[Opinión] Consensos de Cusín: hacienda, calistenia y el retorno al multiculturalismo

Pablo Dávalos en un artículo publicado en este mismo portal, que intituló: Cinismos y mentiras en los “Consensos de Cusín”, dejó en claro que lo sustancial en dicho conclave de las elites tradicionales y nuevas de la derecha ecuatoriana, era la preocupación del asunto fiscal, a partir de figuras íntimamente ligadas al neoliberalismo de las últimas décadas. Bien acotó que el funcionamiento del Estado, para muchos de los asistentes en la Hacienda de Cusín, es de lo más instrumental, pues, este solo existe para resolver problemas fiscales, es decir, dejando de lado las formas de: “(…) articular, estructurar, y dar forma al conflicto político y lucha por el poder dentro de las sociedades democráticas modernas” (2021)

Por: Christian Arteaga.

En esa línea, el análisis de Dávalos resultó interesante para la comprensión de un horizonte de explicación del dispositivo fiscal con la que estos asistentes pretenden justificar su visión del Estado, las formas de gobierno y, por antonomasia, una suerte de despojo. Por ello, dicha manera de visión no solo está plasmada en una Declaración de Principios, sino que también está ilustrada visualmente en un microvideo de aquel cuarto encuentro, donde se edifican nociones muy claras con que las nuevas elites diseminan su programa como si fuera la única respuesta universal a la crisis.

Y esto último es lo peligroso y amenazante, la mirada profética que estos sectores poseen del Estado y de lo social. Pues, se trata de una nueva Declaración constituida por personajes tristemente reputados como Oswaldo Hurtado, Roque Sevilla, Augusto de la Torre, Alberto Dahik y Mauricio Pinto, pasando por sujetos espurios como María Paula Romo, Otto Sonelholzer y José Hernández, hasta arribar a figuras anodinas como Jefferson Pérez, Marta Roldós, Rocío Garcés, Grace Jaramillo y entre los convocantes, Patricia Gualinga, dirigente sarayaku que había emergido como parte de la lucha por el medio ambiente. En total, estuvieron 46 personas, que elaboraron un documento que, según ellos, marcará la: “(…) ruta que saque al país de este entrampamiento sobre la base de un Estado que no gaste más de lo que puede costear la sociedad (…)” (https://www.forbes.com.ec/columnistas/declaracion-4to-consenso-cusin-n9231)

 

Dicho producto fue un manifiesto, que, a primera vista, sería de corte fiscal, no obstante, toda la carga simbólica con la que se promocionó dicho evento trae a colación, ciertas ideas que van más allá de lo meramente fiscal. Exponemos, entonces, tres escenas que posibiliten mirar lo que se hizo y lo que se viene.

De la Hacienda hacia el Estado

Diego Sztulwark (2019) en La ofensiva sensible: neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político, su último y potente libro, da cuenta de la configuración de lo político con base en la noción de acontecimiento, en el caso puntual de la Argentina contemporánea, donde explica que una de las nuevas estrategias del neoliberalismo es colonizar la subjetividad de los sujetos. Si no logra aquello, su implantación será más compleja y furibunda, al estilo de, otrora, las dictaduras militares. Por eso, refiere que: “Las técnicas de la gestión de la sensibilidad constituyen una de la pieza central del dominio neoliberal.” (Sztulwark, 219, p. 27) Dicho esclarecimiento radica en que la puesta en acción de engranaje neoliberal, con todos sus aplicaciones,  a saber: economía de mercado, ajuste fiscal, reducción del Estado, desempleo, precariedad, flexibilización laboral, destrucción de lo público (universidades, escuelas y hospitales), no podría ser aprovechada sino existiese un antes, es decir, una política silenciosa que obliga o persuade a las personas a la adopción de la norma extrema como manera de adaptación a lo que vendrá. Si uno mira el microvideo de los que aparecen en Cusín, puede colegirse de prístina manera el sentido político y de administración de quienes están muy cómodos en la hacienda como una extensión de su ethos, refugio y modo de vida.

La hacienda es un símbolo cínico de la política de estas nuevas elites, no se torna en ningún momento en una figura irónica o retórica. La hacienda se convierte en punto finisecular y central desde donde este grupo entiende al Estado y a la sociedad ecuatoriana. Si pensamos que la sensibilidad como afirma el propio Sztulwark es: “un proceso siempre abierto, desbordante, híbrido…” (2019: p. 29) Reconocemos, entonces, las especificidades, por ejemplo, estamentales y étnicamente distintas de las elites actuales. Una muestra es la figura blanqueada y desclasada de Jefferson Pérez o en la representación secular de Patricia Gualinga, que resulta para estos sectores, un sujeto nada atávico sino moderno, diferente a los sectores de la actual Conaie.

Esta sensibilidad de hacienda, posee una tópica singular, y es un tipo de existencia poshistórica que empatiza a los dominados junto con los que los han destruido; los que han destrozado a las organizaciones sociales, junto a los que han sido reprimidos permanentemente; los que destruyeron toda posibilidad de participación democrática y que ahora son parte de los Consensos de Cusín. En conclusión, la hacienda vendría a equipararse como un grado cero del campo político de estas nuevas élites. Desde allí quieren reescribir la historia.

Del calentamiento físico hacia los modos de Gobierno

En un momento del microvideo se muestra a un entrenador que enseña ciertos movimientos corporales a los invitados, después, un dron hace una toma panorámica de la hacienda y sus caminos. Se observan a varios participantes en una caminata por los senderos adyacentes a Cusín e ingresan a la hacienda. Brevemente, podría ser una escena cualquiera o un spot publicitario para la propia hacienda, a no ser que esta es el lugar de encuentro de las nuevas elites que plantean un tipo de ofensiva sin tregua, un nuevo disciplinamiento corporal como lenguaje. Hay que preparar el cuerpo para poder irrumpir en el alma, sería su lema político.

¿Qué intencionalidad fue exhibir la calistenia de estos en un día frío y en las primeras horas de la mañana? La respuesta podría ser bifronte. La primera radica en una especie de veneración del cuerpo individual como una metáfora del proyecto del cuerpo social y político. Muchos de los asistentes son personajes públicos de hace mas de treinta años, su corporalidad va rumbo o ya está en la senectud, pero podría pensarse en una reconversión de un cuerpo político amortajado, que, en todas estas décadas de repliegue, han logrado recomponerse, lamiendo sus heridas. Por ello, la figura del entrenador ejercitándolos es sobre todo una representación de lo que se avecina.

La segunda respuesta propone que, este relato de un cuerpo destruido por falta de modernización, se recompone a partir de un tiempo en el que las elites proceden a desfogarlo en imágenes. Estamos frente a un momento complejo, es una mala época para los movimientos sociales y la izquierda social. Es un periodo recargado para las elites tradicionales y nuevas. Por ello, se lanzan con todo a destruir lo logrado y alcanzado en estos años de lucha contra el neoliberalismo y el capital. Empero, ya no son las elites de hace treinta años, han variado sustancialmente. Ahora, combinan regímenes represivos y pretorianos, junto con dinámicas sensibles e intelectuales. Por ejemplo, el coaching se ha convertido en su praxis, el mindfulness es su filosofía y las tecnologías de la información, las formas de seducción hacia su proyecto cultural. Es muy acertado aquello que dijera Georges Didi-Huberman (2005), en su libro Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, que: “Siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo.” (p. 31) Así, las imágenes de estas élites ejercitándose, es el tiempo real de la dominación aplicándose.

Del neoliberalismo hacia el multiculturalismo, nuevamente

El microvideo hace una toma de paso que expone a un grupo de músicos indígenas ataviados de sus trajes tradicionales del pueblo Otavalo, estos están entonando alguna pieza para los asistentes que degustan del almuerzo. Esa es la imagen de potencia: los pueblos y nacionalidades están presentes como paisaje y música de fondo. Asimismo, mientras todos dialogan amenamente, los sujetos indígenas allí presentes no son parte de su idea de Estado, aun cuando esté Patricia Gualinga, que deriva en una figura bisagra. Pues, esta vendría a ser, por un lado, la muestra del multiculturalismo político, ya que, es una de las convocantes a este evento. Pero, por otro lado, esa misma convocatoria borra todo sentido de lucha, reivindicación y despojo histórico, hacia y sobre las etnias del Estado-nación ecuatoriano, y más bien las proyectan y las entienden como el grupo de música Otavalo: una anécdota colorida mientras se deleita con un almuerzo político.

En otra escena, el paneo de la cámara muestra la convivencia entre una nueva elite y una aristocrática, la disonancia del plano es Jefferson Pérez, deportista reconocido y posteriormente, ejemplo mediático de la superación (desclasamiento sería la categoría perfecta): de muchacho pobre y abandonado por el Estado, llegó ser una figura pública y privada del sistema financiero (Banco Pichincha). Esto se correlaciona con un aparte de la Declaración, que nombra los problemas de la desigualdad étnica y de género. Obviamente, esto es más declarativo que analítico, pues, jamás presentan las causas de dichos problemas como resultado de la implementación de las políticas neoliberales. Por tanto, se queda en un problema (desigualdad étnica y de género) que puede ser solucionado con esfuerzo y voluntad personal (Jefferson Pérez) para salir de la pobreza.

Es manifiesto observar que mientras todos están cómodos y dialogantes, subyacentemente dicha Declaración y quienes la suscriben, cuestionan públicamente (pobreza y desigualdad) lo que alaban en privado (destrucción de lo público y privatización). Es decir, la maquinaria multicultural se vuelve arrolladora, a través de las ideas que constan en dicho documento como: “Dialogar en democracia es normal”, “polarización ideológica”, etc. Expresiones lingüísticas construidas para diferenciar y clasificar proyectos y sujetos, a partir de una sintaxis sustentada en la armonía y en la neutralidad, aun cuando los personajes que hicieron parte de estos Consensos, son todo lo opuesto a todo aquel documento.

Finalmente, el microvideo exhibe a unos iguales, y a otros que no, pero por su etnia y su deslinde de clase, son incluidos políticamente, pero siempre en inferioridad social. Es la representación más importante, su diálogo solo puede incluirlos solo si están por fuera de la historia, por fuera del conflicto y la diferencia. De ese modo, el funcionamiento desde la óptica multicultural se reafirma en el consenso, pues de ese modo, anula todo tipo de contingencia y disputa sobre los modos de existencia en la vida contemporánea del país. Parafraseando a Zizek, en cuanto a que el incluir a un representante de una etnia, es una forma alternativa de construir democracia, en suma, una modernidad alternativa. Sin embargo, ya se había construido un tipo de modernidad alternativa (por fuera del liberalismo democrático) y fue el fascismo. Este último es la muestra de esa idea de modernidad alternativa, los Consensos de Cusín no se alejan mucho de aquella.

 

 

Acerca de Enrique Santos Jara 2 Articles
 Guayaquileño, sociólogo, máster en antropología del desarrollo y doctor en psicología. Ha sido profesor e investigador universitario durante casi toda su vida. Actualmente reside en Quito.

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