Por Susanne Hennig-Wellsow
Menos tiempo para las aficiones, la familia y el compromiso político. Esto tiene consecuencias para la sociedad, dice la copresidenta del Partido de la Izquierda. Pero esa es exactamente la amenaza si la nueva coalición mitiga la protección del tiempo de trabajo.
Casi todas las semanas, los informes científicos muestran las consecuencias del aumento de la carga de trabajo. La falta de límites en la Homeoffice por el coronavirus, el aumento de las obligaciones en la empresa y el estrés adicional en la Administración, no dejan de tener consecuencias para la salud de muchas personas. En tiempos de pandemia, los estudios también muestran que una distribución más justa del trabajo de cuidados en el hogar se encuentra tensionada.
En este contexto, la recién surgida coalición del semáforo prevé una flexibilización de la normativa sobre el tiempo de trabajo. Lo que el documento exploratorio disfraza con palabras como «modelos de tiempo de trabajo flexible» y «espacios experimentales» conduce a un retroceso político-social en detrimento de los trabajadores. Y no se trata solo de la salud de miles y miles de trabajadores.
También va de democracia. Para muchos, el mundo del trabajo se ha convertido ya en una máquina de estrés que gira cada vez más rápido y que consume cada vez más tiempo. Las horas extras, el trabajo ininterrumpido y los horarios irregulares no sólo aumentan el riesgo de enfermedades. Los estudios han mostrado que un elevado volumen de trabajo también tiene consecuencias negativas para la vida social. La sensación de poder conciliar suficientemente el trabajo con la vida privada disminuye.
El trabajo en lugar de la vida
El tiempo de trabajo no es solo tiempo de vida, su duración también determina el grado de poder de control que tienen los «empresarios» sobre la organización de nuestros intereses privados y sociales. Si llego a casa a tiempo para jugar con mi hijo, si tengo tiempo suficiente para descansar, para dedicarme a una afición, para dedicarme a mi familia y amigos… o si aún queda tiempo y energía para el compromiso social, para la democracia. Porque la democracia hay que «vivirla», como se dice habitualmente, y para eso se necesita tiempo.
El paso hacia la «flexibilización» del tiempo de trabajo esbozado en el documento exploratorio del semáforo, debilitaría las normas de protección existentes que limitan el tiempo de trabajo diario. Algunos grupos sociales se verían más afectados que otros. Estos días ha salido a la luz un estudio que muestra que, bajo las condiciones derivadas del covid, las mujeres tienen más probabilidades de informar sobre una mayor carga de trabajo. En el Este, no solo los desplazamientos son mucho más largos que en el Oeste, sino que la media de horas de trabajo sigue siendo hoy mayor, 38,6 horas semanales, cuando en el Oeste en 1990 eran 38,4 horas. Los empleados en empresas sin convenio colectivo tienen que trabajar casi una hora más a la semana de media. Cuando hay escasez de personal, por ejemplo, porque los servicios públicos se han recortado durante años, los empleados suelen compensarlo trabajando horas extras, a menudo no remuneradas, como suele ocurrir en el sector privado.
Los sindicatos advierten contra los planes del semáforo, entre otras cosas porque la flexibilización de las normas sobre el tiempo de trabajo repercutiría especialmente en los sectores de servicios, donde existe una estructura de participación más débil, lo que supone también un mayor potencial de chantaje a los empleados. Si las empresas tienen la posibilidad de aplicar más fácilmente los modelos de horario laboral «flexible» a su favor, será más probable que las plantillas opten por ellos si al mismo tiempo se amenaza con recortes de empleo.
Pero, ¿qué pasa con los que quieren trabajar más o, voluntariamente, de forma «más flexible»? La indudable necesidad de un mayor control autónomo sobre la distribución del tiempo de trabajo es comprensible. No hay nada malo en las normas que refuerzan la soberanía del tiempo de los empleados, reducen el estrés individual o mejoran la compatibilidad del trabajo con, por ejemplo, la familia.
Menos libertad gracias a la flexibilización
Sin embargo, la «flexibilización» del tiempo de trabajo, tal y como indican los colores del semáforo, no conduce a grados adicionales de libertad para todos los miembros de la sociedad, en promedio, bajo las relaciones de poder dadas en las empresas. El Instituto de Investigación Económica y Social de la Fundación Böckler, estrechamente vinculado a los sindicatos, acaba de referirse a las investigaciones sobre el tema que demuestran que “la voluntariedad y el entusiasmo solo se aplica a un pequeño grupo de empleados»; además, el propio deseo de una mayor flexibilidad horaria no protege del hecho de que ésta es «sobre todo no saludable a largo plazo y un obstáculo para la conciliación».
Y habría que añadir aquí: También es una cuestión de política democrática. Puesto que en la regulación sobre el tiempo de trabajo está inscrito el margen de participación democrática del individuo. El filósofo social Axel Honneth advirtió recientemente que «se presta muy poca atención a las condiciones económicas previas del proceso político». Estas condiciones previas incluyen las características políticamente moldeables de las relaciones laborales, las normas y los límites, especialmente cuando se trata del factor tiempo. Porque se necesita tiempo para participar en el proceso democrático de toma de decisiones de forma ilustrada. Tiempo para informarse, tiempo para debatir con otros, tiempo para implicarse a nivel local.
Muchas personas carecen de estas posibilidades. Cuando hablamos de la relación entre democracia y trabajo, no se trata solo de cuestiones de co-gestión, de posibilidades de decisión en la empresa para lograr puestos de trabajo seguros, sino también de las reglas que determinan cuánto «ocio para la autocomprensión política» sigue siendo posible junto al trabajo remunerado, como Honneth ha llamado a este tiempo necesario para la democracia. Se necesita más tiempo para esto, no menos. Pero de los planes del semáforo conocidos hasta ahora, es lo que cabe esperar.
Susanne Hennig-Wellsow Copresidenta del Partido de la Izquierda en Alemania.
Fuente:
https://www.freitag.de/autoren/der-freitag/flexibel-undemokratisch
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