[Opinión] La tentación criminal

Hay momentos en que el crimen se convierte en la continuación de la política por otros medios. Ocurre cuando los grupos de poder perciben que los tradicionales medios de control social empiezan a ser insuficientes. Frente a la eventualidad de que las estructuras de dominación se resquebrajen, las élites no tienen empacho en recurrir a formas extrema de refrendación de su poder.

En su célebre biografía de Bolívar (El nacimiento de un mundo), Waldo Frank hace un señalamiento que bien podría resumir esa ambigüedad casi esquizofrénica en que se debaten las sociedades latinoamericanas. En la Colombia cortés y refinada –escribe Frank–, el asesinato político es cosa corriente. En otras palabras, los grupos de poder no se hacen ningún lío en combinar la formalidad institucional con la lumpenización política, con tal de asegurar sus intereses.

La utilización del crimen en la política tiene diferentes manifestaciones. Puede propiciárselo de manera directa, como cuando se asesina a un candidato exitoso; puede azuzárselo desde la trastienda, como cuando se alentó el arrastre del general Alfaro; puede tolerárselo desde la pasividad, como cuando se permite que el narcotráfico permee todas las esferas del Estado.

Las masacres carcelarias ocurridas en los últimos meses constituyen la expresión más brutal, inhumana y descarnada del crimen político. Sí, político, por la simple razón de que las mafias del narcotráfico están desafiando abiertamente el poder del Estado ecuatoriano. No solo lo evidencian los hechos, sino las amenazas y las estrategias de confrontación anunciadas por los lideres de las bandas criminales.

En estas condiciones, la pregunta de rigor apunta a la relación que puedan tener las principales fuerzas políticas del país con este fenómeno. Es decir, cómo pretenden afrontas estos episodios de violencia en función de sus estrategias políticas.

En las altas esferas del Gobierno, más de uno debe estar interesado en utilizar las masacres carcelarias como parapeto para atenuar los complicados problemas coyunturales que tienen que manejar. No solo los papales de Pandora; también están las polémicas leyes que quiere aprobar, el endeudamiento externo, los casos de corrupción que empiezan a aflorar…

Los socialcristianos tampoco son indiferentes al problema. La crisis carcelaria estimula su imaginario punitivista respecto de las conductas humanas.  El endurecimiento de las penas vuelve a calentar sus ensoñaciones jurídicas fundamentalistas. No se detendrán hasta cuando sacarse un moco en público esté tipificado en el Código Integral Penal.

Al correísmo obtuso tampoco le conmueve la reiteración de otro episodio de violencia carcelaria que apuntale su inclaudicable estrategia en favor de la impunidad. Mientras se profundice el caos institucional, los nostálgicos verde-flex aspiran a que su agenda inmediata tenga alguna posibilidad. No les haría mal visitar algunos países centroamericanos, o los territorios mexicanos controlados por los narcos, para darse cuenta de las consecuencias que tienen estas apuestas políticas siniestras.

 

Noviembre 18, 2021

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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