentrismo despótico”. La lista de científicos, biólogos, ecologistas, literatos, economistas, constitucionalistas, en síntesis de millones personas defensoras de la vida, empeñadas en esta lucha, es cada vez más larga.
Hay una creciente conciencia de que debemos asumir el tema con enorme responsabilidad. No podemos seguir agravando aún más las causas de tanta destrucción ambiental que ya resulta inocultable y cada vez más insostenible, como en estos días lo ha demostrado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas.[4] También es necesario dejar sentado que los Derechos de la Naturaleza no se oponen a los Derechos Humanos, como han asumido algunos ingenuos; pues, es más, estos dos grupos de derechos -sin ser similares- se complementan y se potencian.
Cabe anotar que a los Derechos de la Naturaleza se los considera como derechos ecológicos para diferenciarlos de los derechos ambientales derivados de los Derechos Humanos. Y que la representación de dichos Derechos de la Madre Tierra corresponde a las personas, comunidades, pueblos o nacionalidades, como establece claramente la Constitución ecuatoriana. En este campo, la justicia ecológica busca la persistencia y sobrevivencia de las especies y sus ecosistemas, como conjuntos, como redes de vida. Esta justicia es independiente de la justicia ambiental (aunque en definitiva toda afectación ambiental golpea al ser humano). La justicia ecológica no busca la indemnización a los humanos por el daño ambiental, sino la protección de los sistemas ecológicos y la restauración de los ecosistemas afectados. En realidad, se deben aplicar simultáneamente las dos justicias: la ambiental para las personas, y la ecológica para la Naturaleza. Y en lo económico, asumiendo a la Naturaleza como sujeto de derechos, es indispensable comenzar a construir otra economía que no tenga como base la mercantilización de la vida.[5]
En síntesis, el derecho a tener derechos siempre exige un esfuerzo político. Se trata de cambiar aquellas normas que sostienen los privilegios de pocos y que por lo tanto se niegan a aceptar esos derechos, desplegando posiciones como las enraizadas en Diario El Mercurio, asumiendo que “la Naturaleza no podría tener derechos porque es un conglomerado de objetos, estos pueden ser propiedad de alguien (personas o empresas), y son ellos los que ostentan los derechos sobre aquellos objetos. La gestión del ambiente, de los territorios o de los recursos naturales, sería una cuestión de instrumentos económicos y relaciones de mercado”, como atinadamente resume Eduardo Gudynas.[6]
Chile se apresta a hacer historia incluyendo los Derechos de la Naturaleza en su Constitución, como otro de los puntos medulares para impulsar profundas transformaciones orientadas a superar el fundamentalismo de mercado. Así, la Convención chilena, a contrapelo de las críticas formuladas por Diario El Mercurio, al conformar una Comisión sobre Medio Ambiente y Derechos de la Naturaleza, enfrenta el poder constituido que brega por frenar los avances impulsados por su sociedad en movimiento desde las grandes alamedas y las urnas. Chile tiene como tarea histórica elaborar de forma participativa una Constitución que se transforme en una herramienta para construir democráticamente una sociedad en donde todos sus habitantes -humanos y no humanos- puedan vivir en armonia y con dignidad.-
[1] Economista ecuatoriano. Ministro de Energía y Minas 2007. Presidente de la Asamblea Constituyente de Ecuador 2007-2008.
[2] Consultar en Archivo Nacional de Chile; “La abolición de la esclavitud en Chile”. Disponible en https://www.archivonacional.gob.cl/616/w3-article-8084.html?_noredirect=1
[3] Recomendamos revisar el gran aporte de Paco Gómez Nadal (2017); Indios, negros y otros indeseables – Capitalismo, racismo y exclusión en América Latina y el Caribe, Serie Debate Constituyente, editores Alberto Acosta y Esperanza Martínez, Abya-Yala, Quito. Disponible en https://clif.in/wp-content/uploads/2018/09/INDIOS-NEGROS-OTROS-INDESEABLES.pdf
[4] Al respecto se puede consultar en “IPCC en español – Intergovernmental Panel on Climate Change” Disponible en https://www.ipcc.ch/languages-2/spanish/
[5] Se puede profundizar al respecto en Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro (2020); “Naturaleza, economía y subversión epistémica para la transición”, en el libro Voces latinoamericanas: mercantilización de la naturaleza y resistencia social, editado por Griselda Günther y Monika Meireles, Universidad Autónoma Metrolitana, México. Disponible en https://ecuadortoday.media/2021/03/25/naturaleza-economia-y-subversion-epistemica-para-la-transicion/
[6] Son recomendables las críticas formuladas por Eduardo Gudynas; “La irrupción de los derechos de la Naturaleza en el debate constituyente en Chile”. Disponible en https://cooperaccion.org.pe/la-irrupcion-de-los-derechos-de-la-naturaleza-en-el-debate-constituyente-en-chile/
Be the first to comment