Es imprescindible entender el concepto de régimen para hacer un análisis político medianamente objetivo del momento que vive el país. A diferencia del concepto de gobierno, que se refiere a la administración transitoria del Estado, el régimen atañe a la forma en que se estructura el poder en función de la acumulación capitalista. Dicho de otro modo, a aquellos grupos o sectores que se apropian de la riqueza social durante un período de tiempo usualmente extenso en términos históricos.
El régimen que vivimos inició con el gobierno de Lucio Gutiérrez y perdura hasta la fecha. Una de sus características más relevantes ha sido la inserción indiscriminada del Ecuador en la economía global mediante la suscripción de tratados de libre comercio (TLC). Quien comenzó a aplicar esta estrategia fue, precisamente, el coronel Gutiérrez, con la venia y el entusiasmo de los principales grupos económicos del país.
En 2006, y continuando con el libreto heredado de su antecesor, Alfredo Palacio pretendió cerrar las negociaciones de un TLC con los Estados Unidos, de no haber mediado las movilizaciones de los movimientos sociales, particularmente del movimiento indígena, que lograron detener el proceso. Una década después, y gracias a la desmovilización, persecución y cooptación del movimiento indígena propiciada por el gobierno de Correa, se suscribió un acuerdo con la Unión Europea, sin mayores protestas ni oposición.
Una de las principales advertencias respecto de los TLC ha sido el denominado efecto cascada: una vez abierto el dique con el primer tratado, los demás fluyen a montones. Como rosario. Lo acaba de reconfirmar Julio José Prado, Ministro de la Producción, en sus últimas declaraciones. La larga lista de países con los que arrancan las negociaciones está encabezada por China, Estados Unidos y Rusia. Ni más ni menos.
En estas negociaciones, las consideraciones ideológicas quedan archivadas. La clave es beneficiar a los principales grupos exportadores e importadores del país. No obstante, los gobiernos siempre juegan con los posibles impactos simbólicos que estos acuerdos puedan generar. Es lo que ocurrió durante los gobiernos de Alianza PAIS. Previendo el eventual deterioro de su imagen como consecuencia de una negociación comercial con el imperialismo yanqui, anticiparon acuerdos con varios países europeos a fin de dorar la píldora de lo que se venía.
Aún ahora hay algunos correístas despistados (o interesados) que sostienen, en aras de justificar la política comercial entreguista de Correa, que no es lo mismo un TLC con la Unión Europea que con los Estados Unidos. Seguramente digan lo mismo a propósito de China y Rusia. Desde una visión rudimentaria de la bipolaridad mundial anclada en el siglo pasado, omiten señalar que el capitalismo actual involucra a todas las potencias por igual. Quienes realmente están detrás de los TLC son las gigantescas, anónimas y omnipresentes corporaciones transnacionales que controlan la economía global, la mayoría de las cuales no tiene ninguna bandera.
Febrero 16, 2022
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