[Opinión] Hablando de anarquistas

 

En política existe una propensión a generar confusiones semánticas que terminan convertidas en simples muletillas para descalificar a los rivales. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la etiqueta de terroristas que se aplica a cualquier grupo guerrillero que se levanta contra el poder de turno; o aquella de fundamentalistas con la que se estigmatiza a los movimientos islámicos radicales, un término que, según la célebre historiadora Karen Armstrong, no existe en el mundo musulmán. El propósito final de esta práctica pretende tergiversar la esencia (desesencializar, sería la palabra adecuada, pese a que no constan en ningún diccionario) de aquellas expresiones políticas que se apartan de la institucionalidad oficial.

A diferencia de la demagogia, cuyo propósito central es la obtención de adhesiones a partir de falsas promesas que tarde o temprano se desenmascaran, la confusión semántica elabora verdades aparentemente sólidas y fundamentadas. En síntesis, configura discursos difícilmente desmontables.

En el Ecuador estamos asistiendo a un episodio con todas las peculiaridades del caso. El Presidente de la República acaba de acusar al máximo dirigente de la CONAIE de anarquista, una imputación que, conociendo la devoción por el Estado que profesa Leonidas Iza, no tiene la más mínima coherencia. Si el primer mandatario quería criticar los anuncios de movilizaciones y paralizaciones, pudo echar mano de un argumento menos trillado que el del caos y la anarquía con el que las élites siempre han descalificado las luchas populares.

Lo paradójico de la situación es que, conceptualmente, quien sí está cercano a posiciones anarquistas es Guillermo Lasso. Más precisamente, a una de las versiones del anarquismo, aquella que pregona la desaparición del Estado en beneficio del sector privado de la economía y de la soberanía individual. El anarcocapitalismo (también conocido como anarquismo de libre mercado o anarquismo libertario) es una doctrina que existe desde hace más de un siglo y que tuvo sus orígenes en teóricos gringos del siglo XIX. En su adaptación más extrema llegó a proponer la privatización de la seguridad pública y hasta de la administración de justicia.

El anarcocapitalismo proporcionó los referentes fundamentales para el desarrollo de la escuela austriaca, aquella que elaboró las teorías neoliberales tan en boga en las últimas décadas. En su versión más radical, hoy sirve de sustento para los grupos y movimientos libertarios que han florecido al calor de los éxitos de la extrema derecha global, encarnada en personajes como Donald Trump. El propio presidente Lasso cuenta con un think-tank libertario (el grupo Ecuador Libre) concebido como un comando ideológico de CREO.

Ahora bien, es pertinente aclarar que, así como al presidente de la CONAIE no le calza el apelativo de anarquista, al gobierno de Lasso tampoco le calza el de fascista –otra muletilla muy propia de la izquierda– con el que Leonidas Iza intentó responder a la agresión del primer mandatario. Que se sepa, Guillermo Lasso no es partidario de la supremacía del Estado, de un partido de masas, de la organización corporativa de la sociedad ni del milenarismo político, cuatro ingredientes sin los cuales el fascismo no pasa de ser una imprecación de barricada.

 

Diciembre 27, 2021

 

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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