El movimiento Pachakutik condensa uno de los fenómenos más importantes de las últimas décadas: la irrupción del movimiento indígena en la vida política nacional. Desde el levantamiento de 1990, el movimiento indígena ha sido protagonista de acontecimientos decisivos para el país. Provocó la caída del gobierno de Jamil Mahuad; facilitó los triunfos electorales de Gutiérrez y de Correa; impidió la suscripción de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos; durante varios años ha defendido el agua y ha impedido la expansión de la minería; ha manejado gobiernos locales en varios territorios; lideró el paro de octubre de 2019.
En ese sentido, el sorpresivo éxito en las pasadas elecciones podría ser interpretado como el corolario de una larga trayectoria que combina luchas sociales, movilizaciones y presencia en la institucionalidad pública. Haberse convertido en la segunda fuerza parlamentaria y haber conseguido la presidencia del poder legislativo no es pelo de cochino.
No obstante, este éxito está destapando –y al mismo tiempo potenciando– unos conflictos internos que, eventualmente, podrían provocar una grave ruptura al interior no solo del partido, sino del movimiento como totalidad. ¿Cómo entender que un resultado electoral favorable se convierta en una desventaja?
La primera explicación que se viene a la mente es la profunda incompatibilidad que existe entre lucha política y disputas institucionales, una situación que afecta con mayor crudeza a los movimientos sociales. Con frecuencia, las agendas que dinamizan las acciones en el espacio público no encuentran su correlato en la formalidad política; es decir, en aquellas instancias que supuestamente procesan los conflictos de poder en una sociedad. Por eso muchas acciones y decisiones terminan siendo contradictorias. Veamos.
Si Guadalupe Llori llegó a la presidencia de la Asamblea Nacional mediante un acuerdo con el gobierno, se supondría que el movimiento indígena –al cual ella representa en la esfera de la institucionalidad– tiene a su vez un mínimo acuerdo respecto de las políticas públicas a ser implementadas por el régimen. Sin embargo, la CONAIE mantiene una posición totalmente confrontativa con el gobierno de Lasso.
¿Qué elemento de la ecuación no funciona? Simple: una buena parte de la representación política de Pachakutik no responde al proyecto estratégico del movimiento indígena, y cae en la trampa de los chanchullos administrativos. Pero tampoco la dirigencia actual de la CONAIE define con claridad cuál es ese proyecto estratégico. ¿Mantiene vigencia la propuesta del Estado plurinacional?
Cuando Leonidas Iza anticipa la posibilidad de lanzarse a una candidatura presidencial en 2025, incurre en el mismo error que hoy golpea a Pachakutik: apuntar a ganar en las elecciones para perder en la política. Seguramente desconoce lo que Mayo del 68 enseñó a los movimientos sociales: que el lugar verdadero de la política no es el que se creía; el lugar de la política es la sociedad.
Diciembre 18, 2021
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